?Qui¨¦nes son los banghis?
Si buscamos la palabra bangui en internet comprobaremos que apenas aparecen referencias a esta expresi¨®n vejatoria. Resulta ilustrativo, siendo como es de uso tan com¨²n y frecuente en la India. De hecho, en Espa?a apenas sabemos a qu¨¦ hace referencia esta palabra maldita, que incluso se emplea como insulto, lo cual sirve para hacernos una idea de la invisibilidad a la que est¨¢n sometidas sus v¨ªctimas.
Como hijo de emigrantes indios, a menudo he tenido la posibilidad de conocer de primera mano a estas personas y asistir con estupor al desprecio al que se ven sometidas por parte de la sociedad india.
Lo cierto es que la palabra banghi alude a una profesi¨®n. En Occidente, se emplean eufemismos como carro?eros manuales para hacer referencia a este trabajo de mierda, literalmente hablando, pues eso son: recogedores de excrementos. Una condena de por vida a la que est¨¢n sometidos millones de dalits o intocables, que al estar fuera del sistema hinduista de castas, se ven obligados a cubrir trabajos marginales como el de curtidores del cuero -?conocidos como chamar-, jornaleros sin tierra, artesanos callejeros, artistas populares, lavanderos de ropa -conocidos como dhopis- y principalmente, poceros manuales de excrementos ¨C conocidos como banghis-.
?En qu¨¦ consiste la profesi¨®n? Los dalit introducen las manos en las letrinas secas y recogen los excrementos ayudados de un cuenco o una esp¨¢tula met¨¢lica, sin guantes o normas de prevenci¨®n sanitaria, para luego trasladar la materia fecal en canastas hasta zonas deshabitadas, donde los deshechos ser¨¢n devorados por las aves, perros callejeros o cerdos salvajes. La extrema pobreza les obliga a pisar las fosas s¨¦pticas con los pies descalzos, cubri¨¦ndose levemente la nariz con su propia vestimenta para soportar el hedor. Se calcula que cada d¨ªa m¨¢s de un mill¨®n de personas en India ejercen esta denigrante labor, y como siempre, las mujeres suelen ser las m¨¢s desfavorecidas en estas cuestiones.
?Cu¨¢nto les pagan por ello? Nada. En la mayor¨ªa de los casos reciben alguna prenda usada, cobijo, sobras de comida o una o dos chapatis que les tiran al suelo como a perros, para no tener contacto con ellos. En otros casos les prometen 100 o 150 rupias al mes (2,10 euros) que demoran de forma ladina. Incluso percibiendo un salario exiguo reciben el desprecio y la burla de la gente.
Entonces, ?por qu¨¦ ejercen esta labor? Porque est¨¢n obligados por su condici¨®n social y econ¨®mica. No tienen escapatoria. El estigma de ser intocables les dificulta el acceso a nuevos puestos de trabajo, padecen el rechazo de la comunidad, reciben amenazas por parte de las familias a las que sirven, adem¨¢s de la incomprensi¨®n de la polic¨ªa y los gobiernos locales ante los que denuncian los casos de acoso y violencia. La indiferencia de los medios y la complicidad de los funcionarios los avocan a la indefensi¨®n y la servidumbre. Es una injusticia hereditaria, igual que la monarqu¨ªa: solo por haber nacido dalit habr¨¢n de recoger toda su vida los excrementos de castas superiores.
?Por qu¨¦ el Gobierno central no hace nada para evitarlo? Lo hace. En teor¨ªa, el sistema de castas fue oficialmente abolido por la ley constitucional india de 1950. En 1955 se promulg¨® La Ley de Protecci¨®n de los Derechos Civiles para derogar la pr¨¢ctica de la intocabilidad y las discapacidades sociales que surgen contra los miembros de las castas desfavorecidas. Asimismo, el Gobierno dividi¨® en parcelas los territorios confiscados a los maharaj¨¢s y los concedi¨® a los dalit, con la prohibici¨®n de que pudiesen venderlos, como forma de asegurarles sustento e independencia.
En 1993, se estableci¨® la prohibici¨®n de emplear poceros manuales, tambi¨¦n la construcci¨®n o continuaci¨®n de letrinas sin cisterna ni sellado. En 2013 y 2014, la Corte Suprema aument¨® las penas existentes adem¨¢s de ofrecer programas de ayuda y rehabilitaci¨®n a los dalit. Sin embargo, nada de ello ha resultado suficiente.
El verano pasado, una antigua vecina de Kawar Nagar (Jaipur) y hoy emigrante india en Espa?a, me explicaba que hab¨ªa conocido a tres generaciones de banghianis: Kamla, Maya y Niru. Tres mujeres sin voz en una India arcaica y reaccionaria. La primera falleci¨® prematuramente. Su hija Maya, trabaj¨® varios a?os para la familia hasta que enferm¨® de tuberculosis. No ten¨ªa dinero para sobrevivir, por lo que un d¨ªa se acerc¨® a la due?a de la casa y le rog¨® 500 rupias para comprar los medicamentos. ?C¨®mo fiarle? La se?ora apenas contaba con 30 rupias mensuales para pagar los gastos de la casa, adem¨¢s tem¨ªa pedir el dinero a sus suegros. Le dijo que no. Al escuchar aquellas palabras, el rostro de Maya se ensombreci¨®. Hab¨ªa perdido su ¨²ltima esperanza. A los pocos meses falleci¨® y Niru tom¨® el relevo. 50 a?os despu¨¦s, aquellos siete euros a¨²n pesan en el coraz¨®n a esta emigrante. Sin embargo, soplan nuevos vientos: los hijos de Niru hoy en d¨ªa van a la escuela y su marido ha encontrado trabajo en la construcci¨®n. Un caso excepcional que refleja la r¨¢pida transformaci¨®n de la sociedad india.
Cuando veo algo tan escatol¨®gico y en apariencia trivial como un retrete, no puedo evitar pensar en las palabras de mi abuela sobre esa pobre gente que debi¨® cruzar una vida de sufrimientos y penurias, malviviendo en chabolas de paja, cocinando sus alimentos con esti¨¦rcol de vaca, que no conoci¨® en la vida m¨¢s que el desprecio y el rechazo, que no supo lo que es el amor, el respeto, mucho menos la oportunidad ni el libre albedr¨ªo, jam¨¢s fue reconocida por su sacrificio y no supo lo que es la satisfacci¨®n del trabajo reconocido. Es por ello que no puedo dejar de aplaudir la inventiva de algo tan imperioso e ineludible como el inodoro, los desag¨¹es, las ca?er¨ªas, que han ahorrado tanto sufrimiento all¨¢ donde la escasez y la ignorancia se unen.
En 1932, desde la libertad de una celda, Gandhi acu?¨® el t¨¦rmino de harijan, hijos de Dios, para referirse a los dalit, en un intento de arremeter contra el oscurantismo y la ortodoxia. Para advertir a las masas que todos somos igualmente ¨²nicos. Sin embargo, su mensaje a¨²n no ha llegado a las aldeas, a los dormidos, a los funcionarios ni a las clases medias que miran hacia otro lado, a los influyentes actores de Bollywood o a los programas de televisi¨®n. Y de ese modo, sin educaci¨®n ni recursos, nuevas palabras se emponzo?an.
Ochenta y dos a?os despu¨¦s, desde la comodidad de Espa?a, pienso en todo ello y al tirar de la cisterna, a¨²n veo desaparecer por el alcantarillado las esperanzas y nimias ilusiones de tantos y tantos olvidados como Kamla, Maya y Niru. Tres mujeres sin voz en una India arcaica y reaccionaria.
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