De regreso a Sefarad
Nunca mejor para dar la bienvenida a estos espa?oles que han querido serlo
En estos d¨ªas se re¨²ne la III Cumbre Erensya que permite el encuentro, cada dos a?os, de la di¨¢spora sefard¨ª. Impulsadas por el Centro Sefarad-Israel, su prop¨®sito es estrechar los v¨ªnculos entre Espa?a y las comunidades sefard¨ªes establecidas por todo el planeta. Es la primera vez que la reuni¨®n se celebra en nuestro pa¨ªs y no es casualidad que lo haga coincidiendo con la aprobaci¨®n de un proyecto de ley de envergadura hist¨®rica, el que permitir¨¢ reconocer la nacionalidad a los sefard¨ªes que han mantenido a trav¨¦s de los siglos y de la distancia una especial vinculaci¨®n con Espa?a.
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Desde la expulsi¨®n de los espa?oles que profesaban la fe jud¨ªa en 1492 de los reinos de Castilla y de Arag¨®n, y en 1498 del reino de Navarra, los jud¨ªos de origen espa?ol han llevado a Espa?a en el coraz¨®n, con verdadero cari?o, con una inmensa nostalgia y sin ning¨²n rencor. Han mantenido con tenacidad su idioma, el judeoespa?ol, el folclore y los ritos de la Espa?a medieval; los jud¨ªos sefard¨ªes han sido durante m¨¢s de cinco siglos aut¨¦nticos embajadores de nuestro pa¨ªs, de su pa¨ªs, de Sefarad. Un fen¨®meno que no encuentra parang¨®n en el mundo.
Solo puede entenderse esta nueva ley en toda su dimensi¨®n como colof¨®n a una larga trayectoria hist¨®rica, pol¨ªtica y legislativa de reencuentro y de reconciliaci¨®n. Apenas hace dos siglos no hab¨ªa en Espa?a ni un solo jud¨ªo. La uniformidad religiosa, entendida como un instrumento fundamental sobre el que articular la unidad nacional, se mantuvo con firmeza a trav¨¦s de una f¨¦rrea pol¨ªtica legislativa y gubernativa que impidi¨® la presencia de ciudadanos de confesi¨®n jud¨ªa en territorio espa?ol. Fue a mediados del siglo XIX cuando los sectores m¨¢s liberales y progresistas comenzaron a relacionar la decadencia espa?ola con la presi¨®n ejercida por la intolerancia religiosa. Y fue entonces cuando se puso como m¨¢ximo exponente de esa actitud el ejemplo de la expulsi¨®n de los jud¨ªos y de sus nefastas consecuencias. Tuvieron una enorme relevancia estudios como los de Amador de los R¨ªos o Rafael Altamira. Sin duda tuvo tambi¨¦n un gran impacto la guerra de ?frica, y los relatos de los soldados que desembarcaron y, sorprendidos, fueron recibidos entre v¨ªtores por ciudadanos que les hablaban un extra?o espa?ol, la haket¨ªa, y les recib¨ªan como aut¨¦nticos libertadores. Habl¨® de este tema Emilio Castelar en su famoso discurso sobre la libertad religiosa y fue un senador progresista, ?ngel Pulido, quien en 1903 por primera vez trajo la realidad de los jud¨ªos sefard¨ªes al Senado espa?ol.
La uniformidad religiosa impidi¨® la presencia de ciudadanos de
confesi¨®n jud¨ªa en territorio
espa?ol durante siglos
Se recuerda con frecuencia una frase muy elocuente que pronunci¨® en 1915 Isaac Alchech y Saporta, enviado al frente de una delegaci¨®n de sefard¨ªes que empezaban a sentir la persecuci¨®n en Grecia, y que proclam¨®: espa?oles fuimos, espa?oles somos y espa?oles seremos. En 1916 se firm¨® con Grecia el primer tratado por el cual Espa?a tom¨® bajo su protecci¨®n a los sefard¨ªes de origen espa?ol. Se les dio el tratamiento de nacionales y se estableci¨® que, en el caso de que hubiese litigios sobre sus personas o sus bienes, ser¨ªan los diplom¨¢ticos espa?oles los que deber¨ªan prestarles asistencia y defensa. Los sefard¨ªes desde ese momento pudieron obtener pasaporte espa?ol y eso, aunque no implicase reconocimiento de nacionalidad, supuso sin duda un paso crucial.
Ese es el precedente de acuerdos similares posteriores y de la ley de Primo de Rivera de 1924, por la que se conced¨ªa la nacionalidad espa?ola por carta de naturaleza a los protegidos de origen espa?ol; no se mencionaba en el texto su car¨¢cter de jud¨ªos. Ese conjunto de normas, laxamente interpretadas, permitieron durante la II?Guerra Mundial escribir al servicio exterior espa?ol una de sus p¨¢ginas m¨¢s gloriosas. Figuras como la de Sanz Briz, Romero Radigales, Ruiz de Santaella, Rolland de Miota, Julio Palencia, Jos¨¦ de Rojas, Mart¨ªnez de Bedoya o Eduardo Propper, algunos de ellos reconocidos como Justos entre las Naciones en Yad Vashem, el centro mundial de documentaci¨®n y conmemoraci¨®n del Holocausto, contribuyeron a salvar de los campos de exterminio nazis a miles de jud¨ªos, encarnando as¨ª nuestra mejor historia contempor¨¢nea.
Fue Ernest Lluch quien consigui¨® en 1981 la introducci¨®n en el C¨®digo Civil de la equiparaci¨®n de los sefard¨ªes con los nacionales de los pa¨ªses iberoamericanos, de Filipinas y de otros antiguos territorios espa?oles a efectos de la obtenci¨®n de la nacionalidad por residencia. Ahora el pueblo espa?ol, representado en las Cortes Generales, pretende culminar una v¨ªa de reconocimiento de la nacionalidad espa?ola a los descendientes de quienes fueron expulsados hace 500 a?os y han mantenido vivos sus v¨ªnculos durante tan largo tiempo. El debate en el Congreso se resolvi¨® con el apoyo un¨¢nime de todos los grupos parlamentarios a esta iniciativa y en las pr¨®ximas semanas completar¨¢ el Senado la tarea.
Nunca mejor que ahora podemos dar la bienvenida a estos espa?oles que lo han querido ser a pesar de persecuciones y de padecimientos, de la ignorancia y del olvido, y a los que hoy abrimos los brazos para un definitivo reencuentro.
Gabriel Elorriaga Pisarik es presidente de la Comisi¨®n de Hacienda y Administraciones P¨²blicas del Congreso de los Diputados y ha sido ponente en el proyecto de ley de concesi¨®n de la nacionalidad espa?ola a los sefard¨ªes.
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