La banda que puso en jaque a Suecia
Cr¨®nica de las aventuras criminales de los hermanos Thunberg, que se convirtieron, a principios de los noventa, en la m¨¢s efectiva banda de atracadores de bancos del pa¨ªs
El mayor robo de arsenal en la historia de Suecia fue perpetrado durante una noche del reci¨¦n estrenado oto?o de 1991. M¨¢s de doscientas armas largas, entre ametralladoras y fusiles de asalto AK4, y 864 cargadores de munici¨®n desaparecieron de un dep¨®sito de las Fuerzas Armadas en la localidad de Botkyrka, al sur de Estocolmo. Al frente de los asaltantes estaba Carl Thunberg, un veintea?ero apuesto, alto, atl¨¦tico y rubio que hasta entonces se hab¨ªa dedicado a las reformas y estaba a punto de convertirse en el enemigo p¨²blico n¨²mero uno del pa¨ªs escandinavo. Sus dos hermanos peque?os y un amigo de la infancia fueron sus compinches. Juntos dieron forma a la que acab¨® conoci¨¦ndose popularmente como Banda de los Militares, una asociaci¨®n criminal que ejecut¨® una decena de atracos a bancos con extrema precisi¨®n durante los meses siguientes y puso en jaque el Estado del para¨ªso democr¨¢tico sueco. Juntos, empleando el arsenal que afanaron aquella noche de 1991, cambiaron para siempre las reglas del juego del sistema bancario de protecci¨®n de sucursales.
Carl Thunberg, el cabecilla de la banda, tiene hoy 49 a?os y asegura que sigue dedic¨¢ndose a las reformas. El mismo oficio que mantuvo como tapadera durante su ¨¦poca de pasamonta?as y fusiles AK4 con los que entraba a sangre fr¨ªa en las oficinas de cr¨¦dito, enca?onaba al personal y los obligaba en cuesti¨®n de segundos a echarse cuerpo a tierra y a abrir la caja fuerte. ¡°Hoy preferir¨ªa no tener que recordar¡¡±. Despu¨¦s de una pausada charla, su voz nasal empieza a quebrarse al otro lado del tel¨¦fono. ¡°Nada de todo esto ha desaparecido de la memoria de las autoridades suecas. Pas¨¦ mucho tiempo en prisi¨®n. Pagu¨¦ por mis delitos¡ Mi mujer est¨¢ haci¨¦ndome se?ales desde la cocina¡ Estoy bastante jodido. Me est¨¢ jodiendo una exnovia. Me sigue jodiendo la polic¨ªa y estoy seguro de que nos est¨¢n escuchando mientras hablamos. Tengo una hija de apenas cuatro a?os que tampoco deber¨ªa enterarse de lo que estoy cont¨¢ndote. Y mi mujer no para de hacerme se?as¡ Vamos a tener que dejarlo aqu¨ª. Vuelve a llamarme ma?ana a la misma hora¡±.
Noche cerrada en un lugar indeterminado de Estocolmo. Carl Thunberg cuelga el tel¨¦fono. Se acab¨®. Nunca m¨¢s volver¨¢ a responder a las insistentes llamadas durante d¨ªas. Su voz nasal y titubeante hacia el final de una conversaci¨®n sobre ciertos detalles de su biograf¨ªa, simplemente, acaba de desaparecer. Su hermano Stefan facilit¨® el contacto. Una cena en un restaurante de la calle madrile?a de Cuchilleros, que frecuentaron legendarios ladrones como el bandolero Luis Candelas, hab¨ªa propiciado la llamada al mayor de los Thunberg, as¨ª como las fotograf¨ªas que ilustran estas p¨¢ginas. Escenas in¨¦ditas de la asombrosa vida y obra de la familia Thunberg. Una historia Made in Sweden.
Spielberg ha comprado los derechos cinematogr¨¢ficos del libro que narra las peripecias de los hermanos Thunberg
Ese es el t¨ªtulo original en sueco del libro que ha publicado en Espa?a la editorial Suma de Letras bajo el nombre de Nosotros contra el mundo. Un thriller de casi setecientas p¨¢ginas que reproduce las peripecias de los Thunberg y est¨¢ escrito a cuatro manos entre Stefan Thunberg, guionista, escritor y el ¨²nico hermano de la familia que no form¨® parte de la Banda de los Militares, y Anders Roslund, periodista de la televisi¨®n sueca y destacado autor de novela negra escandinava. Lo ¨²ltimo que ha trascendido sobre dicha obra conjunta es que DreamWorks, la productora de Steven Spielberg, ha comprado los derechos para llevar al cine esta trama de crimen y castigo basada en hechos reales.
Stefan Thunberg tiene 46 a?os y es alto y corpulento. Tiene una mirada azul y a la vez oscura. Luce una media melena casta?a que despeina antes de zamparse un plato de cordero asado durante una noche casi primaveral en compa?¨ªa del coautor, Anders Roslund, sueco como ¨¦l, cabello rubio cortado a capas y gafas redondas. Como Stefan, Anders conoce bien la personalidad de los criminales. Ha tratado con muchos de ellos a lo largo de su larga carrera period¨ªstica y como escritor de novela negra. Cubri¨® para la televisi¨®n sueca alguno de los sucesos reales protagonizados por la banda de los hermanos Thunberg. ¡°Y como ellos, tambi¨¦n tuve un padre iracundo y violento. Me pas¨® lo mismo que a Stefan: tampoco quise seguir los lamentables pasos de mi padre. Esta es una historia que gira en torno al dinero en la que, por supuesto, Carl, el hermano mayor, acaba convirti¨¦ndose en una especie de adicto al robo de bancos. Pero tambi¨¦n estamos hablando de alguien que no dej¨® a su hermano Stefan, que est¨¢ hoy sentado en esta mesa, unirse a la banda¡±.
Todo empez¨® en el suburbio de Skoga, a las afueras de Estocolmo. En un peque?o apartamento donde viv¨ªan Boris y G¨¹nnal con sus cuatro hijos peque?os. El padre inculc¨® pronto a Carl la obligaci¨®n de cuidar hasta donde fuera necesario la integridad de sus hermanos: Stefan, el segundo; Alexander, el tercero, y David, el m¨¢s peque?o. G¨¹nnal era enfermera y cuidaba de los ancianos de un asilo. Boris, el cabeza de familia, se dedicaba a las reformas y chapuzas varias, que combinaba con la ingesta de altas dosis de alcohol y una afici¨®n desmedida por pelearse a pu?etazos con los agentes de la autoridad que le llev¨® en varias ocasiones a pisar la c¨¢rcel. Toda su obsesi¨®n por entonces consisti¨® en adiestrar a Carl, el mayor de los Thunberg, en el manejo de los pu?os y a no retirarse jam¨¢s de un combate. Toda su ambici¨®n era que aquel ni?o rubio con cara de listillo llegara a ser un d¨ªa un hombre como ¨¦l. Incapacitado para delatar jam¨¢s a uno de los suyos. Siempre dispuesto a liarse a mamporros contra cualquier adversario, por grande que este fuera. Listo para golpear primero. ¡°Recuerdo perfectamente el sonido de los que ca¨ªan derribados por los pu?etazos de mi padre¡±, dice Stefan. ¡°Era un sonido especial, como un impacto hueco. Cuando lo escuchas con seis a?os se convierte en algo que no olvidas f¨¢cilmente. Si mi padre era bueno en algo, era en pelearse. A m¨ª nunca me peg¨®. A mi madre le dio dos palizas de muerte. En la segunda ocasi¨®n, Carl intervino para salvarle la vida¡±.
La crisis arras¨® con todo. ?este es el sistema? Pues voy a joderos bien¡±
Carl Thunberg
L¨ªder de la banda m¨¢s famosa de atracadores de bancos en Suecia
Carl, el hermano mayor, recuerda simplemente a su padre como alguien ¡°grande, fuerte, moreno y temible¡±. En las fotos del ¨¢lbum familiar aparece luciendo brazos dignos de Clint Eastwood y pu?os descomunales abiertos por los nudillos. Una especie de Dean Martin con tup¨¦ brillante y nariz de boxeador. ¡°Junto a ¨¦l nunca sab¨ªas lo que iba a pasar¡±, prosigue Carl al tel¨¦fono. ¡°Todo depend¨ªa de cu¨¢nto hubiera estado bebiendo. En una ocasi¨®n, hacia mediados de los setenta, cuando viv¨ªamos en el barrio de Skoga, un grupo de hooligans con los que sol¨ªa encararse le siguieron hasta casa. Estaban borrachos y sedientos de sangre. Empezaron a gritarle para que saliera. Un par de polic¨ªas se aproximaron a la escena, manteniendo una distancia prudencial. Mi padre sali¨® y los muchachos le rodearon en c¨ªrculo. Mi hermano Stefan ten¨ªa entonces seis o siete a?os. Yo tendr¨ªa diez u once. Nos asomamos al balc¨®n. En cuesti¨®n de segundos, mi padre hab¨ªa tumbado con sus pu?os a todo lo que se meneaba a su alrededor. Empezaron a venir las ambulancias y los polic¨ªas le detuvieron. Todo bicho viviente acab¨® tirado en el suelo. Salvo ¨¦l¡±.
Cuando Carl era solo un ni?o, su padre le ense?¨® a pelear como un hombre siempre que tuviera ocasi¨®n. ¡°Por supuesto, la rendici¨®n jam¨¢s era una alternativa¡±. G¨¹nnel, la madre, era en cambio ¡°sigilosa, calmada; mentalmente ausente, pero nunca emocionalmente ausente: en su coraz¨®n era consciente de todo lo que pasaba con mi padre, pero en su mente trataba de abstraerse de todo aquello para sobrevivir¡±.
Mientras tanto, en el colegio, a Carl le resultaba, seg¨²n su propia versi¨®n, ¡°extremadamente f¨¢cil aprender¡±. Era un chico de sobresaliente. Guapo. Alto. Atl¨¦tico. Ten¨ªa 14 a?os cuando la familia al completo se mud¨® de barrio y entr¨® en otro colegio donde hab¨ªa que levantarse a la entrada del profesor en clase con disciplina casi militar. ¡°Empec¨¦ mi particular guerra. Ellos intentaban hacerme quedar como un tonto delante de toda la clase por mi pasotismo ante las normas. No les dej¨¦ mucha opci¨®n. Por otra parte, sacaba buenas notas. Mi sue?o entonces era convertirme en abogado. Creo que ten¨ªa un sentido de la aplicaci¨®n de la justicia. A los 15 le cont¨¦ aquello a mi padre¡±. La respuesta fue la esperada: ¡°Ni de co?a. Los abogados son escoria¡±.
Su padre jam¨¢s le ayudar¨ªa a financiar la carrera de Derecho. Ni le dejar¨ªa buscar fondos por su cuenta para tal fin. A los 17, Carl se enrol¨® con ¨¦l en el negocio de las reformas. Un a?o y medio despu¨¦s, hizo el servicio militar obligatorio. ¡°Fueron los d¨ªas m¨¢s felices de mi vida. Diecis¨¦is meses en medio de la nada. A 200 kil¨®metros de casa. Lo aprend¨ª todo sobre armamento. Estrategias. Explosivos. Qu¨¦ hacer y qu¨¦ no hacer durante un asalto¡±. Cumplido el servicio militar, Carl volvi¨® a trabajar con su padre. ¡°Pero tuvimos una gran pelea tras numerosos desencuentros. Me dio tan fuerte que sent¨ª toda la galaxia dar vueltas alrededor de mi cabeza. No era la primera vez que me pegaba. S¨ª fue la primera ocasi¨®n que yo tuve de devolverle el golpe. Mis hermanos se hab¨ªan mudado con mi madre al centro del pa¨ªs. Yo viv¨ªa en Estocolmo. Abandon¨¦ el trabajo con mi padre y no ten¨ªa d¨®nde ir. As¨ª que aparec¨ª en casa de mi madre y mis hermanos en Falun. Poco despu¨¦s se me pas¨® por primera vez por la cabeza cometer un atraco. Era 1986¡±.?
Seg¨²n recuerda Carl, por entonces un par de personas sol¨ªan transportar sacas de billetes de los bancos suecos a cuerpo descubierto, desarmados. ?l empez¨® a calcular las probabilidades y a dise?ar un plan en un banco pegado a un gran centro comercial de Falun. Y ese mismo verano de 1986 se acerc¨® con aspecto de desharrapado, subido a una bicicleta, a las inmediaciones de la sucursal que llevaba d¨ªas observando desde la distancia. Fue su primer golpe. ¡°En aquellos tiempos aquello era demasiado f¨¢cil de hacer. Vestido con aspecto de yonqui, me acerqu¨¦ a los dos hombres vestidos de uniforme y les dije, enca?on¨¢ndolos con un viejo rev¨®lver del 22, cargado con munici¨®n del cinco y medio, que me dieran la pasta. Y a?ad¨ª: ¡®Haced el favor de no joderme¡¯. Me llev¨¦ un mill¨®n y medio de coronas. Fue como jugar a la loter¨ªa. No estaba muy planeado. Pero tampoco iba a tener otra opci¨®n de salir adelante. No hab¨ªa trabajo. El pa¨ªs afrontaba la gran crisis financiera a finales de los ochenta y principios de los noventa. La corona se desplom¨®. Y yo ten¨ªa demasiado presente las ense?anzas de mi padre: ¡®Jam¨¢s acud¨¢is a los servicios sociales: eso es de perdedores; arreglad los problemas por vuestros propios medios. Si no lo hac¨¦is, ser¨¢ mejor que desaparezc¨¢is de mi vista¡±.
Para Carl, aquello se hab¨ªa traducido en encontrar soluciones por cualquier medio que fuera necesario.
Un par de meses m¨¢s tarde, se mud¨® a Skoga, al mismo suburbio de Estocolmo donde hab¨ªa vivido de peque?o con sus padres. Con parte del dinero de su primer atraco en solitario, fund¨® su propia compa?¨ªa de reformas. Un ¨²ltimo intento de volver al sistema. ¡°Quiz¨¢ deber¨ªa haberlo dejado todo y regresar a la escuela. Pero estaba un poco perdido. Y la crisis hab¨ªa arrasado el negocio de la construcci¨®n. As¨ª que un d¨ªa, simplemente, pas¨¦ p¨¢gina para siempre y dije: ¡®?Este es el sistema? ?As¨ª funciona? Pues voy a joderos bien¡±.
Eso significaba formar una banda criminal. Carl pensaba entonces que Stefan era el hermano talentoso, ¡°un joven deportista e inteligente que lo analizaba todo con mucha precisi¨®n¡±. Hab¨ªa sentido la llamada de las Bellas Artes. No podr¨ªa contar con ¨¦l. No deb¨ªa hacerlo. ¡°Alexander, el siguiente de mis hermanos, era el hombre tranquilo; David, el peque?o; Erik y Johan, dos amigos que se subir¨ªan al barco sin pensarlo. Erik era m¨¢s gallina, supo retirarse a tiempo. Johan era un descerebrado que carec¨ªa de sentido com¨²n y estuvo hasta el final de la aventura. Podr¨ªamos decir que la banda se form¨® sola. Yo solo apunt¨¦ conjeturas, hip¨®tesis, posibilidades. Nuestras primeras conversaciones giraron en torno al hecho de hacernos con armamento; lo importante era tenerlo, no lo que se podr¨ªa hacer con ¨¦l. Era obvio que con un arsenal potente podr¨ªamos elegir qu¨¦ hacer despu¨¦s: venderlo en el mercado negro a otras bandas, al propio ej¨¦rcito o a la polic¨ªa. Una vez nos hicimos con ¨¦l, surgi¨® la idea o, m¨¢s bien, la posibilidad que yo hab¨ªa planteado de robar bancos¡±.
El primer asalto conjunto, empleando parte del arsenal robado al dep¨®sito de las Fuerzas Armadas al comienzo del oto?o de 1991, apenas dur¨® tres minutos. Carl recuerda que en el coche sonaba Knockin¡¯ on Heaven¡¯s Door y que quedaban cinco minutos antes del cierre de una sucursal bancaria a las afueras de Estocolmo. T¨¢cticas de ataque. Indumentaria paramilitar. Equipos de comunicaci¨®n y arneses de combate. Armas autom¨¢ticas con munici¨®n del 7,62, full metal jacket. Huidas sin rastro. ¡°El ej¨¦rcito nos hab¨ªa dado la formaci¨®n necesaria¡±. Los medios suecos tardaron poco en bautizarlos como la Banda de los Militares.
Era inevitable verlos cargados de adrenalina y querer ser uno de ellos¡±
Stefan Thunberg
Escritor y hermano de los integrantes de la Banda de los Militares
Su objetivo, dicen, era el dinero. Pero por el camino hirieron a personas inocentes. Sobre los cristales blindados de una de las sucursales dibujaron una sonrisa a base de disparos de alto calibre mientras las cajeras se agazapaban aterrorizadas bajo el mostrador, quedando traumatizadas de por vida. Golpe a un furg¨®n blindado, un mill¨®n de coronas; doble atraco bancario simult¨¢neo, tres millones; triple robo simult¨¢neo, dos millones¡ Farsta, Svedmyra, ?smo, Rimbo, Kungs?r¡ Mantener la tapadera de operarios de reformas. Construir un b¨²nker por sus propios medios bajo la habitaci¨®n de la casa de Carl para esconder el arsenal. A cada nuevo plan, armas nuevas. Cautela en los gastos. Pocos excesos. Cada bot¨ªn deb¨ªa financiar el siguiente, que ser¨ªa m¨¢s complejo, m¨¢s extremo, m¨¢s violento.
Eran todos veintea?eros, salvo David, el menor de los hermanos Thunberg. Stefan, el ¨²nico al margen de la org¨ªa criminal, lleg¨® una tarde al apartamento de Carl y se encontr¨® a los integrantes de la banda viendo por la tele la noticia del robo por valor de un mill¨®n de coronas que hab¨ªan cometido horas antes. ¡°Entonces quer¨ªa formar parte de aquello¡±, recuerda hoy Stefan mientras devora una pieza de cordero asado. ¡°Era inevitable verlos cargados de adrenalina, escuch¨¢ndolos decir que ese mill¨®n de coronas no ocupaba tanto espacio, y querer ser uno de ellos¡±. Stefan tambi¨¦n asegura que jam¨¢s fue un problema para ellos que presenciara aquellas conversaciones. ¡°Carl nunca me dijo nada parecido a ¡®no hables con nadie de esto¡¯. El sentido de unidad era algo que llev¨¢bamos en la sangre desde peque?os. Si algo nos ense?¨® nuestro padre era a no traicionar jam¨¢s a uno de los nuestros¡±.
¨C?Por qu¨¦ no entr¨® a formar parte de la banda de sus hermanos?
¨CHonestamente, al principio quer¨ªa ser totalmente parte de aquello. Pero despu¨¦s del primer atraco que ejecutaron, tom¨¦ conciencia de que robar bancos no estaba hecho para m¨ª. No soy un criminal. Por entonces me dedicaba a pintar, a estudiar Bellas Artes. Y Carl, mi hermano mayor, tambi¨¦n me hizo ver que yo no estaba hecho para ir con ellos. Una tarde le dije que me apetec¨ªa unirme. Tras una breve conversaci¨®n, ambos concluimos que no era lo mejor para m¨ª. Fue hacia principios de 1992.
Aquel fue el a?o de m¨¢ximo apogeo de la Banda de los Militares. El terror invadi¨® Suecia. Literalmente. Sobre todo, a partir del momento en que colocaron una bomba que hizo explosi¨®n en la Estaci¨®n Central de Estocolmo para desviar la atenci¨®n de la polic¨ªa mientras daban uno de sus sonados golpes. Anders Roslund, autor con Stefan del libro sobre esta historia real a la que han cambiado nombres y fechas, cubri¨® aquel suceso como periodista de la televisi¨®n sueca. ¡°Entonces empezaron a complicarse las cosas en el grupo. Las relaciones se tensaron entre ellos. Aquella explosi¨®n fue el primer acto de verdadero terror que vivi¨® Suecia en los noventa. Haber contado el horror que se vivi¨® aquel d¨ªa en directo fue, a?os despu¨¦s, una de las razones por las que me interes¨¦ en escribir este libro y conocer la verdad que escond¨ªa aquella banda de criminales¡±. Stefan, por su parte, asegura que ¨¦l ha querido publicar esta historia por la mera imposibilidad, ¡°como escritor¡±, de mantenerse al margen de la peripecia de su propia familia.
El d¨¦cimo asalto de la banda ser¨ªa el principio del fin. Boris, el padre, llevaba meses sospechando que sus hijos, a los que hab¨ªa dejado en la cuneta tras largarse de casa, eran los integrantes de la Banda de los Militares. Y quiso enrolarse. ¡°Creo sinceramente que mi padre encontr¨® as¨ª la oportunidad de reencontrarse con sus hijos. Y para mi hermano Carl, que Boris se uniera a ellos era la forma de demostrarle que era alguien. Y de decirle: ¡®T¨² formas parte de mi creaci¨®n¡¯. Cuando iban a trincar a mi padre y a mis hermanos a las afueras de Estocolmo, el d¨ªa antes de Navidad de hace 20 a?os, vi en las noticias que la polic¨ªa los ten¨ªa rodeados. Mi novia de entonces estaba a mi lado en ese momento y dijo: ¡®Hueles jodidamente mal¡¯. Estaba transpirando el estr¨¦s, convencido de que mi hermano morir¨ªa aquella noche. Que no se rendir¨ªa jam¨¢s. El principal problema era que mi padre, nuestro padre, estaba con ¨¦l en aquel momento. El conflicto entre ellos dos era el gran problema. No ve¨ªa otra posibilidad distinta a que los dos murieran aquella noche¡±.
A la ma?ana siguiente, Stefan se levant¨® y vio nacer a trav¨¦s de la ventana un d¨ªa perfecto de Navidad. La nieve cubr¨ªa las calles y el cielo brillaba de un azul radiante. Pens¨® que todo hab¨ªa sido un mal sue?o. Pase¨® hasta una tienda de su barrio y vio los titulares colgados en los peri¨®dicos que le devolvieron a la realidad. Estaban vivos. Los delirios de grandeza como banda criminal hab¨ªan llegado a su fin. ¡°?Qu¨¦ pas¨® entre mi padre y mi hermano mayor durante aquellas horas, esperando la emboscada policial, agazapados en la noche? Para un contador de historias es algo que no puedes dejar atr¨¢s. Y forma parte de m¨ª. Mi vida entera ha girado en torno a ese conflicto entre mi padre y mi hermano mayor. Conflicto, conflicto, conflicto¡±. Stefan choca tres veces su pu?o derecho sobre la palma de la mano izquierda. ¡°Aunque siempre le recuerdo peleando, tambi¨¦n tuve buenos momentos con mi padre. No le respeto, pero le perdono por todo lo que hizo. No creo que ¨¦l me perdone a m¨ª por haber escrito este libro¡±.
Los errores cometidos en el d¨¦cimo asalto pusieron fin a la Banda de los Militares. Sus integrantes comparecieron en un largo proceso judicial que arranc¨® en el verano de 1994 y acab¨® con penas de prisi¨®n de entre tres y catorce a?os. Carl cumpli¨® nueve y medio, varios de ellos en uno de los penales de m¨¢xima seguridad del pa¨ªs. David ten¨ªa 17 cuando ocurrieron los hechos y apenas cumpli¨® condena. A Alexander y al padre de todos ellos les cayeron cuatro a?os. Fueron dispersados por diferentes centros penitenciarios. ¡°No s¨¦ si Carl se arrepiente de lo que hizo. Mis hermanos peque?os, s¨ª, eso lo tengo claro¡±, afirma el ¨²nico Thunberg que no pase¨® por el lado salvaje.
¨C?Sabe si su hermano Carl ha vuelto a cometer alg¨²n delito tras recuperar la libertad?
¨CLo desconozco. Tampoco creo que sea un psic¨®pata. Simplemente, se convirti¨® en aquello que mi padre quiso moldear. Carl pas¨® otro a?o en la c¨¢rcel hasta que se resolvi¨® un caso de asesinato con el que fue relacionado, y que tambi¨¦n afect¨® a mi hermano David. Pero ambos salieron absueltos y el Estado les pag¨® por pasar ese tiempo en prisi¨®n. Antes de venir a Espa?a, mi hermano me ha llamado para decirme que est¨¢ volviendo a tener problemas con la polic¨ªa. No s¨¦ a qu¨¦ se debe, pero los agentes siguen visit¨¢ndole y creo que seguir¨¢n haci¨¦ndolo. Ha sido un delincuente demasiado famoso en Suecia.
Hubo una serie de cr¨ªmenes. Y hay un castigo. La voz nasal de Carl lleg¨® por tel¨¦fono d¨ªas despu¨¦s del encuentro con su hermano Stefan. Poco antes de desaparecer para siempre, esboz¨® su autorretrato. ¡°Todav¨ªa hoy, tengo la sensaci¨®n de que esta sociedad y la polic¨ªa ven en m¨ª al puto Keyser Soze [personaje protagonizado por Kevin Spacey en la pel¨ªcula Sospechosos habituales]. La polic¨ªa sigue mis pasos. Cada vez que lo estiman oportuno vuelven a interrogarme o a poner mi vivienda patas arriba. S¨¦ que no parar¨¢n jam¨¢s. Esta historia me perseguir¨¢ mientras viva¡±.
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