Omar al Bashir, otro tirano eterno
Omar al Bashir, presidente de Sud¨¢n desde 1989. / Foto: Reuters.
Es dif¨ªcil encontrar unas elecciones con menos suspense que las que se celebran este 13, 14 y 15 de abril en Sud¨¢n. Con los principales partidos de oposici¨®n llamando al boicot de los comicios y toda la maquinaria del r¨¦gimen funcionando activamente para la reelecci¨®n del que es presidente del pa¨ªs desde 1989, Omar al Bashir, la posibilidad de que haya una sorpresa en las urnas est¨¢ totalmente excluida. La pantomima electoral incluye a otros 14 candidatos, ninguno de ellos miembro de los principales partidos, para unos comicios presidenciales y legislativos en los que han sido llamados a votar 13,6 millones de personas de los 35 millones con que cuenta el pa¨ªs. Est¨¢ previsto que los resultados no se conozcan oficialmente hasta finales de mes, pero todo el mundo sabe que Al Bashir, acusado de genocidio, cr¨ªmenes de guerra y contra la Humanidad por las masacres de Darfur, volver¨¢ a ser elegido presidente para cinco a?os m¨¢s.
Hasta ahora, el viejo general de 71 a?os curtido en la guerra de Yom Kippur contra Israel y en sofocar la revuelta de los sursudaneses, parece resistir todos los embates. Ni los aires levantiscos de la Primavera ?rabe, ni Estados Unidos, ni las sanciones econ¨®micas, ni la Corte Penal Internacional, ni los grupos guerrilleros que le aguijonean desde el interior. Omar al Bashir, el general que en 1989 dio un golpe de estado y desde entonces gobierna como si fuera su finca particular los destinos de Sud¨¢n, se ha convertido en un saltador de obst¨¢culos inasequible al desaliento. Sostenido por el petr¨®leo y por su alianza estrat¨¦gica con chinos y rusos, se permite el lujo de reprimir impunemente a opositores y periodistas mientras agita, una y otra vez, la bandera del islamismo y el nacionalismo antioccidental para poder seguir en el machito. Por ejemplo, en una reciente entrevista a Euronews, dijo que la CIA y el Mossad est¨¢n detr¨¢s de Al Qaeda y el Estado Isl¨¢mico.
Guerrillero del Movimiento de Liberaci¨®n de Sud¨¢n en Darfur. / Foto: Reuters.
Sin embargo, no se puede permitir el lujo de bajar la guardia pues algunos enanos est¨¢n empezando a crecerle. En los d¨ªas previos a estos comicios el ambiente se ha ido caldeando. Hace algo m¨¢s de un a?o, Al Bashir lanzaba la Iniciativa de Di¨¢logo Nacional con el objetivo de llegar a esta cita contando con todo el espectro pol¨ªtico. Pero no pudo ser, los principales partidos de oposici¨®n han denunciado en reiteradas ocasiones que todo es una operaci¨®n de distracci¨®n y han decidido no participar de las elecciones alegando que la restricci¨®n de libertades impide unos comicios libres y transparentes. En esta misma l¨ªnea, la Uni¨®n Europea se ha negado a legitimar este proceso electoral despu¨¦s de que la alta representante comunitaria para Asuntos Exteriores, Federica Morgherini, criticara el ambiente pol¨ªtico y lo calificara como ¡°inapropiado para unas elecciones¡±. Estas declaraciones han provocado una queja por parte de las autoridades de Jartum.
M¨¢s all¨¢ de la oposici¨®n pol¨ªtica, la rebeli¨®n en curso en Sud¨¢n, con distintos grupos operando tanto en el norte como en el oeste, se ha intensificado en los ¨²ltimos meses y amenaza con ponerse m¨¢s fea a¨²n en los pr¨®ximos d¨ªas, con el foco especialmente puesto en los estados de Nilo Azul, Kordof¨¢n del Sur y Darfur, lo que dibuja un escenario realmente complejo. En la capital tambi¨¦n se podr¨ªan producir disturbios organizados por una oposici¨®n que con toda seguridad va a pretender alzar su voz contra unas elecciones en las que ni cree ni participa. Y ya se sabe que las fuerzas policiales en Jartum se emplean sin ning¨²n tipo de complejos. La mejor prueba tuvo lugar en septiembre de 2013, cuando los disturbios por la carest¨ªa de la vida (consecuencia directa de la p¨¦rdida del 75% de sus ingresos petroleros tras la escisi¨®n de Sud¨¢n del Sur) provocaron m¨¢s de 200 muertos a manos de la polic¨ªa.
Revueltas en Jartum en septiembre de 2013. / Foto: Reuters.
El ox¨ªgeno que necesita Al Bashir, curiosamente, le est¨¢ llegando del exterior. En julio de 2008 se convirti¨® en el primer jefe de Estado acusado por la Corte Penal Internacional (CPI) de cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la Humanidad, acusaci¨®n luego ampliada a genocidio, en este caso por las masacres cometidas en la regi¨®n de Darfur no solo contra los rebeldes, sino contra la poblaci¨®n civil, en un conflicto en el que se estima que han muerto unas 400.000 personas. Sin embargo, el presidente sudan¨¦s se ha movido impune y provocadoramente por diferentes pa¨ªses, la mayor¨ªa ¨¢rabes y africanos, sin que ninguno de los firmantes del Protocolo de Roma haya movido un solo dedo para detenerle, a lo que se suma la inacci¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU a la hora de poner en marcha la investigaci¨®n pertinente. Todo ello ha llevado a la fiscal general de la cuestionada CPI, Fatou Bensouda, a suspender el caso, en un gesto que evidencia su frustraci¨®n. Bal¨®n de ox¨ªgeno para Al Bashir, que lo ha vendido como una demostraci¨®n de inocencia.
Al mismo tiempo, las tensas relaciones que siempre ha mantenido el r¨¦gimen sudan¨¦s con EEUU parecen haberse relajado en los ¨²ltimos meses. Aunque Sud¨¢n sigue incluido en la lista negra de estados terroristas por sus flirteos en tiempos pasados con el islamismo radical que representaba Osama bin Laden e incluso fue bombardeado en una ocasi¨®n por la Aviaci¨®n norteamericana, lo cierto es que los vientos diplom¨¢ticos tambi¨¦n est¨¢n cambiado. Washington ha relajado el embargo econ¨®mico que pesa sobre Jartum y contactos de alto nivel est¨¢n en marcha entre ambos estados. Eso s¨ª, Al Bashir ha sabido desenvolverse en esta su particular traves¨ªa del desierto del aislamiento tejiendo redes con aliados clave capaces de defender sus intereses en Naciones Unidas, como Rusia y China, y sobre todo en los ¨²ltimos tiempos con pesos pesados del mundo ¨¢rabe como Catar o Arabia Saud¨ª.
Omar al Bashir durante una visita a China. / Getty Images.
Una de las claves de la supervivencia pol¨ªtica de Omar al Bashir, adem¨¢s por supuesto de que cuenta con indudables apoyos internos labrados h¨¢bilmente durante m¨¢s de un cuarto de siglo en el poder, es que se ha sabido presentar ante el mundo como un eficiente tap¨®n ante el hipot¨¦tico caos por el que podr¨ªa deslizarse el pa¨ªs en el caso de que ¨¦l no estuviera all¨ª. Las rebeliones en curso, tanto en Darfur como en Kordof¨¢n del Sur y Nilo Azul, y el fantasma de un islamismo desatado como amenazas a la estabilidad regional. ¡°Algunos pretenden que en Sud¨¢n pase lo mismo que en Yemen, Siria o Libia¡±, asegur¨® hace unos d¨ªas durante la campa?a electoral, ¡°pero no lo vamos a permitir¡±. Su tesis es que Occidente, el verdadero eje del mal versi¨®n Al Bashir, alent¨® las revueltas ¨¢rabes para desestabilizar la regi¨®n.
Desde la oposici¨®n, como es l¨®gico, opinan todo lo contrario y creen que la democracia es imposible mientras el general, que se presenta a sus terceros comicios desde que instaur¨® un sistema formal de elecciones siempre cuestionado, siga en el poder. Frente al todopoderoso Congreso Nacional, la coalici¨®n de partidos que sustenta a Al Bashir, se sit¨²a Fuerzas del Consenso Nacional, un batiburrillo de ideolog¨ªas y grupos pol¨ªticos a quienes une la ¨²nica aspiraci¨®n de que se produzca un cambio de r¨¦gimen. De entre todos ellos destaca el partido Umma, liderado por el veterano y carism¨¢tico Sadiq al-Mahdi, figura tanto pol¨ªtica como religiosa en Sud¨¢n que ha sido primer ministro en dos ocasiones, a quien su avanzada edad, ya ha superado los 80 a?os, no le impide mantener una destacada actividad.
Sadiq al Mahdi, l¨ªder de la oposici¨®n sudanesa. / Foto: Reuters.
En los ¨²ltimos d¨ªas se ha producido un ¨²ltimo gesto conciliador por parte de Al Bashir: los opositores Faruk Abu Issa y Amine Makki Madani fueron liberados el pasado jueves. Ambos se encontraban encarcelados desde el pasado mes de diciembre tras haber firmado, como muchos otros grupos de oposici¨®n, un manifiesto llamado Llamamiento a Sud¨¢n en el que, agotados seg¨²n ellos los cauces democr¨¢ticos, preconizaban un alzamiento popular para derrocar al dictador. Sin embargo, el gesto, que no pasa de ser simb¨®lico, no parece haber calmado las aguas pol¨ªticas. Los ataques a la libertad de expresi¨®n de los ¨²ltimos meses, que tuvieron su c¨¦nit en febrero con el secuestro de 14 cabeceras en un d¨ªa, no son sino la muestra de que el r¨¦gimen est¨¢ alerta y vigilante. Incluso con las elecciones atadas y bien atadas, que lo est¨¢n, Al Bashir no quiere escuchar ni el zumbido de una mosca.
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