El arte feliz de Joana Vasconcelos
Es artista, mujer y portuguesa. Desde su estudio, colgado sobre el Tajo, idea obras de arte inmensas, divertidas y rompedoras que arrasan desde Par¨ªs hasta S?o Paulo. Formada en Espa?a, filtra a trav¨¦s de su imaginaci¨®n elementos corrientes de la vida diaria hasta convertirlos en gigantescos objetos de culto.
Cincuenta personas se mueven en silencio en una gigantesca nave junto a la desembocadura del Tajo en Lisboa. Hay dise?adores, m¨²sicos, costureras, inform¨¢ticos, pintores, arquitectos, ingenieros, blancos, negros y amarillos, j¨®venes, viejos, hombres y mujeres. Imposible adivinar qu¨¦ les une hasta que aparece su jefa, Joana Vasconcelos. Su obra descomunal, iconoclasta, rompedora en tama?os, materiales y tem¨¢tica conquista museos y galer¨ªas de los cinco continentes, arrastrando centenares de miles de visitantes. En su enorme taller de la ribera, esas 50 personas se encargan de poner forma a todo lo que brota por la mente de una portuguesa que ha conquistado el mundo con su atrevimiento.
¡°El que Portugal tenga un artista como yo es la demostraci¨®n de un pa¨ªs nuevo, del paso de una larga dictadura a una democracia¡±, cuenta. ¡°Yo soy un producto de ello. Nac¨ª en Par¨ªs, pero vine a Portugal con tres a?os. Hice toda la escuela en democracia. Si me exiliara, en parte, Portugal dejar¨ªa de tener esa imagen internacional¡±.
La producci¨®n de Vasconcelos se genera en este hangar que se ba?a con la luz plateada del Tajo, aunque la exhibici¨®n de sus obras, en un 95%, se realiza en el extranjero. ¡°Soy aceptada en mi pa¨ªs, porque me ven como la representaci¨®n de su tribu; otra cosa es la intelectualidad local de las artes pl¨¢sticas, pero eso ocurre siempre con lo m¨¢s cercano. No estoy cantando el fado, no me quejo¡±.
En Espa?a aprend¨ª a tener m¨¢s seguridad en m¨ª misma. A no tener miedo a ense?ar mi trabajo. El desarrollo de mi carrera empez¨® all¨ª¡±
¡°El coraje, la valent¨ªa para romper tab¨²es lo aprend¨ª en Espa?a. Los espa?oles tienen muchas m¨¢s ganas de vivir, ganas de demostrar lo que puedes hacer. Hay una fuerza en Espa?a que en Portugal existe, pero de otra forma. El espa?ol tiene un coraje que me encanta. En Espa?a aprend¨ª a tener m¨¢s seguridad en m¨ª misma; a no tener miedo a ense?ar mi trabajo. En Portugal me dec¨ªan ¡®?pero qu¨¦ est¨¢s haciendo?¡¯ Era un mundo cerrado, una mirada conservadora. El desarrollo de mi carrera empez¨® en Espa?a; sin Rosa Mart¨ªnez no habr¨ªa participado en la Bienal de Venecia en 2005, sin ella no ser¨ªa lo que soy hoy, no habr¨ªa llegado a Versalles. Yo, como artista portuguesa no ten¨ªa acceso internacional desde Portugal¡±.
Peinada y maquillada para la ocasi¨®n, Vasconcelos supervisa J¡¯Adore Miss Dior, piezas de un gigantesco lazo, incrustado de luces led, que pronto se expondr¨¢ en la Fundaci¨®n Dior. En otro lado se levanta su emblem¨¢tico coraz¨®n, no menos grande, realizado con cuchillos rojos de pl¨¢stico. Parece que a la escultora Vasconcelos el tama?o s¨ª le importa. ¡°La escala importa; pero en mi caso solo porque quiere decir algo. La escala es un proceso de traducci¨®n de un concepto a realidad. Yo tengo la idea para un tema y debo encontrar la tridimensionalidad que traduzca esa forma de pensar. Las cosas que me pasan por mi cabeza las traduzco en objetos y para ello hay que buscar los materiales. La escala aparece luego en ese proceso¡±.
?Y c¨®mo se llega a que Marilyn (2009), un zapato de tac¨®n, mida tres metros de alto por cuatro de largo? ¡°El reto era la idea: traducir la imagen de la mujer contempor¨¢nea, que juega a la vez varios papeles en la sociedad; madre, en el desayuno; empresaria, en el almuerzo, y a la noche, v¨ªstete para ir al teatro o a un c¨®ctel. Solo ahora se plantean tantos papeles a la vez en la mujer. Antiguamente ten¨ªa uno, luego dos. Ahora es frecuente tres en el mismo d¨ªa. ?C¨®mo hablar de esta complicaci¨®n de papeles? Bueno, la representamos con un zapato, est¨¢ claro; ?y el c¨®ctel?, con un tac¨®n de aguja; bien, me faltaba el ama de casa. El s¨ªmbolo era una cacerola. Pod¨ªa haber elegido una m¨¢s peque?a, pero eleg¨ª la que tiene un lenguaje universal, la del arroz, la que existe en todas las culturas. Y para exponer todo, el zapato alcanz¨® una dimensi¨®n gigantesca, pero si me pregunta cu¨¢ntas cacerolas tiene o cu¨¢nto mide el tac¨®n no lo s¨¦, no me interesa. Me preocupa si el objeto transmite la idea, si hay comunicaci¨®n con la gente que lo ve; una comunicaci¨®n f¨ªsica, que cuando te acerques al zapato pase algo; esa es mi preocupaci¨®n. No es el tama?o el que causa el impacto, a este se llega de otra forma: tocando en la cultura y en las preocupaciones de la gente. Eso no se hace con dimensiones, sino con emociones y con fisicalidad. Si me habla de escala, le dir¨¦ que no es la palabra, que es la fisicalidad. La comunicaci¨®n de los cuerpos es a trav¨¦s de las emociones. No es, ok, t¨² est¨¢s aqu¨ª delante y t¨² all¨ª; t¨² eres una pintura y yo te miro y no pasa nada. Por eso me interesa m¨¢s la escultura que la pintura¡±.
Por un momento Vasconcelos decide sentarse en su despacho, cuajado de objetos kitsch, de referencias a su obra pasada o futura. Sigue hablando, pero a la vez dibuja en un cuaderno arabescos en diversas tintas. Detr¨¢s se acumulan los anuarios de su febril actividad. Ha cumplido los 43 y ya lleva m¨¢s de 22 en la carrera.
Y son 13 los a?os de A noiva (la novia), una enorme l¨¢mpara donde los tradicionales cristales de Murano fueron sustituidos por tampones, uno de esos objetos cotidianos de los que ni se habla ni, menos a¨²n, se muestran en p¨²blico. ¡°Tuvo mucho que ver con la boda de una amiga que hab¨ªa decidido casarse de blanco¡±, recuerda la escultora. ¡°Me choc¨®. El vestido blanco, la perfecci¨®n, la virginidad; ese d¨ªa, la mujer se vuelve un objeto. Su vestido es iconogr¨¢fico, una realidad idealizada por todos, la de la perfecci¨®n. Es curioso, porque la perfecci¨®n no existe y, adem¨¢s, el blanco es la pureza, la virginidad, y la mayor¨ªa no es virgen el d¨ªa de su boda. Al hombre le encanta que la mujer est¨¦ perfecta ese d¨ªa. Hay un choque entre la realidad y la imagen que se crea de una perfecci¨®n abstracta inexistente. Es la dificultad de aceptar a la mujer como es hoy. Se mantiene la tradici¨®n. A noiva representa la contradicci¨®n entre la mujer tradicional y la contempor¨¢nea, que vive la sexualidad de otra manera. La l¨¢mpara es la tradici¨®n de la casa, del lujo europeo, de la virginidad. Yo hablo mucho de esta contradicci¨®n de contemporaneidad y pasado; mujer y hombre, de la dualidad, muy com¨²n a los portugueses. Es al final, yo lo veo as¨ª, muy po¨¦tico, muy desa?sosiego, muy Pessoa en ese sentido¡±.
Uno hubiera esperado en este tiempo la parejita, El novio, una l¨¢mpara igual, pero a base de condones. ¡°No es necesaria¡±, se despacha la creadora. ¡°No estamos en un momento en que se cuestiona al hombre. Se cuestiona a la mujer, la presencia de la mujer en la sociedad. Esa es la cuesti¨®n, d¨®nde va, c¨®mo va a compatibilizar su rol familiar, c¨®mo est¨¢ la mujer europea, c¨®mo va a ser el futuro, la natalidad. Hay muchos temas que est¨¢n directamente conectados con la presencia activa de la mujer en la sociedad¡±.
Oy¨¦ndola, y vi¨¦ndola moverse con su t¨²nica negra hasta los pies, parece la Juana de Arco del feminismo¡ ¡°Rechazo el feminismo de las cuotas. El feminismo de los setenta fue muy importante en su momento, pero no me veo una feminista de los setenta; me inclino por los derechos humanos. La mujer ha de conseguir los mismos derechos que los hombres, por ese lado s¨ª soy feminista. La condici¨®n femenina hoy todav¨ªa no est¨¢ al mismo nivel que la del hombre. Hay muchas mujeres en el mundo que no tienen las mismas condiciones de vida que yo, y por eso no tienen las mismas condiciones humanas. Los derechos humanos est¨¢n por encima del feminismo y de las cuotas de puestos. El d¨ªa de la final del Mundial de f¨²tbol ve¨ªa a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, entregando la Copa a Angela Merkel, la canciller de Alemania. Bueno, me dije, el mundo est¨¢ cambiando. Mujeres muy diferentes, zonas del mundo muy diferentes, grandes potencias dirigidas por mujeres. Es decir, que las mujeres llegan al poder. La mujer ya tiene su lugar, pero hay aspectos de los derechos humanos que todav¨ªa no llegan a la mujer, que siguen estando muy mal, incluso en nuestros pa¨ªses desarrollados¡±.
En la final del mundial de f¨²tbol ve¨ªa a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dando la copa a Angela Merkel, y me?dije: ¡®El mundo?est¨¢ cambiando¡±
Lo sufri¨® ella misma con su obra Burka (2002), un amasijo de telas con la prenda-c¨¢rcel, que se eleva con una gr¨²a y que cae abruptamente contra el suelo. Probablemente su obra m¨¢s cruda. ¡°Parad¨®jicamente, Burka fue censurada en Versalles. Llegas a Par¨ªs, la Revoluci¨®n Francesa, libert¨¦, egalit¨¦, fraternit¨¦, la gran exposici¨®n de tu vida y una mujer, la comisaria, decide prohibir su exhibici¨®n. Te das cuenta de que hay todav¨ªa muchas conquistas por delante entre nosotros¡±.
No es el caso de Burka, pero s¨ª de muchas obras suyas, como Lilicoptere (2012), el helic¨®ptero emplumado de rosa; o Piano Dentelle (2011), el piano forrado de croch¨¦ de la pata a la cola; o con Carmen (2001), la l¨¢mpara gigantesca realizada con pendientes de andaluza; ante ellas, y otras muchas, la gente sonr¨ªe al contemplarlas. ¡°No me molesta en absoluto, al contrario, me encanta. Me llena de orgullo. La sonrisa es el placer de la vida. Cuando la gente entra y hace ¡®?guauuu!, ?qu¨¦ divertido!¡¯, para m¨ª es lo m¨¢ximo; es lo que quiero yo, que la gente ame la vida, pero que a la vez se plantee cosas. Que el arte tenga que ser aburrido y abstracto, siempre demostrando la insignificancia del espectador, esa idea elitista de que el arte solo lo deben entender algunos, lo veo muy anticuado. La cultura es mucho m¨¢s grande y diversificada que antes. No tiene sentido que el arte est¨¦ al alcance solo de algunos. Los museos est¨¢n hechos para que el ciudadano vea las obras. Si el arte no comunica con el p¨²blico no est¨¢ ejerciendo su misi¨®n¡±.
Mill¨®n y medio de personas visitaron su exposici¨®n en el Palacio de Versalles (2012). La realizada en el lisboeta palacio de Ajuda (2013) atrajo a 270.000 personas, cuatro veces m¨¢s que la m¨¢s popular en la historia de Portugal. Este a?o, en Manchester, se repiti¨® el ¨¦xito. Su popularidad casa poco con los c¨¢nones art¨ªsticos. ¡°Hay un prejuicio intelectual. Si t¨² eres un superventas, no tienes calidad, no eres intelectualidad. Pero hay una cuesti¨®n b¨¢sica: t¨² tienes que comunicar, si no para qu¨¦ expones en un museo. El otro d¨ªa, un comisario me comentaba que ¨¦l solo organiza exposiciones de 20.000 visitas, porque las de 100.000 no le interesan. Yo nunca hab¨ªa valorado el arte as¨ª. Yo hab¨ªa pensado en buenos y malos artistas, pero no sab¨ªa que hubiera un l¨ªmite de p¨²blico para ser un gran artista; a medida que aumenta, decae tu calidad. Es importante tener visitantes. Yo consigo la sonrisa, la reacci¨®n de la gente ante mi obra, y despu¨¦s del ?guau!, si la gente tiene un poco m¨¢s de tiempo para pensar, mejor. Yo consigo comunicar, pasar mis preocupaciones, mis obsesiones, mi estado de esp¨ªritu. La gente con mi obra piensa, y con ello puede haber una transformaci¨®n del mundo. Yo ayudo con mis cosas a comunicar para que todos cambiemos para algo mejor; pero sin hacer algo no hay transformaci¨®n; con n¨²meros, con m¨¢s visitantes, es m¨¢s posible el cambio¡±.
¡°Mis obras tienen dos tiempos¡±, contin¨²a Vasconcelos, a la que le solivianta el tema de la intelligentsia. ¡°La primera mirada: cuando la l¨¢mpara se ve de lejos, es una l¨¢mpara muy bonita; y una segunda mirada, cuando la gente se acerca, y ?oh!, no es de cristales sino de tampones. Las caras cambian del superguay a algo muy raro. Lo que empez¨® con una sonrisa, no sabes si seguir¨¢ con un lloro, si esconder¨¢n al ni?o, si dar¨¢n media vuelta¡ No saben qu¨¦ hacer. Ah¨ª empieza el pensamiento. Hay los que se quedan en la primera mirada, pero tambi¨¦n los que no. Veo mis piezas muy democr¨¢ticas. Si te quieres quedar en el primer flash, adelante, pero si quieres pensar m¨¢s, yo les doy la oportunidad, pero de una forma natural, agradable. No es el ¡®t¨² no entiendes nada, est¨²diate el folleto antes para que puedas ponerte a la altura de mi obra¡±.
En el piso de arriba, arquitectos e ingenieros calculan los problemas t¨¦cnicos de lo que imagina Vasconcelos. Las paredes est¨¢n llenas de planos, donde se disecciona la obra en f¨®rmulas matem¨¢ticas. Todos los c¨¢lculos para que no ocurra una cat¨¢strofe; con Blue Champagne, un candelabro de 10 metros de altura formado con 2.071 botellas, o c¨®mo colgar La Walkiria, un monstruo textil de 13 metros de largo por 6 de alto, en un palacio que no permite ni taladros ni berbiqu¨ªs. Paseando por los diferentes departamentos de la factor¨ªa de arte, resulta dif¨ªcil adivinar hacia d¨®nde va Vasconcelos. ¡°No lo s¨¦. No tengo una l¨ªnea conductora. La escultura tiene un estereotipo muy determinado, muy tradicional. Es un hombre, fuerte, grande, y trabaja un material duro, ll¨¢mese Rodin o Serra, con sus gigantescas obras de hierro. O madera, o piedra. Son los materiales cl¨¢sicos y el sexo es masculino. Cuando llega la mujer a la escultura, su mirada sobre los materiales es diferente¡±.
De los materiales nobles, como el hierro o el m¨¢rmol, Vasconcelos se ha precipitado a lo m¨¢s mundano, como el tendedero o la plancha. ¡°Tengo una identidad nueva, que poco tiene que ver con la ecuaci¨®n artista-material. El hombre es un escultor con un material que trabaja toda su vida. El hombre es un individuo pr¨¢ctico, t¨¦cnica-materia-hombre. La mujer no es as¨ª, hace muchas cosas al mismo tiempo, tiene una capacidad de mirada desde muchos ¨¢ngulos. Es una caracter¨ªstica femenina. Yo no tengo un material, tengo muchos materiales. No sigo como un hombre, todo muy claro y muy determinado y muy concreto. No tengo una l¨ªnea ¨²nica¡±.
En una sala, 12 personas trabajan con sus dedos y una aguja en turnos de ma?ana y tarde. En silencio, para no perder la concentraci¨®n, tejen punto de cruz de estilos y colores determinados por la Vasconcelos. Despu¨¦s forrar¨¢n leones, langostas o reproducciones de la Venus de Milo. Los objetos del hogar, del cuchillo de pl¨¢stico a la plancha o al punto de cruz son una constante en la obra de Vasconcelos. ¡°Yo soy mujer. Yo puedo hablar de lo dom¨¦stico. Es un conocimiento gen¨¦tico, hereditario de generaciones y generaciones de mujeres que a m¨ª me dan la posibilidad de, ok, yo conozco esto, pero tambi¨¦n puedo hacer algo m¨¢s. La descontextualidad de esos objetos solo la puede hacer una mujer. El hombre no los conoce. Hemos nacido sabiendo lavar s¨¢banas, fregar vajillas y quitar polvo a los muebles. Es un rito¡±.
Dos y media de la tarde, los empleados de Joana Vasconcelos recogen puntualmente la mesa plegable donde han almorzado mirando al Tajo. Una hora de descanso. Los inform¨¢ticos vuelven a sus bases de datos, los arquitectos a redise?ar Blue Champagne, los ingenieros a ingeniar c¨®mo colgar otra walkiria en otro palacio, los administrativos a controlar gastos y env¨ªos de obras a Turqu¨ªa, Corea o Singapur, las ¨¢giles manos de costureras a seguir con su punto de cruz para forrar vacas o lo que est¨¦ brotando ahora por la cabeza de la Vasconcelos que, en estos momentos, parece enfrascada en supervisar cada nota musical de cada tecla de cada tel¨¦fono de su ¨²ltima obra, Call center, una gigantesca pistola, ¡°que simboliza el poder de la comunicaci¨®n, que controla nuestras vidas y nos est¨¢ matando¡±.
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