Impacto o funci¨®n
"Quisiera saber si dejamos la marca del autor como mayor logro de un edificio para olvidarnos para qu¨¦ sirve"
Carta de la semana: Impacto o funci¨®n
Nadie duda del talento y la capacidad creativa del arquitecto Frank Gehry, pero una cosa es ser un creador de espacios maravillosos y otra es darle un significado al uso de esos espacios. Cada vez que aprecio una obra suya, es la variante de un mismo modelo, complejo en su aspecto t¨¦cnico, alarde de materiales nuevos o de uso poco frecuente, pero dentro de ese hermoso envoltorio, ?qu¨¦ hay? Como ejemplo el aplaudido y acertado Museo Guggenheim, el edificio es de impacto, pero como museo deja mucho que desear: las obras no se aprecian adecuadamente, los espacios son inconexos y es tan apabullante su envoltura externa que el interior pierde toda su importancia, lo que da pie a un fuerte desequilibrio entre su verdadera funci¨®n y el alarde de su hermosa belleza externa.
Veo ahora el reportaje Frank Gehry. Renacer en Par¨ªs en El Pa¨ªs Semanal (12-10-2014) sobre la que supongo es su ¨²ltima obra, la sede de la Fundaci¨®n Louis Vuitton en la capital francesa, y sin poder emitir una opini¨®n m¨¢s all¨¢ de las fotograf¨ªas, quisiera saber si dejamos la marca del autor como mayor logro de un edifico para olvidarnos para qu¨¦ sirve, empezaremos a valorar la obra arquitect¨®nica a partir de su autor y no a partir de la propia obra, hecho muy frecuente en la pintura y la literatura.
Alejandro G¨¢mez. Madrid
Tan cerca, tan lejos
En El Pa¨ªs Semanal (5-10-2014), Rosa Garc¨ªa, presidenta de Siemens Espa?a, nos transmite que la ebullici¨®n de la tecnolog¨ªa simplifica y facilita nuestras vidas. De peque?os jug¨¢bamos a cosas tan sencillas como al rescate, al escondite, a las chapas o a las canicas. Recuerdo disfrutar como nunca: re¨ªamos mientras nos recre¨¢bamos. Cuando ahora me fijo en los ni?os y j¨®venes con sus m¨®viles y tabletas, no dudo que les agrade, pero pocas veces sus rostros reflejan disfrute; creo que m¨¢s bien seriedad. Tengo a veces la sensaci¨®n de que est¨¢n como hipnotizados por tanta concentraci¨®n en sus dispositivos.
Es cierto que estamos mucho m¨¢s conectados, pero tambi¨¦n lo es que el calor y la cercan¨ªa de poder charlar cara a cara, jam¨¢s lo podr¨¢ sustituir una pantalla. No pongo en duda lo pr¨¢ctico que resulta la inform¨¢tica. Se ha instaurado en todos los sectores. Pero es evidente que su existencia ha destruido much¨ªsimos puestos de trabajo. Hacen falta y se agradecen esp¨ªritus optimistas como el de Rosa, pero mis reflexiones anteriores creo que pueden al menos matizar las bondades que ella percibe de esta sociedad tan tecnol¨®gica.
No puedo evitar cierta melancol¨ªa y siento preocupaci¨®n por el mundo cada vez m¨¢s automatizado y, por tanto, menos humanizado hacia el que nos dirigimos.
Miguel Rodr¨ªguez. Carranque, Toledo
?Algo que aportar
Me ha gustado el art¨ªculo de psicolog¨ªa, Yo, Sociedad Limitada, publicado el 28 de septiembre en El Pa¨ªs Semanal. Coincido con el art¨ªculo en que todos tenemos algo que contar, algo que aportar a este mundo y que debemos ser nosotros mismos. El cuidado de la imagen, tanto f¨ªsica como psicol¨®gica, es muy importante: de hecho, nuestra imagen es una ¨²nica llave que puede abrir un sinf¨ªn de puertas hacia el futuro que deseemos tener. Esto depende de c¨®mo la proyectemos, y de nuestros resultados personales, acad¨¦micos o laborales.
Sin embargo, me causa cierto malestar que los seres humanos somos excesivamente materialistas, y eso implica no aceptar a las personas tal y como son, con sus cualidades, defectos y singularidades. Este hecho me causa dolor, porque todos tenemos unas condiciones, unos defectos y unas particularidades, unos gustos y unas creencias. Sinceramente, me parece un gesto un tanto inadmisible por nuestra parte. En ese sentido, yo espero y deseo que, en un futuro, seamos una sociedad algo m¨¢s tolerante, que aprendamos a aceptar al resto de la gente tal y como es: porque todos tenemos algo interesante que aportar a este mundo, y todos podemos aprender de todos.
Cecilia Busto. Avil¨¦s (Asturias)
Hay casos y casos
Admirado Javier Mar¨ªas, es usted como una droga, droga dura. Cuanto m¨¢s se le lee, m¨¢s se le quiere leer. Ej¨¦rcitos de apasionados y por ello mismo de detractores. Suelo estar muy de acuerdo con sus l¨²cidas opiniones dominicales. Pero en su ¨²ltimo art¨ªculo Hasta cu¨¢ndo esperan los libros (12-10-2014) no puedo estarlo, al menos no en todo. Tengo 40 a?os reci¨¦n cumplidos y leo el suplemento Babelia desde que tengo uso de raz¨®n. Obviamente no de cabo a rabo, tal vez un 60%. Siempre he pensado que dicho suplemento era, y es, como un oasis en el desierto. Vaya, una maravilla. Cierto, con carencias y muchos sobrantes.
Estoy a favor de su cr¨ªtica, sobre todo por ser una hecha directamente a la mano que le da de comer, por as¨ª decirlo. Es decir, no siempre se barre para casa. Eso mola. Pero, me sabe mal que ¡°se cargue¡± el suplemento literario de los s¨¢bados, algo de lo que estoy seguro, muchos ciudadanos abren, hasta impacientes y como dir¨ªa Vicent: con las tostadas en la mesa y sin haberse servido a¨²n el caf¨¦. Bueno a m¨ª me pasa, y en todo caso me basto para reivindicar su utilidad, valor y necesidad en un mundo donde leer el peri¨®dico y aun distanci¨¢ndose de los asuntos que trata, da bastante grima. Al coger Babelia sabes de antemano, aunque no por completo, que la dicha est¨¢ servida. Sin m¨¢s, hubiera agradecido un pel¨ªn de compasi¨®n (no tirar a matar). Tal vez el tono. De alguna manera, o de muchas, se lo debemos a Babelia. ?No cree usted?
Elio Colen mirete. Barcelona
En el limbo de la ignorancia
Estimado se?or Mar¨ªas: con respecto a su art¨ªculo Hasta cu¨¢ndo esperan los libros (12-10-2014) ha habido un detalle que no ha podido por menos que hacerme gracia, y es cuando comenta textualmente que ¡°de Moby Dick, por ejemplo, se imprimieron menos de tres mil ejemplares en 1851, y a la muerte de Melville, en 1891, era un t¨ªtulo inencontrable, al que gran parte de la cr¨ªtica hab¨ªa puesto verde¡±. Lo comenta como algo lamentable, y no puedo por menos que sonrojarme por la situaci¨®n actual.
Soy un escritor de g¨¦nero fant¨¢stico, y para la mayor¨ªa de los autores de nuestro mundillo, llegar a publicar tres mil ejemplares es un milagro y un ¨¦xito rotundo. Si el desdichado escritor ya en concreto se dedica, dentro del fant¨¢stico, a la ciencia-ficci¨®n, suerte tendr¨¢ si llega a quinientos. La mayor¨ªa de estos t¨ªtulos en Espa?a desaparecen sin rastro apenas uno, dos a?os despu¨¦s de ser publicados. Todo ello, parad¨®jicamente, a pesar de que muchas pel¨ªculas de este g¨¦nero aportan beneficios millonarios, e incluso las producidas en Espa?a alcanzan, si no magros ingresos, al menos alguna notoriedad.
Con respecto a las cr¨ªticas, muchos de mis conocidos se morir¨ªan de ilusi¨®n tan s¨®lo ante la idea de que alguien les criticara, bien o mal; de sentirse, en definitiva, fuera del terrible limbo de ignorancia y desconocimiento que es escribir este g¨¦nero, en Espa?a, en el a?o 2014.
En mi mundillo hay excelentes moby dicks esperando una oportunidad. Al leer su art¨ªculo, no s¨®lo me he entristecido al ver c¨®mo incluso entre g¨¦neros literarios hay grandes diferencias; tambi¨¦n he comprendido que, al igual que est¨¢ ocurriendo con la crisis en otros sectores, lo que para otros antes era horrible, ahora resulta incluso envidiable.
Miguel ?. L¨®pez, ¡®Magnus dagon¡¯. Correo electr¨®nico
La diferencia
Como viene siendo habitual, Rosa Montero da pie a la reflexi¨®n, esta vez en su art¨ªculo del 12 de octubre, De los astronautas a las sanguijuelas. Nos cuenta Rosa historias sobre los primeros sat¨¦lites artificiales e instant¨¢neamente, evocamos nuestros propios recuerdos, como aquel teniente de la Infanter¨ªa de Marina que ten¨ªa controlados los horarios y las trayectorias de los sat¨¦lites, y en las noches de guardia nos dec¨ªa el nombre de aquellas estrellas que se mov¨ªan. Nos habla tambi¨¦n de la llegada del hombre a la Luna, ?televisada! Ten¨ªamos la sensaci¨®n de que el progreso era imparable, la humanidad podr¨ªa conseguir todo lo que se propusiera, ¨ªbamos a entrar en los ¡°felices setenta¡± y el futuro espl¨¦ndido estaba al alcance de la mano. Luego apareci¨® el baj¨®n de 1973 con la primera crisis del petr¨®leo, pero aqu¨ª, en Espa?a, comenzamos en ese mismo a?o la incre¨ªble Transici¨®n con aquellas candidaturas unitarias y democr¨¢ticas que coparon la representaci¨®n sindical en las empresas. Luego se hizo la Transici¨®n pol¨ªtica, que fue una ¨¦poca en la que todos los d¨ªas suced¨ªa algo y siempre para avanzar.
Tiene raz¨®n Rosa Montero cuando dice que aquello era optimismo de verdad, que mirar a las estrellas y librarnos de los antiguos traumas pol¨ªticos era una puerta abierta al futuro, por supuesto m¨¢s feliz y mejor que lo que quedaba atr¨¢s. Concluye el art¨ªculo con la constataci¨®n de que hemos perdido el optimismo, que el futuro ya no es esplendoroso, que el objetivo es sobrevivir y si para ello hay que abrirse camino a codazos lo haremos. Termina Rosa con : ¡°Hoy nos revolcamos en peque?os charcos de lodo como sanguijuelas hambrientas de sangre¡±. Pero Rosa tambi¨¦n nos dice en una de sus novelas: ¡°Esperanza, peque?a luz que se enciende en la oscuridad del miedo y la derrota, haci¨¦ndonos creer que hay una salida¡±. Yo digo : busquemos esa luz, pues ah¨ª est¨¢ el futuro.
Alberto Fern¨¢ndez. Marbella
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.