Valor y osad¨ªa para el nuevo a?o
Millones de familias sue?an con tener una casa y ser respetadas en su dignidad. Para que su deseo se haga realidad hay que creer en la econom¨ªa solidaria y orientar la pol¨ªtica a trav¨¦s de una sociedad civil organizada
"Lo ¨²nico que quer¨ªa era una casita para quedarme con mis hijos". Ese era el deseo manifestado por Rosa, una joven de 28 a?os y madre de tres hijos, que hace ocho meses ocupaba un antiguo hotel de lujo, abandonado hace m¨¢s de 11 a?os en una gran ciudad brasile?a. Con la voz atrapada en la garganta y con una mirada que transmit¨ªa indignaci¨®n y tristeza, Rosa cont¨® que su familia, como muchas otras, fue obligada a salir de la granja en la que viv¨ªan despu¨¦s de que los grandes propietarios tomasen las tierras para cultivar ca?a de az¨²car, destinada a la producci¨®n de biocombustibles. Cuando lleg¨® a la ciudad, empez¨® a trabajar como asistenta por 30 reales (algo menos de 10 euros) al d¨ªa. Aun lavando ropa los fines de semana el dinero era insuficiente para pagar la habitaci¨®n de cuatro metros cuadrados en un barrio de chabolas y, a la vez, pagar por la comida.
"Empec¨¦ a participar del Movimiento por la Vivienda para ver si consigo una casita para mis hijos. Pero mire, doctora", me dec¨ªa, "?sufrimos muchas humillaciones! Este edificio, que hoy es del Gobierno, llevaba 11 a?os cerrado. Estaba sucio y abandonado. Llegamos aqu¨ª, lo limpiamos todo; no hay desorden. Cada familia ocupa una habitaci¨®n. Nos organizamos para limpiar las zonas comunes y nos reunimos en el mayor de los salones para discutir formas de llegar a un acuerdo de financiaci¨®n con el Gobierno que podamos pagar. Pero nos tratan como a criminales. Durante la madrugada, la polic¨ªa entr¨® y nos dijo, sin presentar ninguna documentaci¨®n, que ten¨ªamos que salir. Entraron en las habitaciones, rompieron nuestras cosas, nos llamaban 'vagabundos' delante de nuestros hijos y encima aporreaban y amenazaban con disparar a quien osase pedir respeto".
La historia de Rosa se repite en la vida de millones de familias en Brasil y en muchos otros pa¨ªses. Pese a los avances tecnol¨®gicos, el creciente n¨²mero de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo econ¨®mico y las convenciones y tratados de derechos humanos, varios estudios hacen notar que la desigualdad econ¨®mica y social ha crecido en todo el mundo.
?C¨®mo le explicamos a Rosa que, pese a su situaci¨®n, el pa¨ªs en el que vive est¨¢ entre las primeras potencias econ¨®micas del mundo, un pa¨ªs en donde desde hace casi 30 a?os sus ciudadanos y ciudadanas viven bajo un r¨¦gimen democr¨¢tico y en el que el derecho a la vivienda est¨¢ asegurado por los tratados internacionales de derechos humanos firmados y ratificados por su propio Gobierno?
Pese a los avances tecnol¨®gicos, el creciente n¨²mero de pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo econ¨®mico y las convenciones y tratados de derechos humanos, la desigualdad econ¨®mica y social ha crecido en todo el mundo
Rosa perdi¨® a un hijo por no poder acceder a un tratamiento m¨¦dico, no tiene casa, y es tratada como una criminal por el simple hecho de luchar por su derecho a la vivienda. Adem¨¢s, Rosa sabe que, en su cordial pa¨ªs, cada a?o m¨¢s de 50.000 personas mueren v¨ªctimas de homicidio. Tambi¨¦n perdi¨® a uno de sus hermanos, ejecutado por la polic¨ªa. Asimismo, sabe que otros l¨ªderes comunitarios que, como ella, luchan por una vivienda o por el derecho de trabajar la tierra, han sido amenazados de muerte, detenidos y asesinados sin recibir justicia alguna. Solo quiere una casita para vivir con sus hijos.
?C¨®mo le explicamos a Rosa que el diputado al que ayud¨® a salir elegido, cumpliendo con su papel de ciudadana, ir¨¢ a usar su posici¨®n para defender los intereses de las empresas que financiaron su campa?a electoral, olvid¨¢ndose del bien com¨²n de la sociedad? ?C¨®mo explicamos que cantidades enormes de dinero p¨²blico destinado a la sanidad, la educaci¨®n, vivienda y seguridad se pierden en los desag¨¹es de la corrupci¨®n?
Puede que sea la hora de tener una conversaci¨®n algo m¨¢s seria y decir a Rosa que para que pueda ver hecho realidad su deseo de una vivienda para sus hijos hay una deconstrucci¨®n que hacer. Debemos darnos cuenta que la democracia y los derechos humanos son incompatibles con el sistema capitalista y las pol¨ªticas neoliberales. Ese sistema no se sostiene sin la explotaci¨®n de los trabajadores y sin la concentraci¨®n de la renta. En ese sistema, la democracia es una mentira y los derechos humanos no pasan de ser una utop¨ªa. Las instituciones p¨²blicas acaban sirviendo a los intereses de las grandes corporaciones que financian las campa?as pol¨ªticas. La verdadera democracia solo es posible si es capaz de asegurar la inclusi¨®n social y econ¨®mica.
Hace falta valor y osad¨ªa para romper con las trampas de las pol¨ªticas neoliberales que se presentan con la cara del consumismo, de la manipulaci¨®n de los medios, de la reducci¨®n del Estado y de las privatizaciones. Hay que creer en los proyectos de econom¨ªa solidaria y alternativa, en los medios de comunicaci¨®n libres y democr¨¢ticos y orientar la pol¨ªtica a trav¨¦s de las demandas de los movimientos sociales y de la sociedad civil organizada. Es el camino para que el deseo de Rosa y de millones de familias de tener una casa para vivir y ser respetados en su dignidad pueda hacerse realidad.
Vald¨ºnia Aparecida Paulino Lanfranchi es una activista defensora de los Derechos Humanos en Brasil.
Traducci¨®n de Thiago Ferrer.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.