?Espa?a va bien!
Durante la burbuja de 1996-2007 hab¨ªa razones para el optimismo en Espa?a. Tambi¨¦n las hay ahora, pero al igual que entonces ser¨ªa recomendable hacer caso a los que dicen que, sin reformas, todo puede frustrarse
"Espa?a va bien¡± fue el eslogan que imper¨® durante los ocho a?os de las legislaturas populares ¡ª1996- 2004¡ª cuando Espa?a crec¨ªa m¨¢s que sus socios en t¨¦rminos reales, aumentaba la ocupaci¨®n y reduc¨ªa su d¨¦ficit p¨²blico. Si midi¨¦ramos el ¨¦xito econ¨®mico por esas mismas variables, Espa?a no solo sigui¨® bien, sino que fue a¨²n mejor durante la siguiente legislatura socialista cuando consigui¨® la tasa de paro m¨¢s baja de la democracia, unos niveles de inversi¨®n espectaculares, tres a?os de super¨¢vit presupuestario, y la proporci¨®n de deuda p¨²blica sobre el PIB m¨¢s baja de los grandes pa¨ªses desarrollados. El Reino de Espa?a consigui¨® entonces la mejor calificaci¨®n posible ¡ªtres triples A¡ª por parte de las tres agencias de rating, lo que no se hab¨ªa conseguido antes, ni se ha conseguido despu¨¦s.
Es normal que los Gobiernos destaquen lo que va bien y no solo por obvios intereses electorales, sino tambi¨¦n porque un cierto optimismo es necesario para sostener el ¨¢nimo de los agentes econ¨®micos. Pero es ¨²til y necesario que, al mismo tiempo, existan otras voces de ¨®rganos o analistas independientes que subrayen lo que no va tan bien.
Fue importante entonces, cuando todo el mundo estaba euf¨®rico, que alguien, en contra de la visi¨®n de que Espa?a iba bien, dijera que esa burbuja pinchar¨ªa y caer¨ªa la actividad del sector inmobiliario y que el Gobierno no hab¨ªa preparado al pa¨ªs para este cambio en la estructura de la demanda y de la oferta. Muy pocas voces dijeron entonces, en contra del pensamiento oficial, que para evitar esa crisis era necesario adoptar pol¨ªticas de aumento de la competitividad exterior y de la productividad, justamente lo que no hac¨ªa un Gobierno que se autodenominaba reformador.
No se hizo caso entonces a estas y otras advertencias similares, con lo que, durante m¨¢s de una d¨¦cada, el cr¨¦dito creci¨® sistem¨¢ticamente por encima del PIB, se fue perdiendo competitividad dentro de una uni¨®n monetaria y la crisis estall¨® con las consecuencias dram¨¢ticas que hemos vivido y seguimos viviendo.
Dos grandes problemas: un alt¨ªsimo y creciente volumen de deuda p¨²blica, y el desempleo
Lamentablemente aquellas advertencias fueron ignoradas por los pol¨ªticos, pero ser¨ªa injusto decir que solo ellos fueron los sordos, pues la mayor¨ªa de la poblaci¨®n tampoco quer¨ªa o¨ªr a los pepitos grillos que ven¨ªan a fastidiar las visiones optimistas. No solo fueron los ministros y dem¨¢s responsables pol¨ªticos de entonces los que en plena burbuja, en el a?o 2003, negaron que existiera una burbuja inmobiliaria, sino que as¨ª lo hicieron la mayor¨ªa de los empresarios, analistas y comentaristas, hasta que empez¨® a desinflarse en la segunda mitad de 2006. En este peri¨®dico Garc¨ªa Montalvo ha explicado c¨®mo la gran mayor¨ªa de los yoyalodije, esa legi¨®n de comentaristas que ahora dicen que entonces ya ve¨ªan ellos los problemas que se estaban acumulando, no escribieron ni una sola l¨ªnea en aquel momento diciendo lo que ahora dicen que dijeron. Lo debieron decir a sus amigos o familiares porque, cuando se va a la hemeroteca, como ha hecho Manuel Illueca en un documentado art¨ªculo, se comprueba que fueron muy pocos los espa?oles que se escaparon de caer en aquel ambiente de euforia generalizada.
Ahora estamos viviendo otro episodio de optimismo. El Gobierno se esfuerza en mostrar que Espa?a va bien y destaca las variaciones de d¨¦cimas en los crecimientos trimestrales de algunas variables. Es natural que, igual que antes, empresarios y ciudadanos se apunten a este optimismo y, como entonces, las voces que se?alan los problemas de largo plazo se escuchen menos. Por ejemplo, la de Paul de Grauwe, que acaba de poner al d¨ªa los problemas que Krugman se?al¨® hace a?os en su art¨ªculo The Pain in Spain.
La propaganda actual se esfuerza en se?alar que la prima de riesgo ha ca¨ªdo gracias a la dif¨ªcil aunque exigua reducci¨®n de d¨¦ficit p¨²blico y a la importante reestructuraci¨®n bancaria ejecutada a lo largo de los ¨²ltimos seis a?os. Sin embargo, Paul de Grauwe muestra que si el coste de la deuda espa?ola ha ca¨ªdo no se debe a lo que haya hecho el Gobierno espa?ol, ni el griego, ni el portugu¨¦s, sino a las actuaciones del BCE. Por ello, no deber¨ªamos prestar tanta atenci¨®n al coste de la deuda, que depende menos de nosotros, como a su volumen alto y creciente, que depende m¨¢s de lo que hagamos los espa?oles. Y es que la deuda p¨²blica sobre el PIB, que en 2011 estaba alrededor del 70%, ha alcanzado en dos a?os y medio el 100%, y esta tendencia, como muestra De Grauwe, complica su sostenibilidad.
Es el Banco Central Europeo el que nos permite financiarnos estos a?os a un coste menor que Noruega
Durante la burbuja de 1996-2007 hab¨ªa razones para decir que Espa?a iba bien. Y tambi¨¦n las hay ahora. Pero ahora como entonces ser¨ªa recomendable hacer caso a los pepitos grillos que se?alan lo que no va bien para evitar darse un batacazo como el que se produjo al final de la burbuja y cuyas secuelas siguen sufriendo los espa?oles. Est¨¢ bien mantener una actitud optimista, pero solo si a la vez se acometen las reformas inc¨®modas, aquellas que no emprenden los pol¨ªticos y no porque sean malos o tontos, sino porque, como recuerda Benito Arru?ada, no les gustan a los electores. Y esas reformas seguir¨¢n sin hacerse si, a diferencia de lo que sucede en las democracias anglosajonas, seguimos dejando a los Gobiernos y a la oposici¨®n enfrentarse en duelos de populismo sin que est¨¦n obligados a discutir ilustradamente en el Parlamento, aportando la informaci¨®n y los an¨¢lisis disponibles, de tal forma que se consideren los efectos positivos, pero tambi¨¦n los efectos perversos de las distintas pol¨ªticas que se proponen. Solo as¨ª los electores podr¨¢n tener m¨¢s elementos que los de las declaraciones meramente populistas y podr¨¢n favorecer las reformas que ya est¨¢n en vigor en otros pa¨ªses desarrollados.
El optimismo tiene el efecto positivo de levantar el ¨¢nimo de los agentes econ¨®micos, pero tambi¨¦n tiene un efecto muy negativo, el de liberar a los Gobiernos de la necesidad de reformar. Como Espa?a va bien, ya no hay necesidad de acometer las reformas importantes, las dif¨ªciles. Basta con aprobar numerosos paquetes de medidas, muchas veces intrascendentes, que den la impresi¨®n de que se sigue reformando.
Los pepitos grillos de hoy coinciden en que Espa?a tiene dos graves problemas econ¨®micos por resolver. Uno, el de reembolsar un alt¨ªsimo y creciente volumen de deuda p¨²blica sin tener moneda propia, problema que compartimos con otros pa¨ªses perif¨¦ricos, sin que esa compa?¨ªa pueda servir de consuelo. El otro es el insoportable nivel de desempleo estructural, y este es un problema espec¨ªficamente espa?ol ya que ning¨²n pa¨ªs europeo ¡ªexcepto Grecia¡ª se acerca al nivel casi tr¨¢gico alcanzado por Espa?a. Mantener un optimismo incondicionado pensando que sin acometer reformas importantes, estos dos problemas se resolver¨¢n por si solos, es peligroso. Porque, aunque algunos de sus efectos negativos no se muestren mientras el BCE mantenga su pol¨ªtica, esos efectos aparecer¨¢n con crudeza en el futuro.
Tampoco deber¨ªamos pasar del actual optimismo incondicionado a un pesimismo pasivo y aceptar sin m¨¢s, como empiezan a sugerir algunos analistas internacionales, que esos dos problemas hundir¨¢n sin remisi¨®n a la econom¨ªa espa?ola. Es hora de apuntarnos a un optimismo condicionado: si se explica al pa¨ªs estos problemas, si el regalo del BCE ¡ªpoder financiarnos estos a?os a un coste menor que Noruega¡ª, se aprovecha para acometer las reformas importantes, sin duda Espa?a ir¨¢ bien. Los mercados est¨¢n apostando a que el BCE seguir¨¢ manteniendo esa pol¨ªtica bastante tiempo y Espa?a podr¨¢ ir bien cuando termine si aprovecha este tiempo para reformar. Pero si no, no.
Miguel ?. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez fue gobernador del Banco de Espa?a.
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