Europeos, esos vecinos desconocidos
Hoy por hoy, la ceguera, la desinformaci¨®n y, sobre todo, los estereotipos mandan

Se pregunta el escritor y ensayista holand¨¦s Cees Nooteboom en su obra Noticias de Berl¨ªn hacia d¨®nde se dirige el sue?o de la Europa ¨²nica, lamenta que el dinero se haya impuesto a las ideas y se?ala que la ignorancia entre pa¨ªses, as¨ª como la persistencia de viejos conflictos y prejuicios, impide que los vecinos se acepten como iguales con sus diferencias. Traza Nooteboom una f¨¢bula en la que un compositor escribe el himno de la nueva Europa y se ve incapaz de conseguir una m¨²sica que englobe arm¨®nicamente tanta variedad de paisajes y culturas porque los instrumentos se le rebelan y reproducen a la vez los compases de los distintos himnos nacionales.
Argumenta el historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco que el gran error de Europa ha sido la falta de integraci¨®n de todos sus pa¨ªses miembros a trav¨¦s de la educaci¨®n, que ¡°se trata de superar de una vez las ense?anzas nacionales¡±. Se lleva las manos a la cabeza el escritor Jos¨¦ Mar¨ªa Merino ante la frivolidad con la que se ha llegado a afrontar el asunto de la salida de Grecia del euro: ¡°?C¨®mo es posible? Somos hijos de Grecia. De Grecia viene lo mejor, que luego cristaliz¨® en el Renacimiento, tras la larga sequ¨ªa de la Edad Media. Ah¨ª est¨¢n nuestros referentes¡±.
No he dejado de pensar en todo esto desde que conoc¨ª a Albert en una cena en casa de unos amigos. Berlin¨¦s, de poco m¨¢s de 30 a?os, Albert ven¨ªa por segunda vez a Madrid para perfeccionar su espa?ol. ?ramos seis en la mesa. Empezamos a hablar de la desigualdad de oportunidades entre la ¡°poderosa¡± Alemania y los pa¨ªses del sur y, a los postres, ya hab¨ªamos entablado una especie de batalla entre dos bandos que parec¨ªan irreconciliables. Albert se?alaba que en su pa¨ªs tambi¨¦n hab¨ªa mucha gente pas¨¢ndolo mal; que Alemania no era responsable de las deudas de los dem¨¢s; que Merkel proteg¨ªa a sus ciudadanos. ¡°Si no os gustan vuestros gobernantes, pod¨¦is votar otras opciones¡±, nos dijo retador, a lo que respondimos que ¡°Grecia hab¨ªa votado otra cosa y Alemania se negaba a que se aplicasen medidas m¨¢s all¨¢ de la austeridad, capaces de contribuir a la recuperaci¨®n de un pueblo sumido en una situaci¨®n insostenible, fruto de culpabilidades no solo propias, tambi¨¦n ajenas¡±.
Imposible resumir una charla largu¨ªsima que tuvo un momento culminante. Saber que muchos expertos, como el historiador belga ?ric Toussaint, han se?alado la legitimidad griega a la hora de exigir a Alemania que pague el pr¨¦stamo forzoso exigido por los nazis para financiar su propia invasi¨®n, sorprendi¨® a Albert. No ten¨ªa ni idea de ese cap¨ªtulo de la historia. ¡°En Alemania una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n se sum¨® al nazismo y las j¨®venes generaciones seguimos sufriendo por eso. Es una herida abierta¡¡±, inici¨® un sentido mon¨®logo que nos impact¨® y que abri¨® la puerta al entendimiento.
Si algo nos confirm¨® esa cena es que, hoy por hoy, la ceguera, la desinformaci¨®n y, sobre todo, los estereotipos mandan. Una reciente encuesta de opini¨®n de Pew Research Center (Estados Unidos) a ciudadanos de ocho pa¨ªses europeos refleja que los habitantes del sur vemos a los alemanes como ejemplo de arrogancia, mientras que ellos est¨¢n convencidos de que no se puede confiar en pa¨ªses a los que consideran holgazanes y corruptos. Si algo tuvimos claro es que intelectuales como Nooteboom, ?lvarez Junco, Merino o Toussaint tienen raz¨®n. La falta de empat¨ªa dificulta la proximidad, sin conocimiento y di¨¢logo no puede haber comprensi¨®n. A la ma?ana siguiente, despu¨¦s de una noche buscando informaci¨®n en Internet, Albert nos dio las gracias. ¡°A ti¡±, le dijimos.
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