Un Bizancio monacal
El monte Athos, un refugio paradisiaco para castos ortodoxos
Todav¨ªa hay en Europa un reducto espiritual en donde est¨¢ prohibido nacer. Ma?chos de todo el mundo van all¨ª a morir, como ballenas viejas y buenas, entonando cantos en griego bizantino a Dios y a su Madre, la hem?bra reina. Rep¨²blica mona?cal aut¨®noma, bajo la pro?tecci¨®n y soberan¨ªa del Esta?do griego, el Monte Santo, m¨¢s conocido como monte Athos, ocupa el dedo m¨¢s oriental de la pen¨ªnsula macedonia de Calc¨ªdica, que extiende su mano al este de Sal¨®nica. En su frontera de Uran¨®polis hay guardia para impedir la entrada a todos los animales hembras, hijas de Eva incluidas. Un envia?do de EL PA?S ha peregri?nado, a pie y en mula, por al?gunos de los 20 monasterios que hay en los 360 kil¨®me?tros cuadrados que rodean al Monte Santo.
El autob¨²s de l¨ªnea, hinchado de po?pes, sale de Sal¨®nica a las cinco de la madrugada. Los castos viajeros desgranan rosarios mirando al suelo, para no ver la belleza porno que el ch¨®fer ha pe?gado junto al parabrisas. Y a a eso de las ocho aparece Arist¨®teles en m¨¢rmol blan?co mirando al mar desde un claro del bos?que en su Stagira natal. El viaje termina en Uran¨®polis, al pie del barco que condu?cir¨¢ a monjes y peregrinos al m¨¢s all¨¢ de Athos, por una mar casi siempre picada en invierno.
En el puerto, un pintoresco sexagena?rio de bigotazos blancos canta en griego canciones de la guerra civil espa?ola, apo?yado en el hombro del pope Jaret¨®n, pin?tor athonita de iconos. Al enterarse de que hay un espa?ol, entona una a Guernica y luego se presenta como "Konstandakis, doctor espermat¨®logo, ex combatiente partisano del general Maricos". Lleva en un hatillo de pl¨¢stico transparente unas manzanas y ropa interior. El pope icon¨®?grafo confirma que Konstandakis es de verdad espermat¨®logo.
El barco empieza a bordear la pen¨ªnsu?la, de cuyas laderas y acantilados cuelgan los monasterios. Primero aparece el em?barcadero del monasterio b¨²lgaro de Zoografe, siguen los griegos de Dojiaru y Xenofontos. Tras c¨²pulas verdes y fachadas naranjas, surge el impresionante monaste?rio ruso de San Panteleim¨®n, hoy en total decadencia tras haber sido el orgullo espi?ritual de los zares.
En los 20 monasterios de Athos no hay mucho m¨¢s de 1.000 monjes. Todos los meses mueren algunos. Los griegos se re?nuevan con facilidad. Se advierte un retor?no del pueblo heleno a sus ra¨ªces bizantinas. Grecia es mucho m¨¢s hija de Bizancio que de la antig¨¹edad cl¨¢sica. La Acr¨®polis es para los griegos de hoy el anteayer f¨®sil, como Numancia para los espa?oles. El mismo idioma griego moderno es muy similar a un dialecto bizantino de la ?tica del siglo XII. El griego de Plat¨®n se entiende tanto en Atenas como el lat¨ªn en Madrid.
Pero si los griegos se renuevan bien, no pasa lo mismo con los tres monasterios eslavos. S¨®lo el serbio de Hilandar respira normalmente, gracias a la proximidad de Yu?goslavia y al tr¨¢nsito normal de sus ciudada?nos con Grecia. Hilan?dar es el lugar santo me?dieval de la naci¨®n ser?bia. Vienen muchos ser?bios, pero no se quedan, y el n¨²mero de sus mon?jes no llega a 20. En el siglo XIX hab¨ªa en monte Athos 7.500 monjes rusos y 4.500 griegos. Hoy, los rusos no pasan de 50. Cuando un monasterio baja de los siete monjes puede ser absorbido por los griegos. A pesar del apoyo de que gozan los eslavos en la comuni?dad athonita, los secto?res m¨¢s nacionalistas de la Iglesia griega aca?rician esa idea, aunque hay unos 200 millones de ortodoxos eslavos y s¨®lo 10 millones de grie?gos. Todos los monaste?rios de Athos dependen del patriarca de Constantinopla (actual Estambul), la se?gunda Roma, aunque la ortodoxia respeta tanto como el protestantismo la autono?m¨ªa de sus partes.
As¨ª, el patriarca Pimen, de Mosc¨², no tiene voz ni voto entre los monjes de San Panteleim¨®n. Muchos de ellos, proceden?tes de la Iglesia exiliada, le reprochan su excesiva sumisi¨®n al c¨¦sar sovi¨¦tico. Los monjes rusos y b¨²lgaros est¨¢n cogidos en?tre dos fuegos. Sus Gobiernos les hacen dif¨ªcil la salida, y Grecia les regatea los vi?sados de entrada. Hace unos meses, un bizant¨®logo griego explicaba ir¨®nicamente en una conferencia dada en Friburgo (Sui?za) que "los monjes rusos, antes de salir para Athos, tienen que terminar sus estu?dios en la academia militar sovi¨¦tica". El padre Ambroise, franc¨¦s y doctor en Pa?tr¨ªstica del monasterio griego de Stavronikita, opina que "poco importa que entre 50 nuevas vocaciones de hermanos rusos lleguen dos o tres devotos del KGB; m¨¢s triste ser¨ªa que los ortodoxos rusos perdie?ran su cen¨¢culo athonita". El problema es que todo ruso que sea admitido por un monasterio del Monte Santo obtiene au?tom¨¢ticamente la nacionalidad griega.
En 1955 mor¨ªa el ¨²ltimo monje georgia?no. El monasterio de Iberion, que los fieles de Georgia, patria chica de Stalin, funda?ron en Athos tras su llegada en el siglo X, es uno de los m¨¢s venerados. Cuentan que en el siglo XVII, un icono llevado a Mos?c¨² salv¨® la vida de la hija del zar. Iberion es ya griego, pero sus nuevos moradores lo han dejado todo como estaba, con sus 100 pergaminos en antiguo georgiano. Cuando el peregrino llega a la sala de hu¨¦spedes le ofrecen an¨ªs, caf¨¦, un dulce gelatinoso y posada. Sobre las paredes est¨¢n los cua?dros y fotos de los zares. Extra?a el retra?to de una bell¨ªsima zarina, despechugada hasta lo insoportable, en Athos. El andra?joso monje chipriota que ofrece m¨¢s an¨ªs en un ingl¨¦s con acento de Cambridge no sabe si la se?ora es Catalina. Ni se atreve a mirarla.
Al actual emplazamiento de Iberion lleg¨® la Virgen con san Juan Evangelista a refugiarse de una tempestad, seg¨²n la tradici¨®n. Mar¨ªa y Juan iban a visitar a L¨¢zaro el Resucita?do, entonces residente en Chipre. Tanto le habr¨ªa gustado a la Virgen el lugar que, en?tre trueno y trueno, se oy¨® una voz otor?g¨¢ndole el paraje. "Que este sitio sea tu jard¨ªn, tu para¨ªso y un buen puerto para quienes busquen la salvaci¨®n". En 1963 cumpli¨® Athos su primer milenio de insti?tuci¨®n espiritual bizantina. A las fiestas asisti¨® el rey Pablo de Grecia, pero no su hija, la princesa Sof¨ªa, hoy reina de Espa??a. La ¨²nica mujer que ha penetrado en el Monte Santo sin disfrazarse fue la empe?ratriz serbia Helena, hembra de deseos irreprimibles, aprovechando que en el a?o 1347 su marido, Dusan, se titulaba empe?rador de los serbios y los griegos.
Pero los ratones empezaron a adue?ar?se de los graneros de Athos, y los hijos de Mar¨ªa han tenido que hacer la vista gorda con las gatas para restablecer el equilibrio natural. Por los alrededores de Iberion transitaba una felina muy pre?ada. Un monje de ademanes amanerados la acari?cia sentado en una piedra junto al aserra?dero. Resulta ser vien¨¦s y dice que le en?cantan los animalitos. Cuenta que hace 20 a?os se decidi¨®, en Oxford, a renunciar al t¨ªtulo de bar¨®n y abrazar la ortodoxia. Su tatarabuelo hab¨ªa sido amigo personal de Napole¨®n, y en una noche de vino y brandy revel¨® al corso el secreto del az¨²?car de remolacha, precioso al estar Euro?pa bloqueada por la flota brit¨¢nica. Ha cambiado su apellido teut¨®n por el nom?bre de Alexander, y vive de aut¨®nomo en una celda con capilla, produciendo incien?sos que vende bien a los monasterios.
Los cat¨®licos descubren que es m¨¢s f¨¢?cil serlo en Teher¨¢n que en Athos. El anti?cristo tiene en Athos cabeza de mas¨®n, mano derecha de cat¨®lico e izquierda de pirata catal¨¢n. Tras cuatro horas de mar?cha solitaria por senderos de cabras, el pe?regrino llega al monasterio de Esfigmenu. A su puerta se lee: "Ortodoxia o muerte". El iguman (abad) rompi¨® con el patriarca Aten¨¢goras de Constantinopla en 1967, cuando ¨¦ste hizo migas con Pablo VI. Fuerzas de la polic¨ªa griega sitiaron sus muros, pero los monjes amenazaron con rociarlo todo de petr¨®leo y subir al cielo sobre lenguas de fuego. Ante tanta santa desverg¨¹enza, los uniformados del c¨¦sar se fueron, dejando a Esfigmenu solo en el mundo, tan lejos de Constantinopla como de Roma, con l¨ªnea directa con Dios.
En el patio de naranjos, el hermano arkontari (mayordomo) recibe al reci¨¦n lle?gado embutido en una sotana que es un mapa deshilachado de humildad y manchas.
¡ª?De d¨®nde eres?
¡ªEspa?ol.
¡ª?Ortodoxo?
¡ªNo, cat¨®lico.
Le hace saber al hereje que no puede rezar en la iglesia y que tendr¨¢ que comer despu¨¦s de los popes, cuando el inmenso refectorio quede desierto. El peregrino opta por recoger unas naranjas en el patio e irse a cenarlas en su celda, a la luz de un candil, sobre un mar bravo que bate los muros del monasterio y mete entre las mantas ruidos y humedad. Por un pasillo interminable transitan sue?os de duendes. Todo parece all¨ª una Albania al rev¨¦s, or?todoxa tambi¨¦n.
Jaralambos, ex monje de Esfigmenu que ahora reza y trabaja por su cuenta, muestra un libro sobre el Papa y la maso?ner¨ªa. "Si me promete escribir sobre el pe?ligro del Papa y los masones, se lo regalo; si no, deme 200 dracmas". Coge las 200 dracmas, otras tantas pesetas, y espera que uno escriba. "Pero tenga cuidado, her?mano, porque si le pillan los masones con este libro le arruinar¨¢n".
De joven fue marino y estuvo en Bil?bao. Hasta admite, sonrojado, haber al?ternado por la calle de Las Cortes, la pa?lanca bilba¨ªna. "Una calle muy peligrosa para las almas j¨®venes, con aquellas muje?res que bailaban desnudas en las me?sas...". Luego se fue a Canad¨¢ y lleg¨® a ser propietario de varios restaurantes. "Hasta que mi mujer se meti¨® en negocios mas¨®?nicos". La dej¨® con el hijo, Bobby, y miles de d¨®lares, y se vino a Athos porque se oli¨® el fin del mundo. "Ya lo dijeron los santos profetas bizantinos: este mundo se acabar¨¢ cuando el hombre pueda hablar de un lado a otro del planeta, cuando se sumerja como el pez y cuando sepa volar. Tel¨¦fonos, televisores, submarinos y avio?nes: eso acabar¨¢ con el mundo". Se indig?na ante una ciencia mas¨®nica que ha arrancado al hombre del abrazo de su pa?dre eterno para convencerlo de que des?ciende del mono. El libro antimas¨®nico-cat¨®lico se titula El beso de Judas, y repro?duce en su portada al hoy difunto Aten¨¢?goras, patriarca de Constantinopla, dando el ¨®sculo a Pablo VI. Ante la p¨¢gina 101, Jaralambos se pone p¨¢lido de bizantina ira al contemplar una foto del Pont¨ªfice besando delicadamente el pie de una mu?jer negra. No acepta que sea un acto de humildad, "sino perversi¨®n¡±. De los protestantes dice que "empezaron mejor que las hues?tes cat¨®licas de los piratas catalanes que saquearon Athos en el siglo XIV, pero han acabado peor, ordenando a mujeres y ca?sando a homosexuales. Mire...", y mues?tra las fotos de las p¨¢ginas 105 y 119. Se niega a retratarse. "Aunque usted sea un hombre honesto, yo no s¨¦ c¨®mo son los de su peri¨®dico. M¨¢s de una vez han hecho un montaje del pope con una t¨ªa desnuda y se la venden a Playboy".
A siete horas de mula de Esfigmenu se encuentra Stavronikita, monasterio clava?do sobre los acantilados y que hasta hace un siglo fue pr¨®spero gracias a sus feudos rumanos, hoy nacionalizados. Dan la bienvenida con un dulce y agua. No hay dinero para el caf¨¦ y el an¨ªs de los monas?terios ricos. Stavronikita es uno de los baluartes intelectua?les y asc¨¦ticos de Athos. De su iguman Basilio se dice de todo en Atenas. Cuentan que es un agente de Mosc¨² que in?tentar¨ªa resucitar los sentimientos bizantinos antioccidentales del pueblo griego. A Stavronikita va a menudo Kostis Moskov, intelec?tual comunista, uno de los preferidos del secretario gene?ral del partido comunista griego, Florakis. Hace 10 a?os contrajo una enfermedad irreversible. Es uno de los comunistas m¨¢s ricos de Grecia. Tambi¨¦n pasa tempora?das all¨ª el cantautor anarquista Dionisio Savopulos, el de la canci¨®n Un izquierdista es un hombre enamorado. Entre los hu¨¦spedes frecuentes figura Rostas Zuraris, miem?bro del Comit¨¦ Central del minipartido eurocomunista griego del interior.
"Eso son tonter¨ªas. Lo que pasa es que nuestro iguman y Moskov est¨¢n unidos por una amistad personal", afirma el pa?dre Ambroise, franc¨¦s, doctor en Patr¨ªsti?ca, que se cans¨® en Friburgo "de estar sentado en dos sillas, entre la ortodoxia y el catolicismo". Ha encontrado en Athos las fuentes m¨¢s profundas del cristianis?mo. "Ya no puedo leer a san Juan de la Cruz m¨¢s de 15 p¨¢ginas seguidas. Me pa?rece superficial". Explica que la ¨²nica dife?rencia seria de dogma entre la ortodoxia y el catolicismo reside en una y. Para los or?todoxos, el Esp¨ªritu Santo procede s¨®lo del Padre y no y del Hijo. Antes del cisma esto se explic¨® por las dificultades ling¨¹¨ªs?ticas del lat¨ªn respecto al griego, pero lue?go se convirti¨® en argumento de un con?flicto de intereses Este-Oeste. Ambroise es de los monjes j¨®?venes que buscan en el Monte Santo a Dios, el silencio y la meditaci¨®n. Los viejos ten¨ªan gran?des esperanzas en la llegada de nue?vas vocaciones que les traer¨ªan la luz el¨¦ctrica y el pro?greso a cambio de la otra luz. "Ya te?nemos tel¨¦fono, pero lo desconecta?mos durante casi todo el d¨ªa. Nos molesta", dice el parisiense.
En Athos se dice que el padre serbio Mitrofan es el gran defensor de los derechos al resurgi?miento espiritual de los eslavos en el mon?te Athos. El periodista se decepciona. No se siente ante un halc¨®n eslavo, sino ante un anciano de voz humilde y leal a Constantinopla que en 40 a?os de exilio ha mellado sus br¨ªos anticomunistas. Durante la guerra milit¨® en un partido yugoslavo german¨®filo, enemigo mortal de los partisanos de Tito y hasta de la mayor¨ªa de los chetniks mon¨¢rquicos. "Tenemos nuestra confian?za puesta en los hermanos griegos, que nos dieron la verdadera fe. Esperamos que ayuden a nuestros pueblos de origen serbio, ruso y b¨²lgaro, ahora que Grecia es el ¨²nico Estado europeo ortodoxo no comunista". Por primera vez en muchos decenios, Athos tiene un saldo demogr¨¢fi?co positivo en sus monasterios griegos. Se mueren menos monjes que vocaciones afloran. Entre 1972 y 1984 llegaron 750 novicios, 194 de ellos universitarios. Los eslavos, en cambio, siguen decreciendo. En Hilandar, que es el cuarto monasterio de la jerarqu¨ªa athonita, no quedan m¨¢s que 15 monjes y dos novicios, uno de ellos alem¨¢n.
El d¨ªa 4 de diciembre de nuestro calen?dario, 21 de noviembre del antiguo calen?dario bizantino, es la Slava, la gran fiesta de la Presentaci¨®n de la Virgen. Peregri?nos ortodoxos llegados de Serbia (Yugos?lavia) rivalizan la v¨ªspera en narrar al pie de sus lechos los sue?os er¨®ticos que siempre acunan a los hombres en este pa¨ªs sin hembras. Un cincuent¨®n refiere haber so?ado con el derrame cerebral que le so?brevino hace cinco a?os en Palma de Ma?llorca pecando con una holandesa. "Soy profundamente ortodoxo, pero no le hago ascos al vicio", dice.
Se almuerza a las 9.30, hora de Grecia (cuatro de la tarde en Bizancio), hora que en todos los monasterios es la puesta del sol, excepto en el de Iberion, que sigue el sistema de horario caldeo, en el que las cero horas coinciden con la salida del sol.
El iguman Nicanor, de 84 a?os, bendi?ce las grandes mesas del refectorio de Hi?landar y los centenares de monjes y pere?grinos se sientan. Subido en un p¨²lpito con atril, un monje lee escenas de la vida de la Virgen, en medio de un silencio s¨®lo roto por el ruido de las cucharas. "Era obediente y gustaba de pasarse las tardes hilando y oyendo historias edifi?cantes...".
El mejor vino de Athos est¨¢ en las ca?vas de Hilandar. Sobre las mesas hay tin?to grueso, blanco resinoso y un mosto amielado liger¨ªsimamente fermentado. Pero, por ser ayuno de v¨ªspera de la Vir?gen, en los platos no hay m¨¢s que lentejas sin grasa. El tintineo del padre Nicanor sobre una jarra de vino vac¨ªa interrumpe el postre de manzana. Unas horas des?pu¨¦s bautizaron cerca del refectorio a un adulto llegado de Yugoslavia. Entre un fr¨ªo de mar y roble, introdujeron al hom?bre pudorosamente cubierto con un tapa?rrabos de toalla en una cuba con agua templada. En verano lo hubieran bautiza?do en el mar.
Sigue siendo ayuno, pero el vino fluye de las pipas del padre Sime¨®n. Za blagoslov (de bendici¨®n), ofrece a los peregrinos ca?as dobles que barren con lo que queda de lentejas sin grasa en los est¨®magos. A la una de la madrugada, hora de Bizancio, suenan las campanas del monasterio y arde en velas la iglesia. No hay luz el¨¦ctri?ca que corte la niebla de incienso. Popes de mil a?os rebuscan en la partitura con un cabo de vela las notas roncas del oficio en griego y eslavo eclesi¨¢stico. Est¨¢ pre?sente un polic¨ªa, representante del empe?rador de Bizancio.
Un especialista en m¨²sica bizantina, miembro de la Academia Serbia de Cien?cias y Artes, especialmente tra¨ªdo a Hilan?dar de Yugoslavia para la Slava, interpre?ta el Kyrie eleison. Van dos horas de litur?gia y el anciano iguman sigue en pie, con?celebrando con abades de monasterios medievales yugoslavos, sus invitados. Uno de ¨¦stos toma una larga p¨¦rtiga y za?randea la enorme l¨¢mpara que pende de la b¨®veda, repleta de velas encendidas que ponen a los fieles perdidos de cera. Sobre el iconostasio se proyectan fantasmag¨®ri?cas las sombras de las ¨¢guilas bic¨¦falas bizantinas. Como esas estrellas que, muer?tas hace millones de a?os, siguen envi¨¢ndonos su luz, las sombras y las luces de Constantinopla siguen proyect¨¢ndose so?bre los ya conversos b¨¢rbaros eslavos cin?co siglos despu¨¦s de que el sult¨¢n Mehmed II apagara la segunda Roma.
Al pie del monasterio, cuyos portones siguen cerr¨¢ndose a la ca¨ªda del sol por miedo a la vuelta de turcos y catalanes, est¨¢ el osario. En baldas toscas de roble y casta?o se alinean cientos de cr¨¢neos de los monjes fallecidos en ocho siglos. En la frente llevan la fecha de su muerte. La del nacimiento no importa. En Athos, la fiesta es la muerte. La Pascua es la apoteosis, mientras que la Navidad casi se ignora. Los monjes no yacen m¨¢s que tres a?os en el cementerio contiguo al osario, frente a la capilla del icono damasceno de la Vir?gen de las tres manos. Cuenta la leyenda que el emperador iconoclasta Le¨®n Isavrianin mand¨® amputar la mano de san Juan de Damasco, poeta y ministro del ca?lifa Abdelmelek. Or¨® San Juan, y la Virgen le repuso la mano. En se?al de agradecimiento, san Juan peg¨® en el icono de Mar¨ªa una mano de plata. Milagrosamente, este icono se present¨® solo, a lomos de burro, a la puer?ta de Hilandar en el siglo XIII.
Hace unos a?os se pos¨® en el patio de Hilandar un helic¨®ptero. A bordo iba, en?fermo de c¨¢ncer, el norteamericano de ori?gen aristocr¨¢tico serbio Vadim Chern, hijo de un almirante zarista de la flota del mar Negro. Once d¨ªas llev¨® los h¨¢bitos an?tes de morirse a la sombra de la parra de san Sime¨®n. Sus ra¨ªces arrancan de la tumba de dicho santo serbio y curan la es?terilidad femenina. Serbias devotas y yer?mas devoran sus pasas a la espera de un milagro que sale de tierra de machos.
Todos los monjes tienen en Athos la nacionalidad grie?ga, incluidos los nacidos rusos, serbios o b¨²lga?ros. Cualquier destello naciona?lista puede ser in?terpretado como deslealtad al esp¨ª?ritu ecum¨¦nico de Bizancio y casti?gado o multado. Todos los monas?terios, excepto el de Esfigmenu, comprenden el acercamiento del patriarca de Constantinopla al obispo de Roma, como all¨ª llaman al Papa. Creen los popes griegos que Tur?qu¨ªa querr¨ªa expulsar de Estambul al pa?triarca ortodoxo, Demetrio hoy, para aca?bar de una vez con el ¨²ltimo rescoldo de Constantinopla. Aten¨¢goras sinti¨® cerrarse el cerco en 1967, y se decidi¨® por una maniobra muy bizantina. No le bastaron los edictos de los sultanes que protegieron en el pasado a Athos como "pen¨ªnsula en la que se en?grandece el nombre de Dios de sol a sol". Ahora, la madre Grecia no pudo impedir ni la ocupaci¨®n de casi medio Chipre por el Ej¨¦rcito turco en 1974. La expulsi¨®n de un pope ortodoxo de Estambul no conmo?ver¨ªa demasiado al mundo.
Por ello, el patriarca Aten¨¢goras abra?z¨® a Pablo VI en busca de la influencia po?l¨ªtica internacional del catolicismo en Oc?cidente, nueve siglos despu¨¦s del cisma. El apoyo anglicano est¨¢ garantizado desde hace mucho. A Occidente le explican los popes griegos que, si se cierra el patriarca?do de Estambul-Constantinopla, el pa?triarca ruso Pimen heredar¨ªa la primac¨ªa mundial, al igual que en lo temporal los zares declararon a Mosc¨² la tercera Roma, tras la ca¨ªda de Constantinopla en 1453. Los monjes de Athos andan a la gre?a con los so?cialistas griegos. "Est¨¢n locos. Quieren solucio?nar la inflaci¨®n, el paro y la recesi¨®n nacionaliz¨¢ndo?nos 200 hect¨¢reas de nuestras pose?siones fuera del Monte Santo", declaraba uno de ellos. La verdad es que algunos ¡ªbastantes¡ª de esos monasterios son muy ricos, con capitales en Grecia y en el ex?tranjero. Ya la dictadura de los coroneles griegos (1967- 1974), mas¨®nica seg¨²n los monjes, declar¨® patrimonio nacional los tesoros art¨ªsticos de Athos seg¨²n decreto de 1969. Ahora, la ministra socialista de Cultura, Melina Mercuri, ha tenido que suprimir la anunciada expo?sici¨®n de joyas e iconos en Sal¨®nica. En represalia a las nacionalizaciones, los po?pes no ceden sus tesoros ni temporalmen?te. S¨®lo el de la Virgen Axion Stin fue lle?vado a Sal¨®nica el pasado 25 de octubre a bordo de un destructor. Cuenta la leyenda que un ¨¢ngel hizo ese icono. Est¨¢ situado en la iglesia del Protato de Kanes, a cuya puerta los catalanes decapitaron a varios dignatarios en el siglo XIV.
El monte Athos ha pedido al Mercado Com¨²n un estatuto especial tras la inte?graci¨®n de Grecia en las Comunidades Eu?ropeas en 1979. Baluarte de la ortodoxia, teme mucho a la preponderancia cat¨®lico-protestante. Bruselas ha reconocido un "estatuto especial que se detallar¨¢ m¨¢s tar?de". Los que tienen el alma en un pu?o son los tres monasterios eslavos y la skita ru?mana, monasterio sin voz ni voto en la Santa Asamblea, la Sinaxia, constituida por los 20 igumanes. El poder administrati?vo est¨¢ en manos de 20 delegados, uno por cada monasterio, que residen por un a?o renovable indefinidamente en sus residencias-embajadas de la aldea-capital, Karies. All¨ª vive el gobernador griego, est¨¢n los co?rreos y tel¨¦fonos, hay un restaurante que respeta escrupulosamente las vigilias y ayunos sin luz el¨¦ctrica, dos tiendas con arenques ahumados, velas, linternas, pos?tales y poco m¨¢s y una sastrer¨ªa de moda para los popes. El poder ejecutivo corres?ponde a la Santa Epistasia (Comisi¨®n), for?mada por los cuatro delegados de otros tantos monasterios mayores. Cada uno de ¨¦stos representa en ella los intereses de cin?co monasterios menores. El ¨²nico eslavo es el serbio de Hilandar. Los documentos de Athos van sellados con un tamp¨®n dividido en cuatro cuarteles, cada uno en poder de cada representante para evitar que nadie se alce con la supremac¨ªa.
El alojamiento y la comida son gratis hasta para cat¨®licos, masones y catalanes. En cada peregrino viaja Cristo. Pero las limosnas son m¨¢s que recomendables tras haber pernoctado en un monasterio. Es un mundo fascinante, sin televisi¨®n, en el que la epilepsia sigue siendo calificada de mal diab¨®lico. Un monje lego y tartamudo que criaba conejas a escondidas, en un rinc¨®n de la cuadra de mulas, nos confesaba su pavor por el cocinero. No se atrev¨ªa a fu?mar delante de ¨¦l porque "cuando al dia?blo se le hace espuma en la boca me puede dar una cuchillada". El epil¨¦ptico hab¨ªa sido ingeniero agr¨®nomo en el mundo, y la v¨ªctima, marino. Confesaba haberse ena?morado en Tampico "de una belleza mexi?cana que se llamaba Dorotea de ?ngel". Cuando reinan la noche y la confianza, a solas frente al caf¨¦, siempre sale una mu?jer no virgen en la charla. El destino m¨¢s parad¨®jico es el de los monjes de Simonos Petras, que, tras la misa, besan en fila la mano de Mar¨ªa Magdalena, conservada en un relicario de dicho monasterio.
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