C¨®mo funciona el cerebro de una persona enamorada
La ciencia no comprende la totalidad del sentimiento, pero hay mecanismos neurol¨®gicos que s¨ª se conocen. Que no le pillen por sorpresa
De la misma forma que nadie sabe exactamente qu¨¦ es el amor, no se conoce a ciencia cierta por qu¨¦ el d¨ªa de San Valent¨ªn pertenece a los enamorados. Una de las suposiciones m¨¢s extendidas es esta: San Valent¨ªn era un sacerdote romano all¨¢ por el a?o 200, ¨¦poca en la que el emperador decidi¨® prohibir los matrimonios de los m¨¢s j¨®venes bajo la idea de que el casamiento debilitaba a los soldados. Sin embargo, reacio a la medida, San Valent¨ªn celebraba matrimonios a escondidas entre aquellos que se lo solicitaban. Ese papel de casadero le consagr¨® como patr¨®n del amor (y tambi¨¦n le supuso morir martirizado). Pero esa es una leyenda m¨¢s entre otras tantas que han querido explicarlo. De un modo parecido, quien m¨¢s quien menos ha intentado dilucidar qu¨¦ es el amor, qu¨¦ ocurre cuando sucede. Y la ciencia no es ajena a ese inter¨¦s. Asumiendo que todo sentimiento tiene un correlato f¨ªsico (el coraz¨®n no se acelera si un mensajero qu¨ªmico no ¡°le dice¡± que lo haga), numerosos cient¨ªficos han dirigido ¨²ltimamente sus investigaciones para definir qu¨¦ es lo que acontece en el cerebro cuando alguien se enamora. En un intento de ganar terreno a las leyendas, estas son cinco cosas, m¨¢s o menos ins¨®litas, que el amor hace con su mente.
1. Crea adicci¨®n
De entre las ¨¢reas cerebrales estimuladas por el amor, unas destacan sobremanera: son las que conforman el circuito de recompensa. Entre ellas, se impone el llamado n¨²cleo accumbens, una peque?a zona situada unos cent¨ªmetros detr¨¢s de sus ojos, muy sensible a la dopamina ¡ªneurotransmisor que aumenta con el enamoramiento¡ª y al que se conoce, popularmente, como el centro del placer. Es el que se activa especialmente cuando recibimos un premio, cuando tenemos sed y bebemos agua o cuando consumimos pr¨¢cticamente cualquier tipo de droga. De hecho, el circuito de recompensa es tambi¨¦n el circuito de la adicci¨®n, de ah¨ª el car¨¢cter adictivo de las primeras fases del amor. ¡°El aumento de dopamina es muy grande al principio de las relaciones¡±, comenta Larry Young, investigador de la neurociencia del comportamiento en la Universidad de Emory, en Atlanta, y autor del libro Qu¨ªmica entre nosotros. Amor, sexo y la ciencia de la atracci¨®n. ¡°De hecho, hemos visto que los ratones que pierden a su compa?ero se deprimen de una forma muy parecida a como lo hace un adicto al que se le retira la coca¨ªna o la hero¨ªna¡±, a?ade. Pero no solo eso: el aumento de dopamina corre en paralelo a la disminuci¨®n central de otro neurotransmisor, la serotonina, y esta merma sucede tambi¨¦n en los trastornos obsesivos, de cuyos rasgos principales el amor no est¨¢ demasiado lejos.
El enamoramiento no es una enfermedad, pero cerebralmente y desde lejos lo puede parecer
2. Nos remite a la familia, queramos o no
La oxitocina y la vasopresina son dos peque?as hormonas cuya m¨¢xima producci¨®n tiene lugar en momentos aparentemente lejanos al enamoramiento: en el parto y durante la lactancia (a medida que el beb¨¦ succiona del pez¨®n). Entre sus muchas funciones est¨¢n la de fortalecer el v¨ªnculo entre la madre y el hijo. Y de ello se aprovecha tambi¨¦n el amor (rom¨¢ntico). En el enamoramiento parece aumentar la producci¨®n de oxitocina y vasopresina, contribuyendo as¨ª a robustecer el nexo. Esto tiene sentido desde un punto de vista evolutivo: se gasta un tiempo y una energ¨ªa considerables en encontrar a una pareja id¨®nea. Una vez conseguida, el lazo debe reforzarse para tratar de garantizar que ambos cuidar¨¢n de la posible descendencia. As¨ª es al menos como la naturaleza tiende a ¡°pensar¡±.
3. Nubla el juicio y la raz¨®n
Para identificar las zonas del cerebro que se activan en el enamoramiento, los cient¨ªficos suelen usar lo que se conoce como 'resonancia magn¨¦tica funcional'. Esta t¨¦cnica capta la mayor o menor llegada de ox¨ªgeno a cada ¨¢rea, un sin¨®nimo de la demanda que la actividad crea. Aunque es un procedimiento un tanto problem¨¢tico (procure no sacar mensajes de un solo estudio), varios trabajos han llegado a conclusiones parecidas. As¨ª fue como se vio que, durante el enamoramiento, el circuito de recompensa trabaja con especial fervor, y que lo la corteza prefrontal parece ¡°apagarse¡±. Esta ¨²ltima es el ¨¢rea del cerebro m¨¢s propiamente humana, la responsable fundamental de nuestra capacidad de razonar y emitir juicios elaborados. Las consecuencias son evidentes: el amor nubla, al menos sobre la persona amada, la capacidad cr¨ªtica. Eso explicar¨ªa la creencia de que ¡°el amor es ciego¡±, o incluso la sentencia de Ortega y Gasset, que lo defini¨® como ¡°un estado de imbecilidad transitorio¡±. Pero obedece a una raz¨®n: aumenta las posibilidades de uni¨®n. O, resumido con antelaci¨®n por Nietzsche, ¡°siempre hay algo de locura en el amor, pero siempre hay algo de raz¨®n en la locura.¡±
4. Produce estr¨¦s y da valor
Como resumi¨® Nietzsche, ¡°siempre hay algo de locura en el amor, pero siempre hay algo de raz¨®n en la locura¡±
El amor produce una ola de estr¨¦s a lo largo del tiempo. En un principio se trata de una activaci¨®n del eje hipot¨¢lamo-hipofisario-adrenal, lo que viene a querer decir, entre otras cosas, que el cerebro manda se?ales para que se produzca m¨¢s adrenalina. Una interpretaci¨®n que se hace es que ese grado de estr¨¦s permite superar el miedo inicial, lo que se conoce como neofobia. Con los meses, sin embargo, el mecanismo disminuye, dando lugar a una sensaci¨®n de tranquilidad (el resto de hormonas y circuitos implicados tambi¨¦n se modulan con el tiempo). Lo curioso es que este fen¨®meno es uno de los pocos en los que los acontecimientos cerebrales entre amor rom¨¢ntico y maternal no se solapan. Porque en el cerebro de una madre (posiblemente tambi¨¦n en el padre, pero los estudios se han hecho especialmente en el primer caso, donde los cambios hormonales son m¨¢s acusados) tambi¨¦n tiene lugar una activaci¨®n del ¨¢rea de recompensa y una subida de dopamina; igualmente, hay un aumento claro de oxitocina y vasopresina; e incluso tambi¨¦n se produce una inhibici¨®n de la corteza prefrontal (la madre ¡°suspende el juicio¡± cuando de su hijo se trata). De hecho, tal correspondencia entre ambos tipos de amor ha llevado a pensar que el amor rom¨¢ntico ha evolucionado de un sistema m¨¢s antiguo: el del amor de una madre por su hijo. Sin embargo, en este caso, no tiene lugar una reacci¨®n del hipot¨¢lamo, como la que se produce en las parejas.
5. Te hace mon¨®gamo (o no)
La ciencia no ha sido capaz de determinar a¨²n si por naturaleza somos mon¨®gamos, pol¨ªgamos o mon¨®gamos secuenciales, pero s¨ª se saben algunas de las cosas que influyen en esta realidad. Al menos en ratones. Los roedores de campo son mon¨®gamos convencidos, profundamente fieles a su pareja. Los de monte, por el contrario, son promiscuos consumados. ?La explicaci¨®n? Los primeros tienen muchos m¨¢s receptores de oxitocina y vasopresina en las ¨¢reas de recompensa. De hecho, cuando en el laboratorio se bloquean estas hormonas, los ratones de campo que carecen de ellas se comportan como si fueran ratones de monte, sin ning¨²n tipo de memoria ni predilecci¨®n especial por ninguna de sus parejas. Los humanos no somos ratones. Es evidente que nuestra fidelidad depende de mucho m¨¢s factores que en estos animales. Pero tampoco parecemos inmunes. Algunas variantes de los receptores de vasopresina, por ejemplo, se han asociado con una mayor o menor promiscuidad. Ni mucho menos la determinan, pero es un factor que puede llegar a terciar. Como comenta Larry Young, algunas investigaciones han observado que cuando se les daba oxitocina intranasal a hombres que estaban en una relaci¨®n, encontraban m¨¢s atractivas a sus parejas que si se les daba placebo. "Pero ¨²nicamente suced¨ªa con sus pares: la oxitocina no aumentaba su valoraci¨®n de otras mujeres de atractivo similar, ni activaba sus ¨¢reas de recompensa como ocurr¨ªa cuando ve¨ªan a sus compa?eras¡±, aclara.
En resumen, quiz¨¢s piense que la ciencia todav¨ªa no sabe mucho del amor. Puede ser. Quiz¨¢ est¨¦ convencido de que la raz¨®n no puede comprender a la pasi¨®n en toda su complejidad. Muchos cient¨ªficos tambi¨¦n lo creen. El propio Larry Young, sin ir m¨¢s lejos, opina: ¡°La ciencia ser¨¢ capaz de decirnos muchas cosas sobre la qu¨ªmica y los mecanismos cerebrales implicados en el amor. Pero no nos har¨¢ entender su magia. Eso solo se puede entender estando enamorado¡±. Y a?ade: ¡°Es posible que su esencia se entienda mejor desde la poes¨ªa, la m¨²sica o el arte, pero la ciencia puede contribuir a comprender parte de su misterio". Porque lo que resulta obvio es que todo sentimiento tiene su correlato f¨ªsico, y que en buena medida este puede estudiarse. Hasta d¨®nde alcanzar¨¢ su explicaci¨®n, eso nadie lo sabe.
Feliz San Valent¨ªn.
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