Mensaje de ultratumba
Mucho antes de los incas, los mochicas formaron una especie de Estado de gran complejidad cultural entre los a?os 100 y 800 despu¨¦s de Cristo en la costa norte de Per¨². El 15 de marzo se inaugura en el CaixaForum de Barcelona una exposici¨®n que re¨²ne las cer¨¢micas y joyas simb¨®licas de esta enigm¨¢tica civilizaci¨®n precolombina.
Esculturas cer¨¢micas de cabezas tan realistas que solo les falta el soplo de la vida. Numerosas representaciones expl¨ªcitas de la vida sexual, de seres mitol¨®gicos, s¨ªmbolos esot¨¦ricos y hasta de un dios legendario ¨Cuna especie de superh¨¦roe¨C omnipresente que lucha con monstruos. Exquisitos dibujos de l¨ªnea fina que cuentan historias de guerras, decapitaciones, torturas y sacrificios humanos como si fueran un c¨®mic. Sacerdotes o chamanes que invocan fuerzas ocultas mediante el consumo de alucin¨®genos. Joyas exquisitas que hablan de una orfebrer¨ªa sofisticada y rica. No solo la escritura transmite mensajes, tambi¨¦n se puede comunicar mucho mediante el lenguaje de la imagen sobre diversos tipos de objetos o soportes. Pero ?c¨®mo interpretarlos despu¨¦s de casi 18 siglos?
Imaginemos la ¡°escena del crimen¡± totalmente alterada. Miles de piezas de ese puzle enigm¨¢tico dispersas, desconectadas de su contexto. Algo as¨ª le ha venido ocurriendo durante siglos a la arqueolog¨ªa peruana a causa de los saqueos sistem¨¢ticos y descontrolados de las tumbas y templos de sus antiguos habitantes en busca de oro, plata, tesoros y todo tipo de vestigios de gran valor en el mercado clandestino de antig¨¹edades. Clandestino e ilegal actualmente, aunque muchas de esas piezas han hecho despu¨¦s su camino hacia los grandes museos mundiales. El 95% de las piezas que se conservan en colecciones y museos han llegado as¨ª, de forma individual y sin manera de saber d¨®nde, en qu¨¦ contexto y escenario fueron halladas.
Por eso el descubrimiento de las tumbas intactas de un hombre conocido como el Se?or de Sip¨¢n, en 1989, y la de una mujer llamada La Dama de Cao, en 2006, dos gobernantes de la cultura mochica en la costa norte de Per¨², han sido piedras angulares sobre las que se ha desarrollado en los ¨²ltimos 25 a?os buena parte de los estudios cient¨ªficos de esa civilizaci¨®n precolombina. Lo son esas asombrosas tumbas de gobernantes con todas las ofrendas que los acompa?aban y tambi¨¦n las recientes excavaciones de antiguos templos piramidales de varias plantas ¨Cllamados huacas¨C en toda la regi¨®n que han revelado impactantes pinturas murales de vivos colores.
La mochica fue una identidad construida por los pueblos de la costa norte de Per¨², una suerte de estado corporativo multi¨¦tnico¡±
Mucho antes de los incas, los mochicas formaron una especie de Estado de gran complejidad cultural que se desarroll¨® entre los a?os 100 y 800 despu¨¦s de Cristo en los valles y desiertos de la costa norte de Per¨². Si bien se compon¨ªa de varios n¨²cleos urbanos independientes y alejados, compart¨ªan una estructura religiosa y similares pr¨¢cticas rituales sangrientas, as¨ª como un universo iconogr¨¢fico codificado y regulado para la difusi¨®n de su mitolog¨ªa y costumbres. A ello se une el desarrollo de una de las metalurgias y alfarer¨ªas m¨¢s avanzadas del mundo antiguo y la construcci¨®n de monumentales edificios de adobe que usaban para sus pr¨¢cticas religiosas, as¨ª como eficaces sistemas de irrigaci¨®n que convirtieron zonas des¨¦rticas en vergeles.
¡°Lo que llamamos mochica ¨Cpor el r¨ªo Moche, que articula dichos valles¨C no es un grupo ¨¦tnico, sino la identidad construida y compartida por los pueblos de la costa norte, una suerte de Estado corporativo multi¨¦tnico. Las huacas del Sol y de la Luna en el complejo El Brujo, y el n¨²cleo urbano de Moche cerca de la actual ciudad de Trujillo fueron grandes centros productores de ideolog¨ªa pol¨ªtica-religiosa y tambi¨¦n de cultura material de ¨¦lite¡±, explica Ulla Holmquist, comisaria de la exposici¨®n El arte mochica del antiguo Per¨². Oro, mitos y rituales, que se inaugura en CaixaForum de Barcelona el 5 de marzo.
Y cuando hablamos de vestigios no nos referimos a unos pocos restos. La exposici¨®n, que se ver¨¢ en Barcelona y despu¨¦s en el CaixaForum de Madrid, est¨¢ compuesta por piezas del Museo Larco Herrera, en Lima. Solo all¨ª cuentan con 15.000 cer¨¢micas mochicas. ¡°Es el material m¨¢s abundante, ya que en las tumbas se acostumbraba incluir estas vasijas, botellas u otros contenedores de cer¨¢mica. Estas son en realidad el soporte para el relato de su mitolog¨ªa, de sus mensajes para el otro mundo. Son recipientes que comunican y propician el adecuado pase de los habitantes al mundo de abajo (al morir). No son botellas en el sentido actual, sino que habr¨ªa que considerarlas m¨¢s como libros tridimensionales donde su cosmovisi¨®n ha sido escrita, comunicando un orden del mundo. Son esculturas contenedoras que forman parte de un sistema de comunicaci¨®n mayor¡±, precisa Holmquist.
E insiste en que semejante cantidad de vasijas y botellas no eran de uso com¨²n o utilitario, sino solo ritual. ¡°La mayor¨ªa de estos objetos de cer¨¢mica fueron de uso ceremonial: ritos de libaci¨®n, de entrega de chicha (bebida alcoh¨®lica producto de la fermentaci¨®n del ma¨ªz), de propiciaci¨®n agr¨ªcola, de danza y fiestas (hay que considerar que estamos tambi¨¦n frente a objetos sonoros en los que el agua y el aire producen sonido) y funerario¡±.
?Tambi¨¦n los llamados huacos er¨®ticos? Una de las expresiones m¨¢s conocidas de los mochicas son unas cer¨¢micas que representan actos sexuales de todo tipo. Los ¨®rganos genitales se suelen subrayar claramente y su variedad es un aut¨¦ntico cat¨¢logo del ars amandi. La colecci¨®n del Museo Larco Herrera cuenta con unos 200 de estos huacos, pero son comunes en otras colecciones particulares. A los espectadores actuales nos pueden parecer divertidos y mundanos, Holmquist subraya la teor¨ªa de que solo eran de uso religioso.¡°Es que estamos pensando en que estos huacos eran decoraci¨®n de las casas, y esa no era su funci¨®n. O que eran una foto de la realidad, lo cual no es as¨ª. No es un registro hist¨®rico de actividades cotidianas, sino un sistema de comunicaci¨®n simb¨®lico-tridimensional. Estamos hablando de escenas escult¨®ricas que comunican y propician ciertas conexiones a trav¨¦s de los fluidos (reales o simb¨®licos) que all¨ª se conten¨ªan, y que esas conexiones activar¨ªan adecuadamente relaciones que era necesario mantener entre los diversos mundos. Estos huacos er¨®ticos eran puestos en lugares especiales de las tumbas. Por otro lado, no se representa el placer en estas escenas. Pareciera que son muchas las poses, pero en realidad no lo son, son pocas y muy recurrentes, precisamente por tratarse de estos flujos o conexiones¡ desde el mundo de los vivos al mundo de los muertos, la propiciaci¨®n de la fertilidad, la activaci¨®n de los ancestros en el mundo interior¡¡±.
Hay un personaje recurrente y reconocible por sus atributos simb¨®licos. Es un dios guerrero que llaman Ai Apaec. Tiene sobre la cabeza un tocado con un felino salvaje ¨Cposiblemente un jaguar¨C y una pluma de c¨®ndor, el se?or de los cielos. De su boca sobresalen unos grandes colmillos. Lleva atada a la cintura una serpiente cuyos extremos terminan en cabezas de felino. ¡°Ai Apaec es el h¨¦roe mitol¨®gico mochica. Aparentemente, este personaje constituye un referente com¨²n para todos ellos¡±, afirma Holmquist. Sus haza?as se recogen en escenas pintadas delicadamente en vasijas o se representan en cer¨¢micas escult¨®ricas donde lo vemos luchando con cangrejos gigantes o monstruos marinos, lo vemos volar montado en aves y tambi¨¦n morir para continuar sus labores en el inframundo. Es quien defiende a los mochicas de las amenazas.
La mayor¨ªa de estos objetos de cer¨¢mica fueron de uso ceremonial: ritos de libaci¨®n, de propiciaci¨®n agr¨ªcola, de danza y fiestas¡±
La sangre y la violencia extrema estaban muy presentes. No hace falta m¨¢s que visitar las huacas del Sol y de la Luna. En la gran plaza central hay enormes frisos de bajorrelieves pol¨ªcromos en varias franjas. La inferior recoge a guerreros y prisioneros desnudos en fila atados por el cuello con una soga rumbo al sacrificio. El segundo nivel retrata a gobernantes ataviados con lujo y cogidos de la mano. El tercero repite la figura de la espantosa ara?a decapitadora. Los cuatro niveles superiores est¨¢n dedicados a seres mitol¨®gicos, incluido Ai Apaec. La decapitaci¨®n y las cabezas cortadas han sido lugares comunes en los ritos de las culturas precolombinas americanas, muy representadas en sus expresiones art¨ªsticas.
Los sacerdotes o chamanes ofrec¨ªan numerosos sacrificios humanos para aplacar a unos dioses que con cierta frecuencia los maldec¨ªan con fen¨®menos clim¨¢ticos que arrasaban con todo. Hoy lo conocemos como el fen¨®meno del Ni?o. Poder predecir esos estragos es lo que perpetuaba su poder. Y para conseguir estados de videncia recurr¨ªan a drogas y alucin¨®genos como el cactus San Pedro, las hojas de coca o quiz¨¢ el ayahuasca, que proviene de las regiones amaz¨®nicas. Muchos de los dibujos en los huacos aluden por eso a visiones deformadas, entre terror¨ªficas y fant¨¢sticas, de esos dioses, muchas veces compuestos por animales que ellos consideraban sagrados.
Si bien la representaci¨®n de mujeres en los objetos rituales era escasa o funcional, hay pruebas de que estas tambi¨¦n llegaron a ejercer el poder. La Dama de Cao, encontrada en su tumba intacta con todas las joyas y s¨ªmbolos del poder, era una joven de alrededor de 20 a?os que muri¨® poco despu¨¦s del parto. La conservaci¨®n del cuerpo permite apreciar los tatuajes de sus brazos.
Posiblemente era una curandera respetada. No es la ¨²nica, tambi¨¦n se han encontrado las tumbas de las sacerdotisas de San Jos¨¦ de Moro. ¡°Se deduce de la iconograf¨ªa que la mujer particip¨® en la vida ritual asumiendo roles de menor envergadura, lo mismo que otros sacerdotes mochicas varones. Por otro lado, lo que s¨ª es evidente es una identidad mitol¨®gica muy fuerte de identificaci¨®n de la mujer con la Luna. En su cosmogon¨ªa, la dualidad de los elementos era fundamental. Tambi¨¦n se la asocia al ¨¢mbito textil. Sabemos que el tejido era una actividad muy relevante en el antiguo Per¨², no solo porque los objetos tejidos ten¨ªan un gran valor, sino tambi¨¦n porque estaba asociada al registro de informaci¨®n identitaria, pol¨ªtica y cosmol¨®gica a trav¨¦s de las telas. Por eso se suele representar a la mujer como una ara?a¡±.
A lo largo de 700 a?os, los mochicas tuvieron una enorme evoluci¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica. Mediante los sistemas de irrigaci¨®n, pasaron de aproximadamente 10.000 a 80.000 hect¨¢reas cultivadas en no m¨¢s de 300 a?os, cambiando por completo la fisonom¨ªa de la regi¨®n. Lo que era un ¨¢rido desierto pas¨® a convertirse en extensiones enormes de campos de cultivo y bosques.
Una ¨¦lite poderosa, sanguinaria y numerosa, considerando el alto n¨²mero de tumbas ricas encontradas, requer¨ªa de medios para mantenerse. Tanto en lo econ¨®mico como respecto al ejercicio del poder. Un Juego de tronos remoto donde debieron de existir tambi¨¦n divisiones muy grandes, as¨ª como una gran competencia por aproximarse a la c¨²spide de la estructura social.
Como explica Luis Jaime Castillo Butters en el cat¨¢logo de la muestra, ¡°hacia el a?o 750 de nuestra era estas sociedades comenzaron a afrontar una serie de problemas: algunos externos, como la codicia de sus vecinos o un medio ambiente que s¨²bitamente y por extensos periodos de tiempo se volvi¨® hostil; otros internos, como un incremento de los conflictos entre comunidades mochicas o la quiebra de los sistemas pol¨ªtico y econ¨®mico que precisamente hab¨ªan propiciado el ¨¦xito de las sociedades mochicas. Estos problemas, o mejor dicho, la incapacidad de predecirlos y enfrentarlos exitosamente, llevaron a que las sociedades mochicas fueran colapsando una tras otra¡±.
Y prosigue explicando con dramatismo: ¡°Los Estados mochicas colapsaron s¨²bita y permanentemente, sus templos fueron abandonados y sus ciudades desocupadas. En muchos casos nunca nadie regres¨® a ellos, a no ser para enterrar a sus muertos, es decir, que se convirtieron en verdaderas ciudades fantasma¡ Sus dioses dejaron de ser reverenciados y sus rituales jam¨¢s volvieron a escenificarse; muchos de sus logros art¨ªsticos y tecnol¨®gicos dejaron de producirse, y sus gobernantes se extinguieron seguramente en una lluvia de fuego¡±.
?C¨®mo y por qu¨¦ termin¨® todo esto? ¡°El declive de la integraci¨®n pol¨ªtica mochica parece haber estado en la misma esencia de este tipo de Estado¡±, concluye la comisaria de la muestra. ¡°Depend¨ªan para su existencia y mantenimiento del poder de las ¨¦lites, de una vida ceremonial muy intensa que demandaba muchos recursos y producci¨®n de objetos muy sofisticados (que requer¨ªa de materias primas, artesanos especialistas¡). Las cat¨¢strofes ambientales parecen haber puesto presi¨®n sobre esta sociedad que no supo dar respuesta a la crisis sino incrementando la demanda por el mismo tipo de recursos y producci¨®n, lo cual fue causa de su colapso. Es decir, podr¨ªamos resumir diciendo que la ¨¦lite no dio una respuesta creativa a la crisis. Algo muy actual, ?no es as¨ª?¡±.
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