El gesto m¨¢s suicida
La abstenci¨®n no cuenta, ni jam¨¢s ser¨¢ interpretada en el sentido que muchos quieren darle
Usted, y usted, y usted, est¨¢n hastiados, cabreados y esc¨¦pticos. Ya no saben qu¨¦ hacer para manifestar su descontento, transmitir su decepci¨®n y expresar su absoluto rechazo a nuestros pol¨ªticos y partidos. A todos ellos, aunque probablemente a unos m¨¢s que a otros, tan s¨®lo un poquito m¨¢s. Desean castigarlos y aspiran a que se retiren, a que den el relevo a otros m¨¢s j¨®venes o nuevos, que quiz¨¢ no est¨¦n tan corrompidos y maleados, o tan faltos de ideas, o no sean tan acomodaticios al sistema que tenemos y que, para empezar, protege y premia desmedidamente a cuantos consiguen un esca?o. Un diputado o un senador in¨²tiles que cumplan un par de legislaturas o quiz¨¢ tan s¨®lo una, se aseguran una pensi¨®n vitalicia muy superior a la m¨¢xima a la que pueda aspirar cualquier individuo que haya trabajado cuarenta o cincuenta a?os. Como es comprensible (pero no menos inmoral por ello), los beneficiados, sean de la ideolog¨ªa que sean, no van a privarse de eso por iniciativa propia, y son los ¨²nicos que podr¨ªan cambiarlo. Tampoco van a renunciar a nombrar jueces para los m¨¢s altos tribunales, a los que as¨ª conminan y manipulan y tienen en deuda, ni al director de TVE, que as¨ª ser¨¢ un pelele sumiso, ni dejar¨¢n de colocar a amigos en las cajas de ahorros y en algunos bancos, que as¨ª les conceder¨¢n cr¨¦ditos y financiaci¨®n en cuanto los necesiten, ni se abstendr¨¢n de poner a compa?eros de pupitre al frente de las empresas p¨²blicas, una vez privatizadas, asegur¨¢ndose as¨ª de que ¨¦stos har¨¢n hueco en sus consejos a los ministros cesantes de sus partidos.
En fin, est¨¢n ustedes tan furiosos que hoy, d¨ªa de elecciones europeas, han decidido abstenerse o tal vez votar en blanco. Yo lo entiendo bien, y no s¨®lo: comparto su indignaci¨®n y su impulso de no pisar el colegio electoral que me corresponde. ¡°As¨ª se enterar¨¢n¡±, piensan ustedes. ¡°As¨ª ver¨¢n que no confiamos en ninguno, que no los queremos, que no nos sirven. Si la abstenci¨®n es elevad¨ªsima, las elecciones deber¨ªan darse por no celebradas, deber¨ªan invalidarse. Significar¨¢ que los repudiamos a todos, que no nos gusta su democracia, la farsa en que la han convertido¡±. Ay as¨ª, c¨®mo lo entiendo. Tampoco yo tengo la menor gana de escoger la papeleta de un partido que me repugna, o que me cae como un tiro, o que me parece imb¨¦cil, o directamente criminal, y otorgarle un voto que no se merece. Y sin embargo, cuando llegue la hora, lo ¨²ltimo que har¨¦ ser¨¢ abstenerme, porque, tal como est¨¢n y son las cosas, ser¨ªa la mayor estupidez en la que podr¨ªa incurrir, adem¨¢s del gesto m¨¢s suicida. Lament¨¢ndolo mucho, toca recordar que la abstenci¨®n no computa, no cuenta, ni jam¨¢s ser¨¢ interpretada en el sentido que muchos de ustedes quieren darle. En estas elecciones concretas, ser¨¢ muy f¨¢cil achacarla al desinter¨¦s de la gente por qui¨¦nes vayan a gobernar en Bruselas, que equivocadamente creemos que nos afecta en poco. A la pereza, al buen tiempo, a que muchos estaban de resaca tras las celebraciones merengues o colchoneras de anoche; a la ignorancia (hace unos d¨ªas le¨ª que s¨®lo el 17% de los espa?oles estaba enterado de la fecha de esta votaci¨®n), a la mera indiferencia, al encogimiento de hombros, al apoliticismo, a la creencia de que ¡°da lo mismo, porque son todos iguales¡±. Ser¨¢ imposible que incluso una abstenci¨®n del 70% o m¨¢s sea vista como un castigo a la clase pol¨ªtica y a los partidos que se presentan. No, deseng¨¢?ense: las abstenciones y los votos en blanco y nulos son aire (como el ¨¢rbitro en quien rebota el bal¨®n en los partidos de f¨²tbol), no son nada, no existen. S¨®lo cuenta lo expresado, y aunque la formaci¨®n ganadora obtenga un 10% de todos los votos posibles, se proclamar¨¢ vencedora, se llevar¨¢ al Parlamento Europeo los esca?os que le toquen y seguir¨¢ imponiendo en Bruselas las medidas que se le antojen, junto con sus correligionarios de los dem¨¢s pa¨ªses.
Ya s¨¦ que adem¨¢s hay una creciente desafecci¨®n hacia la Uni¨®n Europea. Y no es que no est¨¦ justificada. Hace lustros que est¨¢ dominada por mediocres, por individuos sin imaginaci¨®n ni carisma, por bur¨®cratas cuando no por cretinos y desalmados. Y a pesar de eso ¡ Demasiadas personas ignoran hoy la historia de nuestro continente. Que durante todos los siglos vivimos enzarzados en permanentes guerras de unos contra otros, ingleses, franceses, alemanes, austriacos, espa?oles, rusos, serbios, croatas, polacos, italianos, una escabechina detr¨¢s de otra, la ¨²ltima (si no contamos la de los Balcanes) terminada hace setenta a?os tras la muerte de millones y millones. En la historia del mundo setenta a?os es un soplo. Son los que llevamos sin matarnos entre nosotros, muchos en cambio en la vida de una sola persona. Nos hemos malacostumbrado r¨¢pido. Esta situaci¨®n ins¨®lita, milagrosa teniendo en cuenta los antecedentes abrumadores, ha sido posible gracias a la hoy denostada Uni¨®n Europea. As¨ª que no s¨®lo es fundamental conservarla, impulsarla, consolidarla y tratarla con mimo, sino tambi¨¦n qui¨¦nes tomen las decisiones en ella, qui¨¦nes nos gobiernen en buena medida. Todav¨ªa ignoro, cuando escribo esto, qu¨¦ papeleta depositar¨¦ en la urna. Pero, al igual que la mayor¨ªa de ustedes (sean sinceros), s¨ª s¨¦ cu¨¢les no escoger¨ªa en ning¨²n caso. Ninguna me har¨¢ ilusi¨®n. Es m¨¢s, es probable que la elegida me d¨¦ casi asco. Pero s¨¦ que alguna tomar¨¦ con mis enguantados dedos, porque a¨²n mucho m¨¢s asco me dar¨ªa dejarles el campo libre a los fan¨¢ticos y convencidos, y permitir que sean ellos los que por m¨ª decidan.
elpaissemanal@elpais.es
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