Las calles justicieras
Las v¨ªas p¨²blicas nos recuerdan que la historia siempre la escriben los vencedores, algo que suele convertirlas en asunto de debate pol¨ªtico
Doblar la esquina es como pasar una p¨¢gina, porque las calles del mundo son una enciclopedia vertical, un diccionario biogr¨¢fico de personalidades que ofrece un relato abreviado de los pa¨ªses a los que pertenecen y, a menudo, nos recuerdan que la historia siempre la escriben los vencedores, algo que suele convertirlas en asunto de debate pol¨ªtico: sin ir m¨¢s lejos, en Espa?a sigue habiendo muchas que recuerdan a la dictadura e indignan a numerosos ciudadanos. A la gente le importa lo que haya en el sitio donde vive y qu¨¦ apellidos se le pongan a sus paredes. Se pueden dar dos ejemplos recientes en Madrid: por un lado, el movimiento popular que ha reunido miles de firmas para pedirle al Ayuntamiento que le haga una estatua en Carabanchel, su barrio de toda la vida, al m¨²sico Rosendo; por otro, la pol¨¦mica que ha levantado la plaza dedicada a Margaret Thatcher, primera ministra de Reino Unido, en la zona de Col¨®n.
La calle m¨¢s antigua que se conoce es el Camino de Giza, en El Cairo, que fue usada para transportar los bloques de piedra con que se construyeron las pir¨¢mides del Valle de los Reyes. La m¨¢s larga del planeta est¨¢ en Ontario (Canad¨¢), se llama Yonge Street y mide 1.896 kil¨®metros; mientras que la m¨¢s corta, Ebenezer Place, mide dos metros y seis cent¨ªmetros, est¨¢ en Wick (Escocia) y s¨®lo consta de un edificio. Las calles de Am¨¦rica a veces no se distinguen de una autopista, como demuestran Atlanta o Los ?ngeles, en Estados Unidos, y los 12 carriles de la avenida 9 de julio de Buenos Aires; las del viejo continente las resumi¨® Neruda en un verso de Las uvas y el viento dedicado ¡°a vosotros, sencillos europeos de las calles torcidas¡±. Ahora, un gran amigo suyo, Rafael Alberti, tiene una calle en Punta del Este (Uruguay), la misma en la que estaba la casa a la que ¨¦l y Mar¨ªa Teresa Le¨®n se retiraban a escribir durante su exilio en Argentina, a la que llam¨® La Gallarda y de la que eran visitantes asiduos el propio Neruda, Oliverio Girondo o la actriz Margarita Xirgu. Es un lugar hermoso, al que se llega por carretera en unas dos horas desde Montevideo. La vivienda, construida a unos metros de la playa de Punta Ballena por el arquitecto Antonio Bonet, conserva incluso el cartel que pint¨® y puso en el jard¨ªn o la caseta donde se encerraba a escribir. En una ocasi¨®n, me cont¨® que hac¨ªa ocho o diez al d¨ªa: ¡°Y, de pronto, me sal¨ªan La paloma y cosas as¨ª¡±.
No hay calles para todos, pero s¨ª para casi todo. En Salamanca est¨¢ la calle de Pe?atesnuques; en Murcia, Torres Cotillas, y en Zamora, Guarrete. En Guayaquil (Ecuador), hay una calle de los Lamentos, donde estaban el cementerio, el hospital y la c¨¢rcel, y en Madrid existen el paseo de los Melanc¨®licos y las calles del Desenga?o y de la Amargura, de la que hay una r¨¦plica en C¨¢ceres. En la capital de Espa?a existe una ley inexplicable que impide que se le pueda poner a una v¨ªa p¨²blica el nombre de una persona viva.
Rafael Alberti tiene estatua en El Puerto de Santa Mar¨ªa, C¨¢diz, y calles en muchos lugares de Espa?a. Ahora tambi¨¦n cuenta con una en Uruguay, donde escribi¨® sus Poemas de Punta del Este, junto a las playas de Cantegril. El callejero no se coloca en las estanter¨ªas junto a los libros de derecho, pero es otra forma de impartir justicia.
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