Una mirada cr¨ªtica a nuestro periodismo
Tenemos medios de comunicaci¨®n de todas las orientaciones pol¨ªticas, pero con muy poca pluralidad interna. Los periodistas tienen una visi¨®n sacerdotal de su trabajo que privilegia la declaraci¨®n sobre los hechos
Hay dos formas de ejercer el periodismo pol¨ªtico. La primera consiste en retransmitir lo que ocurre arriba (el poder pol¨ªtico) a los que est¨¢n abajo (los ciudadanos). El periodista se ve a s¨ª mismo como una especie de sacerdote que interpreta las palabras de los dioses para el com¨²n de los mortales. En oposici¨®n a este periodista-sacerdote encontramos al periodista-detective, que trabaja m¨¢s bien de abajo hacia arriba y, desde la escena del crimen, va tirando del hilo de un problema determinado. Esta segunda forma de periodismo pol¨ªtico predomina en otros pa¨ªses europeos y ayuda a entender por qu¨¦ su debate p¨²blico tiende a ser mejor que el nuestro.
En t¨¦rminos comparativos, hay madera para hacer muy buen periodismo en Espa?a. Para empezar, las altas notas de corte para estudiar periodismo han llevado a la profesi¨®n a muchos de los m¨¢s listos de cada generaci¨®n. Adem¨¢s, la vocaci¨®n y dedicaci¨®n profesional de nuestros periodistas es encomiable, como atestiguan los incontables abusos de poder destapados por la prensa. A ello hay que sumar unos recursos materiales nada desde?ables, aun a pesar de la crisis. Los medios espa?oles pueden permitirse unos despliegues de corresponsales (en Libia, Ucrania, Burgos o el carril-bus de la Gran V¨ªa) impensables en otros pa¨ªses europeos m¨¢s peque?os ¡ªo sea, casi todos¡ª.
Una primera debilidad de nuestro periodismo se encuentra en la estructura de los medios de comunicaci¨®n. El ¡°pluralismo polarizado¡± de la comunicaci¨®n en Espa?a ¡ªes decir, que tenemos medios de todas las orientaciones pol¨ªticas, pero que estos, a su vez, tienen muy poca pluralidad interna¡ª act¨²a de barrera para el consenso social en asuntos clave. Es un asunto que merece reflexi¨®n y leerse los trabajos de investigadores como Ant¨®n Castromil.
En Europa predomina el periodista-detective, que investiga desde abajo y permite debates concretos
Pero el problema m¨¢s fundamental de nuestro periodismo es la visi¨®n ¡°sacerdotal¡± de su trabajo que tienen los profesionales de la comunicaci¨®n. Un problema independiente de la estructura de los medios de comunicaci¨®n, pues se da tambi¨¦n en la te¨®ricamente m¨¢s libre prensa digital. La visi¨®n sacerdotal induce a tres sesgos: 1. El periodista prioriza las declaraciones de los pol¨ªticos a costa de asuntos sustantivamente m¨¢s relevantes. 2.?Cuando trata asuntos sustantivamente relevantes, otorga demasiada responsabilidad sobre el devenir de los mismos a los pol¨ªticos, vistos casi como seres omniscientes y omnipotentes, a expensas del papel de otros actores clave (como usuarios, profesionales o expertos). 3. El an¨¢lisis period¨ªstico de la noticia tiende a construir discursos abstractos en lugar de un contraste de alternativas pol¨ªticas concretas y factibles.
En primer lugar, el periodismo espa?ol es muy declarativo. De hecho, el leitmotiv de muchas noticias ¡ªen televisi¨®n, radio o prensa escrita¡ª no es tanto un acontecimiento como las declaraciones de turno de un pol¨ªtico. La importancia de quien habla cuenta m¨¢s que qu¨¦ pasa. Las ruedas de prensa de los portavoces o de los sacrosantos secretarios generales de los partidos mayoritarios se convierten autom¨¢ticamente en noticia. Se diga lo que se diga y, sobre todo, si no se dice lo que los periodistas esperan que se diga. Esos silencios de los dioses hacen correr r¨ªos de tinta.
Comparemos este encuadre, o framing, de las noticias con el de medios de comunicaci¨®n m¨¢s pobres ¡ªtanto est¨¦ticamente como en n¨²mero de periodistas¡ª del norte de Europa. Una noticia estereot¨ªpica puede comenzar con el informe de unos expertos alertando sobre un problema puntual: el estado de las infraestructuras ferroviarias, quejas tras la privatizaci¨®n de un determinado servicio social, etc¨¦tera. A partir de ah¨ª, los periodistas, cual detectives, interrogan a todos los ¡°sospechosos¡± de tener informaci¨®n relevante: usuarios del servicio, funcionarios de primera l¨ªnea o cargos medios de la Administraci¨®n, expertos acad¨¦micos y as¨ª hasta llegar ¡ªsi es necesario, pero no necesariamente¡ª hasta los pol¨ªticos con competencias o conocimientos del tema.
Obviamente, muchas noticias en Espa?a tambi¨¦n est¨¢n basadas en la publicaci¨®n de informes y no en el periodismo declarativo. Sin embargo, fij¨¦monos c¨®mo nuestros periodistas adoptan enseguida el rol de los sacerdotes ancestrales que lo primero que hac¨ªan cuando las aguas del r¨ªo sub¨ªan era correr al templo para interrogar a los dioses. El foco de cualquier problema pol¨ªtico se traslada, casi de inmediato, al ministro y a la oposici¨®n. As¨ª, el debate sustantivo no se da entre actores sociales diversos, sino entre el Gobierno actual y el anterior (o posterior). El papel de los pol¨ªticos est¨¢ sobredimensionado en nuestros medios de comunicaci¨®n. Son actores importantes, pero la pel¨ªcula de la realidad es mucho m¨¢s coral.
En Espa?a, los problemas se discuten en paquetes globales, no de forma independiente
Como en los antiguos sanedrines sacerdotales, los periodistas analizan los designios de los dioses en ese c¨®nclave tan nuestro llamado tertulia pol¨ªtica. En el peor de los casos, la tertulia premia la frase impactante a costa del an¨¢lisis fr¨ªo y reposado. En el mejor de los casos, cuando tenemos a periodistas excelentes, el formato propio de la tertulia ¡ªmucha gente hablando de muchos temas¡ª genera incentivos para que los participantes inviertan en dos enemigos del rigor: los contactos personales con pol¨ªticos, que les permitir¨¢n ofrecer una exclusiva sobre, por ejemplo, los ¡°movimientos de fondo¡± en un partido; y los discursos basados en conceptos abstractos (ejemplo ¡°Estado de bienestar¡±, ¡°desigualdad¡±, ¡°neoliberalismo¡±), que les permitir¨¢n hablar con solvencia de cualquier asunto, en lugar de argumentos sobre temas concretos (ejemplo, ¡°hasta qu¨¦ punto un copago en el servicio sanitario X es apropiado¡±, ¡°cu¨¢l es el salario adecuado para un profesor de primaria¡±, etc¨¦tera). Los problemas no se discuten de forma independiente, sino en paquetes globales. Por ejemplo, el debate sobre la subida del transporte p¨²blico se torna enseguida una cr¨ªtica a la pol¨ªtica de recortes o a Merkel y el ¡°pensamiento neoliberal imperante¡±.
Frente a las multitudinarias tertulias espa?olas, el debate en otros pa¨ªses se limita con frecuencia a un par de expertos con opiniones enfrentadas. El resultado es que el p¨²blico obtiene informaci¨®n sobre las ventajas e inconvenientes de las diferentes soluciones alternativas a un problema?X. El objetivo es diseccionar una realidad compleja a sus componentes manejables, a las opciones factibles. No es de extra?ar que estos pa¨ªses tiendan a adoptar, o como m¨ªnimo a discutir seriamente, reformas impopulares, pero necesarias para la sostenibilidad del Estado de bienestar a largo plazo ¡ªcomo la introducci¨®n de copagos sanitarios, la reforma de las pensiones o la flexibilizaci¨®n del mercado laboral¡ª. Sus votantes est¨¢n expuestos a la opini¨®n informada a favor de la iniciativa concreta A (que es fea) y de su alternativa B (que es mucho m¨¢s fea y, por tanto, peor).
El objetivo de nuestro periodismo (en las tertulias en particular, pero tambi¨¦n en muchos de los an¨¢lisis escritos) parece el opuesto: agregar problemas concretos en entes abstractos. En demasiadas ocasiones, los ciudadanos espa?oles no reciben un contraste de ventajas e inconvenientes sobre cursos de acci¨®n alternativos, sino un choque improductivo de cosmovisiones del mundo. Por ejemplo, en cuanto se sospecha que una reforma huele a derechas, movemos la discusi¨®n al terreno de la especulaci¨®n progresista vaga: que si forma parte de una ¡°agenda oculta¡± para desmantelar el Estado de bienestar, que si es una expresi¨®n m¨¢s del ¡°triunfo del neoliberalismo¡± o de la ¡°incapacidad de la socialdemocracia para presentar una alternativa¡±, etc¨¦tera. Esta abstracci¨®n contribuye a que la mayor¨ªa de reformas que nuestro pa¨ªs necesita queden desprestigiadas r¨¢pidamente en el debate p¨²blico.
En resumen, nuestro periodismo ¡ªdemasiado declarativo, demasiado jer¨¢rquico y demasiado abstracto¡ª es un factor m¨¢s que ayuda a entender la parad¨®jica situaci¨®n de que, en medio de una crisis tan brutal a todos los niveles, Espa?a se haya reformado tan poquito.
Hay, sin duda, muchas excepciones y ejemplos de gran periodismo en Espa?a. Raz¨®n de m¨¢s para replantearnos esas programaciones rebosantes de tertulias y esas cr¨®nicas con tantos pol¨ªticos y tan pocas pol¨ªticas p¨²blicas.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo
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