Tres tristes tigres
El r¨¦gimen cubano dividi¨® generaciones, destruy¨® relaciones, estrag¨® ideolog¨ªas y produjo lo que todos los exilios: dolor
Dec¨ªa estos d¨ªas atr¨¢s Soledad Gallego en su comentario de la SER, ante el desembarco cubano (y norteamericano) en la normalidad diplom¨¢tica, que medio siglo en la historia es apenas nada, pero en la vida de las personas es la vida entera. Lo ha sido, sin duda, en el caso de personas concretas, que vivieron la angustia y el dolor de Cuba en un exilio que hubiera sido distinto si las hostilidades que sufrieron no hubieran sido no s¨®lo hist¨®ricas, por tanto dram¨¢ticamente casuales, sino tambi¨¦n personales, dram¨¢ticamente personales.
Cuba no es un asunto cubano, ni norteamericano. Cuba pertenece, como asunto, y como problema, a varias generaciones de cubanos que vivieron dentro o fuera las sinrazones del r¨¦gimen que en primer lugar nos abri¨® la esperanza de un mundo nuevo (y de ¡°un hombre nuevo¡±) y luego cerr¨® las puertas de muy distintas maneras, algunas de ellas de una crueldad infinita, pues pusieron antes la autoridad que la raz¨®n. La decepci¨®n cubana (que unos defendieron como un logro y otros lamentaron, y sufrieron, como un fraude democr¨¢tico a la libertad que se hab¨ªa prometido) dividi¨® generaciones, destruy¨® relaciones personales, caus¨® estragos ideol¨®gicos, y produjo un exilio que tuvo diversos matices, pero que al fin produjo lo que todos los exilios expresan: dolor, triste dolor, gravedad de la ausencia, peso de la arbitrariedad.
Guillermo Cabrera Iinfante fallecido sin poder regresar a Cuba, sino con la memoria
Entre esos exiliados que para muchos de mi generaci¨®n (que es la generaci¨®n que vio entrar a Fidel en La Habana) significan todo el exilio, aunque el suyo fuera el primigenio, est¨¢n Guillermo Cabrera Infante y Miriam G¨®mez, su mujer, actriz en Cuba, que ahora sobrevive en Londres al autor de Tres tristes tigres, fallecido en la capital brit¨¢nica en 2005. Fallecido all¨ª, sin poder regresar, sino con la memoria, a La Habana, la ciudad a la que dedic¨® pr¨¢cticamente toda su obra.
Es evidente que esa herida del exilio lo acompa?¨® siempre, los acompa?¨®; hasta el ¨²ltimo suspiro del ¨²ltimo minuto, Cabrera Infante era un cubano, y esa cubanidad extrema, como su amor por el cine o por la m¨²sica, o por Miriam, fue el rastro y la ra¨ªz de su esencia. No pod¨ªa ser otra cosa, y no pudo ser otra cosa que un cubano; esa naturaleza est¨¢, como una culebra mansa bailando, en Tres tristes tigres, su gran obra alegre, y est¨¢, mansa tambi¨¦n pero entristecida, en La Habana para un infante difunto. Esta obra es un cuadro ins¨®lito de su coraz¨®n: la escribi¨® en Londres, con un mapa que Miriam conserva en la cocina de la casa: en medio del exilio y su vapor incomprensible, ¨¦l iba haciendo memoria, calle a calle, de todas las calles de La Habana, y la fue dibujando como quien la reconstruye para que nadie se la quite.
Cada vez que ocurre una noticia cubana, y esta lo es de gran magnitud, me viene a la memoria aquel hombre (con aquella mujer) reconstruyendo no s¨®lo la ciudad sino el humor, la tristeza de los tigres pero tambi¨¦n la alegr¨ªa de haber descrito para siempre el lugar al que ya parec¨ªa que jam¨¢s habr¨ªan de volver. Ese exilio pertinaz, que era de la tierra y del alma, fue el exilio de otros tambi¨¦n, como el de Eliseo Alberto, cuya melancol¨ªa atigrada creci¨® cuando el r¨¦gimen de Castro lo conmin¨® a escribir un informe contra sus padres y entonces ¨¦l escribi¨® el impresionante Informe contra m¨ª mismo que ahora se levanta no s¨®lo como una denuncia sino como un espejo roto. S¨ª, la noticia no es s¨®lo mundial. Es rabiosamente personal tambi¨¦n, pues evoca personas, una a una, anuladas durante mucho tiempo en un mundo que, de pronto, respira de otra forma despu¨¦s de haber respirado para ahogar a otros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.