Los ni?os en el mundo¡ cinco a?os despu¨¦s
Los datos sigue mostrando que son ellos, los m¨¢s peque?os, el colectivo m¨¢s vulnerable Un lustro despu¨¦s de que 20 menores contaran en El Pa¨ªs Semanal c¨®mo era su mundo entonces, volvemos para comprobar c¨®mo ha cambiado la vida de cinco de ellos
El Pa¨ªs Semanal y Unicef unieron sus fuerzas hace cinco a?os para elaborar un monogr¨¢fico, un libro y una exposici¨®n (Infancia) que ha recorrido el mundo mostrando el estado de la naci¨®n infantil. Aquel n¨²mero especial de la revista llevaba por t¨ªtulo ¡®Nuestro peque?o mundo¡¯, y recog¨ªa 20 historias de 20 ni?os en 20 pa¨ªses de los cinco continentes para conmemorar los 20 a?os de la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o. Cinco a?os despu¨¦s, la fot¨®grafa Isabel Mu?oz vuelve a viajar con los periodistas que formaron parte de aquel proyecto para reencontrarse con cinco de aquellos chicos. Esta es la historia de c¨®mo han cambiado sus vidas, aunque el panorama general sigue mostrando que son ellos, los m¨¢s peque?os, el colectivo m¨¢s vulnerable.
Un lustro es mucho mundo
En cinco a?os cambia una vida para bien o para mal. Y los 20 menores elegidos para contar en 2009, el ¡°estado de la naci¨®n¡± infantil global, como dignos representantes de cada uno de los 20 derechos recogidos para ellos por la Convenci¨®n de los Derechos del Ni?o, han crecido. Y luchado. Y quer¨ªamos ver de qu¨¦ modo, en qu¨¦ direcci¨®n, baj¨® qu¨¦ condiciones.
Tama?a empresa fue entonces este proyecto (20 viajes, 20 pa¨ªses, 20 reportajes, una exposici¨®n, un libro¡) que resultaba muy dif¨ªcil de repetir o igualar. Por eso elegimos, en este quinto aniversario de aquel n¨²mero memorable, solo a cinco de los protagonistas, ellos y ellas, de cuatro continentes. Y gracias una vez m¨¢s a Unicef, se ha convocado a las mismas firmas que escribieron las historias, al mismo autor de los v¨ªdeos, a la misma fot¨®grafa que retrat¨® a los ni?os y ni?as. Para esta, Isabel Mu?oz, poder regresar all¨ª donde pos¨® sus ojos un d¨ªa, los mismos cuerpos y rostros, los paisajes y familias, ha sido experiencia in¨¦dita: ¡°Volver sobre lo hecho es un privilegio que pocas veces se da; ver c¨®mo les ha tratado la vida y conseguir plasmarlo en sus poses, en sus miradas¡ Los ni?os m¨¢s peque?os son siempre una fiesta; pero los adolescentes ya tienen esos momentos dram¨¢ticos de felicidad, inseguridad y tormento a un tiempo¡ A algunos les ha ido bien. Otros andan en tr¨¢nsito¡ pero llegar¨¢n a su meta¡±. El mundo en un lustro se ha complicado. La crisis azota. Los recursos escasean. La desigualdad aumenta. No se llegar¨¢ a los Objetivos del Milenio previstos. Y los menores sufren antes que nadie por ellos. Pero son objetivos. Aqu¨ª hemos puesto el foco en sus historias una vez m¨¢s. Para contar que nuestro peque?o mundo ha crecido. Pero hay otros muchos detr¨¢s que esperan no caer en el olvido.
As¨ª lo hicimos...
El mundo de la infancia es un pa?uelo
Seis meses atravesando fronteras, veinte pa¨ªses, cuatro continentes. Una fot¨®grafa: Isabel Mu?oz. Cinco periodistas, 19 ONG, un centenar de ni?os retratados. En el 20? aniversario de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o, comprobamos que se ha avanzado en el camino, pero que queda mucho todav¨ªa por recorrer. As¨ª se hizo.
Una maleta es, adem¨¢s de un misterio, una met¨¢fora del mundo, un elemento perfecto de toda escenograf¨ªa, un espejo del que la lleva. A la ida, las que transportamos en esta traves¨ªa transcontinental de la mano de Unicef a trav¨¦s de 20 pa¨ªses iban repletas de c¨¢maras, unas (incluso aquella pesad¨ªsima que se recorri¨® Am¨¦rica entera para hacer una foto submarina); y del peso de la responsabilidad de un proyecto nuevo y abierto, las otras. Muy distinto fue a la vuelta, como veremos. El proyecto Nuestro peque?o mundo, de Unicef y El Pa¨ªs Semanal, que se publica en este monogr¨¢fico, hab¨ªa nacido en un restaurante en Addis Abeba (Etiop¨ªa) a finales de septiembre de 2008, tal como recuerda Pablo Guim¨®n, periodista que viajar¨ªa luego a L¨ªbano y a India: "La persona de Unicef entonces coment¨® que en 2009 se celebraba el 20? aniversario de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o, que es el mandato que tiene Unicef. Y empezamos a valorar la posibilidad de hacer algo juntos". La idea era mostrar una especie de "estado de la naci¨®n infantil", c¨®mo viven los menores justo ahora que se celebra el 20? cumplea?os del documento que recoge sus derechos y que ha sido ratificado por 193 pa¨ªses, llamados "Estados Partes". Dicen en Unicef que, a pesar de los muchos desaf¨ªos pendientes, el valor del documento es trascendental: "Ha cambiado el modo en que se considera y trata a la infancia en el mundo. Ha influido en legislaciones, programas, pol¨ªticas nacionales e internacionales; en las instituciones p¨²blicas y privadas, las familias, las comunidades y los individuos, y ha servido de apoyo a importantes progresos en supervivencia, desarrollo, participaci¨®n...".
Manos a la obra. Reportaje fotogr¨¢fico de altura de Isabel Mu?oz ("lo m¨¢s grande que he hecho nunca", dice), acompa?ada, seg¨²n d¨®nde y cu¨¢ndo, de alguno de sus tres asistentes, y de alguno de los cinco periodistas de El Pa¨ªs Semanal implicados. En Unicef Espa?a se volcaron, llegaron a preparar 235 informes, a enviar un millar de mails, movilizaron a 70 personas de sus oficinas, a 19 ONG de las que apoyan... Hab¨ªa que elegir pa¨ªses, buscar ni?os, identificar los problemas que les afectan, asignar alg¨²n derecho, de los 54 de la Convenci¨®n, a cada Estado (sabido es que hay pa¨ªses que los vulneran todos, como en un cat¨¢logo de desgracias). Seis meses de idas y venidas desde que se tom¨® el primer avi¨®n el 27 de abril, camino de Karlsruhe (Alemania), hasta las ¨²ltimas fotos en Madrid en octubre. Isabel Mu?oz puso a punto sus bater¨ªas, que deben de ser de ultim¨ªsima tecnolog¨ªa porque siempre andaban cargadas, y se puso en marcha. Uno pod¨ªa andar literalmente muerto entre dunas, selva, barro o chabolas, que ella daba brincos disparando sin pausa. El n¨²mero de fotos tomadas es incalculable. Y su calidad. Juramos que nadie la ha visto dormir ni comer, salvo helados (pero s¨ª hablar con su gente especial por el Skype en la madrugada).
Un centenar de personas implicadas y otro tantos ni?os y j¨®venes retratados (algunos no aparecen aqu¨ª, y lo sentimos). El mundo entero recorrido. Paisajes incre¨ªbles, colores, olores, luces... Pero ni eso, ni el calor agobiante del Tr¨®pico, el fr¨ªo de Nepal, las tormentas de polvo de Lesoto, la lluvias torrenciales de Senegal, las dificultades para entenderse en distintas lenguas, los trayectos insufribles en los atascos de M¨¦xico o el tormento de los aeropuertos han sido nada comparado con el impacto por la gente que hemos conocido.
All¨ª lleg¨¢bamos nosotros, blancos, occidentales y ricos, a cualquier barrio pobre de ciudad superpoblada o aldea, escuela o casa con todos nuestros trastos e intenciones... y siempre encontramos puertas abiertas, personas generosas (el personal de Unicef, de ONG, padres de los ni?os que hasta nos daban de merendar, maestros, conductores, traductores...) que se han prestado, han entendido, han empleado su tiempo en acompa?arnos y conseguir algo que quiz¨¢ ni podr¨¢n ver, por no tener d¨®nde ni c¨®mo. Por no hablar de los ni?os, a los que ser¨¢ dif¨ªcil olvidar. Trabaj¨¢bamos. Nos ¨ªbamos. Ah¨ª quedaban ellos. Citarlos a todos ser¨ªa imposible. "Visitamos a gente muy desgraciada, los ni?os abusados en Filipinas, los de las canteras nepal¨ªes... y sorprend¨ªa su alegr¨ªa, a pesar de la adversidad... Cuando saltamos a Jap¨®n, al hiperconsumista Tokio, con su derroche de luces y modernidad, sufrimos un shock. En un par de vuelos, pasamos de la espalda del mundo a un mundo de excesos", cuenta Sergio C. Fanjul de su experiencia en Asia. Y Quino Petit, que se encarg¨® de Europa: "Cada viaje te hace m¨¢s viejo y, por tanto, un poco menos ignorante. Nunca olvidar¨¦ la lecci¨®n de Victoria, una ni?a moldava con una discapacidad cerebral que sonr¨ªe cada ma?ana al comenzar su lucha por caminar sin doblar la espalda, por seguir pasito a pasito sin perder ning¨²n curso acad¨¦mico". Rafael Ruiz, que se encarg¨® de ?frica, recuerda de Lesoto: "Tras un viaje interminable v¨ªa Johanesburgo, con extrav¨ªo de equipaje y p¨¦rdida de conexi¨®n incluidos, nos esperaba una gente tan serena y ensimismada en sus monta?as, que nos conmov¨ªa cada d¨ªa".
Hubo incidentes de todo tipo y mucha an¨¦cdota. En Uganda, la violencia se respiraba en el aire: "Nos salvamos por s¨®lo dos horas de quedar atrapados en las revueltas de septiembre en la capital, Kampala, y que causaron 15 muertos oficiales". En el barrio de Ciudad Bol¨ªvar, de Bogot¨¢, tuvimos que entrar escoltados, por la violencia y lo llamativo de las c¨¢maras. Vivimos mucho momento tenso y desesperado. Y alg¨²n homenaje al surrealismo: "La ardua negociaci¨®n que mantuvimos, de madrugada y congelados, con unos porteadores que trasladaron un piano por las calles de Estocolmo para el simp¨¢tico atrezo de una fotograf¨ªa. O esa ma?ana en un aeropuerto en el que David L¨®pez subi¨® por una escalera mec¨¢nica el carrito de las maletas cargado de c¨¢maras, focos, bater¨ªas y equipaje. Al llegar al final de la cinta, como era de esperar, el carrito volc¨®, y con ¨¦l, los que ¨ªbamos detr¨¢s". O en la India, cuenta Guim¨®n: "Isabel quer¨ªa fotografiar a la ni?a subida a un elefante. Fuimos hacia un r¨ªo, donde nos dec¨ªan que podr¨ªamos encontrar, lav¨¢ndose, a alguno de los que quedan all¨ª. Vimos uno. Negociamos con sus propietarios, una extra?a banda de feriantes que nos lo alquilaron dos horas. La ni?a, Rozi, accedi¨® a subirse. Y Cach¨¢n, el elefante, decidi¨® regarnos con su trompa". O en N¨ªger: "Cuando negociamos con un camellero disponer de sus animales un d¨ªa entero, como fondo de las fotos en las dunas cercanas a Niamey; y con el propietario de unas vacas para que se metieran en el r¨ªo N¨ªger y posaran para la foto con Nouhou, un ni?o de la calle. Hab¨ªa hipop¨®tamos en el agua. Las vacas estaban aterrorizadas. Y se logr¨®". O volviendo a la maleta de la c¨¢mara acu¨¢tica: la cargamos en toda la incre¨ªble tourn¨¦e americana, de Estados Unidos a Argentina, cinco pa¨ªses, veinticinco d¨ªas, nueve aviones... La foto submarina estaba prevista en Belice. Y all¨ª estaba Garbutt, experto submarinista del Caribe con su barco y su todo. El sol era limpio; el lugar, impresionante; el mar, transparente. Pero Tyrel, el ni?o que deb¨ªa bucear... no buce¨®. Se lo pens¨® mejor cuando apareci¨® una barracuda. La foto se tom¨® luego en Filipinas.
En esta traves¨ªa todos hemos incorporado a nuestro equipaje personal paisajes, nombres propios y experiencias. Pero, sobre todo, comprobamos cuatro evidencias. Una: la entrega de la gente de Unicef y los que en ella trabajan. Dos: la fuerza con la que los ni?os y j¨®venes se enfrentan a su destino por duro que sea. Ese coraje que nos mostr¨® un d¨ªa Yina, coordinadora de un colectivo juvenil en M¨¦xico. Tras contarle qu¨¦ tipo de publicaci¨®n es El Pa¨ªs Semanal, el tipo de reportajes que hacemos, sobre mafias, prostituci¨®n infantil, emigrantes perdidos en el mar..., ella pregunta: "?Y nos os persiguen?". "?C¨®mo...?", le digo sin entender. "S¨ª", responde, "?que si no os persiguen por escribir eso...?". ?sa es su realidad cotidiana. Tres: lo hemos visto de primera mano, de un punto a otro del globo: lo mucho que se hace y lo mucho que hace falta. Y cuatro: cuando la pobreza arrecia, arrastra todo lo dem¨¢s (guerra, enfermedad, explotaci¨®n, maltrato...) y a todos. Pero son los m¨¢s peque?os siempre las primeras v¨ªctimas.
"Tuve que dejar de estudiar para dedicarme por entero a buscar y llevar agua a mi casa. As¨ª que paso todo el d¨ªa haciendo eso para mi familia, casi siempre bajo un sol abrasador. Y, despu¨¦s de todo, s¨®lo recojo 100 litros de agua sucia". Sahoura Mahaman tiene 12 a?os y vive en N¨ªger, donde s¨®lo el 42% de la poblaci¨®n tiene acceso al agua potable, y donde el 60% de las ni?as y el 44% de los ni?os no van a la escuela.
Se cumplen 20 a?os de la Convenci¨®n sobre los Derechos del Ni?o (CDN), adoptada por unanimidad por la Asamblea General de Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989. Es el tratado internacional m¨¢s ratificado de la historia y recoge los derechos fundamentales de las personas menores de 18 a?os.
La CDN estableci¨® la frontera entre paternalismo y justicia. Los ni?os eran seres a los que, por ser vulnerables, se proteg¨ªa en una u otra medida, pero desde 1989 son sujetos cuyos derechos est¨¢n reconocidos en un documento jur¨ªdicamente vinculante. Desde entonces, todo ni?o y ni?a en cualquier parte del mundo debe tener acceso a lo necesario para garantizar su pleno desarrollo, por imperativo legal. En 20 a?os se han dado pasos de gigante: la mortalidad infantil descendi¨® en un 28%, pasando de12,5 millones de ni?os menores de cinco a?os muertos en 1990 a 8,8 millones en 2008. Es un claro ejemplo de avance, aunque la situaci¨®n a¨²n es inadmisible.
Entre las m¨²ltiples causas de mortalidad infantil est¨¢n las relacionadas con la malnutrici¨®n. Una realidad que, en pleno siglo XXI, produce escalofr¨ªos y que no s¨®lo existe, sino que ha crecido. El aumento del precio de los alimentos y la crisis mundial han agravado la tragedia de aquellos que viven en crisis permanente. Sin olvidar que cerca de nosotros tambi¨¦n hay ni?os en riesgo de pobreza y exclusi¨®n, sea por su origen inmigrante, por el impacto de la crisis o por otros motivos.
Los propios ni?os ven la situaci¨®n. En 1992, Severn Suzuki, de 12 a?os y miembro de la Environmental Children's Organization, lo verbaliz¨® en la Cumbre de la Tierra:
"Recaudamos nosotros mismos el dinero para venir aqu¨ª, a 5.000 millas, para decirles a ustedes, adultos, que deben cambiar su forma de actuar. Al venir aqu¨ª hoy no tengo una agenda secreta. S¨®lo lucho por mi futuro. [...] Estoy aqu¨ª para hablar en nombre de todas las generaciones: de la nuestra y de las que est¨¢n por venir. Estoy aqu¨ª para hablar en defensa de los ni?os hambrientos del mundo cuyos lloros siguen sin o¨ªrse. [...] No podemos soportar no ser o¨ªdos".
Hemos alcanzado cotas de bienestar y desarrollo tecnol¨®gico nunca imaginadas. Y se han registrado grandes progresos en derechos de la infancia, hay soluciones para cada uno de los problemas, y aplic¨¢ndolas se salvan vidas -literalmente-, pero todav¨ªa la brecha entre este mundo y el que deber¨ªa y puede ser es inmensa. Es necesaria la voluntad pol¨ªtica.
Detr¨¢s de cada cifra se esconde un rostro, una mirada o una sonrisa, un ser humano que con toda probabilidad no llegar¨¢ a serlo en plenitud.
Si fu¨¦ramos capaces de observar esa mirada y escuchar con avaricia su mente y su coraz¨®n, podr¨ªamos evolucionar mejor como seres humanos, desarrollar nuestra dimensi¨®n universal y abrirnos realmente al mundo: podr¨ªamos recuperar los valores que en nuestra alocada carrera hacia eso que llamamos progreso dejamos en el camino.
Nos dar¨ªamos cuenta de que manteniendo esta situaci¨®n impedimos el avance de toda la humanidad, porque la verdadera medida del progreso es la forma en la que viven los ni?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.