Los neandertales revientan la ley de Margulis
El hallazgo de que los neandertales divid¨ªan el trabajo por sexos se une a otros que amenazan con desplazarnos de la c¨²spide de la creaci¨®n
La gran bi¨®loga Lynn Margulis, que nos abandon¨® en 2011, sosten¨ªa con caracter¨ªstica mala uva que la ciencia est¨¢ lastrada por el mito de la gran cadena del ser. Los humanos ocupamos el pen¨²ltimo eslab¨®n de esa cadena, a mitad de camino entre Dios y la piedra, y eso nos garantiza el lugar especial en el cosmos que la f¨ªsica y la biolog¨ªa se empe?an en hurtarnos con cada revoluci¨®n copernicana de los lunes, mi¨¦rcoles y viernes. Si no somos dioses, seamos al menos lo m¨¢s parecido a ellos que el universo es capaz de concebir.
?No ir¨¢ una nueva estirpe de humanos, una especie de Podemos de la biolog¨ªa, a ocupar nuestra posici¨®n estrat¨¦gica en la gran cadena del ser?
Bien. Pero entonces ?qu¨¦ hacer con los neandertales, esos tipos tan parecidos a nosotros que da grima verlos comiendo carro?a? ?No pretender¨¢n tambi¨¦n ellos situarse en el centro exacto de la gran cadena del ser, a mitad de camino entre Dios y la piedra? Porque, de ser as¨ª, ?qu¨¦ vendr¨¢ despu¨¦s, cuando nosotros ya no estemos aqu¨ª? ?No ir¨¢ una nueva estirpe de humanos, una especie de Podemos de la biolog¨ªa, a ocupar nuestra posici¨®n estrat¨¦gica en la gran cadena del ser? ?Eso nunca! ?Alambradas y concertinas contra el otro, contra la fiera corrupia, contra el extranjero del tiempo!
El proceso empez¨® en el mismo momento en que descubrimos al neandertal. La misma cuadrilla de obreros que, excavando una mina caliza el 9 de septiembre de 1856, encontr¨® sus huesos en la cueva de Feldhof, junto a Dusseldorf, pens¨® que los restos eran de un oso. Por fortuna le entregaron los 16 huesos al maestro de un pueblo cercano, Johann Carl Fuhlrott, que ten¨ªa conocimientos de anatom¨ªa y se dio cuenta en seguida de que los restos eran muy antiguos y pertenec¨ªan a un ser humano, aunque muy diferente de nosotros.
Satisfechos de su hallazgo, los obreros siguieron con su trabajo y echaron abajo la cueva Feldhof y la monta?a entera junto al valle de Neander, de las que hoy solo quedan unos cuantos lienzos pintados por los excursionistas holandeses de la ¨¦poca. En honor al maestro Fuhlrott, es preciso se?alar que a¨²n faltaban tres a?os para que Darwin publicara El origen de las especies. Cabe preguntarse qui¨¦nes ser¨ªan los alumnos de aquel hombre extraordinario.
Rudolf Virchow, padre de una de las m¨¢s esenciales unificaciones de la biolog¨ªa, ech¨® encima todo el peso de su prestigio sobre los huesos f¨®siles dictaminando que aquello no era m¨¢s que ¡°un idiota con artrosis¡±
Pero los insultos para el hombre del valle de Neander no hab¨ªan hecho m¨¢s que empezar con el tema del oso. Uno de los grandes cient¨ªficos de la ¨¦poca, Rudolf Virchow, padre de una de las m¨¢s esenciales unificaciones de la biolog¨ªa ¨Cla teor¨ªa celular, Omnis cellula e cellula, toda c¨¦lula proviene de otra¡ª, ech¨® encima todo el peso de su prestigio sobre los huesos f¨®siles dictaminando que aquello no era m¨¢s que ¡°un idiota con artrosis¡±. Hala.
La historia se ha repetido a otras escalas en a?os recientes. Las evidencias de que los neandertales se cruzaron con los Homo sapiens reci¨¦n salidos de ?frica hace unos 50.000 a?os han sido numantinas. El descubridor de esos cruces, el genetista de la Universidad de Chicago Bruce Lahn, no pudo publicar el hallazgo en las revistas cient¨ªficas de mayor impacto, Nature y Science, porque los paleont¨®logos que revisaron el trabajo decidieron que era absolutamente imposible que las dos especies hubieran producido descendencia f¨¦rtiles. Hizo falta una proeza tecnol¨®gica ¨Cla lectura del genoma neandertal¡ª para zanjar la cuesti¨®n, y ni siquiera as¨ª result¨® f¨¢cil.
Tambi¨¦n los indicios gen¨¦ticos de que los neandertales pose¨ªan la facultad del lenguaje (el gen FOXP2) fueron recibidos con escepticismo. Acabamos de saber ahora que los neandertales divid¨ªan el trabajo por sexos, unas evidencias que se unen a los indicios de que ten¨ªan cultura, manejaban s¨ªmbolos y plantas medicinales y se aparearon con nosotros.
Si queremos seguir siendo la c¨²spide de la creaci¨®n, vamos a tener que emplear a fondo esos sesos de los que estamos tan orgullosos. No vaya a ser que otra especie venga a ocupar el centro exacto de la cadena del ser, a medio camino entre Dios y la piedra, y nos vaya a robar la ley de Margulis para su uso y disfrute.
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