Permacultura urbana hacia la sostenibilidad
Foto de: S¨¦bastien Barr¨¦ en Flickr Commons
A pesar de que las ciudades ocupan el 2% de la superficie terrestre, consumen entre el 60% y el 80% de la energ¨ªa y son responsables del 75% de las emisiones de carbono. Los patrones de producci¨®n y consumo urbano chocan con los l¨ªmites de unos recursos naturales finitos y nos sit¨²an ante un reto ineludible: encontrar maneras de habitar la tierra de forma sostenible. La manera en que dise?emos y transformemos los espacios urbanos juega en ello un papel fundamental. Ya en 1992 Maurice F. Strong, secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de R¨ªo de Janeiro, afirmaba: "La batalla global por la sostenibilidad se ganar¨¢ o perder¨¢ en las ciudades".
Las ciudades, que en Europa albergan ya al 80% de la poblaci¨®n, no son hoy espacios garantes de un equilibrio medioambiental, social y econ¨®mico, y su modelo de crecimiento no siempre prioriza responder a las necesidades b¨¢sicas de sus pobladores. Ejemplo de ello es que, en Espa?a, en 2012, m¨¢s de 44 millones de personas respiraron aire contaminado, seg¨²n los valores recomendados por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), y uno de cada tres, un aire cuya toxicidad superaba los l¨ªmites legales. O que, por otra parte, una de cada cinco personas viva en situaci¨®n de pobreza y el 31,9% de los ni?os lo haga en riesgo de pobreza o exclusi¨®n. Adem¨¢s, la desigualdad ha crecido notablemente y, actualmente, el 1% de la poblaci¨®n espa?ola concentra m¨¢s riqueza que el 70% m¨¢s pobre. Quiz¨¢ por eso, existe un consenso social acerca de la insostenibilidad de las urbes actuales. Seg¨²n el Bar¨®metro de Cultura Ecol¨®gica elaborado por Metroscopia, el 82% de los espa?oles cree que las ciudades del mundo no son sostenibles, en general.
Posiblemente, como reacci¨®n ante esta constataci¨®n, en nuestras ciudades est¨¢ aumentando el n¨²mero de iniciativas encaminadas a generar formas de vida urbana m¨¢s sostenibles, como la paulatina introducci¨®n en Espa?a de la permacultura, un concepto acu?ado por primera vez en 1978, creado por los australianos Bill Mollison y David Holmgren como respuesta a los problemas de contaminaci¨®n del suelo, del agua y del aire, consecuencia de los sistemas agr¨ªcolas e industriales del momento. En palabras de sus creadores, "la permacultura trata de c¨®mo dise?ar asentamientos sostenibles. Es una filosof¨ªa y una manera de usar la tierra que combina microclimas, plantas anuales y perennes, animales, suelos, uso del agua y necesidades humanas, para crear comunidades productivas y cohesionadas". Se recupera hoy como una estrategia m¨¢s para caminar hacia la sostenibilidad ecol¨®gica del planeta. Para ello, la permacultura propone crear sistemas que sean ecol¨®gicamente sanos y econ¨®micamente viables, que produzcan lo necesario para satisfacer sus propias necesidades, que no exploten sus propios recursos o los contaminen y que, por tanto, sean sostenibles a largo plazo. Su puesta en pr¨¢ctica se basa, adem¨¢s, en tres principios ¨¦ticos: el cuidado de las personas, el cuidado de la tierra, establecer l¨ªmites al consumo y a la poblaci¨®n y compartir con equidad.
Aplicada mayoritariamente en el ¨¢mbito rural, la permacultura se introduce tambi¨¦n poco a poco en los n¨²cleos urbanos, orientada a que las ciudades vuelvan a producir alimentos, al redise?o de edificios para ahorrar y producir su propia energ¨ªa o a favorecer las conexiones f¨¦rtiles entre iniciativas ciudadanas sostenibles. Esto ya es visible en ciudades como Barcelona, Madrid, Murcia o Albacete, M¨¢laga, Santa Cruz de Tenerife, etc., donde se multiplican lentamente las redes sociales de econom¨ªa colaborativa, de apoyo mutuo, los huertos comunitarios o los bosques comestibles. Las ciudades se transforman, y su sostenibilidad puede comenzar as¨ª a pasar de la utop¨ªa a la construcci¨®n activa de eutop¨ªa (eu- buen, topos-lugar), del buen lugar.
"Nosotras, ciudades, comprendemos que el concepto de desarrollo sostenible nos ayuda a basar nuestro nivel de vida en la capacidad transmisora de la naturaleza. Tratamos de lograr una justicia social, unas econom¨ªas sostenibles y un medio ambiente duradero. La justicia social pasa necesariamente por la sostenibilidad econ¨®mica y la equidad, que precisan a su vez de una sostenibilidad ambiental".
Carta de Aalborg (1994).
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