?Tarugos todos?
Probablemente no se venda un ejemplar biogr¨¢fico si no se pone a caldo al protagonista
Nunca he sido muy lector de biograf¨ªas, y las pel¨ªculas llamadas biopics, que ilustran la vida de los grandes artistas, descubridores, cantantes e incluso pol¨ªticos y militares, me parecieron desde la infancia aburridas. Tengo la impresi¨®n de que anta?o todas estas obras eran proclives a la mitificaci¨®n, cuando no directamente hagiogr¨¢ficas. Sigo sin prestar mucha atenci¨®n a esos g¨¦neros, pero, por lo que leo en prensa o cae ante mis ojos a veces, no me cabe duda de que desde hace decenios la intenci¨®n se ha invertido. Probablemente no se venda un ejemplar biogr¨¢fico si no se pone a caldo al protagonista, o, en su defecto, se le descubren variados vicios y taras o se ¡°demuestra¡± que s¨ª, que tendr¨ªa enorme talento en lo suyo, pero como ser humano era despreciable, odioso y desp¨®tico, cuando no un maltratador, un abusador de ni?os, un superdrogadicto, un pronazi, un esclavista o un borracho violento. Sin esc¨¢ndalo y vituperio no hay negocio, esa es la consigna. Y si el biografiado llev¨® una existencia normal y decente, entonces una de dos: o se queda sin libro y sin pel¨ªcula o se tergiversan, manipulan y tuercen los hechos hasta convertirlo en un malvado, para lo cual basta con dar cr¨¦dito a los testimonios de personas que le ten¨ªan inquina o a las que desde?¨®, o que quieren sacarse dinero o fama f¨¢ciles presumiendo de lo mucho que conoc¨ªan al ilustre (¡°Yo lo vi, lo viv¨ª; pocos lo saben, pero a m¨ª se me confiaba¡±), haciendo revelaciones ins¨®litas ¡ por lo general incomprobables. Pero no vayan a pedirle a un bi¨®grafo de hoy que compruebe en exceso, o que ponga en entredicho los datos m¨¢s ¡°jugosos¡±.
Si las vidas de las personas, contadas de arriba abajo, tienden a resultar tediosas (a menos que sea la de un aventurero, pero apenas si quedan de ¨¦stos), de la actual proliferaci¨®n de biograf¨ªas, ¡°autorizadas¡± o no, se puede extraer alguna conclusi¨®n o por lo menos s¨ªntomas. Uno intuye que hoy existe una especie de resentimiento global, alentado por la supuesta repercusi¨®n de las redes sociales, que no s¨®lo alcanza a todo bicho viviente sino muriente, es decir, tambi¨¦n a los bien muertos y enterrados. A los que se recuerda, claro, que son por fuerza los que destacaron. Es como si esos numerosos resentidos universales encontraran consuelo si se les cuenta: ¡°S¨ª, Fulano fue un genio, pero infeliz, un despojo; Mengana maravillosa, pero estaba como una cabra y se acostaba hasta con animales; Zutano una celebridad, pero violaba a su mujer y tal vez a sus hijos¡±. ?ltimamente hay otra modalidad: ¡°Perengano hizo obras maestras, pero se las deb¨ªa a su mujer (o Perengana a su marido), a la que frustr¨® y releg¨® a la sombra¡±. De hecho hay una escuela cerril-feminista que ha decidido que Bach compuso lo que le o¨ªa tararear al ama de llaves; que a Vel¨¢zquez le pintaba los cuadros su se?ora; que Tolstoy s¨®lo contaba lo que le hab¨ªa o¨ªdo a su madre.
Parodio y exagero, pero con base. He visto la pel¨ªcula Hitchcock y parte de The Girl, ¨¦sta sobre el acoso del director a Tippi Hedren. En ambas se presenta a Hitchcock como a un acomplejado, un enfermo, un salido, un impotente, un envidioso, un megal¨®mano, un cerdo vengativo, un semimaniaco, un asesino en potencia que contuvo sus instintos sublim¨¢ndolos en sus obras. Puede ser, todo ello. Estoy seguro de que algunos seres admirables y algunos genios dejaron mucho que desear como individuos, y fueron los miserables que hoy se dice que fueron. Pero ?todos? ?Y ninguno realiz¨® lo que se le atribuye, sino que se lo copiaron o encargaron todos a su mujer o marido o a un disc¨ªpulo o al vecino? En el caso de Hitchcock, de un tal Gervasi y con p¨¦simo gui¨®n de un tal McLaughlin, el mensaje es claro y burdo: a la que se le ocurr¨ªa lo brillante y audaz, la que de verdad val¨ªa y poco menos que ¡°creaba¡±, era Alma Reville, la se?ora Hitchcock. ?l casi carec¨ªa de ideas o no sab¨ªa plasmarlas sin la gu¨ªa de ella. Sin duda esa mujer colabor¨® con ¨¦l, fue a veces guionista, le sirvi¨® de grand¨ªsima ayuda, ¨¦l le consultar¨ªa, como hace todo el mundo con su pareja de una vida. Pero de ah¨ª a otorgarle a ella el m¨¦rito de un mont¨®n de obras maestras va algo de trecho. Lo peor y m¨¢s inveros¨ªmil de estas dos pel¨ªculas es que Hitchcock aparezca como un memo, un tarugo y un pelele. Puede que fuera cuanto antes he enumerado, pero desde luego no un idiota ni un fr¨ªvolo. Pocos autores han explicado lo que hab¨ªan hecho con tanta profundidad y conciencia (basta leer las conversaciones con Truffaut en El cine seg¨²n Hitchcock). No era precisamente un intuitivo, ni un ¡°buen salvaje¡± con un don, como ciertos pintores, m¨²sicos, poetas y hasta novelistas. Sab¨ªa perfectamente lo que hac¨ªa y por qu¨¦, hasta la saciedad incluso. En estas pel¨ªculas recientes es dif¨ªcil decidir cu¨¢l de los actores que lo interpretan lo hace peor y est¨¢ m¨¢s chafarrinoso, si Anthony Hopkins o Toby Jones. El primero se limita a mirar al elevado vac¨ªo y deformar la boca cada vez que habla o no habla; el segundo es un fantoche grotesco (bueno, tambi¨¦n Hopkins). En fin, pase que todos los mayores talentos que ha dado la tierra fueran unos depravados, desgraciados, psic¨®patas, tiranos, fatuos o aprovechados. Si eso reconforta a nuestro rencoroso mundo, y le permite dormir m¨¢s tranquilo, bien est¨¢. Pero, por favor, que no pretendan convencernos de que adem¨¢s eran imb¨¦ciles, de Homero a Newton, de Shakespeare a Einstein, de Cervantes a John Ford, del primero al ¨²ltimo.
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