La rebeli¨®n de los clientes
Las trampas de la alimentaci¨®n son una de las obsesiones favoritas de los pa¨ªses ricos
La se?orita se presenta sola: ¡°Mi nombre es Vani Hari, pero ahora me conocen como The Food Babe. Durante buena parte de mi vida com¨ª todo lo que quise. Era una adicta a las chuches, beb¨ªa gaseosas, nunca tomaba verdura, frecuentaba los fast foods y me llenaba de comida procesada. Mi dieta t¨ªpicamente americana me llev¨® donde t¨ªpicamente te lleva: a un hospital. Fue en una cama de hospital, hace m¨¢s de diez a?os, donde decid¨ª convertir la salud en mi prioridad n¨²mero uno¡±.
Ahora Vani Hari tiene 35, la sonrisa colgate y un blog ¨Cfoodbabe.com¨C que, s¨®lo el a?o pasado, consigui¨® 54 millones de visitas. All¨ª muestra su antes y despu¨¦s: una chica gordita se transform¨® en belleza normalizada porque empez¨® a comer sano y, para eso, dedic¨® su vida a estudiar qu¨¦ nos venden las compa?¨ªas alimentarias so capa de comida. Food Babe denuncia la cantidad de componentes nocivos que traen los alimentos envasados y es una pesadilla para esas compa?¨ªas, pero es, sobre todo, el s¨ªntoma de una tendencia. Las trampas de la alimentaci¨®n se han transformado en una de las obsesiones favoritas de los pa¨ªses m¨¢s ricos: libros, revistas, webs, emisiones de radio y de tev¨¦ las rastrean. Lo que comemos debe ser fiscalizado: la comida ¨Ccomo todo lo que nos metemos en el cuerpo¨C es sospechoso. En tiempos sin cuerpos sociales bien definidos, muchos intentan defender el ¨²ltimo basti¨®n, el refugio final: el cuerpo propio.
Las trampas de la alimentaci¨®n son una de las obsesiones favoritas de los pa¨ªses m¨¢s ricos
Es cierto que la mala alimentaci¨®n ya ha causado una epidemia mundial de gordura, que afecta especialmente a Estados Unidos: uno de cada tres americanos ¨Clos m¨¢s pobres, los m¨¢s expuestos a la comida basura¨C es obeso. Y la alimentaci¨®n paranoica empieza a producir efectos. En el coraz¨®n del Imperio Fastfood, las grandes corporaciones pierden peso: McDonald¡¯s cambi¨® de jefe tras nueve trimestres de baja de las ventas, Kellogg¡¯s lleva siete, los beneficios de Kraft se redujeron un 62% el ¨²ltimo a?o, Coca-Cola lanz¨® un plan para ahorrar 3.300 millones de euros en cinco a?os. Y, para adaptarse, mutan sus productos o, por lo menos, sus im¨¢genes: dicen que usan ingredientes naturales, excluyen colorantes o transg¨¦nicos, ofrecen ensaladas ¨Ca ver si recuperan a sus clientes en fuga. En estos d¨ªas nada vende m¨¢s que decir que algo es sano y que ha sido producido en condiciones justas. El mercadeo cambia para que el mercado pueda seguir igual.
El rechazo de la comida sospechosa forma parte de un fen¨®meno m¨¢s amplio: la rebeli¨®n de los clientes. Ahora ¨Ctiempos duros para la pol¨ªtica¨C la ciudadan¨ªa se ejerce en el consumo: cada vez m¨¢s personas compran comercio justo, manzanas org¨¢nicas, chirimoyas no fertilizadas, lanas te?idas naturales. As¨ª, contribuyen a favorecer ciertas ideas del mundo: intercambios m¨¢s equitativos, mejores condiciones laborales, cuidado de la Tierra, boicot de qu¨ªmicos diversos.
La insurrecci¨®n de los consumidores avanza ¨Ccon m¨¢s ¨ªmpetu cuanto m¨¢s rica es su sociedad, porque suele ser cara: los productos que favorecen cuestan m¨¢s que los otros. Pero la discusi¨®n central no es ¨¦sa: sus cr¨ªticos dicen que si tu acci¨®n contra las injusticias del sistema econ¨®mico pasa por tu condici¨®n de consumidor, consolidas el sistema que produce esas injusticias ¨Cque se basa en definirte como un consumidor. Otros contestan que, ya que hay que consumir, mejor hacer valer tu opini¨®n en ese acto. Otros, que qu¨¦ me importa el lugar donde me ponen o me pongo, que lo que vale es no dejarse enga?ar ni enfermar, cuidarse.
The Food Babe, mientras, sonr¨ªe con docenas de dientes: est¨¢ convencida de que ella ¨Cy otros como ella¨C est¨¢n cambiando lo que cuenta.
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