?Huertos urbanos ilegales?
Algo tan 'naif' como un peque?o vergel tambi¨¦n requiere del benepl¨¢cito de la Administraci¨®n. Estas son las implicaciones de plantar pepinos en la ciudad
Lo cierto es que para un urbanita resulta dif¨ªcil identificar estos brotes verdes que salen de la tierra. ?Qu¨¦ ser¨¢n? ¡°Pues mira, esto son berzas gallegas, esto espinacas, esto cebolla chalota. Por aqu¨ª tenemos especias: hinojo, algo de eneldo¡¡±, explica Pablo Llobera, un ingeniero agr¨®nomo de pelo largo, luenga barba negra y azada en mano. Para llegar aqu¨ª nos ha dicho que cogi¨¦ramos el camino de entre los ¨¢rboles y sigui¨¦ramos la direcci¨®n del sol, unas indicaciones harto raras para darse en una ciudad. Porque estamos en una ciudad: por un lado del huerto pasan la multitud de ra¨ªles que unen la estaci¨®n de Chamart¨ªn, en Madrid, con el norte de la pen¨ªnsula; si giramos la cabeza hacia el otro, vemos los mon¨®tonos y deshumanizados bloques de viviendas del Programa de Actuaci¨®n Urban¨ªstica (PAU) de Las Tablas (no muy lejos hay una franquicia de fast food estadounidense), y levantando la vista en lontananza, direcci¨®n sur, se alzan los cuatro rascacielos de las Cuatro Torres Business Area, en su orgullo arquitect¨®nico de hormig¨®n armado y cristal.
Y en medio de todo esto, se plantan berzas. El Tablao de la Compostura, que as¨ª se llama el lugar, es uno de los 40 integrantes que aproximadamente forman la Red de Huertos Urbanos de Madrid (Rehdmad). Lo de Compostura es un juego de palabras que se explica porque este huerto lo iniciaron Llobera y su pareja instalando una compostera (contenedor) donde depositaban los residuos org¨¢nicos. Pero pronto lleg¨® el 15-M o Movimiento de los Indignados y sus protestas cambiaron el paradigma en la pol¨ªtica nacional, y tambi¨¦n en esta peque?a esquina del mundo. La pareja de horticultores acudi¨® a la asamblea que se celebr¨® en Las Tablas, hablaron de su compostera clandestina y, al final, entre varios vecinos, acabaron por montar el huerto. Ahora colaboran unas 15 personas, aunque son muchas m¨¢s quienes lo visitan.
Los precedentes
La agricultura urbana no es algo nuevo, se practica desde que la Revoluci¨®n Industrial separ¨® el campo y la ciudad. El libro Ra¨ªces en el asfalto (Libros en Acci¨®n), de Nerea Mor¨¢n y Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez Casadevante, repasa las diversas iniciativas que trataron de hacer crecer los alimentos en la urbe. Por ejemplo, el modelo de Ciudad Jard¨ªn y Ciudad Lineal; los huertos escolares de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza; los de emergencia en diferentes guerras y hasta en los campos de concentraci¨®n; los cultivos femeninos del Women's Land Army o las huertas surgidas durante el 'corralito' argentino. Ahora proliferan los huertos en lugares muy castigados por la crisis como en Grecia y Detroit. Y hubo 'huertos indignados' en la Puerta del Sol y plaza de Catalu?a del 15-M y Occupy Wall Street. "Los huertos urbanos", dicen los autores, "vuelven a introducir el discurso sobre c¨®mo gestionar los bienes comunes en la ciudad". Puede haber hasta granjas. La Granja Urbana (Capit¨¢n Swing), narra las peripecias de Novella Carpenter, una joven bi¨®loga de Seattle, para conseguir montar su propia granja en uno de los barrios m¨¢s violentos y deprimidos de Oakland, California. Y reflexiona sobre todas las cosas de la vida natural que nos perdemos los urbanitas.
Soberan¨ªa alimentaria
¡°Vemos la horticultura urbana como un medio, m¨¢s que como un fin: un medio para promover desarrollos comunitarios, crear en todos los barrios posibles de Madrid espacios de encuentro vecinal en los que compartir inquietudes o necesidades¡±, sostiene Llobera. Aunque muchos huertos ya exist¨ªan antes del 15-M, el acontecimiento fue un revulsivo que provoc¨® la aparici¨®n de otros tantos. ¡°Cuando la gente sale a la calle y la siente como propia, surgen las ganas de intervenir en ella¡±, opina el ingeniero. El Ayuntamiento de Madrid ha sido comprensivo con estas iniciativas y ha regularizado este a?o 12 huertos, haci¨¦ndose cargo de su vallado y la instalaci¨®n de casetas para las herramientas. Entre 2004 y 2014 el n¨²mero de municipios con huertos urbanos en Espa?a pas¨® de 14 a 210.
El movimiento de los huertos urbanos es solo una pata m¨¢s en el movimiento agroecol¨®gico que surgi¨® en los a?os setenta al calor de las primeras crisis en el campo. Busca una agricultura sostenible en la que se consuman productos de agricultores locales, lejos de las pr¨¢cticas industriales, y de forma m¨¢s sensible a los problemas sociales. Tambi¨¦n la soberan¨ªa alimentaria: el derecho de cada pueblo a decidir sus pol¨ªticas agrarias y alimentarias. Y una vida digna para los agricultores pr¨®ximos.
¡°La definici¨®n de agroecolog¨ªa es m¨²ltiple¡±, opina Daniel L¨®pez Garc¨ªa, autor del libro Producir alimentos. Reproducir comunidad (Libros en Acci¨®n); ¡°por un lado es una ciencia, por otro una forma de manejo agrario, una t¨¦cnica, y tambi¨¦n es un movimiento social¡±.
Asociaciones y activismo
Adem¨¢s de huertos urbanos, existen grupos de consumo o de producci¨®n, colectividades rurales o redes territoriales de soberan¨ªa alimentaria. Las iniciativas se extienden por todo el territorio, como recoge el libro de L¨®pez.
La Federaci¨®n Andaluza de Consumidores y Productores Ecol¨®gicos (Facpe) re¨²ne a cooperativas de hasta 23 a?os de antig¨¹edad y a 100 familias con el fin de promover el consumo ¡°ecol¨®gico, responsable y solidario¡±. En ella, los productores de cada provincia se coordinan para llevar su producto a las tiendas y hacen intercambios con otras provincias para aumentar la diversidad o completar temporadas. ¡°No es autarqu¨ªa, sino maximizar lo local y llegar a otras escalas¡±, matiza L¨®pez.
En Ciudad Real trabaja la Asociaci¨®n de Agroecolog¨ªa y la Soberan¨ªa Alimentaria en Castilla ¨CLa Mancha (Asacam), que colabora con el Banco de Tierras de Luciana (promovido por el Ayuntamiento de esa localidad) con fines agroecol¨®gicos y de generaci¨®n de empleo. All¨ª se ponen tierras a disposici¨®n de desempleados para su cultivo. Asacam tambi¨¦n desarrolla proyectos sobre comercio de proximidad, asesora a la peque?a agricultura, ofrece cursos de formaci¨®n y realiza campa?as de sensibilizaci¨®n.
¡°El consumo de productos locales y de temporada, aparte de valores de sostenibilidad, ofrece m¨¢s calidad¡±, valora L¨®pez. ¡°Son productos sin insecticidas y sin herbicidas. Est¨¢n cosechados cerca, maduran en el grado justo y se ajustan a las culturas locales. Todos tenemos derecho a alimentos de calidad y producidos en justicia social¡±.
Los j¨®venes se hacen ¡®neocampesinos¡¯
EHNE Bizkaia es un sindicato agrario que, m¨¢s all¨¢ de la actividad sindical tradicional, ha apostado fuerte por la agroecolog¨ªa e intenta virar hacia la soberan¨ªa alimentaria en esa provincia. Imparte formaci¨®n y apoya a j¨®venes que dejan la ciudad para iniciar una vida como agricultores en el campo, y ya han situado a m¨¢s de cien en tareas agrarias. Porque eso de dejar el asfalto urbanita y mudarse al campo no es un hecho puntual. Este a?o hay m¨¢s de mil nuevos peque?os j¨®venes agricultores y ganaderos produciendo en Madrid para grupos de consumo y mercados informales, seg¨²n la Iniciativa por la Soberan¨ªa Alimentaria de Madrid (Isam), movimiento creado en 2009 que recientemente ha celebrado las jornadas Pol¨ªticas posibles para un Madrid agroecol¨®gico. Suman bastantes m¨¢s que los agricultores y ganaderos profesionales afiliados a la Seguridad Social, dicen, y suelen proceder de culturas urbanas y del sector servicios. Tienen alta cualificaci¨®n, pero les falta tierra y formaci¨®n. Isam pide a las administraciones programas p¨²blicos de apoyo a este colectivo al que bautizan como neocampesinado, la mayor¨ªa con menos de 40 a?os, sin trabajo o en riesgo de exclusi¨®n social.
Isam ha redactado un documento con una panoplia de propuestas para los gobiernos regionales y municipales con el fin de llegar a un modelo ciudad m¨¢s agroecol¨®gico. Entre ellas se encuentran la creaci¨®n de un departamento municipal de Alimentaci¨®n Sostenible, la puesta en marcha de campa?as de sensibilizaci¨®n, el fomento de la venta de productos en circuitos locales, la organizaci¨®n de un sistema de compostaje, la creaci¨®n de planes de formaci¨®n para el emprendimiento agroecol¨®gico, la cesi¨®n de suelo p¨²blico para fines agr¨ªcolas, la limitaci¨®n de las grandes superficies comerciales, la introducci¨®n de la apicultura o las granjas urbanas, y hasta el apoyo a los men¨²s en el sector de la hosteler¨ªa con productos locales y de temporada. Ideas no faltan.
No todos los huertos est¨¢n regularizados. En Madrid, el Ayuntamiento ha legalizado este a?o 12 y se ha hecho cargo del vallado y las casetas para las herramientas
En el coraz¨®n del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s hay un solar que es una plaza, o al menos eso dice en el muro de la entrada, al lado de las obras de arte urbano: ¡°Esto es una plaza¡±. Dentro se juega a la petanca (pero, atenci¨®n, los jugadores no son jubilados sino treinta?eros), un grupo charla sobre pol¨ªtica (¡°Podemos ha hecho que se acabe la protesta en la calle¡±, se queja uno), los ni?os juegan al fondo (donde un columpio cuelga de un ¨¢rbol), una pareja se da el lote bajo las curiosas estructuras de madera que llenan el espacio y alguien curiosea en la biblioteca, al lado del horno de adobe. Este terreno municipal (dotacional del ¨¢rea de Urbanismo del Ayuntamiento) fue ocupado en 2009 por un grupo de vecinos que, tras 40 a?os de abandono, consigui¨® la concesi¨®n del solar por cinco a?os. Una concesi¨®n que, por cierto, venci¨® en diciembre de 2014. Ahora han vuelto las negociaciones para prorrogarla. Aparte de su intensa actividad cultural, con conciertos, talleres, teatro, fiestas y dem¨¢s, uno de sus n¨²cleos centrales de este espacio autogestionado es su huerto urbano.
Ah¨ª trabajan entre 10 y 15 personas, aunque cualquiera puede colaborar. Lo que cosechan se reparte entre los colaboradores o bien se hace una comida popular. ¡°En realidad la cosecha es testimonial¡±, explica Alberto Peralta, uno de los promotores del proyecto, ¡°la verdadera cosecha es otra: las relaciones que se crean, la recuperaci¨®n del contacto con la tierra y la educaci¨®n alimentaria¡±. Aunque existen soluciones que permitir¨ªan el autoabastecimiento en gran medida, apunta Peralta: ¡°Si se calificase como suelo agr¨ªcola la periferia de las ciudades y se desarrollasen pol¨ªticas de agricultura periurbana, podr¨ªamos reducir la dependencia del exterior en un 20%, seg¨²n algunos estudios, y adem¨¢s crear empleo¡±. El 77% de los crecimientos urbanos en Europa, entre 1990 y 2000, se produjeron sobre suelos agr¨ªcolas.
Porque, aunque no abunde la producci¨®n, se observa que de casi todos los huertos urbanos surgen grupos de consumo que contactan con agricultores cercanos para alimentarse con productos locales. Lavapi¨¦s es el barrio con mayor densidad de estos grupos en la capital.
¡°Para lograr una sociedad m¨¢s sostenible es necesario poner en valor la agricultura y a los ganaderos y campesinos y no dejar nuestra alimentaci¨®n en manos de grandes distribuidoras y multinacionales¡±, afirma Carmen Palomeras, miembro de la Red Agroecol¨®gica de Lavapi¨¦s (Ral).
Estos grupos hacen pedidos a los agricultores de varias maneras: la llamada cesta abierta, en la que el consumidor elige lo que desea, o cesta cerrada, que el agricultor llena con aquello de lo que dispone. Las frutas vienen de Valencia y Almer¨ªa y hay quien encarga el pescado a Galicia. Tambi¨¦n organizan mercadillos con frecuencia, como Mercapi¨¦s, un peque?o Mercamadrid agroecol¨®gico.
?Es m¨¢s caro comer agroecol¨®gico?
Los alimentos ecol¨®gicos han cobrado en los ¨²ltimos a?os fama de ser m¨¢s caros y estar dirigidos a las clases m¨¢s pudientes, m¨¢s modernas o m¨¢s hipsters, muchas veces poniendo el foco m¨¢s en su faceta saludable y olvidando la social. Pero, ?es m¨¢s caro comer agroecol¨®gico? Palomares pone un ejemplo: en su caso le cuesta 2,5 euros el kilo de alimentos. Como pide 10 kilos al mes, en cuatro entregas semanales, le sale una cuota fija mensual de 25 euros.
¡°Ha habido un error en c¨®mo se ha impulsado lo ecol¨®gico como producto de lujo¡±, critica L¨®pez; ¡°en realidad estos productos pueden tener precios perfectamente comparables o m¨¢s bajos que los normales. Pero hay tiendas y cadenas de distribuci¨®n que los inflan hasta un 300% y 400%. Nosotros queremos que este movimiento se convierta en algo masivo, que llegue a todo el mundo¡±.
En Espa?a a¨²n no se dispone de datos, pero seg¨²n L¨®pez, en Estados Unidos, el consumo de estos productos ecol¨®gicos ha crecido un 17% en 2012. En Dinamarca, la compra familiar est¨¢ en el 10% y en Austria se quiere llegar al 20% en 2020. ¡°Est¨¢ habiendo una explosi¨®n¡±, anuncia L¨®pez, ¡°pero todav¨ªa queda mucho camino por recorrer¡±.
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