Pasatiempo 601
Siento particular l¨¢stima por los autores que van de provocadores y pasan inadvertidos
Desde que empec¨¦ esta columna de El Pa¨ªs Semanal, hace m¨¢s de doce a?os, pongo en el margen izquierdo de la primera p¨¢gina (sigo utilizando papel) ZF y el n¨²mero correspondiente. Las iniciales son las del arbitrario nombre de la secci¨®n, que por pereza no he cambiado en todo este tiempo, y que era un homenaje al t¨ªtulo mexicano de la serie de los a?os sesenta The Twilight Zone, de Rod Serling, y que en Espa?a creo que se llam¨® La dimensi¨®n desconocida: entonces no hab¨ªa televisi¨®n en mi casa y me conformaba con ¡°leer¡± algunos episodios en los tebeos que publicaba la m¨ªtica Editorial Novaro, de M¨¦xico, que tambi¨¦n sacaba Superman, Batman, La peque?a Lul¨² y centenares m¨¢s. La semana pasada lo que escrib¨ª en ese margen fue ZF 600, y desde entonces esa cifra me ronda la cabeza, con una mezcla de estupor y preocupaci¨®n. La cercan¨ªa de agosto, adem¨¢s, el mes en que me tomo un respiro de estas colaboraciones, supone otro motivo no tanto para hacer balance cuanto para preguntarme qu¨¦ diablos estoy haciendo y por qu¨¦, todos los domingos desde 2003. De mis compa?eros, creo que soy el ¨²nico, desde la marcha de Maruja Torres, cuya columna no es quincenal, o as¨ª ha sido al menos hasta hace muy poco. Y, aunque ustedes no tienen por qu¨¦ saberlo o recordarlo, antes de que EPS me brindara generosamente esta p¨¢gina, me hab¨ªa pasado ocho a?os m¨¢s con art¨ªculos dominicales en otro lugar, del que me fui cuando se me censur¨® uno.
Cuatro lustros opinando son sin duda demasiados. Y doce a?os tambi¨¦n, para los lectores de este suplemento y probablemente para m¨ª. La respuesta de aqu¨¦llos ¨Ces decir, de ustedes¨C no ha podido ser m¨¢s amable ni m¨¢s paciente. No tengo sino agradecimiento para cuantos se dirigen a la secci¨®n de Cartas, y eso incluye a quienes lo hacen para expresar su desacuerdo o criticar lo que he dicho: su mera reacci¨®n significa que se han tomado la molestia de leer el art¨ªculo y que no los ha dejado indiferentes, lo peor que le puede ocurrir a cualquiera que escriba, tanto da el g¨¦nero. Siento particular l¨¢stima por los autores ¨Chay no pocos en Espa?a¨C que van de provocadores o transgresores ¡ y pasan inadvertidos, me parece uno de los destinos m¨¢s tristes imaginables. As¨ª que me considero afortunado y doy las gracias a cuantos no se saltan sin m¨¢s esta ¨²ltima p¨¢gina, sino que se detienen en ella, aunque luego sea para indignarse. Tambi¨¦n la indignaci¨®n merece gratitud.
Hay lectores que celebran ver en letra impresa una opini¨®n que ¡°nadie se atreve a expresar¡± o que ellos compart¨ªan en silencio
Ahora bien, al ver ese n¨²mero 600 no he podido por menos de preguntarme, como deben de hacer tambi¨¦n de vez en cuando los dem¨¢s columnistas, qu¨¦ es lo que uno pretende, aparte ¨Cclaro est¨¢¨C de ganarse un sueldo. ?Influir? Habr¨ªa que ser muy ingenuo para creer que dos folios y medio, aunque se reiteren cada domingo, est¨¦n facultados para cambiar nada ni a nadie. Bueno, uno piensa, en d¨ªas optimistas, que a algunos lectores sueltos se les puede ofrecer una perspectiva o una argumentaci¨®n que no se les hab¨ªa ocurrido antes, y que acaso las adopten moment¨¢neamente y duden de sus posturas previas sobre determinada cuesti¨®n. En quienes tienen verdadero poder para cambiar las cosas ¨Clos pol¨ªticos¨C, uno est¨¢ seguro de que en modo alguno va a influir, porque los actuales, sean de los partidos ¡°nuevos¡± o ¡°antiguos¡±, tienen precisamente a gala no escuchar las cr¨ªticas, no atender a consejos ni a razonamientos, o s¨®lo de los aduladores que los van a reafirmar en sus actitudes y decisiones. Una de las frases favoritas de todos ellos es: ¡°Nadie tiene que darme lecciones de ¡¡±, y compl¨¦tenla con lo que les parezca, honradez, democracia, transparencia, lealtad, veracidad, dignidad, esto es, todas aquellas virtudes de las que la mayor¨ªa carece. La otra frase preferida y brutal ¨Cesta compartida por el grueso de la sociedad¨C es: ¡°No tengo nada de lo que arrepentirme¡±, cuando lo normal para m¨ª ¨Cy creo que para el conjunto de las personas¨C es arrepentirse de algo cada semana, o incluso a diario.
?Entonces? ?Consolar un poco, reconfortar? Algo, tal vez. Hay lectores que celebran ver en letra impresa una opini¨®n que ¡°nadie se atreve a expresar¡± o que ellos compart¨ªan en silencio. M¨¢s de uno me ha confesado que al descubrir la afinidad ha concluido, con alivio, que no estaba loco, en vez de incorporarme a m¨ª a su club de bichos raros o sin sesera. Sea como sea, al cabo de 600 piezas en el mismo espacio, uno tiene la sensaci¨®n de haber opinado sobre lo habido y por haber, y de haberse repetido mucho. Para lo ¨²ltimo valga como disculpa que la realidad se repite todav¨ªa m¨¢s, y las sandeces no digamos, poseen la perseverancia como caracter¨ªstica principal. A veces hay que salir al paso de lo que ya crey¨® uno atajar con argumentos, a?os atr¨¢s. Mi padre, que tambi¨¦n escribi¨® mucho en prensa, sol¨ªa asegurar que en Espa?a hay que decir las cosas por lo menos tres veces: la primera para avisar, la segunda para discutir y la tercera para convencer. A unos pocos, a?adir¨ªa yo (¨¦l era un optimista irredento), por lo general sin ning¨²n poder decisorio. ?Qu¨¦ nos queda, as¨ª pues? ?Entretener? Seamos modestos y acept¨¦moslo: a fin de cuentas es una muy digna tarea que no da?a a nadie. Y aunque hay algunos a los que uno quisiera hacer rabiar de vez en cuando, conform¨¦monos y pongamos 601 a este pasatiempo dominical.
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