Y la basura se hizo arte
Las mujeres del vertedero de Chureca dejaron la pobreza creando bisuter¨ªa con papel reciclado Sus dise?os han llegado a la pasarela de Londres
La vida de Maricela Ruiz, 19 a?os, dio un giro hace cuatro a?os. Entonces habitaba entre los humeantes residuos de La Chureca, el inmenso oc¨¦ano de basura de Managua al que, durante 40 a?os, se arrojaban descontroladamente los deshechos de toda la ciudad. Junto a su pareja, levant¨® un chamizo de cart¨®n, pl¨¢stico y lata, donde viv¨ªan con su beb¨¦. Hoy elabora pendientes, collares y tarjetas de felicitaci¨®n con algunos de los mismos materiales que en su d¨ªa recolectaba para ganarse la vida. Con una diferencia: ahora lo hace dentro de un proyecto basado en el apoyo a la integraci¨®n de un grupo de mujeres que viv¨ªan en un lugar insalubre. Los productos, cuya marca comercial es Chureca Chic, son el s¨ªmbolo de ese cambio de vida. Y Earth Education Project (EDP), la organizaci¨®n que lo impulsa.
Junto a la Cooperaci¨®n espa?ola (AECID), que a trav¨¦s de un proyecto reubic¨® a 258 familias en V¨ªa Guadalupe, una ciudad levantada sobre las cenizas de un miserable estilo del pasado, apareci¨® EDP en la vida de Maricela. Esta organizaci¨®n se propuso rescatar de la marginalidad a veinte mujeres al a?o ¡ªcon sus hijos, sus problemas, sus dificultades¡ª y buscarles un nuevo estilo de vida.
El vertedero de La Chureca se clausur¨® oficialmente el a?o pasado, cubriendo con una inmensa tela la monta?a de basura. Y se extingui¨® el miserable modo de vida de m¨¢s de 1.500 personas que acud¨ªan a diario y viv¨ªan de la recolecci¨®n y venta de residuos. Las enfermedades no tardaban en llegar, especialmente en la ¨¦poca de lluvias: se formaban lagunas en esta ciudad de 42 hect¨¢reas, nido de mosquitos e infecciones, y se desbordaban las aguas del Xolotl¨¢n, el lago que ba?a la capital de Nicaragua.
Actualmente, los vertidos sobre la inmensa mole de basura se realizan de modo controlado. "All¨ª recog¨ªamos el aluminio, el bronce, el cobre, la lata... Se reciclaba y se apartaban los productos para venderlo. Vend¨ªamos a cuatro pesos el kilo. Al final de mes, gan¨¢bamos unas 2.000 c¨®rdobas [unos 65 euros] entre los dos", explica Maricela, una de las muchas personas que escarbaban entre sus 30 metros de profundidad en busca de los metales valiosos. La violencia, el trabajo infantil, la exclusi¨®n social, la desnutrici¨®n o el analfabetismo eran algunos de los problemas que marcaban la rutina.
Sentada en una silla mientras su hijo corretea por debajo de la mesa, enhebra las piezas de una pulsera que ha dise?ado. "Lleva tiempo, hay que pensar c¨®mo hacerla y hay que ense?ar a las dem¨¢s mujeres. Es bueno aprender", detalla en el local de la organizaci¨®n en Managua. La promotora de EDP es Andrea Paltzer, la que imagin¨® c¨®mo rescatar anualmente a mujeres de bajos recursos que viv¨ªan en el vertedero. Busc¨® fondos y abri¨® un local en las inmediaciones de La Chureca enarbolando un programa que las incentivaba a abandonar aquel bosque de deshechos, hogueras y fluidos a trav¨¦s de un dise?o particular.
Ellas acudir¨ªan a clase todos los d¨ªas; aprender¨ªan a leer, a escribir, a relacionarse. Aprender¨ªan tambi¨¦n a fabricar cierta disciplina, a seguir horarios r¨ªgidos ¡ª"la vida fuera del vertedero exige horarios", les explicaban¡ª; recibir¨ªan cursos de liderazgo, de autoestima... Y de manualidades, el motor de la ONG. A cambio, y como est¨ªmulo para que acudieran a diario al taller, ellas recibir¨ªan, primero una canasta b¨¢sica y despu¨¦s una ayuda econ¨®mica.
"Sal¨ª de all¨ª a ra¨ªz de este proyecto. Lo aprecio como mi trabajo", cuenta Mar¨ªa Mallorca, una mujer de 35 a?os con numerosas cicatrices en las manos y en los brazos en el mismo local donde asiste a diario a los diferentes talleres. Hace siete meses que accedi¨® al programa. Despu¨¦s de dejar la escuela a los nueve a?os, se traslad¨® a vivir con su madre y sus cinco hermanos entre los despojos que produc¨ªa una ciudad de dos millones de habitantes. M¨¢s tarde abandon¨® el vertedero y empez¨® a trabajar como empleada dom¨¦stica, oficio que alternaba con la recolecci¨®n de metales en el basurero, pero ya viviendo fuera de ¨¦l. Por eso, cuando a trav¨¦s del proyecto de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID) se hizo el reparto de las viviendas de bloques de hormig¨®n y calles pavimentadas, a ella no le adjudicaron una.
"Aqu¨ª no hay peligro de cortarse. Estamos bajo sombra y hacemos cosas bonitas. He aprendido mucho", cuenta esta mujer delgada, de piel oscura, delante de tales "objetos bonitos" a que se refiere, los que elabora en las clases de manualidades que recibe.
Tales "preciosidades" no son cualquier cosa: adem¨¢s de la raz¨®n de ser de la organizaci¨®n, son diferentes piezas de bisuter¨ªa y papeler¨ªa elaboradas con papel reciclado. De sobres y tarjetas navide?as, pasaron a elaborar collares, pulseras y pendientes. Con ello aumentaron sus ingresos en m¨¢s de un 230% en el camino de convertir esta aventura en una causa auto sostenible. Hasta ahora, viven en gran medida de las donaciones privadas que Andrea pele¨® en una gira por Inglaterra. El pr¨®ximo destino es trabajar el cuero y el metal para ampliar la oferta de productos y, con ello, los ingresos.
La Chureca, marca registrada
Nadie descansa dentro de este aula, que tras el cierre definitivo de La Chureca se traslad¨® a otro lugar algo m¨¢s seguro que en las inmediaciones del basurero, donde la marginalidad y la pobreza desaconsejan asomarse al extranjero. La directora acude por las ma?anas a una diplomatura en Comercio Internacional y Moda, que enfocado en el mercado le sirve para cubrir las carencias en la estrategia de expansi¨®n. "Tener que crear una marca es asunto bien diferente", se sincera.
Chureca Chic es la marca de estos productos de papel reciclado. Liset Arrolia, una joven de 26 a?os, mira varios pendientes color violeta en forma de hoja que est¨¢n ya empaquetados sobre una mesa. Sus manos, junto a las de sus compa?eras, llevaron esos productos a la pasarela de Londres el pasado mes de febrero. "Unas modelos", dice Liset, "vistiendo ?nuestros productos!" "?Mira, lo que hacemos nosotras! Uno lo siente bonito porque es algo que con mucho esfuerzo hacemos y tratamos de hacerlo bien, es un producto bien hecho", recuerda ahora. Su vivienda de bloques, que sustituy¨® al chamizo que habitaba con su marido y sus dos hijas en el basurero m¨¢s grande del pa¨ªs, se lo agradece a Dios. El taller, a trav¨¦s de la beca, le permite pagar los gastos de casa, comprarles algo a las hijas y aprender algo nuevo. Alg¨²n d¨ªa saldr¨¢ al mercado laboral.
La producci¨®n de bisuter¨ªa con papel reciclado, cubierto por una p¨¢tina de barniz o pintura para alisar las arrugas, y que desfil¨® en Londres, se logr¨® bajo el auspicio de Ecoluxe, una firma de moda ecol¨®gica que pretende concienciar sobre una pauta de consumo diferente en el fugaz mundo de la ropa de moda. En septiembre, Chureca Chic pas¨® de nuevo por Londres, algo que ayud¨® a promocionar su existencia entre los medios de comunicaci¨®n alternativos en Inglaterra.
Y los ingresos en casa, en Nicaragua, se han multiplicado. Admite Andrea que es por una expansi¨®n de la conciencia de consumo. Eso unido a sus b¨²squeda de nuevas alianzas con dise?adores, al impulso de otros productos ("para dar m¨¢s voz") y a la ampliaci¨®n de plazas para m¨¢s mujeres.
Mientras, ellas rompen, poco a poco, su v¨ªnculo con un pasado insalubre. Unas lo hacen en el taller y otras 400 personas en la nueva planta de reciclaje donde se separan los diferentes residuos para darles una segunda vida. El proyecto de la AECID, con un presupuesto de casi 40 millones de euros, tambi¨¦n dise?¨® la planta para darles una salida a muchos de los trabajadores anta?o del basurero.
Virginia, tras cuatro a?os involucrada en el taller, describe su vida pasada en el vertedero antes de su nueva casa, cuando a¨²n revolv¨ªa la basura: "Llevaba nueve a?os en La Chureca. Mi pap¨¢, mis hijos y mi esposo. Todos recolect¨¢bamos. La casa era de pl¨¢stico, madera y zinc. Era un infierno, horrible: muchos zancudos, muchas enfermedades, los ni?os, la basura, el agua... La entrada era muy dif¨ªcil. Yo llegu¨¦ a vivir all¨ª por la mam¨¢ de mi esposo, que me dio de vivir. Yo andaba alquilando y ella me dio su mano. Nos dio un lugarcito en un poquito de tierra y all¨ª construy¨® la casa mi marido". Y concluye: "Ahora vivimos muy bonito".
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