De caciques y vodka

Ignorante de m¨ª. Cuando alguien me comenta con entusiasmo que se estrena la ¨²ltima pel¨ªcula del director ruso Andrey Zvyagintsev, titulada Leviat¨¢n, lo primero que imagino, y con cierto inter¨¦s, es que puede tratarse de la adaptaci¨®n de una novela de Paul Auster que me gust¨® mucho. No es as¨ª, pero mi interlocutor se escandaliza ligeramente de que no conozca a este ilustre director, cuyo cine, al parecer, es leg¨ªtimo y brillante heredero del que hac¨ªa Andrei Tarkovski. Y me digo: mal empezamos. Ya que nunca he sintonizado con la obra del intocable maestro (aseguran) Tarkovski. Pero pod¨ªa ser peor. Por ejemplo, que me informaran de que su cine se parece al del dormitivo Sokurov.

Refrescan mi imperdonable olvido. Zvyagintsev es el autor de El regreso, que gan¨® el Le¨®n de Oro en Venecia. Tambi¨¦n de Elena, premio especial del jurado de Una cierta mirada en Cannes. Y efectivamente, las he visto en esos festivales, pero la huella que dejaron en mi retina y en mis sentimientos no debe de ser muy profunda, ya que me cuesta recordar su argumento. Me ocurre frecuentemente con una parte notable del cine festivalero. Problemas de la senectud, podr¨ªa ser mi justificaci¨®n, pero como no puedo mentirme a m¨ª mismo en cuestiones de gustos cinematogr¨¢ficos, s¨¦ que no se trata de eso. Se trata, simplemente, de que vi esas pel¨ªculas hace a?os y las olvid¨¦ inmediatamente.

Y me esfuerzo en Leviat¨¢n para captar esencias de Zvyagintsev que no haya percibido antes. En vano. Comienza y termina con im¨¢genes fijas de un paisaje ¨¢rido, cercano a la desolaci¨®n. Y en medio, una historia que habla de los males en la nueva Rusia. O sea, los de siempre, el caciquismo, la injusticia y la corrupci¨®n, algo que debi¨® de imperar con los zares y con Stalin, con Yeltsin y con Putin. Describe las desesperadas reclamaciones en un pueblo de un hombre tozudo al que van a despojar de la casa familiar con fines especulativos, apoyado en su lucha legal por un abogado de Mosc¨². Pretende hacerlo el alcalde, un tipo envilecido y sanguinario, alguien que utiliza la violencia como un se?or feudal cuando alg¨²n s¨²bdito se queja, se rebela o reclama sus ut¨®picos derechos. Muestra el cord¨®n umbilical que mantienen la pol¨ªtica y la iglesia defendiendo sus comunes intereses, perpetuando la infamia y cerrando las bocas disidentes.

Todo ello acompa?ado de un tri¨¢ngulo m¨¢s tortuoso que sentimental y no muy bien explicado, entre el alcoholizado protagonista (aunque lo cierto es que en ese pueblo todos los adultos trasiegan vodka en cada plano, con las l¨®gicas consecuencias), la mujer con la que vive y el amigo abogado.

Se supone que la creaci¨®n de clima es fundamental para transmitir ese ambiente atemorizado y depresivo. Y percibes esa atm¨®sfera turbia, pero el relato me parece que est¨¢ de forma m¨¢s plana que inquietante. El cine de este director sigue sin dejarme huella.