Villa de Leyva, el pueblo que cabe en su propia plaza
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Llevo desde el viernes pasado en Colombia, un pa¨ªs que conozco bien pero al que no me canso de venir porque siempre queda algo por descubrir.
Hoy por ejemplo he estado en Villa de Leyva, uno de los pueblos coloniales m¨¢s bonitos de Colombia. Podr¨ªa decir que lo m¨¢s sorprendente de Villa de Leyva es la armon¨ªa del conjunto arquitect¨®nico: todas las casas son de estilo colonial, con sus muros enjalbegados y sus ventanas y balcones pintados de verde. Ni un solo ladrillo desentona en este pueblo-patrimonio. Pero no.
Lo que m¨¢s me ha llamado la atenci¨®n de Villa de Leyva es su plaza principal, que m¨¢s que plaza es un oc¨¦ano de adoquines constre?ido entre los peque?os acantilados blancos de las casitas que lo rodean. La plaza es sencillamente inmensa, desproporcionada, la m¨¢s grande de Colombia y podr¨ªa afirmar sin lugar a dudas que la m¨¢s grande tambi¨¦n de cualquier otro pueblo del mundo que tenga solo 15.000 habitantes.Los pones a todos a la vez en este espacio sin fin y no ocupan ni una cuarta parte de la superficie. Un mal lugar para convocar manifestaciones de adhesi¨®n a causa alguna.
Lo curioso es que semejantes proporciones contrastan con la escasa monumentalidad de los edificios circundantes. Un espacio as¨ª parece destinado a realzar la magnificencia de una gran catedral barroca, de un despampanante palacio arzobispal o de la blasonada y pretenciosa casa del gobernador de turno. Sin embargo, lo que rodea a la plaza mayor de Villa de Leyva es un humilde y delicioso conjunto de peque?as casitas encaladas con alegres y desgastados balcones de madera donde anta?o se asomar¨ªan las mozas casaderas y hoy lo hacen los turistas, porque casi todos ellos han sido transformados en restaurantes.
Hasta la iglesia parroquial que ¨Ccomo en todos los pueblos del mundo- preside el par¨¢metro central de la plaza, parece m¨¢s una ermita de monta?a que un templo catedralicio.Pero en eso radica la belleza de esta plaza de Villa de Leyva: en su sencillez y en su uniformidad. Menos es m¨¢s; ya lo profetiz¨® el gran Van der Rohe.
Por la noche, la plaza adopta otras formas y colores. Los dinteles de ventanas y puertas quedan delineados por cordones de led que le dan una apariencia de casitas de cuento. De los bares y tabernas sale m¨²sica en vivo y algarab¨ªa de gente joven. Ir de un extremo a otro a pie sobrado de copas es m¨¢s peligroso que hacerlo en coche, porque el riesgo de caerte al abismo que queda entre los enormes adoquines de canto rodado es m¨¢s probable que el de que te pillen en un control de alcoholemia. Villa de Leyva no es un lugar para ir con zapatos de tac¨®n de aguja ni con problemas de equilibrio.
Si ven¨ªs a Villa de Leyva no dej¨¦is de comer en el Mercado Municipal, que no es una plaza de abastos sino un restaurante en una bella casa colonial especializado en barbacoas y en comida sana. Trabajan solo con productores locales para garantizar la idoneidad de sus materias primas y que los beneficios repercutan en las peque?as empresas del vecindario. Su lema me gust¨® tanto: ¡°Piensa global, come local¡±, que le hice caso y me zamp¨¦ una barbacoa de cordero aut¨®ctono que a¨²n la tengo grabada en las papilas gustativas.
El casco hist¨®rico se ve en una ma?ana, as¨ª que os recomiendo planear tambi¨¦n alguna excursi¨®n por los alrededores, como un paseo a caballo de dos horas hasta los Pozos Azules (yo los vi verdes; pero no quiero crear un conflicto internacional por semejante minucia) o una visita a la vecina R¨¢quira (40 minutos), el pueblo de los alfareros, donde pod¨¦is comprarle una virgen ¡°Otilia¡± a Rosa Mar¨ªa Jerez, una de las artistas del barro m¨¢s cotizadas del pueblo.
Para dormir en Villa de Leyva (Colombia)
Dos buenos alojamientos son el hotel Duruelo y la Posada de San Antonio
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