La lista m¨¢s votada
En un sistema proporcional, que tiende a fragmentar los resultados electorales por su propia naturaleza, la fuerza llamada a gobernar es aquella que sea capaz de congregar una mayor¨ªa suficiente para hacerlo
Cuenta Emile Cioran que se top¨® en la Casa de Cervantes de Valladolid con una anciana que contemplaba un retrato de Felipe III. ¡°Con ¨¦l comenz¨® nuestra decadencia¡± coment¨® ella. El fil¨®sofo comprendi¨® en esa sola frase el coraz¨®n del problema pol¨ªtico espa?ol: la conciencia de nuestro decaimiento hist¨®rico. Por lo que termina su reflexi¨®n con un retrato cruel de nosotros mismos: ¡°Charlatanes por desesperaci¨®n, improvisadores de ilusiones, viven en una especie de acritud cantante, de tr¨¢gica falta de seriedad, que les salva de la vulgaridad de la felicidad y del ¨¦xito¡±.
Escuchando semanas, meses atr¨¢s, las tertulias televisivas y las declaraciones pol¨ªticas me ha venido reiteradamente a la memoria esa descripci¨®n de airada verborrea que Cioran nos atribuye, muy ad hoc para describir lo que sucede en los obscenos realities televisados, donde un pu?ado de individuos intentan configurar a grito pelado la opini¨®n p¨²blica espa?ola. En medio de dicho gaitrinar medi¨¢tico una de las falacias m¨¢s difundidas por sesudos analistas y portavoces del poder es que resulta m¨¢s democr¨¢tico, en un r¨¦gimen pol¨ªtico como el nuestro, que gobierne la lista m¨¢s votada, aun si no ha obtenido la mayor¨ªa suficiente para hacerlo. Reiteran tanto el eslogan, expresado siempre con la naturalidad de lo que ser¨ªa obvio, que una vez m¨¢s se comprueba la evidencia goebbelsiana: una mentira muchas veces repetida se convierte f¨¢cilmente en verdad indiscutible.
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Sin embargo cuando los padres de la Constituci¨®n de 1978 optaron por dise?ar un sistema electoral proporcional, aun corregido por la muy exigente regla d¡¯Hondt, se inclinaron por la eventual formaci¨®n de gobiernos plurales, o al menos basados en acuerdos parlamentarios t¨¢citos o expl¨ªcitos, perdurables u ocasionales, que les permitieran ejercer su responsabilidad. Adem¨¢s los l¨ªmites a ese criterio proporcional del voto no vienen en nuestro pa¨ªs establecidos ¨²nicamente por la mencionada regla, habitual en otras latitudes, sino por la perversa combinaci¨®n de la misma con la provincia como circunscripci¨®n electoral. Entre ambas cosas se favorece a los partidos mayores y a los nacionalistas en detrimento de otras formaciones. En el pasado la m¨¢s castigada de todas ellas fue el Partido Comunista, o su filial Izquierda Unida, aunque tambi¨¦n UPyD, y no recuerdo que en ning¨²n caso hayan lanzado por eso sus dirigentes diatribas contra la fundamental calidad de nuestra democracia, aunque en muchas ocasiones se quejaran de la injusticia o inequidad que la norma produc¨ªa. Al fin y al cabo la democracia es esencialmente un m¨¦todo y no una ideolog¨ªa, y el respeto a las reglas debe prevalecer sobre cualquier otro an¨¢lisis.
Si hay algo que agradecer a las nuevas formaciones es que quiz¨¢ los poderes por fin despierten de su sue?o
Un sistema proporcional, por su propia naturaleza, tiende a fragmentar los resultados electorales y lo anormal es que de ¨¦l se deriven mayor¨ªas absolutas como las que en repetidas ocasiones hemos tenido en Espa?a. Con arreglo a dicho sistema no es la lista m¨¢s votada la llamada a gobernar, ni tiene por qu¨¦ serlo, sino aquella que sea capaz de congregar una mayor¨ªa suficiente para hacerlo. Naturalmente quien m¨¢s oportunidades ha de tener en principio a la hora de culminar semejante menester es quien haya recibido mayor n¨²mero de sufragios, especialmente si su distancia con el segundo es sustancial. Pero si se dan acuerdos de las diversas minor¨ªas para obtener entre todas o parte de ellas el ejercicio del poder de ninguna manera padece el car¨¢cter democr¨¢tico de dichos pactos que, en definitiva, representan a una considerable mayor¨ªa de los electores. De modo que los Ayuntamientos y Gobiernos auton¨®micos recientemente constituidos en todo el pa¨ªs responden fielmente a la voluntad popular mucho m¨¢s, desde luego, que si se admitiera a secas la regla de dar el poder a la lista m¨¢s votada, y son los m¨¢s representativos que puedan imaginarse tras las recientes elecciones, independientemente de la satisfacci¨®n o el quebranto que provoquen entre las diversas fuerzas pol¨ªticas. Constituyen un triunfo de la democracia y no implican ninguna renuncia a sus principios b¨¢sicos contra lo que algunos se empe?an en proclamar. Por lo dem¨¢s ser¨¢n los votantes de las fuerzas que firmen contratos entre ellas quienes en el futuro (en nuestro caso, un futuro muy pr¨®ximo) sentenciar¨¢n con su comportamiento lo acertado o err¨®neo de la decisi¨®n de sus representantes.
Tampoco se tiene en pie la acusaci¨®n de que las coaliciones negativas para que no gobierne tal o cual partido en tal o cual Ayuntamiento son un fen¨®meno antidemocr¨¢tico o inconveniente. Sucede que por muchas diferencias ideol¨®gicas o program¨¢ticas que unos y otros tengan existen consensos respecto a la inoportunidad de entregar el poder a quien ha abusado de ¨¦l o tomado medidas inaceptables para la mayor¨ªa de los ciudadanos, aunque dicha mayor¨ªa no se vea representada en una sola opci¨®n electoral. Todo ello resulta a¨²n m¨¢s l¨®gico cuando el ascenso de fuerzas antisistema (desde separatistas irredentos a agitadores sociales) o de partidos emergentes responde en gran medida a la conjunci¨®n perdurable de dos fen¨®menos que han castigado a la poblaci¨®n durante los ¨²ltimos a?os: las pol¨ªticas de austeridad, debilitadoras de la clase media, y la marea de corrupci¨®n. Ambas han da?ado seriamente a las instituciones, destruido la fe en la clase pol¨ªtica, y abandonado a los electores en manos del populismo y la demagogia.
O sea que no es la asignatura de la democracia la que tienen que aprobar por el momento los alcaldes y regidores auton¨®micos ya investidos, sino la de la eficacia y la transparencia. Examen en el que no han gozado hasta el momento ni siquiera de los tradicionales cien d¨ªas de cortes¨ªa por parte de la oposici¨®n y de los medios cr¨ªticos que en las democracias se otorga a los nuevos gobernantes.
La indignaci¨®n ¨¢spera que encumbr¨® a los j¨®venes antisistema se responde ahora con el p¨¢nico verbal
Es evidente que algunos de los nuevos ediles confunden el ejercicio del poder con la gesti¨®n de una ONG y que si persisten en tal comportamiento la poblaci¨®n, a comenzar por quienes les votaron, ser¨¢ v¨ªctima de su impericia o su demagogia. Pero lo mismo, o algo peor, puede decirse de lo sucedido hasta ahora en Madrid, Valencia, Palma de Mallorca o Catalu?a, escenarios de una descomunal rapi?a orquestada durante a?os desde los despachos oficiales. Se cuentan por cientos los pol¨ªticos procesados ante los tribunales como delincuentes contra la propiedad ajena, y es imposible pretender que ese aut¨¦ntico aquelarre de crimen organizado no afecte al prestigio y credibilidad de nuestro sistema, necesitado desde hace generaciones de reformas constitucionales que le devuelvan el aprecio de los ciudadanos. Si hay algo que agradecer a las nuevas formaciones nacidas entre el clamor de los indignados y las v¨ªctimas m¨¢s d¨¦biles de la crisis es que quiz¨¢s los poderes reales de este pa¨ªs, los pol¨ªticos, los econ¨®micos y los medi¨¢ticos, qui¨¦n sabe si incluso los religiosos, despierten finalmente de su sue?o y escuchen la voz de la calle. Esta no es por lo dem¨¢s propiedad de nadie ni debemos permitir que la dial¨¦ctica bolivariana se adue?e de sus anhelos.
Pero tampoco la demagogia pertenece a nadie en exclusiva. Estamos viendo como a la indignaci¨®n ¨¢spera que encumbr¨® a los j¨®venes airados antisistema se responde ahora con el p¨¢nico verbal y las falacias argumentales de quienes ven amenazada su permanencia en el machito. Asombra comprobar c¨®mo en el interregno electoral que ahora vivimos los extremistas se esfuerzan en ofrecer una improbable imagen de que son moderados mientras estos arrojan la m¨¢scara y ense?an de nuevo el colmillo del doberm¨¢n. Dicen que se debe a la influencia de asesores electorales y expertos en marketing pol¨ªtico. Pues ser¨ªa preferible que se rodearan de intelectuales y fil¨®sofos capaces de ense?arles la senda del sentido com¨²n, la alteridad de sus ideas y la duda razonable sobre sus convicciones. Quiz¨¢ as¨ª fueran capaces de rebatir esa m¨¢xima terrible con que Cioran describe a nuestros compatriotas: ¡°Incapaces de acoplarse al ritmo de la ¡®civilizaci¨®n¡¯, clericoidales o anarquistas, no podr¨ªan renunciar a su inactualidad¡±. Todav¨ªa estamos a tiempo de conjurar semejante maldici¨®n. Bastar¨ªa con demostrar que el vituperado r¨¦gimen del 78 no fue un par¨¦ntesis en nuestro devenir sino un triunfo inequ¨ªvoco que nos recuper¨® para la Historia, de la que los sabelotodo de dispar ralea amenazan con expulsarnos de nuevo.
Juan Luis Cebri¨¢n es presidente de El PA?S y miembro de la Real Academia Espa?ola.
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