El impostor de ¡®el impostor¡¯
El escritor Javier Cercas retrata en este texto al personaje que protagoniza su nuevo libro: Enric Marco, un impostor que hizo creer a todos que fue superviviente del Holocausto Siguiendo la tradici¨®n de los grandes farsantes de la historia, Marco invent¨® su propio personaje. Y acab¨® devorado por ¨¦l. Esta es su historia
1. Me piden que escriba una invitaci¨®n a la lectura de El impostor, y lo primero que pienso es que no puedo escribirla: modestia aparte, yo soy buen¨ªsimo hablando mal de m¨ª ¨Ccomo me encantar¨ªa que comprobasen leyendo El impostor-, pero soy mal¨ªsimo hablando bien de mi, y no veo c¨®mo podr¨ªa invitarse a leer un libro sin hablar bien de ¨¦l. Lo segundo que pienso es que, como dice Ricardo Piglia, no tiene mucho sentido que un escritor hable sobre el libro que acaba de publicar, porque la mitad de lo que tiene que decir sobre ¨¦l ya lo ha dicho en el propio libro, y la otra mitad lo dir¨¢ en el siguiente. Pienso en lo que dice Piglia porque mi caso es todav¨ªa m¨¢s dram¨¢tico, al menos en El impostor: aqu¨ª no he dejado nada para el libro siguiente, lo he dicho todo en ¨¦ste, absolutamente todo, hasta el punto de que ahora mismo mi impresi¨®n es que no tengo nada m¨¢s que decir. Ni sobre este libro ni sobre nada.
De todo coraz¨®n espero estar exagerando, pero mientras tanto me explico. En muchas de las novelas que he escrito no s¨®lo se cuenta una historia (o varias que en realidad son una sola); tambi¨¦n se cuenta c¨®mo y por qu¨¦ se cuenta esa historia, el proceso mismo de la escritura, las entretelas del libro, eso que los cineastas llaman el making off, y de ah¨ª que aproveche la m¨¢s m¨ªnima oportunidad para repetir que lo que yo escribo son novelas de aventuras sobre la aventura de escribir novelas. En el fondo, quiz¨¢ todas las novelas lo son, pero en ninguna de las m¨ªas es m¨¢s claro esto que en El impostor, en parte (pero s¨®lo en parte) porque en ninguna de ellas ha sido m¨¢s largo, tortuoso y complicado el proceso de elaboraci¨®n. Desde hace casi diez a?os, cuando estall¨® el caso en torno al cual gira este libro, estuve intentando escribirlo, o tal vez aplazando su escritura, quiz¨¢ asustado por lo que podr¨ªa encontrar escribi¨¦ndolo. Lo cierto es que durante todo ese tiempo empec¨¦ a escribir este libro dos veces, y las dos acab¨¦ abandonando; lo cierto tambi¨¦n es que, mientras trataba una y otra vez de escribirlo, mientras me preguntaba si ten¨ªa o no legitimidad para escribirlo, publiqu¨¦ otros dos libros, pero entre tanto El impostor creci¨® dentro de m¨ª como una criatura en el vientre de su madre, de tal manera que cuando me puse por fin a escribirlo fue como un parto. Un parto feliz; ins¨®litamente feliz, deber¨ªa a?adir. S¨®lo hay una cosa con la que disfrute tanto como escribiendo, pero soy un escritor tan dubitativo, inseguro y angustiado como el que m¨¢s, y desconf¨ªo como el que m¨¢s de la facilidad, de cuando las cosas salen a la primera o parece que salen a la primera; quiz¨¢ por eso casi nunca he tardado menos de tres o cuatro a?os en terminar un libro. Este, sin embargo, lo he escrito en apenas un a?o, con una seguridad y una alegr¨ªa que no hab¨ªa experimentado nunca, en algunos momentos arrebatado por el sentimiento ilusorio de que el libro ya estaba escrito y yo no hac¨ªa m¨¢s que pasarlo a limpio. S¨®lo por la felicidad que me ha deparado escribirlo deber¨ªa hablar bien de ¨¦l. O por lo menos deber¨ªa intentarlo.
Enric Marco concedi¨® decenas de entrevistas, pronunci¨® conferencias y recibi¨® relevantes distinciones
2.?Cualquier novela pasablemente buena tiene un tema visible y un tema invisible; el fundamental es por supuesto el invisible, pero s¨®lo se puede acceder a ¨¦l a trav¨¦s del visible.??Cu¨¢l es el tema visible de El impostor?
Todos ustedes lo recordar¨¢n, porque el caso se convirti¨® en un esc¨¢ndalo resonante y su eco alcanz¨® hasta el ¨²ltimo rinc¨®n del planeta. Su protagonista fue Enric Marco, un nonagenario barcelon¨¦s que durante casi treinta a?os se hizo pasar por superviviente del campo nazi de Flossemb¨¹rg, hasta que fue desenmascarado en mayo de 2005 por un oscuro historiador llamado Benito Bermejo. Cuando esto ocurri¨®, Marco llevaba m¨¢s de dos a?os presidiendo la Amical de Mauthausen ¨Cla asociaci¨®n que re¨²ne en Espa?a a la mayor parte de los casi nueve mil supervivientes y familiares de supervivientes espa?oles de los campos nazis-, hab¨ªa pronunciado centenares de conferencias, hab¨ªa concedido decenas de entrevistas de prensa, radio y televisi¨®n y hab¨ªa recibido importantes honores y distinciones, entre ellos la Creu de Sant Jordi, la m¨¢xima condecoraci¨®n civil que concede el gobierno de la Generalitat de Catalu?a. En resumen: durante los a?os de apogeo de la llamada memoria hist¨®rica, Marco fue una aut¨¦ntica rock-star de la llamada memoria hist¨®rica, cuyos discursos sobre su experiencia inventada de los campos nazis conmov¨ªan a las audiencias mucho m¨¢s que los discursos de los verdaderos deportados, como pudo comprobar todo el mundo el 27 de enero de 2005, cuando habl¨® en nombre de todos ellos en el Congreso de los Diputados durante el primer homenaje tributado por el parlamento espa?ol a las v¨ªctimas del nazismo y consigui¨® conmover en alg¨²n caso hasta las l¨¢grimas a los parlamentarios reunidos para la ocasi¨®n; por lo dem¨¢s, s¨®lo el descubrimiento in extremis de la supercher¨ªa impidi¨® que, tres meses y medio despu¨¦s de esa interpretaci¨®n estelar, Marco se superara a s¨ª mismo pronunciando un discurso en el campo de Mauthausen, ante el presidente del gobierno espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y otros altos dignatarios europeos, durante la conmemoraci¨®n de los sesenta a?os del fin del delirio nazi.
Ese es Enric Marco, o esa es la cara m¨¢s visible de Enric Marco, el protagonista aparente de este libro, su tema visible. El impostor cuenta de entrada su historia: su falsa historia, por supuesto, la historia heroica y sentimental que invent¨® a lo largo de toda su vida para ocultar su historia verdadera, y de la que su estancia ficticia en un campo nazi es s¨®lo una peque?a parte; pero tambi¨¦n cuenta o trata de contar su historia verdadera, tremenda y prosaica -desde su nacimiento a principios de los a?os veinte en el manicomio de Sant Boi de Llobregat, hijo de una madre maltratada, abandonada y esquizofr¨¦nica, hasta su vejez actual de casi centenario y superviviente de su propia leyenda de gran impostor y gran maldito-, una historia en realidad mucho m¨¢s apasionante que su historia ap¨®crifa, porque es un espejo fidedigno de la tremenda historia de la Espa?a del ¨²ltimo siglo. No voy a contarla aqu¨ª, sobre todo porque, si pudiera hacerlo, no la habr¨ªa contado en un libro; m¨¢s a¨²n: porque, si pudiera hacerlo, mi libro ser¨ªa un mal libro, cosa que espero que no sea. Me limitar¨¦ a decir que, al menos en este plano superficial, mi labor ha sido fundamentalmente detectivesca ¨Cy de ah¨ª que el libro tenga en muchos momentos un aspecto de thriller-, y que mientras la llevaba a cabo descubr¨ª muchas cosas, pero sobre todo una, y es que los buenos mentirosos no s¨®lo trafican con mentiras, sino tambi¨¦n con verdades, y que las grandes mentiras se fabrican con peque?as verdades.
3.?Tengo una sospecha; o m¨¢s bien una certeza: a principios de siglo XXI, el lector com¨²n y corriente, que es el ¨²nico que cuenta, se maneja con una idea de novela un poco estrecha, por no decir reductora. Esta idea ni siquiera es del siglo XX, sino del XIX; seg¨²n ella, una novela ser¨ªa, digamos, una ficci¨®n en prosa de una cierta extensi¨®n en la que se narra con la mayor rapidez y econom¨ªa de medios la historia de unos personajes a trav¨¦s de los cuales se propone el estudio de una pasi¨®n, o de un conflicto de pasiones, o de una ausencia de pasiones, en un lugar y un tiempo determinados. He combinado en la anterior definici¨®n palabras de E. M. Forster y de Alain Robbe-Grillet, dos excelentes novelistas del siglo XX, aunque podr¨ªa haber usado otras; no importa: lo que importa es que a esa idea de novela debemos muchas novelas magistrales, pero tambi¨¦n el triunfo de un modelo novel¨ªstico tan avasallador que por momentos ha conseguido convencernos de que era el ¨²nico.
No lo es. Hay un modelo de novela m¨¢s abierto, menos r¨ªgido y geom¨¦trico y m¨¢s plural; tambi¨¦n m¨¢s antiguo: en rigor, es el modelo acu?ado por Cervantes y seguido por los grandes novelistas ingleses y franceses del siglo XVIII, en realidad por toda o casi toda la gran novela europea anterior al XIX. Esta clase de novela no se concibe a s¨ª misma como una carrera de b¨®lidos, donde prima la eficacia y donde todo debe desempe?ar una funci¨®n espec¨ªfica (que es la clase de novela en que ha desembocado casi siempre el modelo decimon¨®nico), sino m¨¢s bien como un banquete con muchos platos, como un men¨² degustaci¨®n o un gran cocido donde son bienvenidos toda clase de platos o ingredientes: la historia, el ensayo, la cr¨®nica, la biograf¨ªa, la autobiograf¨ªa. A esa lib¨¦rrima y suculenta tradici¨®n de la novela quiere en parte acogerse El impostor, ese es el modelo narrativo que de alguna manera quiere recuperar o que se niega a olvidar, igual que quieren recuperarlo o no quieren olvidarlo todas o casi todas las novelas que he escrito y algunas de los novelistas recientes que m¨¢s me interesan. No estoy diciendo por supuesto que ya no se pueda o se deba escribir novelas como en el siglo XIX (la realidad es que la mayor¨ªa de las que se escriben ahora mismo son as¨ª, y que algunas siguen siendo muy buenas); s¨®lo digo que no entiendo por qu¨¦ deber¨ªamos renunciar a escribirlas de otro modo, por qu¨¦ no deber¨ªamos aprovechar la entera experiencia hist¨®rica de la novela moderna ¨Cdesde Cervantes hasta hoy mismo¨C para escribir las mejores novelas de las que seamos capaces, redefiniendo y ampliando la noci¨®n misma de novela y oponi¨¦ndonos al reduccionismo est¨¦tico de la ortodoxia decimon¨®nica, novelas que combinen el rigor arquitect¨®nico de la novela del XIX y el esp¨ªritu lib¨¦rrimo de la del XVIII, que sean a la vez fulgurantes carreras de b¨®lidos y suntuosos banquetes con muchos platos. ?Es El impostor historia? S¨ª. ?Es ensayo? Tambi¨¦n. ?Es cr¨®nica? Desde luego. ?Es biograf¨ªa? Sin duda. ?Tiene algo de autobiograf¨ªa? Por supuesto. Pero eso no significa que sea ni una biograf¨ªa ni una autobiograf¨ªa ni una cr¨®nica ni un ensayo ni un libro de historia; eso significa que es o aspira a ser todas esas cosas a la vez, y que precisamente por eso es una novela: porque la novela es el g¨¦nero m¨¢s libre, el m¨¢s vers¨¢til, el m¨¢s capaz de acoger a todos los dem¨¢s g¨¦neros, y de alimentarse de todos.
Lo m¨¢s extraordinario de Enric Marco es que se trata de un hombre radicalmente normal y a la vez radicalmente excepcional
Aclaro tambi¨¦n que El impostor no es una ficci¨®n; no pod¨ªa serlo, o por lo menos no deb¨ªa serlo. Escribir una novela consiste en dise?ar un juego regido por unas reglas precisas (leerla consiste en descifrar, a trav¨¦s del laberinto de pistas armado por el autor, cu¨¢les son esas reglas); cada novela debe tener unas reglas distintas: una novela con unas reglas iguales a las de otra es una mala novela, porque cada novela es la formulaci¨®n m¨¢s compleja posible de una pregunta sin respuesta o sin una respuesta inequ¨ªvoca, y, dado que cada novela formula o debe formular a su vez una pregunta distinta, la formulaci¨®n de la pregunta tambi¨¦n debe ser distinta. Como la de casi todas las novelas, la pregunta de El impostor es elemental (no as¨ª, espero, su formulaci¨®n), pero corresponde al lector descubrirla. S¨®lo dir¨¦ que mucho antes de empezar a escribir esta novela yo ya sab¨ªa cu¨¢l iba a ser la primera regla que la gobernase; trat¨¢ndose de la historia de un gran embustero, de un fabulador genial, de un fastuoso creador de ficciones sobre s¨ª mismo, o de autoficciones, contar su historia mediante la ficci¨®n hubiese sido redundante, literariamente irrelevante. Por eso El impostor es lo que es: un relato rigurosamente real o una novela sin ficci¨®n saturada de ficci¨®n. La ficci¨®n, casi sobra decirlo, no la pongo yo; la pone Enric Marco.
4.??Por qu¨¦ ten¨ªa miedo de escribir este libro? ?Por qu¨¦ me intimidaba lo que pod¨ªa encontrar escribi¨¦ndolo y aplac¨¦ durante a?os su escritura y lo abandon¨¦ dos veces?
Un escritor es como un espele¨®logo: armado s¨®lo con la linterna del lenguaje, debe adentrarse en una oscuridad que nadie antes que ¨¦l hab¨ªa explorado, lanz¨¢ndose ¡°al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo¡±, por decirlo con el verso de Baudelaire. Es un trabajo apasionante, pero no c¨®modo, y en mis malos momentos yo tambi¨¦n me arrepiento de haberlo elegido; porque, como persona, soy razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo serlo. Un escritor cobarde es como un torero cobarde: un ox¨ªmoron, una contradicci¨®n en los t¨¦rminos; un escritor cobarde se ha equivocado de oficio. Lo primero que debe tener un escritor es el coraje (o la temeridad) de investigar hasta el l¨ªmite aquello que realmente somos, en toda su infinita complejidad, en toda su abyecci¨®n y toda su nobleza, en toda su radiante maravilla y todo su espanto: al fin y al cabo, la misi¨®n de la literatura consiste en realizar la cartograf¨ªa completa e imposible del ser humano, igual que la misi¨®n de la espeleolog¨ªa consiste en realizar la completa cartograf¨ªa del subsuelo terr¨¢queo. El hecho es que, cuando hace casi diez a?os estall¨® el caso Marco, yo intu¨ª al instante que en la atroz impostura de Marco se agazapaba algo peligroso, sombr¨ªo y desconocido, algo que me interpelaba a m¨ª y a todos, algo que nos ata?¨ªa a todos porque profundamente me ata?¨ªa a m¨ª, que soy un hombre com¨²n. Tan profundamente que me asust¨®. Porque tambi¨¦n intu¨ª al instante que internarme en el caso Marco equival¨ªa a bajar a una cueva tenebrosa, plagada de precipicios de v¨¦rtigo, trampas mortales y engendros salidos de lo m¨¢s profundo del Averno humano, demasiado humano, que todos llevamos dentro. Ahora s¨¦ que esa doble intuici¨®n era exacta. Ahora ya puedo decir que mi miedo estaba justificado.
Era previsible: la literatura no es un pasatiempo inocuo; seg¨²n se dice en El impostor ¨Cy estoy de acuerdo con ello-, ¡°si la literatura s¨®lo sirve de adorno, a la mierda con la literatura¡±. Tal y como yo la entiendo, la literatura es un peligro p¨²blico; para quien la escribe pero tambi¨¦n para quien la lee: no sirve para tranquilizar sino para inquietar, no para estabilizarnos sino para revolucionarnos, no para confirmarnos en nuestras certezas sino para dinamitarlas, no para firmar la paz sino para declarar la guerra. Eso es la literatura. O eso deber¨ªa ser.
5.?Tengo que darles una noticia: El impostor no trata en el fondo de Enric Marco; ya se lo hab¨ªa adelantado: Enric Marco es s¨®lo el tema visible de El impostor.
Entonces, ?cu¨¢l es su tema invisible? ?De qu¨¦ habla en realidad El impostor?
Lo m¨¢s extraordinario de Enric Marco, aparte de su vitalidad milagrosa y su inigualable capacidad histri¨®nica, es que se trata de un hombre radicalmente normal y a la vez radicalmente excepcional. Es radicalmente normal no s¨®lo porque a lo largo de su dilatada vida haya estado siempre donde estaba la mayor¨ªa, sino tambi¨¦n porque es lo que somos todos; y es radicalmente excepcional porque es lo que somos todos pero lo es a lo grande, de una forma exagerada, m¨¢s potente, m¨¢s intensa y m¨¢s palmaria que nadie que yo conozca o de quien haya tenido noticia, como si fuera lo que todos somos pero iluminado por una monstruosa lente de aumento que nos permitiera vernos en ¨¦l, monstruosamente. De eso habla El impostor: no de lo que es Marco sino de lo que somos todos, o de lo que somos todos reflejados en el espejo deformante y alucinado de su historia; de esa verdad universal trata El impostor: de nuestro desesperado y humillante deseo de ser a toda costa aceptados, queridos y admirados, de nuestra absoluto rechazo a reconocernos tal y como somos y de nuestra invenci¨®n permanente de una vida paralela, ficticia y halagadora, capaz de volvernos soportable la vida real, de nuestro conformismo y nuestros embustes, de nuestra insaciable capacidad de decir S¨ª y nuestra eterna y cobarde incapacidad de decir No, de nuestra hambre feroz de ficci¨®n y nuestro doloroso imperativo de realidad, de los montones de mentiras colectivas que nos hemos contado y nos seguimos contando a diario en este pa¨ªs (mentiras sobre la guerra y la posguerra, sobre el franquismo y el antifranquismo, sobre la Transici¨®n, la democracia actual y la llamada memoria hist¨®rica), del hecho incontestable de que todos representamos un papel, de que, igual que actores en un escenario, todos somos y no somos lo que somos, de que todos, de alg¨²n modo, somos Enric Marco. ¡°De te fabula narratur¡±, dice Horacio: la historia habla de ti. De eso trata en verdad El impostor: no de Enric Marco sino de m¨ª, que he escrito su historia; no de Enric Marco sino de quienes la lean, hip¨®critas lectores, mis semejantes, hermanos m¨ªos, y tambi¨¦n de quienes no la lean. El verdadero impostor de El impostor no es Enric Marco: es usted.
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