Cervantes en Lisboa
El escritor tuvo, entre la primavera de 1581 y la de 1583, con alguna escapada, su inestable y feliz residencia en Portugal
Miguel de Cervantes pas¨® dos a?os felices y misteriosos en Portugal. Conoci¨® amores y decepciones. Entre la primavera de 1581 y la de 1583, con alguna escapada, tiene su inestable residencia en Portugal, principalmente en Lisboa. Un periodo de la vida de nuestro genio que todav¨ªa sigue siendo una de las p¨¢ginas menos conocidas, estudiadas, contadas y controvertidas de su aventurera existencia.
Todos los bi¨®grafos hablan de su estancia, como pretendiente en corte, en busca de los favores de Felipe II en los primeros momentos de su reinado portugu¨¦s. Y todos pasan deprisa sobre los trabajos, los d¨ªas y las noches de nuestro excautivo en aquella capital del mundo occidental. A?os de esplendor y conquistas en una ciudad que viv¨ªa entre el contento y el descontento, entre el derroche y el sometimiento, la llegada, m¨¢s o menos pac¨ªfica, de ese nuevo rey que ven¨ªa de Castilla. El rey Felipe, aconsejado por Crist¨®bal de Moura, reparti¨® bienes, concedi¨® t¨ªtulos y gan¨® con d¨¢divas a sus nuevos cortesanos.
Miguel, con m¨¢s de treinta a?os, sin oficio ni beneficio, la familia endeudada a causa del rescate de su cautiverio, un mu?¨®n en su mano izquierda ¨Cla sola ¡°condecoraci¨®n¡± de su paso por Lepanto¨C y con las honestas pretensiones de ser recompensado, se lanza una vez m¨¢s al camino. Atr¨¢s se queda su complicada familia, sus compa?eros de infortunios y toda una grey de pedig¨¹e?os que quieren pasar por h¨¦roes de batallas navales. Fanfarrones que pululaban por la corte ¨Cque s¨®lo ten¨ªan de la Naval, o de ¡°nabales¡±, seg¨²n Quevedo, el haber comido nabos¨C toda una turbamulta de vulgares pretendientes con los que el digno y pobre hidalgo Miguel no quer¨ªa ser confundido. Con todos se tuvo que mezclar en su vida errante. No tard¨® en darse cuenta de que ¨¦l ¡°no serv¨ªa para la corte¡±. Aunque no dej¨® de intentarlo.
Se fascin¨® con la ciudad y sus damas. ¡°Para galas Mil¨¢n, para amores Lusitania¡±
Lisboa estaba en cuarentena por la peste. La ciudad enriquecida y dorada por el oro de Am¨¦rica, adornada por las telas de Oriente, se preparaba para la llegada del nuevo rey que esperaba en la ciudad de Thomar. All¨ª, rodeado de sus cortesanos, entre otros Mateo V¨¢zquez, el mejor contacto de Cervantes, el rey se sinti¨® liberado de severidades. Se despoj¨® de su negra ropa, de la severa golilla y se ¡°visti¨® bizarramente, de ricas telas y alegres colores a la portuguesa¡±. Se desmelen¨® el monarca. Cuando lleg¨® a Portugal, las ¡°regatonas y placeras¡± de la Rua Nova dijeron: ¡°Qu¨¦ buen rey, qu¨¦ mal empleado en los castellanos¡±.
En ese ambiente lleg¨® Miguel. Se fascin¨® con la ciudad y sus damas. ¡°Para galas Mil¨¢n, para amores Lusitania¡±. Pretend¨ªa conseguir destino en Am¨¦rica o empleo que le permitiese tiempo para sus pasiones po¨¦ticas y amorosas. De sus moradores escribe: ¡°Son agradables, son corteses, son liberales y son enamorados porque son discretos; y que la hermosura de sus mujeres admira y enamora¡±. Algunos creen que all¨ª tuvo a su hija natural Isabel de Saavedra. Otros lo niegan, pero nadie sabe a ciencia cierta qu¨¦ hizo, c¨®mo vivi¨® y con qui¨¦n en Lisboa.
Consigui¨® una misi¨®n secreta para Or¨¢n y Mostag¨¢n por cien escudos que cumpli¨® con celeridad. Regres¨® a Lisboa para dar cuenta de su misi¨®n. Y le perdemos la pista. Su hermano Rodrigo le encuentra en la ciudad antes de partir a las guerras para vencer la oposici¨®n al rey en las Azores. El iluso Miguel, ¡°estropeado¡± para el servicio de la milicia, veterano y excautivo, cree que es hora de que se le concedan favores reales. No fue as¨ª, una vez m¨¢s se le niegan capitan¨ªa y empleo. Volver¨¢ a Madrid. Comenzar¨¢ su ¡°profesi¨®n¡± de escritor. Llegar¨¢n La Galatea, las poes¨ªas y las comedias para los corrales. El dinero siempre le ser¨ªa ajeno. Y la vida y la literatura le esperaban con nuevas dichas y desdichas. El caballero andante buscaba su destino.
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