Camboya y el legado mortal de guerras pasadas
Casi sin medios, un equipo de desactivaci¨®n trabaja en la jungla La crisis econ¨®mica en los pa¨ªses desarrollados resta recursos a la eliminaci¨®n de explosivos no detonados que a¨²n generan v¨ªctimas en el pa¨ªs jemer
Solo un agudo pitido rompe el silencio de forma intermitente. Y es importante prestarle atenci¨®n, porque de ¨¦l depende la vida de la docena de hombres y mujeres que peinan la jungla de la provincia de Battambang, en el noroeste de Camboya. Protegidos por un chaleco de kevlar y un casco especial que no impedir¨ªan su desmembramiento en caso de accidente, el batall¨®n de desactivaci¨®n de explosivos de la segunda unidad del Centro de Acci¨®n contra las Minas de Camboya (CMAC) se mueve lentamente, con la mirada fija en sus detectores de metal. Y no tardan en descubrir el peligro que se esconde bajo el barro de un terreno en el que est¨¢ prevista la construcci¨®n de una escuela.
A una distancia segura, la coreograf¨ªa parece la de un baile a c¨¢mara lenta. El especialista cuyo detector lanza un pitido levanta un brazo, se detiene y espera a que otro se le acerque por detr¨¢s con unas peque?as estacas de colores para delimitar un per¨ªmetro de seguridad. Un tercero se les une con unas tijeras de podar. Todos sudan profusamente. Hace calor y la tensi¨®n se palpa. Hay que limpiar de vegetaci¨®n la zona, y el proceso es manual. Los robots son cosa de ciencia ficci¨®n, raz¨®n por la que m¨¢s de 500 especialistas han muerto o sufrido heridas graves desde que comenzaron las labores de limpieza, en 1992. ¡°Es peligroso y contamos con medios rudimentarios, pero alguien tiene que hacerlo¡±, suspira Khan Sarin, coordinador de la unidad. De hecho, 4.000 kil¨®metros cuadrados del pa¨ªs todav¨ªa est¨¢n contaminados.
Es un trabajo peligroso y contamos con medios rudimentarios, pero alguien tiene que hacerlo
Hace ya casi cuatro d¨¦cadas que termin¨® la guerra de Vietnam y 15 a?os que el Jemer Rojo se rindi¨®, pero los 2,75 millones de bombas que lanzaron los estadounidenses y los 6 millones de minas antipersona que se plantaron durante la guerra civil contin¨²an provocando cientos de v¨ªctimas. En 2013, 111 personas sufrieron accidentes por la explosi¨®n de estos artefactos: 22 de ellas murieron y otras 21 sufrieron amputaciones. Son los mejores datos desde que comenzaron las tareas de limpieza, un descenso del 40% frente a las estad¨ªsticas de 2012, muy lejos de la media de 900 sucesos registrada entre 1999 y 2005. ¡°Nuestro proyecto da buenos resultados. Hemos conseguido que las comunidades se impliquen. El a?o pasado recibimos 13.000 llamadas de lugare?os que hab¨ªan descubierto alg¨²n artefacto¡±, explica Keo Sarath, director de la unidad 5 del CMAC. Pero avanza que la tendencia se puede revertir si se baja la guardia y contin¨²an cayendo los recursos.
¡°El 65% de las v¨ªctimas son hombres, y el 23%, ni?os. Las mujeres adultas solo representan un 7% de los afectados, y las ni?as, un 5%. Eso se debe a que la mayor¨ªa de los accidentes se producen cuando los lugare?os se internan en el bosque, en busca de le?a o para cazar, o tratan de desactivar por su cuenta los explosivos para comerciar con la chatarra. Y esos son trabajos de hombres¡±, apunta Sarath. Las consecuencias son desastrosas: ¡°Un 21% de los accidentados mueren y un 15% m¨¢s sufren la amputaci¨®n de alguna de sus extremidades¡±.
La familia de Teng Kanha ha sufrido ambos dramas y ejemplifica una historia que se repite. Hace ocho a?os que el padre de esta adolescente de la provincia de Stung Treng, al sur del pa¨ªs, lleg¨® a casa con un ob¨²s de 125 mil¨ªmetros. Como muchos otros pescadores, decidi¨® retirar el explosivo para utilizarlo en su trabajo y tratar de vender el metal. Desafortunadamente, golpe¨® donde no deb¨ªa con el martillo y la bomba estall¨®. ?l muri¨® en el acto, y Kanha, que jugaba cerca, perdi¨® la pierna derecha. Desde entonces es una de las 40.000 personas que han sufrido la amputaci¨®n de alguna de sus extremidades en Camboya, el pa¨ªs con el mayor porcentaje de tullidos del mundo.
La madre tuvo que endeudarse para pagar los 230 euros que cost¨® la amputaci¨®n en un hospital de la capital camboyana, Phnom Penh. Afortunadamente para Kanha, que ahora tiene 15 a?os, la ONG Handicap International se encarga de producir las pr¨®tesis que necesita ¨Cy ya van siete¨C en el centro de rehabilitaci¨®n de Kampong Cham. En ese complejo, los especialistas atienden cada d¨ªa a unos 20 pacientes como Kanha y del taller salen ocho pr¨®tesis nuevas. Pero la crisis econ¨®mica que sufren los pa¨ªses desarrollados, principales donantes de estos proyectos, pone en peligro los logros cosechados en la ¨²ltima d¨¦cada. ¡°Es posible que tengamos que introducir el copago¡±, avanza el director del centro, Sum Sieng.
En el CMAC, que no es una instituci¨®n gubernamental, pero trabaja bajo mandato del Ejecutivo de Phnom Penh, la situaci¨®n es parecida. Desde que se fund¨®, en 1996, ha descontaminado unos 400 kil¨®metros cuadrados de superficie de alta prioridad ¨Cse va a urbanizar o a utilizar con fines agr¨ªcolas¨C. Pero para continuar con su trabajo necesita 73 millones de euros cada lustro, y no parece que se vayan a lograr para el quinquenio 2010-2015. ¡°Tendremos que bajar el ritmo¡±, se lamenta Sarath. ¡°A la velocidad a la que vamos, tardaremos 40 a?os m¨¢s en limpiar el pa¨ªs, algo que se podr¨ªa hacer en una d¨¦cada si hubiese voluntad pol¨ªtica¡±.
Neth Sophal, director de relaciones institucionales de la Autoridad de Camboya para la Actuaci¨®n sobre las Minas (CMAA), cuyo presidente es el primer ministro Hun Sen, reconoce las dificultades. ¡°El Gobierno ha dise?ado un plan para que 650 kil¨®metros cuadrados de superficie de alta prioridad sean descontaminados antes de 2020, pero la coyuntura econ¨®mica no es la m¨¢s favorable. Plantar una mina es muy barato, pero desactivarla es muy costoso¡±. Adem¨¢s est¨¢n las luchas internas en el seno de Gobiernos locales que no se ponen de acuerdo en la utilidad que dar¨¢n a esa tierra. ¡°Te¨®ricamente se ha de utilizar para infraestructuras p¨²blicas o complejos residenciales, pero es cierto que hay mucha corrupci¨®n ¨Cse han dado casos en los que Autoridades han dado prioridad a terrenos en los que luego han construido sus propios chal¨¦s¨C y que los trabajos se retrasan¡±.
Mientras, el goteo de v¨ªctimas contin¨²a. ¡°Ahora el problema ya no son tanto los explosivos peque?os como las minas antitanque¡±, explica Chhaya Plong, responsable de la oficina de Unicef en Battambang. ¡°Gracias al desarrollo econ¨®mico, los agricultores tienen cada vez m¨¢s tractores y camiones, que por su peso hacen detonar esos explosivos y matan a familias enteras¡±. Plong sabe de qu¨¦ habla. Su hermano vol¨® en pedazos en 2007 cuando una de esas minas estall¨® a su paso. ¡°Hab¨ªa ido a trabajar al campo y solo volvi¨® su perro. Ladraba constantemente y no quer¨ªa comer. Al final decidimos seguir al animal y encontramos la ropa de mi hermano y trozos de su cuerpo esparcidos por el bosque¡±. Fue entonces cuando Plong decidi¨® luchar para acabar con este peligro.
Gracias a Unicef, que tiene censadas ya 64.000 v¨ªctimas, todas las escuelas del pa¨ªs imparten desde 2007, de forma obligatoria, una asignatura sobre los explosivos no detonados. ¡°El mayor ¨¦xito lo cosechamos en 2009, a?o en el que ning¨²n escolar muri¨® por minas o bombas. Adem¨¢s, otro efecto positivo es que los ni?os trasladan lo aprendido a sus padres, muchas veces analfabetos¡±, analiza Plong. En clase, los estudiantes m¨¢s peque?os aprenden a diferenciar una inofensiva pelota de una bomba de racimo y a identificar qu¨¦ es un trozo de metal y qu¨¦ es un peligroso detonador como el que revent¨® el brazo derecho de Ny Thnout hace cinco a?os. ¡°Conoc¨ªa el peligro, pero un d¨ªa que saqu¨¦ a las vacas para comer hierba encontr¨¦ un cacharro met¨¢lico que no sab¨ªa lo que era y lo lanc¨¦ contra una piedra¡±, recuerda. Unos vecinos oyeron la detonaci¨®n y evacuaron a Ny a un hospital. El antebrazo fue amputado, pero los m¨¦dicos no pudieron retirar toda la metralla que todav¨ªa se esconde en su pierna. Hoy tiene 15 a?os, camina con dificultad y sufre grandes dolores en el mu?¨®n.
A pesar de la formaci¨®n, basta con preguntar en clase cu¨¢ntos tienen entre sus familiares o amigos alguna v¨ªctima de los explosivos para encontrarse con un bosque de brazos erguidos. Y no hay m¨¢s que seguir las labores de la unidad 2 del CMAC para comprobar que el objetivo del Gobierno, reducir a cero la mortalidad en 2015, es una quimera. Porque los desactivadores han encontrado cinco minas antipersona y un ob¨²s de 90 mil¨ªmetros en un solo d¨ªa. Despu¨¦s de haberlos dejado al descubierto, los compa?eros responsables de su eliminaci¨®n entran en escena. No se pueden desactivar, as¨ª que se eliminan. Seis fuertes detonaciones ponen los pelos de punta, pero, afortunadamente, esta vez ninguna causa v¨ªctimas.
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