El inexistente acuerdo nuclear con Ir¨¢n
Obama realiza una peligrosa apuesta en la zona m¨¢s vol¨¢til del planeta
El 2 de abril, el presidente Obama apareci¨® en los jardines de la Casa Blanca para anunciar que EE?UU y sus socios en la negociaci¨®n hab¨ªan ¡°alcanzado un hist¨®rico entendimiento con Ir¨¢n¡±. Pero no es verdad: no hay ning¨²n acuerdo. El presidente est¨¢ vendiendo algo que no existe, al menos por ahora.
Esta ¨²ltima ronda de negociaciones no ha culminado en ning¨²n texto. Varios participantes hicieron declaraciones sobre ¡°el acuerdo¡±, y tanto el Gobierno estadounidense como el iran¨ª hicieron p¨²blicos ¡°datos¡± que lo detallaban. Pero ninguno de los documentos dice nada sobre los aspectos m¨¢s controvertidos. Peor a¨²n, se contradicen mutuamente en varias disposiciones fundamentales. Por ejemplo, los iran¨ªes aseguran que las sanciones quedar¨¢n abolidas en el momento en que se firme el acuerdo definitivo. EE?UU, por el contrario, prev¨¦ un levantamiento gradual, en etapas, a medida que los iran¨ªes vayan cumpliendo sus obligaciones. No obstante, si al final se obtiene un verdadero acuerdo, hay cinco buenas razones para rechazar este ¡°hist¨®rico entendimiento¡±.
En primer lugar, Obama, como indica su j¨²bilo por el no acuerdo, se muestra excesivamente impaciente. Est¨¢ dispuesto a aceptar un acuerdo, el que sea, a costa pr¨¢cticamente de cualquier cosa. Por eso ha cedido demasiado a cambio de demasiado poco. En noviembre de 2013, cuando revel¨® a los aliados de EE?UU que estaba negociando en secreto con Ir¨¢n, les prometi¨® que se le obligar¨ªa a desmantelar una parte considerable de su infraestructura nuclear. Dijo que la Rep¨²blica Isl¨¢mica no podr¨ªa conservar m¨¢s que mil centrifugadoras y tendr¨ªa que desmantelar las otras 1.800. Poco despu¨¦s elev¨® el n¨²mero de centrifugadoras que iban a poder mantenerse a 3.000. Luego, a 4.500. Hoy est¨¢ a punto de firmar un acuerdo que permitir¨¢ a los iran¨ªes mantener m¨¢s de 6.104 centrifugadoras y no desmantelar ninguna; ni una sola. Las que no se utilicen se desconectar¨¢n, pero sin destruirlas. En otras palabras: toda la infraestructura nuclear de Ir¨¢n permanecer¨¢ intacta, incluido su b¨²nker subterr¨¢neo en Fordow. Cuando los iran¨ªes decidan que ya no quieren respetar el acuerdo, tendr¨¢n a su disposici¨®n un programa nuclear de dimensiones industriales instalado en lugares fortificados, impenetrables a cualquier ataque.
El segundo motivo para rechazar el acuerdo es la llamada ¡°cl¨¢usula de ocaso¡±. Todas las limitaciones de peso al desarrollo del programa quedar¨¢n permanentemente sin efecto en un plazo inferior a 15 a?os. De aqu¨ª a poco m¨¢s de una d¨¦cada, el mundo dar¨¢ a Ir¨¢n el mismo trato que, por ejemplo, a Espa?a.
Pero lo peor es que el Gobierno de Obama no va a esperar 10 ni 15 a?os para empezar a revocar las sanciones. En el momento en que se firme el acuerdo, Ir¨¢n recibir¨¢ una ¡°prima de firma¡±. EE?UU empezar¨¢ a liberar activos bloqueados, por un valor total de m¨¢s de 100.000 millones de d¨®lares. Solo por prometer que va a jugar limpio, Ir¨¢n recibir¨¢ ya una gran recompensa y las empresas europeas y asi¨¢ticas podr¨¢n empezar a hacer negocios all¨ª de inmediato. Obama afirma que, si Ir¨¢n nos enga?a, no habr¨¢ problemas para anular todo lo acordado, pero esa es una afirmaci¨®n caprichosa. Si, despu¨¦s de embolsarse la prima de firma y adquirir nuevos socios econ¨®micos, los iran¨ªes prefieren jugar sucio, no habr¨¢ manera de hacer retroceder el reloj. El acuerdo habr¨¢ colocado a Ir¨¢n en una posici¨®n econ¨®mica y diplom¨¢tica mucho m¨¢s fuerte desde la que podr¨¢ empezar a construir una bomba.
Este acuerdo no fortalecer¨¢ al pueblo iran¨ª, sino al r¨¦gimen
Obama asegura que este acuerdo va a detener el programa nuclear iran¨ª, pero en Oriente Pr¨®ximo nadie se lo cree. El pacto est¨¢ provocando ya una carrera regional nuclear; y esa es la tercera raz¨®n para rechazarlo. Los saud¨ªes han anunciado su intenci¨®n de desarrollar su propio programa, y vinculan expl¨ªcitamente su decisi¨®n a que EE?UU no ha sido capaz de impedir el avance de Ir¨¢n. Es probable que otros, como Turqu¨ªa, imiten su ejemplo. Hay pocas cosas m¨¢s temibles que una carrera nuclear en la regi¨®n m¨¢s vol¨¢til del mundo.
Y esa volatilidad es la base del cuarto inconveniente del acuerdo: su relaci¨®n con el ascenso del poder iran¨ª. Mientras Obama retroced¨ªa sin cesar en el frente nuclear, Ir¨¢n ha ido avanzando en todo Oriente Pr¨®ximo. Hoy controla, en la pr¨¢ctica, cuatro capitales ¨¢rabes: Bagdad, Damasco, Beirut y San¨¢. Al mismo tiempo que Obama anunciaba un entendimiento hist¨®rico, las milicias respaldadas por Ir¨¢n afianzaban su control de Irak. Lo impresionante es que las autoridades estadounidenses dejan entrever expresamente que aprueban esta brutal expansi¨®n del poder iran¨ª.
Justifican su actitud con el argumento de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Las milicias patrocinadas por Ir¨¢n luchan contra el Estado Isl¨¢mico, as¨ª que no pueden ser tan malas. Esta idea delata una gran cortedad de miras por parte de gente con mala memoria. Robert Ford, antiguo embajador de EE?UU en Siria, demostr¨® mucha m¨¢s prudencia cuando afirm¨® que el Gobierno parece haberse olvidado de que ¡°los iran¨ªes ordenaban a sus amigos milicianos a atacar constantemente [a los soldados estadounidenses] entre 2005 y 2011, hasta que retiramos por fin nuestras tropas. Y lo m¨¢s probable¡±, continu¨® Ford, ¡°es que, cuando decidan que nuestra campa?a a¨¦rea contra el EI en Irak ha cubierto su objetivo, vuelvan a atacar a nuestras fuerzas¡±.
La decisi¨®n del presidente de colocar la seguridad de EE?UU ¡ªy la de Europa¡ª en manos de Ir¨¢n me lleva al quinto motivo de preocupaci¨®n: el acuerdo debilitar¨¢ a¨²n m¨¢s el liderazgo de EE?UU. Todos los presidentes desde Jimmy Carter han partido de la hip¨®tesis de que el objetivo supremo de Ir¨¢n es expulsar a EE?UU del golfo P¨¦rsico. Ninguna de las cosas que ha dicho o hecho Teher¨¢n hace suponer otra cosa. No cabe duda de que gran parte de la sociedad iran¨ª est¨¢ deseosa de un cambio. Pero este acuerdo no fortalecer¨¢ al pueblo, sino al r¨¦gimen. Y los gritos de ¡°muerte a Am¨¦rica¡± que lanza el r¨¦gimen son un indicador m¨¢s certero de sus verdaderas intenciones que las sonrisas artificiales de sus diplom¨¢ticos.
Michael Doran es investigador titular en el Hudson Institute y? fue subsecretario adjunto de Defensa en el Gobierno de George W. Bush.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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