El santo, los pobres y el JetLag
Procesi¨®n la noche previa a la beatificaci¨®n de Monse?or Romero
Recuerdo la primera vez que entr¨¦ en la catedral de San Salvador. A priori no me impresion¨® demasiado, es bonita s¨ª, pero viniendo de Europa donde se encuentran las catedrales m¨¢s impresionantes del mundo, la de ¡°El Salvador del mundo¡± resultaba interesante sin m¨¢s. ¡°Tenemos que bajar a ver la cripta donde est¨¢ la tumba de Monse?or Romero.¡± ¡°?Y ¨¦se qui¨¦n es¡± ¡°?No conoces a Romero? Es un arzobispo que fue asesinado por el gobierno en los a?os 80.¡± Me impresiono la tumba de Romero. Es grande 2,5m x 1,8m en bronce, con un busto de Romero. Hab¨ªa bastante gente visitando la cripta. Ten¨ªa un punto emocionante.
Han pasado dos a?os desde aquella visita durante los cuales he ido recuperando informaci¨®n de Monse?or Romero, de aqu¨ª y de all¨¢. Me fascina este sacerdote que dio literalmente su vida por ayudar a los m¨¢s desfavorecidos.
Las mayor¨ªas pobres de nuestro pa¨ªs son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras econ¨®micas y pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el pa¨ªs. Monse?or ?scar Arnulfo Romero
Las mayor¨ªas pobres de nuestro pa¨ªs son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras econ¨®micas y pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el pa¨ªs. Monse?or ?scar Arnulfo Romero
En marzo Carlos Dada, periodista que investiga la muerte de Romero desde hace un a?o y medio, me anunciaba que mi viaje a el Salvador coincidiendo con el Foro Centro Americano de Periodismo, coincidir¨ªa con la beatificaci¨®n de Monse?or. Un hecho hist¨®rico que no deber¨ªa serlo. Monse?or Romero es el santo del pueblo que no del poder. Su defensa de los m¨¢s d¨¦biles le acarreo muchas enemistades, fuera pero tambi¨¦n muy dentro de la iglesia. De hecho antes de ser asesinado Romero acudi¨® a Roma a solicitar ayuda al Papa Juan Pablo II y este ¨²ltimo no se la brindo (esta informaci¨®n ha sido extra¨ªda del art¨ªculo ¡°el d¨ªa que Juan Pablo II humill¨® a Monse?or Romero en el Vaticano). Que se reconozca por fin su relevancia dentro de la iglesia es muy importante ya que a trav¨¦s de este reconocimiento el Vaticano acepta la importancia de un pu?ado de religiosos que hicieron historia en la defensa de los derechos humanos y la lucha contra la pobreza en Am¨¦rica Latina durante los a?os 70 y 80 y cuya labor estaba absolutamente reconocida y respetada por el pueblo latinoamericano.
Esta dicotom¨ªa entre el reconocimiento del pueblo y el del poder econ¨®mico, pol¨ªtico y religioso se vivi¨® durante los d¨ªas que rodearon a la beatificaci¨®n. ¡°No queremos un beato milagrero sino un santo compa?ero¡±, clamaban la noche del viernes en la peregrinaci¨®n que fue desde la catedral al fastuoso montaje que al d¨ªa siguiente albergar¨ªa a los participantes del rito y al p¨²blico en general. La peregrinaci¨®n, fue maravillosa. El d¨ªa anterior hab¨ªamos participado en un recital alternativo de canciones de Monse?or en la UCA. Nunca me imagin¨¦ que podr¨ªa acabar tarareando emocionada, al borde de la l¨¢grima, un estribillo que dijera ¡°beato, se?or de mi coraz¨®n¡±. Pero ah¨ª estuve, en primera fila, los brazos en alto, sintiendo como todo ese orgullo luchador del que cree en la justicia social por encima de todas las cosas me invad¨ªa y la rabia y el dolor por la injusticia me encend¨ªa cada vez mas. ?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ tenemos que matarnos? ?Por qu¨¦ se mata a alguien que no quiere nada para s¨ª mismo? ?Por qu¨¦ se calla la voz del que visibiliza la pobreza, la miseria y la injusticia? Esas mismas preguntas se las podr¨ªamos hacer a algunos de nuestros gobernantes que saben que la verdad es inc¨®moda siempre. Esas canciones que me aprend¨ª en la UCA entre abrazos tostados y sudor, se repet¨ªan al principio de la caminata. El atardecer era rojo y gris, compramos unos paraguas porque obviamente iba a llover. Y empezamos la marcha con esta sensaci¨®n de formar parte de algo muy grande, de estar donde hab¨ªa que estar, de compartir casi en comuni¨®n un amor universal. Llovi¨®. Lluvia torrencial caliente, que en seguida dio lugar a una enorme riada. Los paraguas no serv¨ªan para nada, y por un d¨®lar nos comparamos unos sequillos de pl¨¢stico. Notaba el agua templada que corr¨ªa por mis pies calzados por unas chanclas y no pod¨ªa parar de re¨ªrme. La comitiva avanzaba r¨¢pido, y pese a la lluvia las canciones segu¨ªan. Esa noche me acost¨¦ emocionada, por haber podido pasear por el centro de la ciudad tranquilamente y por haber formado parte de algo tan especial, fuera de toda creencia o instituci¨®n, algo verdadero basado en el amor por los dem¨¢s.
Al d¨ªa siguiente acudimos a ver parte de la liturgia oficial. El coro sonaba precioso pero no hubo ninguna canci¨®n que mencionara al pueblo, la lucha, la victoria, la justicia. La homil¨ªa fue fr¨ªa, sin emoci¨®n. La atenci¨®n del p¨²blico respetuosa y met¨¢lica, como las lecturas. Hac¨ªa calor. Compramos unas camisetas y unas chapas, y nos fuimos antes de que acabara. De nuevo disfrut¨¦ de ese largo paseo caminando por el centro de San Salvador, que sin duda fue para m¨ª lo mejor del s¨¢bado.
Aterric¨¦ el domingo llena de emociones en Barajas. Es dif¨ªcil explicar. Y me fui a votar. Y vot¨¦ embriagada por ese sentimiento de fuerza infinita y convicci¨®n de que mi voto pod¨ªa servir para luchar contra la injusticia y por la justicia social. Y disfrute de una bella noche en un Madrid en pleno cambio gracias a un maravilloso Jet Lag.
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