?D¨®nde est¨¢n mis karelas?
El karela es una hortaliza tropical con una textura similar a la de la chayota, no tan dulce, cubierta de verrugas y de forma oblonga y alargada y con un intenso sabor amargo, dicen que el m¨¢s acre entre todas las hortalizas. De ah¨ª su nombre anglosaj¨®n: mel¨®n amargo.
En la India suelen prepararla con patatas y acompa?ada de yogur para contrarrestar su intenso gusto, o frito y rebozado en especias y picante.
Sin embargo, cuando los indios llegan a Espa?a, pronto se ven en el supermercado con un carro en el que han introducido una moneda que equivale a 78 rupias, paseando por el pasillo de verduras en busca de ocra, jamun o gwar, donde no hay m¨¢s que lechugas y berenjenas. Es entonces, en los peque?os detalles dom¨¦sticos, en apariencia nimios, donde uno comprende que ya no vive m¨¢s en su nido, que es trashumante, vagabundo de la aldea global donde su tierra no era m¨¢s que una callejuela, que sus costumbres no son comunes y que la normalidad, en cada sociedad, solo quiere decir una cosa: ¡°s¨¦ como nosotros¡±.
Ahora la boca tiene que girar en sentido inverso a los pensamientos y debes abandonar tus palabras, debes aprender nuevos t¨¦rminos, nuevos conceptos, nuevas prioridades e incluso nuevas formas de relacionarte. Tus costumbres pueden resultar graciosas y misteriosas, algunas desagradables e inadecuadas, otras caen en el saco de la inutilidad y comprendes que la necesidad se impone a las ideas y conceptos, por no hablar de los preceptos.
La vaca que era sagrada all¨ª, es triturada aqu¨ª en el pasillo c¨¢rnico, el toro lanceado en televisi¨®n, el cerdo se asa a la brasa y hasta la sangre y los andares del animal se comen. Puede resultar turbador si se proviene del pa¨ªs con mayor poblaci¨®n vegetariana del mundo.
En la televisi¨®n no emiten telenovelas de rencillas retr¨®gradas entre suegras y nueras o esposos machistas que hacen de mediadores entre ellas. Aqu¨ª se emiten debates sobre la vida ¨ªntima de las personas, se insulta y ofende libremente, se hace espect¨¢culo de la ignorancia. Cada uno tiene sus costumbres y hay que respetarlas.
Ni siquiera sabes que la emoci¨®n que oprime tu pecho en los momentos de soledad, aquella congoja indecible, el sentimiento de inseguridad y desasosiego recibe en castellano el nombre de ¡°a?oranza¡±. S¨ª, ser emigrante es volver a ser ni?o otra vez. Hay que olvidar para aprender. Borrar nuestras huellas, deshilvanar las costuras de nuestro pasado. Algunos que se llaman Manoj o Vinod prefieren ser llamados como Manolo y V¨ªctor para simplificar. La despersonalizaci¨®n tambi¨¦n viene acompa?ada de un aspecto positivo: uno comprende que a pesar de las costumbres, el idioma, la vestimenta o el color del pelo, todos somos igualmente diferentes.
Llegado a este punto, la casa se convierte un b¨²nker de las tradiciones, es el remanso donde uno riega sus maltrechas ra¨ªces, donde hace nostalgia de la patria y la engrandece y dibuja a medida. Como se hace con los fallecidos, se olvida sus pecados y errores y magnifica sus aciertos. Es bien sabido que menudo lo vivos se hunden en el agua y los cad¨¢veres terminan flotando.
Uno comienza a buscar a sus semejantes, a entablar relaciones con personas que provienen del mismo vientre, compatriotas que nos ayudar¨¢n a conservar nuestro universo mental, una idiosincrasia paralela. Se fragua la camarader¨ªa de los pasajeros en un bote abandonado en alta mar: comprenden la nostalgia y comparten el desarraigo. Todo para crear una peque?a India en Espa?a, pero, ?ay de ellos!, que cuando vuelven a la patria tambi¨¦n aspiran crear una peque?a Espa?a en la India, y comprueban al fin que aquellos espejismos solo habitaban en su coraz¨®n.
Es al regresar cuando el emigrante entiende que su tierra tampoco es suya; no queda nada tal como era: los rostros, las casas, las calles¡ Todo ha cambiado. Han cortado el hilo de su cometa, saqueado su cuna y la sombra aciaga de este descubrimiento tizna sus recuerdos. Pronto el emigrante se descubre en una frontera invisible, en tierra de nadie: no soy de aqu¨ª ni soy de all¨¢, como dir¨ªa Facundo Cabral.
Pero no puede uno detenerse a reflexionar, vivir es demasiado caro. Un emigrante es un funambulista sin un coj¨ªn de seguridad: ha de alcanzar el otro extremo si quiere sobrevivir. Huyendo como viene de un pasado que lo acorrala, debe rondar las oportunidades como un cuervo desde la alambrada, hay que mimetizarse al entorno, no puede uno convertirse en estatua de sal, es preciso buscarse el pan y luchar por salir adelante huyendo de la pobreza y la escasez que vivi¨®. Para eso vino, para correr tras la zanahoria, como un ratoncito en una rueda. Que igual que avanza, retrocede.
Cuando era peque?o, anualmente, por las fiestas de Diwali se organizaba un sorteo en el club hindost¨¢nico. Mi madre gan¨® el primer premio. Era un regalo muy simb¨®lico y, sin embargo, despu¨¦s de tantos a?os, es solo al volver la vista atr¨¢s cuando comprendo el valor de aquel obsequio: un viaje a la India. Aquel galard¨®n no era solo un vuelo a un destino com¨²n, no, era la posibilidad de una vuelta a los or¨ªgenes, un retorno al ¨²tero, el ansiado reencuentro con familiares y seres queridos, con im¨¢genes y evocaciones del pasado, tregua al dolor y la melancol¨ªa, trago de agua para el coraz¨®n sediento del forajido; aquel premio era un viaje a la esencia y el ¨¢tomo de nuestro ser, un viaje al amor, que solo los emigrantes pueden comprender en toda su magnitud. Pero cuando recuerdo que mis padres devolvieron el billete y con el dinero que recibieron a cambio, compraron bicicletas para mis primos, mis hermanos y para m¨ª, no puedo m¨¢s que recordar con agradecimiento el Diwali que aprend¨ª a pedalear, a que el viento soplase en mi cara con alegr¨ªa bajo el sol de la tarde y el sacrificio que ellos hicieron porque hab¨ªan amarrado sus ra¨ªces al noray de una tierra nueva.
Y es que eso es el emigrante: puede ser manipulado por el poder, puede ser tirado al suelo por la burocracia, puede ser cubierto de tierra por la ignorancia de los prejuicios, puede ser enterrado por la injusticia y, a pesar de ello, florecer¨¢, porque el emigrante es semilla.
Cuando a los pol¨ªticos se les llena la boca de hablar de movilidad exterior, de j¨®venes talentos que van al extranjero a formarse para luego regresar voluntariamente y no empujados por la necesidad y el hambre, por el instinto de supervivencia, no puedo dejar de pensar que, emigrante s¨ª: por amor, por crecer, por aprender y vivir, para comprender que somos peque?os pr¨ªncipes libres de la estampa educacional que nos fue impuesta cuando no ten¨ªamos edad para defendernos de ella. Pero no emigrante forzado por la mala gesti¨®n, por la incompetencia pol¨ªtica, por la ineptitud organizacional, por el canibalismo capitalista, por la voracidad o avaricia de unos pocos. Entonces ser emigrante es un dolor, es un estigma, es una pena, es un exilio, es un rapto. Es una injusticia que enmudece, que amordaza y hiere a aquellos que no pueden mirar atr¨¢s y s¨®lo les queda correr hacia delante, sin saber a d¨®nde van, pero huyendo del pasado que tanto a?oran y al que ya jam¨¢s, jam¨¢s, podr¨¢n volver.
Es entonces cuando uno siente un amargor en lo m¨¢s hondo de su ser, un regusto acre y seco le inunda el paladar, muy parecido a un plato que el ser amado le cocinaba cuando era peque?o, y uno no puede menos que recordar aquellos d¨ªas fugaces y preguntarse con angustia: ?d¨®nde est¨¢n mis karelas?
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.