La danza de los viajeros
?C¨®mo afectan las medidas preventivas para frenar la epidemia de ¨¦bola a la poblaci¨®n local? ?C¨®mo se vive y se convive con ese nuevo mandamiento de "no tocar¨¢s"?
Al llegar al aeropuerto de Sierra Leona, lo primero a lo que te invitan es a lavarte las manos con una soluci¨®n que huele fuertemente a cloro. La gente se aglomera en la entrada a la terminal desde la pista, como en cualquier aeropuerto africano, pero hay un se?or que observa y obliga a los viajeros a pasar por el ritual que te inicia en una nueva forma de vivir en la que la m¨¢xima principal es "No tocar¨¢s".
Esperando a recoger los equipajes, algunas personas se ponen guantes, otras mascarillas y en todo el recorrido desde el aeropuerto a la ciudad, los viajeros danzan un baile extra?o. A todos nos han aleccionado bien: hay que evitar el contacto con otras personas manteniendo la distancia social.
No tocar, usar tu propia botella, tomarte la temperatura, evitar cualquier posibilidad de contagio de enfermedades que puedan causar fiebre. L¨¢vate las manos, l¨¢vate las manos, l¨¢vate las manos. De sexo, ni hablamos. Es duro, pero es temporal. Solo estar¨¢s en terreno unas semanas y lo puedes aguantar. Y si te afecta demasiado habr¨¢ alguien de tu organizaci¨®n que te cuidar¨¢. Y si te contagias, te llevar¨¢n a un sitio mejor, con una sanidad mejor, donde tratar¨¢n que sobrevivas.
Al llegar a la capital, se ven grandes carteles que anuncian que ¡°el ¨¦bola es real¡± y las medidas preventivas para evitar el contagio, que se supon¨ªan temporales y que van prolong¨¢ndose en el tiempo.
Pero, ?c¨®mo afectan todas estas medidas preventivas a la poblaci¨®n que vive en estos pa¨ªses? ?Qu¨¦ pasa con la vida cotidiana, con el d¨ªa a d¨ªa? ?C¨®mo se puede vivir sin tocar?
En el pasado, los brotes de ¨¦bola se hab¨ªan producido en peque?as comunidades rurales, donde la rapidez en el aislamiento de pacientes y en la b¨²squeda de contactos fueron muy eficaces, limitando temporalmente el brote a unas pocas semanas o unos pocos meses. En un lugar pr¨®ximo al sitio de aparici¨®n de los primeros casos, se constru¨ªan centros de aislamiento y tratamiento a los que se llevaban a todos los casos sospechosos, se investigaba y observaba de cerca a sus contactos y, probablemente, se realizaban tareas de apoyo psicosocial una vez controlado el brote.
Un a?o de medidas preventivas
En julio, despu¨¦s de la aparici¨®n del primer caso en Sierra Leona, se gener¨® un Accelerated Ebola Virus Disease Outbreak Response Plan (Plan Acelerado de Respuesta al brote por ¨¦bola), destinado, fundamentalmente, a romper las cadenas de transmisi¨®n del virus en Sierra Leona y entre este y los pa¨ªses vecinos.
A partir de ese momento se pusieron en marcha una serie de medidas como el cierre de escuelas y universidades, la prohibici¨®n de la realizaci¨®n de mercados rurales, el establecimiento de zonas de cuarentena y check points alrededor de los puntos afectados, el toque de queda obligatorio a partir de la ca¨ªda de la tarde, los frecuentes dispositivos para realizar la b¨²squeda activa de enfermos que confinan a las familias en sus casas a la espera de los equipos de reconocimiento.
Son las mismas medidas que se usaron en el pasado para el control de peque?os brotes. Pero, en este caso, afectan a todo un pa¨ªs y desde hace casi un a?o.
Hay que evitar el contacto con otras personas manteniendo la distancia?
Muchas de estas medidas no tienen una base real desde el punto de vista epidemiol¨®gico ¡ª?realmente alguien piensa que puede transmitirse el ¨¦bola por dar una palmada en el hombro?¡ª. Pero la ejecuci¨®n de las mismas est¨¢ bloqueando la vida social y generando extra?as relaciones de poder en las que los individuos de cualquier comunidad pueden cortar un camino, detener al viajero y confinarlo si lo consideran peligroso. En los check points que se establecen a la entrada de cualquier comunidad, grupos de j¨®venes con term¨®metros infrarrojos obligan al viajero a exponer la sien y pasar el veredicto de la temperatura. El term¨®metro se ha transformado en una nueva arma que confiere poder a quien la posee.
En octubre del a?o pasado, el presidente decidi¨® poner al frente del gabinete de crisis al ministro de Defensa que sustitu¨ªa al hasta entonces coordinador, el ministro de Salud. Y comenzaron a crearse centros de comando que tienen como misi¨®n gestionar todos los aspectos relativos al ¨¦bola o, lo que es lo mismo, casi todas las pr¨¢cticas de la vida en com¨²n. Entre ellas, se incluye la prohibici¨®n de la realizaci¨®n de entierros a la manera tradicional. Cualquier persona que muera deber¨¢ ser tratada como un presunto caso de ¨¦bola, el equipo de enterramiento vestido con sus trajes especiales ser¨¢ el ¨²nico autorizado a tocar el cad¨¢ver al que se le extraer¨¢n muestras antes de que sea enterrado en una bolsa de pl¨¢stico tras ser impregnado en clorina.
Cuarentena, por si acaso
La respuesta internacional tambi¨¦n participa de esta necesidad de aislar al enfermo primando por encima de todo la seguridad del personal sanitario ¡ªque, sin duda, es muy importante¡ª. Cuando se detecta a un posible afectado por ¨¦bola, inmediatamente se trata de aislarlo, testarlo y, en el caso de que sea positivo, enviarlo a un centro de tratamiento. Al mismo tiempo, se establecer¨¢n los mecanismos de contact tracing, es decir, un agente de salud tratar¨¢ de averiguar cu¨¢les son los contactos del paciente para seguirlos durante 21 d¨ªas. La obsesi¨®n es contener, aislar, poner en cuarentena, localizar a los sospechosos, trasladar a los afectados. Pero se est¨¢ haciendo poco o ning¨²n trabajo psicosocial con las comunidades en cuarentena, con los afectados o con sus familiares.
La mayor parte de la gente que acudi¨® a recibir a los supervivientes, les felicitaba. En sus caras, sin embargo, no se ve¨ªa alegr¨ªa. Solo un inmenso cansancio
Pensemos un poco en lo que puede significar en una comunidad rural el hecho de que a la persona enferma se la obligue, de buen grado pero sin dejarle opci¨®n, a trasladarse a un centro, que en la mayor¨ªa de los casos est¨¢ muy lejos de su aldea de origen; donde, probablemente, no hablar¨¢n su lengua materna; en el que no tendr¨¢ posibilidades de contacto con sus familiares y en el que deber¨¢ permanecer hasta que se cure de su enfermedad o hasta que la prueba sea negativa. En el centro ser¨¢ atendido por personas vestidas de astronauta que intentar¨¢n, en la medida de lo posible, no tocarlo, incluso si el paciente es un ni?o peque?o. Pensemos tambi¨¦n en lo que puede suponer para su familia y sus amigos y conocidos pasar inmediatamente al estado de ¡°sospechoso¡±, la angustia durante el tiempo en el que su familiar estar¨¢ fuera y durante el cual no tendr¨¢n noticias de ¨¦l m¨¢s que ¡ªen el mejor de los casos¡ª si sobrevive o muere. E incluso, el dolor de no saber d¨®nde ser¨¢ enterrado.
Los rumores se difunden sin parar entre las comunidades: el ¨¦bola no existe, es una excusa para extraer sangre de los africanos y enviarla a otros pa¨ªses, son los extranjeros los que traen el ¨¦bola, son los de la comunidad de al lado los responsables, en los centros de tratamiento matan a los enfermos de hambre y no te dejan verlos; si mueren, nunca sabr¨¢s d¨®nde los enterraron.
La comunidad internacional est¨¢ muy preocupada por la posible extensi¨®n del ¨¦bola y se est¨¢ realizando un gran esfuerzo material para contenerlo, pero no parece importarnos demasiado el dolor que esta enfermedad, y las formas que estamos poniendo en pr¨¢ctica para contenerla, est¨¢n produciendo sobre las comunidades afectadas.
Cuando los primeros sobrevivientes regresaron a Kabala, la capital de Koinadugu, uno de los distritos donde M¨¦dicos del Mundo est¨¢ trabajando en Sierra Leona, se produjo una situaci¨®n inesperada: los supervivientes no parec¨ªan contentos. Algunos hab¨ªan recibido una especie de equipo de compensaci¨®n consistente en un colch¨®n, un saco de arroz de 20 kilos, algunas ropas. Otros, no. Todos hab¨ªan perdido a familiares o amigos. Algunos, a su familia completa. Ahora se espera de ellos que colaboren con UNICEF atendiendo a los ni?os que han quedado hu¨¦rfanos por el ¨¦bola y que han resultado tan estigmatizados que nadie de la comunidad quiere hacerse cargo de ellos. La mayor parte de la gente que acudi¨® a recibirlos los felicitaba por haber sobrevivido, pero en sus caras no se ve¨ªa alegr¨ªa. Solo un inmenso cansancio.
Al llegar a Europa, pensando que la racionalidad y la evidencia cient¨ªfica dominaran el actuar ajeno, te encuentras con que, tambi¨¦n aqu¨ª, se produce un nuevo baile. No puedes regresar a tu trabajo habitual, tienes que permanecer tres semanas en observaci¨®n, tomando temperaturas ma?ana y tarde, y te recomiendan una reclusi¨®n moderada para evitar enfermedades febriles. Cuando preguntas a los expertos epidemi¨®logos, te confirman que lo que sabemos es que el ¨¦bola solo se contagia en momentos de viremia masiva, pero que mejor hagas la cuarentena. ¡°Por si acaso¡±.
Teresa Gonz¨¢lez Galiana es m¨¦dico especialista en salud p¨²blica. Es ex jefa de la misi¨®n para la epidemia de ¨¦bola con M¨¦dicos del Mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.