Coger el tel¨¦fono
La Transici¨®n fue un acuerdo, un consenso; la sensaci¨®n es que acaba ahora, cuando es preciso, otra vez, aquel consenso
Este pa¨ªs no es a¨²n mentalmente democr¨¢tico; no lo es desde la Guerra Civil y quiz¨¢ no lo es desde antes; si repasamos la Historia de la edici¨®n espa?ola 1939-1975 que acaba de publicar Marcial Pons y que ha dirigido Jes¨²s A. Mart¨ªnez, podemos encontrar algunas claves contundentes para entender c¨®mo se acentu¨® entre nosotros ese car¨¢cter antidemocr¨¢tico que marca nuestra conducta.
Ah¨ª est¨¢, por ejemplo, el famoso art¨ªculo 2 de la ley de Fraga para liberalizar los medios, y era tan liberal que estaba llena de prohibiciones dictatoriales, que prolongaron, bajo la solapa de que se abr¨ªa el r¨¦gimen, las medidas que pudieran asegurar no s¨®lo su continuidad sino su actuaci¨®n arbitraria en contra de la ya imparable ansiedad democr¨¢tica de los espa?oles.
Es interesante notar que fuera Fraga quien escribi¨® o impuso esa ley en virtud de la cual el franquismo sigui¨® tapando bocas, silenciando medios y secuestrando publicaciones. Pues uno de los s¨ªmbolos que marc¨® el car¨¢cter de Fraga fue esa suposici¨®n (que trat¨® de desmentir cuando ya ¨¦l se parec¨ªa a su leyenda) de que una vez hab¨ªa arrancado de cuajo un tel¨¦fono de pared porque no le estaba gustando lo que escuchaba.
Luego fungi¨® de dem¨®crata, y de hecho protagoniz¨® un hecho, su encuentro con Carrillo, el comunista, que marc¨® en cierto modo la simb¨®lica reconciliaci¨®n nacional que dio paso a una Transici¨®n que me parece que es ahora cuando est¨¢ acabando. Ese momento tuvo su vuelo metaf¨®rico, pero lo del tel¨¦fono tambi¨¦n lo tuvo, en sentido contrario. Ahora que el joven pol¨ªtico catal¨¢n Albert Rivera ha hecho uso de la met¨¢fora del tel¨¦fono para explicar sus relaciones democr¨¢ticas con la pol¨ªtica me ha venido a la mente esa an¨¦cdota de Fraga y quisiera serv¨ªrsela humildemente al l¨ªder de Ciudadanos por si le sirve de reflexi¨®n.
La Transici¨®n fue un acuerdo, un consenso; ha acabado, pero no acab¨® cuando lo dicen los historiadores recientes; la sensaci¨®n es que acaba ahora, cuando es preciso, otra vez, aquel consenso, ahora por otros medios y con otros fines. El proceso de deterioro de los partidos pol¨ªticos, denunciado por el 15-M, sobre todo, ha dado de s¨ª un cambio a¨²n t¨ªmido en el tablero nacional, y ahora unos y otros han de empezar a hablar, utilizando para ellos t¨¢cticas y estrategias ya probadas con ¨¦xito en pa¨ªses tan distintos como Alemania, Inglaterra o Italia. Ahora parece que van a tener que gobernar todos, unos desde fuera y otros desde dentro. Eso obliga, por ejemplo, a coger el tel¨¦fono.
Lo primero que dijo Albert Rivera la noche electoral andaluza fue que no iba a coger el tel¨¦fono si lo llamaba Susana D¨ªaz antes de quitar del Congreso y del Senado a los dos expresidentes que la preceden¡ Hombre, ?no va a coger el tel¨¦fono? ?Y si es para darle una noticia? ?Y si es a su favor? ?C¨®mo se va usted a enterar de lo que otro le tiene que decir si ya desde el inicio de la tarea de utilizar para bien su buen resultado se niega a dialogar con el otro aunque sea por tel¨¦fono?
Fue Fernando Savater el que avis¨® de lo perversa que es la ocurrencia cuando se vende como idea. No coger el tel¨¦fono es una ocurrencia que ni siquiera llega al g¨¦nero de la ocurrencia pol¨ªtica; y por supuesto no es una idea, y mucho menos una buena idea. Por utilizar esa expresi¨®n generosa que se atribuye al saludo, se?or Rivera, un tel¨¦fono no se le niega a nadie. Existe un t¨¦rmino medio entre lo que hizo Fraga, que lo arranc¨®, y no descolgarlo. Ese t¨¦rmino medio aconseja cogerlo y hablar.?
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