Qui¨¦n manda aqu¨ª
Lo llaman teledemocracia y lo es, aunque el t¨¦rmino contenga un ox¨ªmoron, porque si algo no es democr¨¢tico es la tele
Una de las frases m¨¢s brillantes que he le¨ªdo en los ¨²ltimos a?os se la dijo a Umberto Eco una amiga suya cuyo nombre por desgracia desconozco: ¡°Umberto, cada vez que NO te veo en televisi¨®n me pareces m¨¢s inteligente¡±. Ustedes perdonen el subrayado ¨CUnamuno dec¨ªa que quien subraya una frase toma al lector por idiota¨C, pero creo que por una vez merec¨ªa la pena. Ahora bien, ?es eso verdad, adem¨¢s de brillante? ?Es verdad que la tele idiotiza a todo el mundo, incluido alguien tan reacio a la idiotez como Eco? Y, si es as¨ª ¨Cy no tengo ninguna prueba inapelable de que no lo sea¨C, ?c¨®mo es posible que todo el mundo se pirre por salir en la tele? ?C¨®mo se explica que la enfermedad de nuestro tiempo sea la mediopat¨ªa, esa insaciable adicci¨®n que esclaviza a personas de todo tipo ¨Cdesde pol¨ªticos hasta los llamados intelectuales, pasando por gente de apariencia normal y en su sano juicio¨C, oblig¨¢ndolas a realizar sacrificios inhumanos para obtener su dosis peri¨®dica de medios en general y de tele en particular? ?Es que nos hemos vuelto todos locos o qu¨¦?
La respuesta es evidente: qu¨¦. Y qu¨¦ es que desde hace d¨¦cadas vivimos en una sociedad perfectamente medi¨¢tica, es decir dominada de pe a pa por los medios en general y en particular por la tele; ¨¦sta, casi sobra decirlo, no s¨®lo refleja la realidad: en cierto modo la crea, de tal manera que, en cierto modo, aquello que no existe en la tele no existe a secas. Y la inmensa mayor¨ªa de la gente prefiere correr el riesgo de parecer idiota ¨Co incluso de convertirse en un idiota integral¨C al de no existir. ?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? ?Por qu¨¦ le entregamos todo el poder a la tele? ?C¨®mo es que nadie se opuso a su tiran¨ªa? La respuesta a esta pregunta ya no es tan evidente; la que yo tengo es s¨®lo parcial. Fue precisamente Eco quien, a mediados de los a?os sesenta ¨Ccuando la tele empezaba¨C, dividi¨® a los llamados intelectuales en dos tipos: apocal¨ªpticos e integrados. Los apocal¨ªpticos vendr¨ªan a ser aquellos que, al menos desde Plat¨®n, consideran cualquier gran cambio cultural como una cat¨¢strofe que conlleva el fin de la cultura, mientras que los integrados vendr¨ªan a ser aquellos que consideran cualquier gran cambio cultural como una oportunidad que conlleva la transformaci¨®n de la vieja cultura en una cultura nueva. Por una serie de razones ¨Centre ellas el temor a ser tildados de vejestorios trasnochados¨C, la mayor¨ªa de los intelectuales adopt¨® una posici¨®n m¨¢s bien integrada; no era insensato, si a continuaci¨®n nos hubi¨¦semos ocupado en serio de que la nueva cultura fuese superior a la vieja.
No lo hicimos y, como vio muy pronto David Foster Wallace, la nueva cultura creada por la tele fue una cultura s¨®lo negativa, basada en la iron¨ªa destructora y el sarcasmo. Esto, de entrada, fue saludable, porque limpi¨® la vieja cultura de farise¨ªsmos y blanduras; el problema es que lo que sirve para destruir no sirve para construir, y que la nueva cultura es una cultura nihilista, de tierra quemada, que no renov¨® la vieja sino que la desprestigi¨® hasta casi aniquilarla. S¨®lo entonces advertimos los llamados intelectuales que hab¨ªamos sido ¡°ingeniosos aliados de nuestros sepultureros¡±, por decirlo como el personaje de Milan Kundera, y que, a base de iron¨ªas y sarcasmos, la tele hab¨ªa matado toda autoridad, excepto la de la propia tele; el resultado es que en Espa?a, digamos, la autoridad no la tienen Ferlosio y Savater, sino Jordi ?vole y el Gran Wyoming. En la pol¨ªtica ocurre algo parecido: lo llaman politainment ¨Cpol¨ªtica del entretenimiento¨C o teatrocracia o democracia de audiencia o tertulianizaci¨®n de la pol¨ªtica; en realidad es teledemocracia. Quiz¨¢ el primero que lo comprendi¨® con plenitud fue Silvio Berlusconi, quien hace 20 a?os aprovech¨® la ca¨ªda por la corrupci¨®n de un sistema pol¨ªtico de medio siglo para, present¨¢ndose como limpia alternativa a una casta corrupta, hacerse con el poder a golpe de tele; sin duda el primero que lo ha comprendido aqu¨ª es Podemos, que pretende llevar a cabo una operaci¨®n distinta pero semejante en Espa?a.
Lo llaman teledemocracia y lo es, aunque el t¨¦rmino contenga un ox¨ªmoron, porque si algo no es democr¨¢tico es la tele. Pero es la que manda, y cada vez lo har¨¢ m¨¢s. A menos, claro est¨¢, que entre todos la pongamos en su sitio.
elpaissemanal@elpais.es
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