Mi peque?a vida y el fin del mundo
Todas las generaciones se deben haber sentido en mitad de turbulentas crisis
Tengo la vertiginosa sensaci¨®n de estar viviendo cambios tecnol¨®gicos, hist¨®ricos y sociales inusitados. S¨¦ bien que hay que tener cuidado con ese tipo de percepciones; nuestra vida es todo lo que tenemos y resulta comprensible que le demos una importancia desmesurada. Lo que nos sucede adquiere proporciones descomunales, y el peque?¨ªsimo fragmento de historia que nos toca vivir nos parece La Historia con may¨²sculas, el momento m¨¢s crucial y definitivo. Cuando lo cierto es que toda existencia humana, hasta la m¨¢s longeva o la m¨¢s gloriosa, no es m¨¢s que una bagatela, una mota de polvo en el viento del tiempo. Y ni siquiera la humanidad entera es importante para este viejo planeta: las pinturas rupestres m¨¢s antiguas apenas si tienen 30.000 a?os. Hace 30.000 a?os ¨¦ramos unos cavern¨ªcolas gru?ones y tiznados de holl¨ªn intentando rascar con arte las paredes. Somos unos reci¨¦n llegados a la Tierra y al paso que vamos me temo que desaparecemos tambi¨¦n muy pronto. Tal vez s¨®lo seamos una bengala org¨¢nica, un ef¨ªmero estallido de luz y furia.
Digo esto porque supongo que todas y cada una de las generaciones que han vivido en el mundo se deben de haber sentido en mitad de turbulentas crisis, agitadas por las transformaciones sociales, aturdidas ante la ?velocidad de los cambios. Me imagino que las dos veces que los b¨¢rbaros invadieron la antigua Roma, los romanos debieron de pensar que era el apocalipsis; por no hablar de los pueblos ind¨ªgenas americanos enfrentados al avance letal de los conquistadores; o del pasmo, el miedo y la maravilla que produjo el principio de la industrializaci¨®n. As¨ª que quiz¨¢ solo est¨¦ repitiendo lo que antes de m¨ª dijeron todos; de hecho, en las pir¨¢mides egipcias hay graffitis de m¨¢s de cuatro mil a?os en los que nuestros antepasados se quejaban de las nuevas generaciones; dec¨ªan que ya no eran respetuosas con los mayores, que hab¨ªan perdido los valores, que el mundo conocido se desmoronaba. Llevamos 30.000 a?os, desde las cavernas, desmoron¨¢ndonos.
Con todo, no puedo evitar esa sensaci¨®n de alucinado v¨¦rtigo. ?Las cosas est¨¢n cambiando de tal modo! Por ejemplo, y aplicando s¨®lo una vara de medir muy peque?ita, mudanzas que afectan tan s¨®lo al ¨²ltimo siglo y medio, me ha dejado bastante impresionada ver c¨®mo Estados Unidos perd¨ªa oficialmente su lugar de primera potencia mundial ?econ¨®mica, un puesto que ocupaba desde el a?o 1872, al ser sobrepasada por el PIB de China. Y ya el a?o pasado hab¨ªa dejado de ser el pa¨ªs con una clase media m¨¢s rica del mundo, en este caso superado por Canad¨¢. Estamos viviendo un formidable viraje en la estructura del poder mundial.
Pero esto, ya digo, s¨®lo supone la transformaci¨®n de algo m¨¢s o ?menos reciente (un siglo no es nada). Hay novedades mucho m¨¢s espectaculares, empezando por la descomunal revoluci¨®n tecnol¨®gica. El cambio en nuestra realidad ha sido tal en los ¨²ltimos veinte a?os (el nacimiento de internet, tal como lo conocemos, fue tan solo en 1992) que a veces me siento como una cobaya dando vueltas en su rueda dentro de una jaula. Quiero decir que todos somos animales de laboratorio en el experimento de esta nueva vida. Y como ejemplo de la dimensi¨®n alucinatoria de esos cambios, citar¨¦ una noticia que acabo de leer y a la que apenas se le ha dado importancia: el Instituto de Investigaci¨®n Scripps de California acaba de crear una bacteria semisint¨¦tica. O sea, vida semiartificial. El ADN de todos los organismos vivos que conocemos est¨¢ escrito s¨®lo con cuatro ¡°letras¡± gen¨¦ticas, A, T, G y C, que se combinan en dos pares de bases: A-T y C-G. Ahora han a?adido otras dos ¡°letras¡± ?artificiales a una bacteria, y el organismo las ha aceptado tranquilamente y ha seguido viviendo. Cosa que a m¨ª me parece asombrosa: es como haber creado el monstruo de Frankenstein. Y esa frontera espeluznante y espectacular, por ejemplo, no se hab¨ªa cruzado hasta ahora.
Otra noticia tremenda: desde 2000 se ha triplicado el suelo urbano en todo el mundo. El hongo parasitario de las ciudades crece a velocidad geom¨¦trica. Y esto nos lleva al cambio sustancial, que es el clim¨¢tico. Nos resulta tan dif¨ªcil de creer, tan impensable, tan extravagante que seamos nosotros, que sean nuestras dos o tres generaciones, justamente, las que asistan al despe?adero de la sostenibilidad humana en este planeta, que por eso, entre otras cosas, creo que hay tantas resistencias ante las denuncias del calentamiento global. Pero ahora ya hasta Obama, hasta los estadounidenses, que, junto con los ?europeos, somos los que m¨¢s hemos destrozado nuestro ecosistema, est¨¢ tocando las campanas de alerta. Parece claro que esto se va a acabar, si no reaccionamos. Qu¨¦ incre¨ªble que a mi peque?a vida le est¨¦ tocando asistir a todo esto.
@BrunaHusky, www.facebook.com/escritorarosamontero, www.rosa-montero.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.