Venezuela
Vi centenares de McDonalds, pero en las carnicer¨ªas no hay carne de vaca desde hace meses
Estuve en Caracas. Camin¨¦ por el centro ¡ªque muchos evitan por temor¡ª entre edificios viejos tan bien preservados que parec¨ªan de estreno, y me sent¨¦ en hermosos caf¨¦s que, dos a?os atr¨¢s, no exist¨ªan. Al atardecer, descend¨ª hasta un pasaje antes repleto de comercios, ahora un intestino de cemento sumido en un silencio amarillo, y retroced¨ª con miedo. Vi casas anor¨¦xicas pegadas a un cerro verde lujoso. Vi casas bell¨ªsimas como caballos de carrera. Sal¨ª a cenar a las nueve en una zona acomodada ¡ªAltamira¡ª, pero ya todos los restaurantes estaban cerrados ¡°por seguridad¡±. Vi supermercados con estanter¨ªas vac¨ªas, o repletas de un solo producto: 100 detergentes marca equis. Busqu¨¦ en las farmacias un remedio simple, un descongestivo, y no lo consegu¨ª. Vi centenares de McDonalds, pero en las carnicer¨ªas no hay carne de vaca desde hace meses. Entend¨ª que el tanque de nafta siempre se carga lleno: el costo nunca supera unos c¨¦ntimos de d¨®lar. Me duch¨¦ no cuando quise sino cuando pude, con agua de cinco a ocho. Entr¨¦ a tiendas repletas de pasta italiana, azafr¨¢n espa?ol; pagu¨¦ un vino franc¨¦s al precio de una Coca Cola. Vi gente bailando salsa en las calles y cientos de espectadores entusiastas en el teatro Teresa Carre?o. Para comprar pan en rebanadas hice filas infinitas en supermercados donde los cajeros atend¨ªan sumidos en un sopor de opio. No consegu¨ª tabletas contra los mosquitos, aunque hay epidemia de dengue. Vi decenas de edificios del plan de viviendas del Gobierno ¡ªalgunos bellos¡ª con la firma descomunal de Hugo Ch¨¢vez estampada en las paredes. En el aeropuerto, hab¨ªa pasajeros cheque¨¢ndose a las diez en un vuelo de Iberia que sal¨ªa a las cuatro. Despu¨¦s, leo notas sobre Venezuela que dicen estos son los buenos, estos son los malos y es razonable sentir que no entiendo nada.
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