Identidades diluidas¡ Y ahora, ?de d¨®nde soy?
AUTOR INVITADO: HELIA DEL ROSARIO
Venezuela ecl¨¦ctica, por Gabriel S. Delgado (CC)
Mis padres emigraron de Canarias a Venezuela a mediados de los cincuenta, como tantas otras personas que en esa ¨¦poca proven¨ªan no solo de Espa?a, sino tambi¨¦n de Portugal e Italia, y a quienes, cari?osamente, se agrupaba bajo la palabramusi¨²; es una expresi¨®n coloquial de la palabra francesamonsieur (caballero) para se?alar a todo aquel que era extranjero/a. Posteriormente, hacia los setenta y ochenta, llegar¨ªan "los del cono sur": argentinos, chilenos y uruguayos, y los "vecinos": colombianos y ecuatorianos, entre otros.
De esa migraci¨®n que escapaba de las condiciones de la posguerra, de la falta de libertades c¨ªvicas y pol¨ªticas o de fuertes restricciones econ¨®micas y laborales, han surgido generaciones que crecieron compartiendo la morri?a de sus progenitores al mismo tiempo que valoraban la propia idiosincrasia; que disfrutaba con la misma intensidad el futbol que el beisbol, una arepa que una fabada, tanto un tinto como un mate...
Eran ¨¦pocas de bonanza petrolera y nos era f¨¢cil sentirnos personas receptivas, integradoras y acogedoras. La migraci¨®n solo se percib¨ªa desde la mirada de receptor. Tal era el orgullo de los venezolanos de ser un pa¨ªs de acogida, que la emigraci¨®n estaba asociaba para muchas personas de mi entorno con el exilio pol¨ªtico en ¨¦pocas de dictadura. No nos percib¨ªamos como posibles migrantes. Eso era una realidad para otros.
Diferentes circunstancias han hecho que Venezuela, a inicios de este siglo XXI, se est¨¦ convirtiendo en pa¨ªs de emigraci¨®n. Esas generaciones hijo e hija de... han reafirmado esa condici¨®n para migrar a los pa¨ªses de origen de padres y abuelos: Espa?a, Portugal o Italia se convierten ahora en lugares de retorno, un proceso de ida y vuelta en el cual las identidades se diluyen. All¨¢, en Venezuela, crecimos compartiendo fiestas y celebraciones con amigos y amigas del Centro Gallego o Catal¨¢n, del Hogar Canario o de la Casa de Portugal; llamando t¨ªas y t¨ªos a los amigos cercanos a nuestros padres y teniendo como grupo de pertenencia a una especie de familia transnacional. Aqu¨ª, construimos nuevas amistades articuladas a partir de ese punto com¨²n que es la nacionalidad de origen. Como si nuestras vidas se reconfiguraran siempre desde la otra orilla.
Recuerdo, durante esos encuentros que mis padres ten¨ªan con amigas y amigos de Canarias, largas conversaciones donde se manifestaba el ¡°extra?amiento¡± que sent¨ªan muchos de ellas/os al tratar de reconectar con el pa¨ªs de origen. Era como si vivieran la superaci¨®n de un duelo, de una ruptura que implicaba recomponer afectos e identidades. La integraci¨®n al pa¨ªs de acogida hab¨ªa originado una especie de dualidad que combinaba vinculaci¨®n y separaci¨®n respecto al lugar de origen. Para ese entonces, no imaginaba yo que me ver¨ªa sujeta tambi¨¦n a esa dualidad. Si algo tiene la experiencia migratoria es que nos confronta con un duelo que implica un dif¨ªcil proceso de redefinici¨®n y reestructuraci¨®n identitaria. El pa¨ªs y los afectos que traemos en las maletas se quedan detenidos en el tiempo y, cuando intentamos reencontrarlos, obviamente no son los mismos. Han cambiado tanto como nosotros. Tanto que llegamos a pensar: Y ahora, ?de d¨®nde soy? Definitivamente, migrar nos hace ciudadanas del mundo.
Helia del Rosario pertenece a la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en Espa?a
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