El 'cool', una enfermedad del siglo XX
Una exposici¨®n fotogr¨¢fica busca, en la cara de iconos de los ¨²ltimos a?os, la naturaleza de ese oscuro atractivo que ha caracterizado a nombres de Sinatra a Madonna
Al director del FBI John Edgar Hoover le obsesionaba el ¨¦xito popular del atracador de bancos m¨¢s famoso de los a?os treinta, John Dillinger. Se revolv¨ªa en la butaca del cine cuando el p¨²blico aplaud¨ªa a James Cagney, que lo interpretaba en la gran pantalla. No entend¨ªa por qu¨¦ un desheredado lograba ese clamor si era objetivamente malo. No captaba de d¨®nde ven¨ªa esa fascinaci¨®n, ese encanto. Para ¨¦l, bur¨®crata empecinado, su lado de la ley era el m¨¢s atractivo. Para Dillinger, Cagney (y sus trajes a medida, sus brogues bicolores, su control de la situaci¨®n, su ir a la contra), sus antecedentes (pistoleros como Billy el Ni?o) y tambi¨¦n sus descendientes (hiphoperos como Tupac Shakur) son lo atractivo.
Lo que diferenciaba a un hombre de otro era esa etiqueta mutante y huidiza que daba el poder a quien a priori no deber¨ªa tenerlo. Por eso es tan indescifrable e intangible, pero al mismo tiempo tan importante en la forja del imaginario heroico estadounidense. Ese t¨¦rmino es el que intenta capturar, de alg¨²n modo, la exposici¨®n fotogr¨¢fica American cool, en la National Portrait Gallery del Smithsonian de Washginton. Buscando el significado de ese t¨¦rmino, el escurridizo cool, en las caras de grandes iconos estaodunidenses: Sinatra. Madonna. Debbie Harris. Jimi Hendrix. Benicio del Toro. Todos tienen algo en com¨²n, todo personifican eso de cool, pero poca gente se explica c¨®mo. Hay algo de ra¨ªces afroamericanas, de la rebeld¨ªa de las pandillas callejeras, de c¨ªrculos contraculturales y de su asimilaci¨®n por parte del star system. De Miles Davis a Audrey Hepburn, de Billie Holyday a Kurt Cobain. "Lo cool est¨¢ en esa amarga insolencia de la juventud", explicaba el fot¨®grafo David Bailey en el pr¨®logo de su tomo titulado, precisamente, como un disco de Miles Davis, Birth of the Cool. Bailey, un disl¨¦xico de clase obrera que accedi¨® al olimpo de la nueva aristocracia pop (en la que no cuentan los t¨ªtulos nobiliarios, sino el carisma), creci¨® ¡°en el East End de Londres, donde solo pod¨ªas ser tres cosas: boxeador, ladr¨®n de coches o, quiz¨¢s, m¨²sico¡±. De alg¨²n modo en ese destino, en su versi¨®n sofisticada, se movi¨® su fotograf¨ªa, considerada como el ep¨ªtome de lo cool.
?Entonces no vamos a definir qu¨¦ es cool?
No. Esto de ser o no ser cool es como el honor en las novelas realistas dieciochescas (tiene una dimensi¨®n social: no depende tanto de ti, sino de lo que diga el resto), o como la bondad aristot¨¦lica (no se puede definir la bondad, s¨®lo intentar ser buenos. o cool), o como el humor (dec¨ªa Enrique Jardiel Poncela que intentar explicarlo es como ¡°ensartar una mariposa con un poste de tel¨¦grafo¡±, no se puede definir: solo hace re¨ªr o no, s¨®lo es cool o no lo es). Con lo cool, pues, sucede algo parecido a la visi¨®n de lo kitsch de Susan Sontag: ¡°El fracaso de lo serio¡± (es decir: empe?arse en ser cool sin serlo es el atajo m¨¢s directo hacia el rid¨ªculo).
?Algo cool se puede comprar?
No. No es lo mismo llevar una casaca eduardiana en los cincuenta que comprarla hoy en Uniqlo. No es lo mismo ponerse unos calcetines color rosa flamenco en la era de Bershka que en la Gran Breta?a gris y machista de los cincuenta. No es lo mismo, simplificando, dar clases de swing en una academia del siglo XXI que ser un zazou, tribu juvenil que se rebelaba contra la ocupaci¨®n hitleriana con bombachos de colores. Lo cool tiene un punto inconformista, peligroso y elegante: algo es cool en referencia a lo que no lo es. Precisamente por eso es cool lo que se subleva contra lo feo y lo injusto. Por eso habita las minor¨ªas (raciales, sexuales, culturales). Pero es un concepto elusivo: cuando el sistema lo asimila algo cool deja, de alg¨²n modo, de serlo. Lo podemos llamar efecto Joaqu¨ªn Reyes.
Pero se podr¨¢ tocar.
S¨ª. As¨ª como no es lo mismo subirse a una carroza del Orgullo en Chueca en 2014 que ser el dramaturgo franc¨¦s Jean Genet en 1966, cuando se aferr¨® al tubo de vaselina que le quier¨ªa requisar el alcaide de la prisi¨®n franquista donde hab¨ªa recalado (¡°Preferir¨ªa derramar toda mi sangre que desprenderme de ese objeto tonto¡±, escribi¨®), lo cool va ligado a los objetos simb¨®licos. ¡°El significado de la rebeld¨ªa, la idea del estilo como una forma de rechazo, la elevaci¨®n del crimen en arte, se manifiesta en los objetos m¨¢s mundanos ¨Cun pin, unos zapatos puntiagudos, una motocicleta¨C, que, como el tubo de vaselina, tienen una dimensi¨®n simb¨®lica, que son una muestra del exilio autoimpuesto¡±, explica Dick Hedbidge en Subculture, the meaning of style. De ah¨ª la moto de Marlon Brando y los coches de Steve McQueen, en las versiones m¨¢s mainstream de lo cool.
?Y o¨ªrse se puede o¨ªr?
Precisamente la exposici¨®n que nos ocupa plantea lo cool como algo entre la innovaci¨®n y el estilo. Fue el saxofonista de jazz Lester Young quien le dio sentido a esta definici¨®n en los a?os cuarenta: este hombre tocaba m¨²sica de nicho, de c¨®cteles nimbados por el humo del tabaco, hecha por una minor¨ªa (la comunidad afroamericana), que no renunciaba a la elegancia pero que sab¨ªa desperdiciar el talento (sus m¨²sicos ca¨ªdan perdidos en adicciones, sus discos se perd¨ªan...) como se gasta a veces el dinero ganado r¨¢pido. Estaba, en definitiva, relajado en un ambiente adverso o, peor, opresivo; el suyo era un autocontrol con estilo.
Ese estoicismo americano en momentos dif¨ªciles es el mismo que tienen otros iconos de lo cool: los escritores beat, los jazzmen, los g¨¢ngsters del cine negro y el arte de las nuevas vanguardias. Un existencialismo de clase obrera. Hecho a s¨ª mismo y a medida, como un traje de sastre de tres botones.
Por esta l¨®gica, ?si todo es cool, nada lo es?
Claro, si no ser¨ªa demasiado f¨¢cil identificarlo. En los setenta, ser cool se empez¨® a asociar al uso de las drogas como el riesgo que uno tomaba para expandir los l¨ªmites de su mundo, algo que estaba ligado a la sexualidad o al activismo pol¨ªtico (una figura cool era Malcolm X, que en uno de sus discursos dijo: ¡°No os digo lo que quer¨¦is o¨ªr. Os digo lo que no quer¨¦is escuchar porque soy uno de vosotros; de hecho, soy uno de los peores de vosotros¡±). Lo del cool se hizo m¨¢s social y menos individual y luego, de todas formas, se lo vampiriz¨® el capitalismo.
Todas esas posturas est¨¦ticas y vitales rebeldes fueron la plantilla comercial para la siguiente generaci¨®n. El hipismo lo devor¨® el yupismo. El Just Do It que dice el reo condenado a muerte en La canci¨®n del verdugo, de Norman Mailer, acab¨® como reclamo en una legendaria campa?a de Nike; un coche trazado a mano alzada por el mism¨ªsimo Hitler se convirti¨® en el autom¨®vil de culto de toda la generaci¨®n hippy gracias a la publicidad. Ser cool no es nada concreto. Es, como la mirada azul de Frank Sinatra, cuesti¨®n sentir algo cuando lo tienes delante.
Pues vaya.
Quiz¨¢ todo no sea cuesti¨®n de materia, sino de tiempo. American cool se centra en el pasado y no es casualidad: muchos dicen que algo s¨®lo es cool en retrospectiva. Aunque tambi¨¦n es posible que el cool ya no exista y haya sido aniquilado por su masificaci¨®n. Apple es cool, se supone, pero es parte de una cierta ¡°rebeld¨ªa consumista¡± (que recoge el libro ?Qu¨¦ fue de lo hipster?): un objeto de consumo prestigiado en una generaci¨®n que define su estilo seg¨²n si compra una u otra marca multinacional. Ahora no es cool lo oculto, pero lo puede ser lo masivo, los objetos de consumo al alcance de todos (los que lo puedan pagar, al menos). Es lo que dec¨ªa el intelectual Stuart Hall: "La colonizaci¨®n de lo cultural y lo ideol¨®gico por parte de los medios de comunicaci¨®n¡±.
?Por qu¨¦ escrib¨ªs cool en ingl¨¦s y no lo pon¨¦is en castellano?
Porque, ?c¨®mo se dice cool en espa?ol? ?Guay? ?Estiloso? ?Relajado? En Espa?a es un concepto a¨²n m¨¢s dudoso. Por ser un t¨¦rmino intraducible, se usa el anglicismo, lo que lo condena a proyectar una imagen elitista en su misma formulaci¨®n. Eso s¨ª, existe lo cool en Espa?a aplicando ra¨ªces del t¨¦rmino. Los h¨¦roes del cine quinqui, por ejemplo, son cool (y no s¨®lo por su vida kamikaze o sus pantalones ce?idos). Richard Hell dec¨ªa que ¡°los punks son negratas¡±. Y los protagonistas del cine delincuente del tardofranquismo son, claramente y quiz¨¢s con menos conciencia pol¨ªtica, el equivalente ib¨¦rico del black power.
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