Ante el vac¨ªo
Conmoci¨®n despu¨¦s de saberse que el avi¨®n fue estrellado deliberadamente por el copiloto
La conversaci¨®n global de miles de millones de personas coincidi¨® ayer durante muchas horas en un mismo idioma de perplejidad, horror y sensaci¨®n de fragilidad e irracionalidad. Tras el an¨¢lisis de la primera de las cajas negras rescatadas del Airbus 320, la fiscal¨ªa francesa dijo que el avi¨®n se estrell¨® por una decisi¨®n deliberada del copiloto, Andreas Lubitz, de 27 a?os. La investigaci¨®n dio as¨ª un giro brusco y convirti¨® los interrogantes que se abrieron el martes tras la cat¨¢strofe de los Alpes ¡ªa falta de informaciones que ser¨¢n decisivas¡ª en una inc¨®gnita en la que se cruzan los oscuros laberintos de la condici¨®n humana.
Editoriales anteriores
El joven Lubitz bloque¨® la cabina cuando el veterano piloto del vuelo 4U9525 se ausent¨® un momento; accion¨® entonces el mecanismo para que el avi¨®n empezara a descender y mantuvo el control del vuelo hasta que el brutal impacto contra la monta?a pulveriz¨® la vida de las 150 personas que viajaban dentro. El fiscal se?al¨®, ante la posibilidad de un eventual desmayo de Lubitz, que su respiraci¨®n ¡°en apariencia al menos, era una respiraci¨®n normal¡±.
No hubo error humano, por lo que puede colegirse hasta ahora, ni tampoco ning¨²n fallo t¨¦cnico del que de una u otra manera podr¨ªa responsabilizarse a la compa?¨ªa. Lo que el registro de las conversaciones conservadas en la caja negra muestra es que, tras un distendido di¨¢logo entre los pilotos, una vez que el que estaba al mando explic¨® el plan de vuelo previsto hasta D¨¹sseldorf, Andreas Lubitz empez¨® a contestarle de manera lac¨®nica y breve. Los datos que hay son min¨²sculos, y es probable que tampoco vaya a encontrarse mucho m¨¢s en esa caja negra, pero revelan la insistencia del piloto por volver a la cabina y el silencio de Lubitz ante sus peticiones, y su mutismo tambi¨¦n ante las advertencias de los controladores sobre el inexplicable descenso del avi¨®n. Al final se escucha un griter¨ªo lejano, cuando ya nada pod¨ªa hacerse.
No hay consuelo para la muerte de los m¨¢s pr¨®ximos. Las explicaciones que se buscan tras un accidente y las reparaciones que se exigen tienen que ver sobre todo con la imperiosa necesidad de que las cosas funcionen bien (y de que lo peor no vuelva a repetirse): m¨¢s seguridad, mejores condiciones de vuelo, m¨¢s garant¨ªas, m¨¢s pruebas. Ante la tragedia de un accidente a¨¦reo, por el volumen de las v¨ªctimas y lo aparatoso del siniestro, el abatimiento general es mayor. Y por eso hay que valorar la celeridad de las investigaciones.
El misterio, sin embargo, permanece. Las exigencias ser¨¢n cada vez mayores (?c¨®mo es posible que no se proh¨ªba dr¨¢sticamente que una persona sola quede dentro de una cabina cerrada?) y es imprescindible que las investigaciones contin¨²en hasta que haya un relato veros¨ªmil de ese gesto de un joven de 27 a?os que decide estrellarse al mando de un Airbus 320 y matar en el golpe a otras 149 personas. La respuesta que se puede dar, a falta de explicaciones, apunta m¨¢s a los oscuros laberintos del interior del ser humano, donde act¨²an fuerzas muchas veces imperceptibles e incomprensibles.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.