Uno de cada cinco
Ninguna de las reformas estructurales de respuesta a la crisis est¨¢ reforzando las redes de protecci¨®n de los ciudadanos, m¨¢s bien lo contrario
En una nueva pirueta del circo dial¨¦ctico en el que se ha convertido la crisis, el Ministro Crist¨®bal Montoro describi¨® esta semana los presupuestos de 2015 como ¡°la consolidaci¨®n de la recuperaci¨®n¡±. Para una de cada cinco personas en nuestro pa¨ªs, sin embargo, la ¡°recuperaci¨®n¡± no forma parte de sus planes. Cerca de 700.000 familias viven hoy en Espa?a en la pobreza o en riesgo de exclusi¨®n social. Para ellos la vida se ha convertido en una carrera de obst¨¢culos en la que la evaporaci¨®n de las ayudas a la dependencia, la compra de libros o la alimentaci¨®n escolar establece la diferencia entre una vida digna y una que no lo es. La recesi¨®n econ¨®mica ha puesto de manifiesto la debilidad de un modelo de protecci¨®n social incapaz de ejercer su funci¨®n principal: ofrecer a los ciudadanos una red de seguridad frente al shock de la p¨¦rdida del empleo, la enfermedad o la discapacidad.
Estos argumentos son parte de la campa?a puesta en marcha hace unos d¨ªas por la ONG Ayuda en Acci¨®n. Como otras organizaciones que hasta ahora hab¨ªan limitado su campo de acci¨®n a los pa¨ªses en desarrollo (v¨¦ase la bater¨ªa de propuestas de Oxfam en materia de desigualdad), Ayuda en Acci¨®n se ha visto forzada a abrir una l¨ªnea de trabajo en respuesta a la crisis de la pobreza que vive Espa?a, en este caso con intervenciones en centros escolares de seis comunidades aut¨®nomas. Pocos fen¨®menos reflejan mejor lo que la acad¨¦mica brit¨¢nica Susan Strange denomin¨® en una ocasi¨®n ¡°la retirada del Estado¡±.
La realizaci¨®n de la campa?a es impecable. Para la producci¨®n de los v¨ªdeos la ONG ha trabajado con Gabriel Pecot y su equipo, que ya nos hab¨ªan deslumbrado con la tierna e impactante No Job Land. Como en aquel caso, el visionado de los tres minidocumentales deja al espectador con la sensaci¨®n aterradora de que lo que estamos viendo nos podr¨ªa ocurrir a cada uno de nosotros. Quienes protagonizan las historias no son habitantes de una barriada chabolista o inmigrantes que han llegado en una patera, sino padres y madres de familia con los que nos cruzamos en la escalera de casa cada ma?ana. En un pa¨ªs en el que un 33% de los ni?os vive en riesgo de exclusi¨®n social, la posibilidad de que alguno de ellos se siente en el pupitre al lado del de nuestro hijo es demasiado alta.
Son la nueva clase media, la que ha llegado para quedarse. Ninguna de las reformas estructurales que constituyen el coraz¨®n de la respuesta europea a la crisis reforzar¨¢ las redes de protecci¨®n de los ciudadanos, m¨¢s bien lo contrario. Depositar todas las esperanzas en la creaci¨®n de empleo es sencillamente enga?oso. En un Estado del bienestar del s¨¢lvese quien pueda, el problema lo tienen quienes seguir¨¢n careciendo de empleo (los m¨¢s j¨®venes y los mayores de 45 a?os) y quienes se incorporen al mercado laboral como trabajadores pobres. Nacer en el pueblo o en el barrio equivocado ¡ªdonde las diferencias de ingreso y calidad de los servicios p¨²blicos son alarmantes¡ª puede suponer una desventaja de por vida. Si esta es la generaci¨®n de j¨®venes que ha de emigrar para prosperar, la pr¨®xima ser¨¢ la que no pueda competir ni dentro ni fuera de casa.
Afortunadamente, no todo son malas noticias. La retirada del Estado ha forzado la involucraci¨®n de una ciudadan¨ªa que no recordaba que lo era desde que la llegada del PSOE al poder en 1982 desactivara los movimientos vecinales. Durante casi tres d¨¦cadas, el desentendimiento ciudadano y la mutaci¨®n de las organizaciones sociales en subcontratas debilit¨® la capacidad de respuesta y de protesta. Pero esta crisis ha visto proliferar las iniciativas de barrio, los comedores populares y los bancos de tiempo. Como en el caso de los desahucios, las familias al l¨ªmite de sus posibilidades encuentran en las escuelas la solidaridad activa de otros padres, que transmiten el mensaje que el Estado deb¨ªa haber trasladado hace tiempo: ¡°No est¨¢is solos; no sois culpables¡±. A diferencia de otros pa¨ªses europeos (?y gracias en parte a la distracci¨®n soberanista?), la derecha no se ha enredado en una caza de brujas contra los inmigrantes. Las donaciones a las ONG ¡ªincluso a las que trabajan en los pa¨ªses pobres¡ª han aguantado el golpe de manera m¨¢s que honrosa.
Si logramos vivir para contarlo, esta crisis nos habr¨¢ hecho mejores. Si esto es temporal o si refleja hasta qu¨¦ punto los ciudadanos han tirado la toalla con respecto a sus instituciones, eso nos lo dir¨¢ el tiempo.
[Pueden consultar aqu¨ª todos los v¨ªdeos de la campa?a 1 de cada 5 de Ayuda en Acci¨®n.]
Gonzalo Fanjul es cofundador de porCausa.
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