La segunda vida de los animales desahuciados
El estadounidense Jim Myers dej¨® todo para defender los derechos animales en India Su ONG ha asistido a 45.000 mam¨ªferos y trabaja en la erradicaci¨®n de la rabia en el Rajast¨¢n
La primera vez que Jim Myers viaj¨® a India ten¨ªa 20 a?os. Ocurri¨® en 1961 y el pa¨ªs era muy diferente a lo que se conoce de ¨¦l hoy en d¨ªa: no hab¨ªa apenas turistas por sus calles, ni tanto tr¨¢fico, ruido y contaminaci¨®n. El joven Myers pas¨® dos meses recorriendo una de las tierras m¨¢s viejas del mundo pero muy nueva, ex¨®tica y emocionante a sus ojos. Y, aunque se enamor¨® de ella y de sus habitantes, nada le hizo pensar que d¨¦cadas m¨¢s tarde su vida quedar¨ªa all¨ª ligada para siempre: este aventurero, con el tiempo, fundar¨ªa Animal Aid Unlimited, una organizaci¨®n local de rescate de animales callejeros que ha socorrido a m¨¢s de 45.000 mam¨ªferos en los ¨²ltimos 12 a?os.
A sus 73 a?os, Myers puede decir que ha fundado un peque?o santuario donde perros, vacas y burros conviven en armon¨ªa. En las instalaciones que ocupa Animal Aid en Badhi, una aldea del estado indio de Rajast¨¢n, unos 350 ejemplares viven como nunca antes lo hab¨ªan hecho: limpios, alimentados y, en su mayor¨ªa, sanos. Los que no lo est¨¢n, reciben cuidados m¨¦dicos del personal de la organizaci¨®n hasta que se curan y pueden volver a la calle, siempre y cuando alguna familia se haga cargo de ellos. Los que no, se quedan all¨ª a vivir. Es el caso de Raju, un macaco que qued¨® ciego al electrocutarse en un tendido el¨¦ctrico en 2004. Tambi¨¦n son inquilinos permanentes una veintena de perros paral¨ªticos que ocupan un inmenso patio acotado con una valla de color pastel. Tienen las patas traseras inservibles, generalmente porque fueron atropellados, pero en Animal Aid han encontrado un lugar donde terminar sus d¨ªas con dignidad. Cuando ven a Jim entrar en sus dominios, intentan acercarse a ¨¦l locos de contento, arrastrando sus cuerpos por el suelo con la fuerza de sus extremidades delanteras.
Animal Aid dispone de un n¨²mero de tel¨¦fono de emergencias al que cualquier ciudadano puede llamar cuando encuentra un animal en apuros. Uno de los ¨²ltimos fue un cachorro que se hab¨ªa ca¨ªdo a una fosa llena de chapapote. Tardaron dos d¨ªas en quitarle todo el fuel aferrado a su pelaje. Pero la estrella de esta comunidad es Tony. Lo encontraron reci¨¦n atropellado y moribundo: ten¨ªa una pata en muy malas condiciones y una fea herida que le cruzaba el hocico. "Lo tratamos aqu¨ª y ahora est¨¢ totalmente recuperado", cuenta Myers sin ocultar su orgullo. "Hubo que amputarle la pata pero no corre: vuela por aqu¨ª solo con tres". La organizaci¨®n movi¨® su historia en las redes sociales y consigui¨® 400.000?me gusta en su p¨¢gina de Facebook, donde cuentan con m¨¢s de 14.000 seguidores y que actualizan casi a diario con fotos y relatos de sus ¨²ltimas actuaciones. La historia de Tony se convirti¨® en viral y gracias a eso obtuvo muchas contribuciones para costear su tratamiento: "Tres d¨®lares de una chica de Eslovaquia, cinco de alguien de Jap¨®n, de Argentina, de Espa?a, de Centroam¨¦rica¡", recuenta el fundador.
Para que Animal Aid existiera, la vida de Myers tuvo que dar un vuelco. Ese joven que hab¨ªa quedado prendado de India volvi¨® a su pa¨ªs, Estados Unidos; se cas¨®, tuvo hijos y se gan¨® la vida como profesor de literatura inglesa en una universidad de Seattle durante 10 a?os. Hasta que un d¨ªa, su rutinaria existencia cambi¨®: su exesposa le pidi¨® el divorcio y se mud¨® con los ni?os a otra ciudad donde no hab¨ªa plazas para ense?ar en ninguna universidad. "Eleg¨ª ser padre antes que maestro, as¨ª que me traslad¨¦ all¨ª a¨²n sabiendo que no iba a poder trabajar", recuerda Myers.
No obstante, decidi¨® reciclarse y empez¨® a colaborar como asesor en varias ONG. Precisamente con una de ellas viaj¨® a Australia, donde conoci¨® a Erika Abrams, su actual esposa. Con ella tuvo una ni?a, Claire, y, cuando esta contaba 10 a?os, la familia decidi¨® que se trasladar¨ªa a vivir a esa India cautivadora. Era 1999. ¡°Pens¨¦ que, aunque no ten¨ªamos mucho dinero ni ahorros, s¨ª que nos dar¨ªa para vivir en un pa¨ªs como India, donde no tendr¨ªamos que preocuparnos por muchas cosas que en Occidente s¨ª son importantes¡±, cuenta. Los primeros meses viajaron sin rumbo fijo, pero Myers ten¨ªa que trasladarse a menudo a Estados Unidos y Australia porque segu¨ªa trabajando como consultor de varias ONG. "Llevaba dos vidas mezcladas: la de viajar por India y la de viajar por trabajo".
?C¨®mo lleg¨® esta peque?a familia n¨®mada a prestar atenci¨®n a los animales abandonados? "No me hab¨ªa fijado nunca en ellos", reconoce Myers. "Me preocupaban los derechos de la mujer y de la infancia, pero nunca me hab¨ªa parado a pensar en los derechos de los animales. Puedes comerlos, puedes cazarlos, puedes comprarlos¡ Pero no tienen voz. Me fij¨¦ en ellos porque, en India, nadie m¨¢s lo hac¨ªa". El pa¨ªs, de hecho, cuenta con unos 30 millones de perros callejeros y es uno de los pa¨ªses donde la rabia se cobra m¨¢s v¨ªctimas: en el a?o 2012, 20.000 de las 55.000 muertes causadas por esta enfermedad de todo el mundo se dieron en este pa¨ªs, sobre todo en zonas rurales, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Las vacas, pese a ser sagradas, pasean fam¨¦licas entre monta?as de desperdicios intentando encontrar alimento. Los burros suelen ser explotados por sus due?os hasta el punto de que les rompen las patas por el sobrepeso con el que les hacen cargar.
La familia de Myers se estableci¨® en Badhi, una aldea cercana a la tur¨ªstica Udaipur, llamada la Venecia de la India por su luminoso lago Pichola. Badhi, m¨¢s rural, solitaria y aislada, fue el lugar elegido para fundar Animal Aid. "Comenzamos con un rickshaw (motocarro) y un perro herido, no ten¨ªamos conocimientos de veterinaria¡ Pero hemos crecido hasta tener ahora 40 empleados y voluntarios: un veterinario, cuatro enfermeras, un cocinero, limpiadores para las jaulas¡", asegura el fundador. Todo el personal tiene un salario que se paga gracias a los ahorros de toda una vida, a la pensi¨®n por jubilaci¨®n que Myers ahora cobra y, en gran parte, a las donaciones que reciben de todo el mundo. "Cuesta unos 12.000 d¨®lares mantener esta infraestructura, y de fuera nos llega cerca del 80%", asegura.
Jim es un hombre jubilado desde hace ocho a?os, pero nunca ha trabajado tanto como en esta etapa de su vida. Su principal labor en el centro es recaudar y administrar fondos, conseguir becas, ayudas¡ Hacer crecer ese dinero, en definitiva. Y supervisar que todo funciona correctamente. Es el alma de una organizaci¨®n que no solo socorre animales heridos; entre sus principales funciones est¨¢n las continuas campa?as de vacunaci¨®n antirr¨¢bica y de esterilizaci¨®n de perros callejeros. En 12 a?os han vacunado y castrado a unos 25.000, una labor que deber¨ªa llevar a cabo el Gobierno local. "Intentamos educar a la Administraci¨®n porque es un trabajo que deber¨ªan realizar y financiar ellos, es una cuesti¨®n de salud p¨²blica", explica. "Si los animales est¨¢n limpios, habr¨¢ menos enfermedades, les decimos. No recibimos dinero pero los pol¨ªticos est¨¢n empezando a concienciarse y a ayudar a su manera. Por ejemplo, nos conceden descuentos para medicinas y no nos cobran algunos impuestos".
En un pa¨ªs como India, donde no se reconocen los derechos m¨¢s b¨¢sicos a los 200 millones de personas consideradas de una casta inferior, los animales no son una prioridad. Por eso, ej¨¦rcito de trabajadores y voluntarios de Animal Aid realizan un programa de sensibilizaci¨®n en los colegios de la zona que ya ha llegado a 25.000 ni?os. "Les explicamos, simplemente, qu¨¦ es un animal", describe Myers. "?Qu¨¦ haces si ves a un burro un d¨ªa de calor, a 49 grados a la sombra? Est¨¢ frente a tu casa, necesita agua¡ ?Le das de beber? ?Llamas a Animal Aid? ?Haces algo con ¨¦l? ?Qui¨¦n es ese animal?". Son algunas preguntas que lanzan a los escolares, quienes, en muchos casos, ni siquiera han tenido en su vida a un perro entre sus brazos. Es la raz¨®n por la que tambi¨¦n organizan excursiones al centro de rescate para que reflexionen, piensen por qu¨¦ esos animales est¨¢n all¨ª y vean en qu¨¦ condiciones llegan. "Es el caso de los burros, a los que ponen cadenas en las patas que les hacen unas heridas tan profundas que tenemos que cort¨¢rselas. Hemos realizado unas 25 amputaciones en 12 a?os¡±, asegura el norteamericano. Por eso, otra de sus actividades es educar a los jornaleros para que sepan c¨®mo colocar la carga a los animales sin hacerles da?o, y tambi¨¦n llevan programas de concienciaci¨®n a las 15 comisar¨ªas de polic¨ªa de Udaipur y a colectivos religiosos como musulmanes, budistas o hindis.
El proyecto tiene futuro porque siempre hay un animal nuevo que rescatar y, sobre todo, personas diferentes a las que explicar que sus animales tambi¨¦n merecen respeto. A su juicio, la batalla se tiene que librar mucho m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito sanitario: ¡°Lo m¨¢s complicado no es salvar a un perro herido, es cambiar mentalidades¡±.
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