Paul Preston: ¡°En Espa?a se ve al que discrepa como a un enemigo¡±
Ha escrito miles de p¨¢ginas sobre la Guerra Civil, la II Rep¨²blica y las vidas de personajes tan influyentes como el rey Juan Carlos y Santiago Carrillo. Como hispanista, cuando trabaja deja de lado sus ideas (se define como socialista de izquierdas) para guiarse por su olfato.
Paul Preston (Liverpool, Reino Unido, 1946) ha investigado tanto y acumula tal cantidad de documentos en su domicilio londinense ¨Csolo el garaje rebosa de cartas y documentos sobre la vida del Partido Comunista de Espa?a y Francisco Franco¨C que, a veces, para redactar un nuevo t¨ªtulo le basta con poner el foco en el tema. En 2011 se jubil¨® como profesor de la London School of Economics and Political Science porque la legislaci¨®n vigente as¨ª lo requer¨ªa. Sin embargo, lo volvieron a contratar para que siguiera como director del Centro Ca?ada Blanch para el Estudio de la Espa?a Contempor¨¢nea. Adem¨¢s dirige tesis, proyectos de investigaci¨®n y el programa de publicaciones del centro. Con todo, saca tiempo para realizar nuevas investigaciones. La prestigiosa universidad cuenta con una biblioteca de casi 5 millones de libros, de los cuales 7.000 t¨ªtulos hist¨®ricos se refieren a la historia de Espa?a. Hace unos meses descubri¨® que apenas hab¨ªa dedicado unas pocas p¨¢ginas al caos que se vivi¨® en los d¨ªas previos a la rendici¨®n de las tropas republicanas y decidi¨® meterse con la ¨²ltima batalla. Ahora acaba de llegar a las librer¨ªas El final de la guerra (Debate), una cr¨®nica desgarradora en torno al odio y las traiciones de los pol¨ªticos que dirig¨ªan el destino de la Rep¨²blica.
Preston llega puntual a la cita en la Facultad, ataviado con un traje negro, en el que brilla la Cruz de Isabel la Cat¨®lica prendida en el ojal de la americana, y unas deportivas oscuras. Paul Preston, una combinaci¨®n de caballero ingl¨¦s con un toque cheli, habla un espa?ol de Chamber¨ª con palabrotas que ajusta con rigor a las frases; coleccionista compulsivo de libros y discos, prefiere las coplas de Angelillo que las buler¨ªas de Camar¨®n, y como lector relee a Dickens y Gald¨®s. Su nuevo libro defiende que ¡°el golpe del coronel Casado contra Juan Negr¨ªn, en marzo de 1939, con las tropas franquistas sitiando Madrid, provoc¨® una cat¨¢strofe humanitaria¡±.
El final de la guerra provoca escalofr¨ªos. La imagen de socialistas y anarquistas deteniendo a comunistas con las tropas franquistas a las puertas de Madrid deja claro el caos que se vivi¨®. Desgraciadamente as¨ª suelen ser los momentos finales de los derrotados de las guerras civiles. En el caso espa?ol, la Rep¨²blica hab¨ªa sido abandonada por franceses e ingleses, en medio de unas condiciones espantosas de malnutrici¨®n y un sentimiento enorme de derrotismo. Pero lo que envenen¨® todo fue el odio general hacia los comunistas, aunque el libro refleja muchos odios diferentes y c¨®mo se enga?aban unos a otros.
Juli¨¢n Besteiro cre¨ªa que si la Rep¨²blica hubiera ganado la guerra, se habr¨ªa convertido en una dictadura comunista. Esa es otra de las chuminadas de Besteiro. Soy reacio a esas especulaciones del tipo ¡°qu¨¦ hubiera pasado si¡¡±, pero, bueno, vamos a jugar. La ¨²nica manera de que la Rep¨²blica hubiera ganado la guerra habr¨ªa sido si brit¨¢nicos y franceses le hubieran dado en 1936 sus derechos internacionales y hubieran impedido la ayuda alemana, en tal caso no habr¨ªa sido necesaria la ayuda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Bueno, al menos Besteiro aguant¨® en Madrid con la gente hasta la entrada de los nacionales. Hay muchos que salvan su reputaci¨®n con su muerte. Eso mismo se puede decir de Llu¨ªs Companys, al que su martirio le corona con una aureola de hero¨ªsmo y victimismo. Besteiro dec¨ªa que no le iba a pasar nada, cre¨ªa que el franquismo ser¨ªa mejor que la dictadura de Primo de Rivera. Su muerte fue tr¨¢gica, y sus errores, monumentales, y muri¨® por ello.
?Cree que la resistencia, como propon¨ªa Negr¨ªn, era posible tras la ca¨ªda de Barcelona, sin apenas aviones, con la flota fuera de Espa?a y con m¨¢s de 400 personas muriendo de hambre cada semana en un Madrid sitiado? Uffff, evidentemente la pregunta es muy acertada, pero ?lo que hizo Casado estuvo mejor? Sin haber preparado nada para la evacuaci¨®n de los civiles, habr¨ªa sido m¨¢s acertado resistir, pero vayamos a los hechos: Negr¨ªn basaba su estrategia en la confianza de que los problemas internacionales degeneraran en una guerra mundial y que Italia y Alemania lucharan contra Francia e Inglaterra. Cuando hablaba de resistencia numantina, lo que intentaba era ganar tiempo para organizar la salida de exiliados. Franco hab¨ªa ganado, pero a¨²n quedaba mucho por hacer.
¡°En Espa?a hay una tendencia a ver al que discrepa como enemigo¡±
Franco sab¨ªa que hab¨ªa ganado la guerra y su idea era que el que gana no negocia. Yo cuento la historia a base de juntar los hechos. Evidentemente Franco ten¨ªa la victoria asegurada, que no es lo mismo que decir que hab¨ªa ganado. En la zona que quedaba hab¨ªa todav¨ªa un gran ej¨¦rcito con un mill¨®n de hombres en armas y Negr¨ªn contaba con bazas para jugar. Franco no quiso negociar, pero tampoco se encontraba a principios de marzo en condiciones de lanzar una gran ofensiva.
Su visi¨®n de los pol¨ªticos en esos d¨ªas resulta bastante amarga: Aza?a ya estaba fuera del pa¨ªs y reclamaba su paga; el general Rojo, que tambi¨¦n se hab¨ªa puesto a salvo, ped¨ªa la rendici¨®n; las Cortes se hab¨ªan disuelto¡ Poca gente sale bien de esa historia, para m¨ª solo Negr¨ªn. Me ha llamado mucho la atenci¨®n que despu¨¦s fuera el ¨²nico que no hablaba mal de los dem¨¢s.
Pero su figura ha sido cuestionada por algunos historiadores, lo acusaban de haber vaciado las cajas del Banco de Espa?a. No fue as¨ª, el dinero que se hab¨ªa acumulado se gastaba en cuidar a los exiliados en Francia, luego en organizar los barcos a M¨¦xico y las inversiones que se hicieron para montar peque?os negocios. De todo ese dinero que se llev¨® a M¨¦xico se apoder¨® Prieto. La lucha entre la Junta de Ayuda a los Republicanos Espa?oles (JARE) y el Servicio de Evacuaci¨®n de los Refugiados Espa?oles (SERE) da como tema para otro libro. Negr¨ªn pudo vivir bien en el exilio porque proced¨ªa de una familia con dinero.
Usted dice que las acusaciones contra los comunistas sobre la confiscaci¨®n de objetos de valor tambi¨¦n se podr¨ªan aplicar a socialistas y anarquistas. Los aviones con el equipaje de los pol¨ªticos que abandonaban el pa¨ªs camino del exilio, incluido Negr¨ªn, iban tan cargados que amenazaban con no poder despegar. Es un tema muy dif¨ªcil de estudiar. Gente como Cipriano Mera termin¨® en un campo de concentraci¨®n, y la mayor¨ªa de los anarquistas y los obreros que salen no llevan nada; los pocos que pudieron escapar salen tras la ca¨ªda de Catalu?a, ese fue el gran exilio. Los otros¡ qu¨¦ dinero pod¨ªan llevar si el dinero republicano no val¨ªa nada. ?De qu¨¦ robos hablamos? De joyas y cosas as¨ª. Hay evidencias de que en el mes de marzo hubo muchos pol¨ªticos de todas las ideas que escapaban con maletas llenas de azafr¨¢n. Hab¨ªa que ser tonto para ignorar lo que iba a suponer la represi¨®n franquista.
Ya hab¨ªa noticias sobre lo que ocurr¨ªa en las ciudades que tomaban las tropas franquistas. Todas las grandes ciudades estaban llenas de refugiados que contaban lo que pasaba. Los que dec¨ªan que hab¨ªa que llegar a un acuerdo con Franco no deb¨ªan ni haber le¨ªdo los peri¨®dicos. Estaba la Ley de Represi¨®n Pol¨ªtica, y que cada vez que le preguntaban, Franco dec¨ªa que ten¨ªa un mill¨®n de personas en la lista. No se puede culpar a los que escaparon con lo que pod¨ªan porque si usted sabe que ma?ana llega a Madrid el Ej¨¦rcito Isl¨¢mico y se tiene que ir al exilio, se lleva lo que puede, estas cosas se deben enjuiciar desde el lado humano.
Paul Preston
Ahora que su pelo se ha vuelto blanco, el historiador brit¨¢nico contempla su imagen tomada en los a?os ochenta con cierta sorna: "Llevaba un flequillo a lo Beatles", cuenta en su despacho de la London School of Economics. Preston se gradu¨® en Historia por la Universidad de Oxford. Su primer viaje a Espa?a lo realiz¨® en los sesenta. Ha compaginado su carrera como profesor de Historia en la Universidad de Reading, en el Centro de Estudios Mediterr¨¢neos de Roma y en el Queen Mary College de la Universidad de Londres. Entre sus libros m¨¢s importantes sobre la historia reciente de Espa?a se cuentan sus biograf¨ªas Franco; Juan Carlos. El rey de un pueblo, y la de Santiago Carrillo, El zorro rojo.
Despu¨¦s de tantos a?os investigando nuestra historia ?qu¨¦ le ha aportado Los ¨²ltimos d¨ªas de la guerra? ?Much¨ªsimo! Al empezarlo me di cuenta de que, yo que he escrito tanto sobre la Guerra Civil, no hab¨ªa dedicado m¨¢s de dos o tres p¨¢ginas a c¨®mo fue el final. No sab¨ªa por qu¨¦ Negr¨ªn estaba en la oposici¨®n y este libro me ha dado una opini¨®n mucho m¨¢s favorable. Lo que el t¨ªo aguant¨®, trabajando d¨ªa y noche. Hubo tambi¨¦n an¨¦cdotas fascinantes como cuando descubr¨ª que el coronel Casado tuvo una amante en Londres. En las fotos que he encontrado cuando est¨¢ con ella parece David Niven, posa como una estrella de cine. Se le ve feliz y arrogante.
?Qu¨¦ va a hacer ahora? ?Una biograf¨ªa de Negr¨ªn? Ya hay cinco magn¨ªficas; las mejores, la de Enrique Moradiellos, que fue alumno m¨ªo, y la de Ricardo Miralles, y ambas son magn¨ªficas. Tambi¨¦n son interesantes las de Gabriel Jackson, Santiago ?lvarez y Joan Llarch. Me tienta porque mi gran pasi¨®n son las biograf¨ªas, lo que me engancha son los personajes, pero tengo dudas. No queda mucha gente a la que le interese ya este tipo de cuestiones. Mi pr¨®ximo libro se va a llamar La traici¨®n de un pueblo, que es una historia de Espa?a en el siglo XX, cuyas l¨ªneas b¨¢sicas son la incompetencia y la corrupci¨®n de la clase pol¨ªtica.
Muy actual. Choca la dignidad y el estoicismo que caracterizaron al espa?ol de los a?os treinta, soportando hambre y fr¨ªo, con el paisaje actual donde manda la corrupci¨®n. Me resisto a hacer generalizaciones sobre los habitantes de un pa¨ªs. Tampoco los brit¨¢nicos somos ahora como en los a?os treinta. A m¨ª me criaron mis abuelos, que hab¨ªan conocido la depresi¨®n y dos guerras mundiales; eran magn¨ªficas personas, pero ten¨ªan un nivel de austeridad muy fuerte porque conoc¨ªan el hambre y hab¨ªan pasado estrecheces. La prosperidad y la buena vida llegaron tarde a Espa?a para la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, pero ahora es lo mismo que aqu¨ª. Si llegasen a faltar las cosas a las que estamos acostumbrados, la reacci¨®n de la gente ser¨ªa muy diferente.
?Se atreve a hacer un retrato de los espa?oles? Muchos editores me han pedido que escriba un libro sobre los espa?oles y los siete pecados capitales, pero soy incapaz, quiz¨¢ por falta de talento o imaginaci¨®n, lo digo en serio. Encuentro las mismas cosas buenas y malas en los brit¨¢nicos que en los espa?oles, con diferencias perif¨¦ricas como los gustos de comer y beber, pero en el fondo lo que realmente cuenta, como el coraje y la lealtad, hay m¨¢s o menos el mismo abanico.
Con todo lo que nos ha pasado y seguimos sin entender que el discrepante tiene algo que decir. En Espa?a hay una tendencia a ver al que discrepa como enemigo y no tanto como persona con quien hay que debatir. Me considero socialista de izquierdas, pero cuando escribo soy historiador. Cuando investigu¨¦ para escribir El holocausto espa?ol denunciaba las atrocidades de los dos bandos, pero a veces noto en la historiograf¨ªa c¨®mo las tendencias de un lado o de otro descartan el trabajo de un historiador, tild¨¢ndolo de izquierdas por muy buena que sea su investigaci¨®n o viceversa. Lo percibo incluso con amigos de la profesi¨®n; si digo algo bueno de fulanito, enseguida me sueltan: ¡°Ese es un fascista¡±.
Por simplificar las cosas: si cuestionabas la actividad de Carrillo durante la Guerra Civil y su implicaci¨®n en la matanza de Paracuellos, te tildaban de ¡°facha¡±, pero si lo dice Preston, lo damos por bueno sin rechistar, incluso la izquierda. No, no tanto. Tiene cierta gracia porque a m¨ª no me van a acusar de facha, pero cuando sali¨® El zorro rojo hubo comentarios, incluido El Pa¨ªs y gente de izquierdas, que me acusaron de oportunista y de haberlo hecho por dinero. Supongo que ignoran lo que se gana con los libros. Escrib¨ª sobre Carrillo tras manejar la documentaci¨®n que hab¨ªa recopilado desde los a?os setenta y de haberle conocido personalmente. Al final, lo que sali¨® no era lo que yo esperaba. No empec¨¦ con la idea de cagarme en los muertos de Carrillo, en absoluto. Cuando escribo, voy donde me lleva mi nariz. Hubo cr¨ªticas que dec¨ªan que no era oportuno, pero yo soy un historiador, no un propagandista de un partido. En cambio la extrema derecha no dijo nada. Seguro que les gust¨® que alguien de cierta autoridad les diga que Carrillo estuvo involucrado en la matanza de Paracuellos. Si usted me dice que va a criticar a Felipe Gonz¨¢lez, no le voy a acusar de ser de la Secci¨®n Femenina de Falange; al contrario, le pedir¨¦ que me cuente.
La tendencia ahora es quejarse porque todo est¨¢ muy mal. Todos hacemos eso, pero es relativo. La gente tiene acceso a la televisi¨®n, y en Inglaterra mucha gente pobre vive gracias a los bancos de comida, los m¨¢s desfavorecidos se mantienen gracias a esos regalos, pero no es lo mismo aqu¨ª que un pueblo de Nigeria, hablamos de pa¨ªses civilizados. Sabemos que hay 50 personas en el mundo que tienen m¨¢s riqueza que toda la humanidad, y eso, por decirlo de una manera suave, me parece incorrecto; luego est¨¢n las cosas que han hecho los banqueros y no pasa nada. Antes habl¨¢bamos sobre si se pueden hacer comentarios sobre una u otra naci¨®n, y una de las cosas que tenemos en com¨²n ingleses y espa?oles es una tendencia a hablar mal de nosotros mismos; aqu¨ª tambi¨¦n nos quejamos porque todo es un desastre, porque hay cosas que son peores que antes de la crisis, como la salud p¨²blica, y supongo que pasa lo mismo en Espa?a.
?Qu¨¦ opina de c¨®mo hemos ido cambiando? Conoc¨ª Espa?a en los sesenta, iba en tren a M¨¢laga y el viaje duraba 14 horas. Ahora, por la vejez y la salud, no voy con mucha frecuencia, pero antes iba cada semana o dos veces al mes. Cuando empez¨® el gran boom hubo algo que me choc¨®; debi¨® de ser a mediados de los noventa cuando repar¨¦ en la cantidad de coches nuevos, gente que en Inglaterra no tendr¨ªa coche nuevo porque no tenemos esa obsesi¨®n por lo nuevo; su equivalente del mismo nivel en Inglaterra no tendr¨ªa un BMW de estreno ni una casa en la playa. Ahora que se ha colapsado todo, la gente tiene sensaci¨®n de vivir en la miseria, pero a m¨ª me extra?¨® mucho la diferencia entre la Espa?a que conoc¨ª en los sesenta y esa Espa?a del ¨²ltimo Mercedes y la segunda residencia. Muchos espa?oles me preguntan si tengo una casa en Espa?a y cuando les contesto que no, se sorprenden. Soy profesor de Universidad y aqu¨ª no se paga mucho a los profesores, no puedo permitirme ese lujo, en serio. Adem¨¢s, no s¨¦ si me gustar¨ªa.
Los ¨²ltimos 40 a?os han sido los mejores de nuestra historia. La Constituci¨®n de 1978 ha sido la ¨²nica consensuada. ?Cree posible un cambio de la Constituci¨®n apoyado por todas las fuerzas pol¨ªticas? Lo veo complicado, y m¨¢s tal como est¨¢ el tema catal¨¢n. Es como cuando le preguntas a un campesino por una direcci¨®n y te responde que ¨¦l no empezar¨ªa el viaje en ese punto. Pero no me gusta la idea de que se decide algo y ya no se puede cambiar jam¨¢s. Eso suena antidemocr¨¢tico. Los Parlamentos est¨¢n hechos para cambiar las leyes.
Para cambiar de registro, le sigue atrayendo la novela negra. Casi lo he dejado. Mi vena es la del coleccionista, y mi gran debilidad son los libros y los discos. Tengo una colecci¨®n de cl¨¢sicos que linda con lo obsceno; ahora ya no compro tanto. Mi mujer me dice que no voy a tener tiempo de escuchar todo, pero no puedo controlar esa furia de acumular con la intenci¨®n de o¨ªrlo en el futuro. Esa idea me persigui¨® durante mucho tiempo, pero hace cosa de dos o tres a?os me di cuenta de que no iba a releer nada de la colecci¨®n de novela negra. Empec¨¦ con Dickens y luego con Gald¨®s; ahora estoy atrapado en el siglo XIX con novelas maravillosas y especialmente inglesas. Hay tal avalancha de t¨ªtulos del g¨¦nero policiaco que no dar¨ªa abasto, aunque me encanta Lorenzo Silva y su sargento Bevilacqua.
Y las novelas sobre la Guerra Civil. Tengo un problema con la novela hist¨®rica; cuando se trata de una ¨¦poca, el novelista puede hacer cosas que el historiador, que trabaja a base de documentos, no puede. Mi tarea se desarrolla sobre el andamio de la pol¨ªtica, centrada en la gran historia; en cambio, el novelista puede reconstruir el ambiente de una ¨¦poca hasta un nivel donde no llega el historiador. Reconozco que me saca de quicio cuando el novelista mete en su historia personajes reales; si el tema versa sobre la Guerra Civil y aparece Negr¨ªn como personaje y empieza a hablar, como historiador se me ponen los pelos de punta porque no me lo creo. Palomas de guerra, uno de mis libros de los que m¨¢s orgulloso me siento, contiene una biograf¨ªa de Margarita Nelken. Me he zampado sus cartas, sus diarios, conozco a su familia, y si ella surge como personaje en una novela y empieza a decir cosas que no se corresponden, pues no me vale.
Le habr¨¢ pasado a menudo. Me pas¨®, incluso, con In¨¦s y la alegr¨ªa, de Almudena Grandes, que en algunas cosas es una novela fant¨¢stica, pero me chirr¨ªa su retrato de Jes¨²s Monz¨®n, al que refleja como un mujeriego. Siento que el personaje no era as¨ª: Monz¨®n fue para el PCE en el exilio lo que Negr¨ªn en la Rep¨²blica, un tipo de familia acomodada y de coraje tremendo que hab¨ªa abandonado todo por la causa y fue el que consigui¨® que los exiliados espa?oles militaran en la Resistencia francesa, un t¨ªo fant¨¢stico. Por eso prefiero no leer novelas de la Guerra Civil, aunque como excepci¨®n me chifl¨® una de Antonio Soler de har¨¢ unos veinte a?os: El nombre que ahora digo.
Y el flamenco, ?qu¨¦ lugar ocupa en su discograf¨ªa? No compro novedades porque el flamenco que me gusta es la Ni?a de los Peines, T¨ªa Anica La Piri?aca¡ Angelillo me vuelve loco, pero de los m¨¢s modernos como Camar¨®n no soy tan fan¨¢tico. No fardo de saber nada del g¨¦nero, tengo una secci¨®n, como la tengo del fado y del tango, porque tambi¨¦n me considero gardeliano, aunque en general soy m¨¢s de m¨²sica cl¨¢sica.
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