Chocolate con picatostes
S¨®lo sinti¨® que aquella chica le gustaba, y como no sab¨ªa por qu¨¦, le gust¨® a¨²n m¨¢s, tanto que se fue derecho a por ella
Nunca se ha atrevido a cont¨¢rselo. La conoci¨® en un bar, de madrugada. ?l lleg¨® antes, con algunos amigos de su pe?a, despu¨¦s de ver a su equipo ganar a domicilio. Eso significaba que estaba bastante borracho cuando vio entrar en un grupo a aquella chica que le pareci¨® especial, m¨¢s guapa que fea pero m¨¢s mona que guapa, ni alta ni baja, ni gorda ni delgada, una mujer corriente s¨®lo en apariencia, tan singular en sus defectos como en sus virtudes, al menos bajo los efectos del alcohol y la euforia que producen las victorias en campos dif¨ªciles. Aunque eso s¨®lo lo pens¨® despu¨¦s. En el primer momento, ni siquiera pens¨®. S¨®lo sinti¨® que aquella chica le gustaba, y como no sab¨ªa por qu¨¦, le gust¨® a¨²n m¨¢s, tanto que se fue derecho a por ella.
¨CMi equipo acaba de ganar en el Camp Nou ¨Canunci¨® sin m¨¢s pre¨¢mbulo.
¨CAh, muy bien ¨Cle sonri¨®, y ¨¦l comprob¨® que la favorec¨ªa sonre¨ªr¨C. ?Y por qu¨¦ me lo cuentas?
Supo que iba a enamorarse de ella. Nunca se lo cont¨®, porque tiene miedo de que interprete mal sus palabras
¨CPorque voy a invitarte a una copa ¨Clevant¨® la mano para llamar al camarero¨C. Para celebrarlo, ?no?
¨CPues¡ ¨Cella le mir¨® con atenci¨®n, de arriba abajo, mantuvo firme su mirada por un instante¨C. Vale, muchas gracias.
¨C?No ser¨¢s madridista, verdad? ¨Casinti¨®, y su sonrisa desemboc¨® en una breve carcajada¨C. Bueno, dime por lo menos que no tienes novio¡
Aquella noche fue perfecta, tanto que la perfecci¨®n invadi¨® todo lo dem¨¢s, la timidez y el pudor, la borrachera y la resaca, el tiempo y el espacio. Se durmieron muy tarde y muy pronto a la vez, porque ya hab¨ªa empezado a amanecer cuando cerraron los ojos, pero el sue?o les fulmin¨® al instante y a la vez. Al despertarse, se dieron cuenta de que estaban abrazados. Les dio verg¨¹enza, se soltaron muy deprisa, y ambos echaron de menos casi al instante el cuerpo del otro. Los dos hab¨ªan tenido parejas antes, los dos hab¨ªan dormido acompa?ados muchas veces, los dos estaban m¨¢s cerca de los 30 que de los 25, y ninguno supo qu¨¦ decir hasta que ella se volvi¨® hacia ¨¦l, sonri¨®, le beso y proclam¨® que iba a hacer el desayuno.
En ese instante, ¨¦l mir¨® la habitaci¨®n, los muebles que le rodeaban, y fue muy consciente de que aquella no era su casa. Mir¨® a aquella chica y sinti¨® una punzada de extra?eza, una sensaci¨®n agridulce, ambigua, indecisa entre un profundo e inesperado bienestar y la sensaci¨®n de estar inmerso en un paisaje ajeno. Al abrir los ojos, le hab¨ªa parecido mucho m¨¢s guapa de lo que recordaba. Cuando sali¨® por la puerta ya no lo sab¨ªa. Y no sab¨ªa si deb¨ªa protegerse o dejarse ir, disfrutarlo o asustarse, aceptar o rechazar lo que le estaba pasando. Lleg¨® a pensar en vestirse y marcharse de all¨ª sin m¨¢s. Lleg¨® a pensar que nunca hab¨ªa pensado una tonter¨ªa semejante a la de salir corriendo sin despedirse. Entonces aspir¨® aquel olor, dej¨® que penetrara en su nariz, que se apoderara de su cerebro, que le pusiera los pantalones, la camiseta, que le sacara a rastras del dormitorio, que le prohibiera terminantemente volver a pensar.
Ella le habl¨® sin volverse a mirarle, pendiente de la sart¨¦n donde nadaban los ¨²ltimos bastones de pan frito.
¨CChocolate con picatostes¡ ?Te gustan?
¨CS¨ª ¨Cgracias, mam¨¢, a?adi¨® con los labios cerrados¨C. Me encantan.
Aquella ma?ana no quiso contarle que era hu¨¦rfano, que su madre hab¨ªa muerto de c¨¢ncer unos meses antes. Tampoco que ella le hac¨ªa para merendar exactamente lo mismo, chocolate con picatostes, en los d¨ªas malos, cuando estaba enfermo, o triste, o muy cansado, pero tambi¨¦n en los buenos, cuando hab¨ªa algo que celebrar.
Todo eso se lo ir¨ªa contando poco a poco, mientras aceptaba con incredulidad primero, con gratitud despu¨¦s, con la naturalidad de los afortunados por fin, el regalo que la vida le hab¨ªa hecho al poner en su camino a aquella chica suya, ¨²nica, especial. Pero nunca, ni siquiera hoy, mientras desayunan en la terraza para celebrar la rayita roja que surca el test de embarazo que ella ha colocado entre los dos sobre la mesa, le ha contado que aquella ma?ana, la primera que compartieron, mientras la ve¨ªa disponer las tazas y los platos, se dio cuenta de dos cosas raras, graves e irremediables.
En ese instante supo que iba a enamorarse de ella sin remedio. Pero en el sucesivo comprendi¨® que con dos caf¨¦s con leche y unas tostadas, todo habr¨ªa sido distinto y peor, m¨¢s pobre, m¨¢s triste, m¨¢s dudoso.
Nunca se ha atrevido a cont¨¢rselo, porque tiene miedo de que interprete mal sus palabras, pero antes de abrir la boca, cierra los ojos, aspira, sonr¨ªe, y se convence una vez m¨¢s de que su novia, el buen amor, y hasta la felicidad, saben a lo mismo. Ni m¨¢s ni menos que a chocolate con picatostes.
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