Los soldados discretos
Durante los a?os del apartheid, el escritor John Maxwell Coetzee se libr¨® de la censura por ser demasiado inteligente
Durante los a?os del apartheid, el escritor John Maxwell Coetzee se libr¨® de la censura con un argumento demoledor: era demasiado inteligente.
El informe del Gobierno sudafricano sobre uno de sus libros dec¨ªa al pie de la letra:
¨CNo hace falta prohibirlo porque s¨®lo ser¨¢ le¨ªdo por gente de profesi¨®n literaria. Su obra carece de atractivo popular. Es s¨®lo para lectores sofisticados y entendidos de obras de arte. Su problema es universal y no se limita a Sud¨¢frica. El encuadre geogr¨¢fico e hist¨®rico (de la obra) vuelve aceptable (su publicaci¨®n). S¨®lo lo leer¨¢n los intelectuales.
El libro en cuesti¨®n era Esperando a los b¨¢rbaros, una feroz alegor¨ªa del sistema pol¨ªtico sudafricano que, gracias a ese informe, circul¨® por el pa¨ªs libremente. Los censores ten¨ªan raz¨®n. Coetzee era inteligente.
Modiano se dedic¨® a escribir sobre las culpas, las individuales y las de Francia, con especial ¨¦nfasis en el peso de la II Guerra Mundial
Conoc¨ª a Coetzee ¨CCot-z¨ªa-a se presenta ¨¦l¨C en agosto de este a?o, en la feria Ulibro de Bucaramanga, Colombia. Es un setent¨®n discreto de modales exquisitos y barba blanca perfectamente recortada. Tuvo problemas con Estados Unidos por oponerse a la guerra en Vietnam. Y logr¨® convertirse en el sudafricano m¨¢s impopular al nacionalizarse australiano. Pero en Bucaramanga, hablando de tenis y de bicicletas, parec¨ªa no haberse enfadado nunca.
Entre los actos feriales, el Nobel present¨® la edici¨®n de su biblio?teca personal ¨Ceditorial El Hilo de Ariadna¨C en entrevista con el ?laureado escritor colombiano Juan Gabriel V¨¢squez. Coetzee result¨® el entrevistado m¨¢s dif¨ªcil del mundo. Las preguntas m¨¢s obvias le suscitaban largas disertaciones anal¨ªticas. Parec¨ªa mentira que precisamente este cort¨¦s ap¨¢trida hubiese retratado con la mayor crudeza la violencia de Sud¨¢frica. La desgarradora escena de la violaci¨®n en Desgracia o la vulnerabilidad extrema de la Sra. Curren en La Edad de Hierro no combinaban con ese sobrio profesor. Los atroces despliegues de violencia contra los animales que pueblan sus p¨¢ginas parecen productos de una cabeza m¨¢s caliente.
Ese d¨ªa, sin embargo, Coetzee s¨ª demostr¨® pasi¨®n sobre un tema: los otros escritores. Habl¨® de Tolst¨®i, de Flaubert, de Nathaniel ?Hawthorne, editados en su biblioteca personal. De Dostoievski, al que hab¨ªa reinventado como personaje en El maestro de Petersburgo. De Borges, a quien admiti¨® admirar m¨¢s que ?a Garc¨ªa M¨¢rquez, porque hab¨ªa le¨ªdo al colombiano despu¨¦s que a su maestro Faulkner.
La inteligencia que burl¨® la censura vino de los libros. Coetzee solo contempla el mundo a trav¨¦s de ellos. Su mirada pone el dedo en las llagas de su pa¨ªs porque se ha nutrido con Heinrich von Kleist y Robert Musil. Con los mimbres de esos maestros de la ficci¨®n, ¨¦l ha tejido el retrato m¨¢s cr¨ªtico de su realidad.
El pr¨®ximo 10 de diciembre se entrega el nuevo Premio Nobel de Literatura, a Patrick Modiano, que tambi¨¦n puede presumir de que el Estado lo ignora. La ministra de Cultura Fleur Pellerin ha admitido en televisi¨®n que no ha le¨ªdo nada del premiado, y ha a?adido que lleva dos a?os sin leer ning¨²n libro, precisamente desde que es ministra de Cultura.
Mientras la ministra no lo le¨ªa, Modiano se dedic¨® a escribir sobre las culpas, las individuales y las de Francia, con especial ¨¦nfasis en el peso de la II Guerra Mundial en el subconsciente franc¨¦s. Sus novelas cortas y misteriosas como Barrio perdido, El horizonte o la Trilog¨ªa de la Ocupaci¨®n escarban en las cosas que su pa¨ªs intenta olvidar pero lleva dentro, como un tumor de la memoria.
Los grandes narradores son soldados discretos, que denuncian las sombras de sus sociedades con la ¨²nica arma de su inteligencia. A menudo, eso los enfrenta al poder. Pero en ciertos casos, el poder no es muy inteligente. Los Gobiernos ni se enteran de que estos escritores existen. A veces s¨ª los leen, pero no los entienden. Y por eso les permiten convertirse en los cl¨¢sicos de nuestro tiempo.
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