As¨ª surgi¨® el rostro humano
Un estudio reconstruye el ¡°cambio radical¡± en la evoluci¨®n humana que dio lugar a los inconfundibles rasgos del 'Homo sapiens'
No hace falta ser Scarlett Johansson o Brad Pitt para mirarse al espejo y contemplar algo ¨²nico cada ma?ana. Cualquier rostro humano, de cualquier persona, en cualquier ¨¦poca, es inigualable dentro del gran universo mam¨ªfero o el m¨¢s reducido club de los hom¨ªnidos ?Por qu¨¦? Una extensa revisi¨®n de cientos de cr¨¢neos de primates, humanos actuales y hom¨ªnidos extintos ha intentado responder a esa pregunta. Sus resultados se leen como un apasionante relato de c¨®mo y cu¨¢ndo surgi¨® esa rareza evolutiva que llamamos cara.
El trabajo estudia dos partes del cr¨¢neo: la posterior que contiene el cerebro y los huesos que componen el rostro. En el encaje de estas dos piezas est¨¢ la clave para comprender por qu¨¦ los humanos no tenemos cara de mono, aunque muchas veces nos veamos muy parecidos a ellos. La muestra incluye a chimpanc¨¦s, gorilas, bonobos y orangutanes. En todos ellos se ha observado la misma regla inmutable en el desarrollo de sus cabezas: cuanto m¨¢s grande es el cr¨¢neo, m¨¢s grande es la cara proporcionalmente en comparaci¨®n con el neurocr¨¢neo. De esta forma el tama?o del neurocr¨¢neo y el de la cara se correlacionan negativamente entre s¨ª en los simios. El tama?o es importante pues esos rostros anchos y salientes sirven de soporte para una dentici¨®n poderosa necesaria para una vida en la jungla comiendo brotes, hojas, frutos y, ocasionalmente, carne. ¡°Un chimpanc¨¦ y un gorila tienen el cerebro del mismo tama?o, pero el gorila tiene un cr¨¢neo mucho m¨¢s grande y por tanto tambi¨¦n lo es su cara¡±, explica Paul Palmqvist, paleont¨®logo de la Universidad de M¨¢laga y coautor del estudio, publicado en PLoS One.
La investigaci¨®n tambi¨¦n analiza cr¨¢neos de varias especies de australopitecos, hom¨ªnidos que ya caminaban erguidos y que vivieron en ?frica desde hace unos 3,5 millones de a?os. Sus caras parecen, as¨ª mismo, sometidas a la misma ley de desarrollo observada en los grandes primates. Despu¨¦s se produjo un ¡°cambio radical¡± con la aparici¨®n de las primeras especies del g¨¦nero Homo, el nuestro. Estas especies desarrollaron un cerebro cada vez mayor y, a medida que su cr¨¢neo crec¨ªa, la cara comenz¨® a menguar como si uno necesitase de los recursos biol¨®gicos de la otra. Este proceso es continuo en el tiempo. Se inicia en ?frica con el Homo habilis hace unos 2,5 millones de a?os y contin¨²a, a media que se conquista territorio, con Homo erectus, en Asia; Homo georgicus, en Georgia; Homo antecessor, en Atapuerca (Burgos), y el hombre neandertal , nuestro pariente humano m¨¢s cercano y que se extingui¨® hace unos 30.000 a?os. El punto m¨¢s avanzado llega con Homo sapiens, la cara m¨¢s peque?a y estrecha de todos los hom¨ªnidos.
El estudio ha incluido an¨¢lisis de cr¨¢neos de sapiens que vivieron en ?frica hace 160.000 a?os as¨ª como poblaciones posteriores de croma?ones, pueblos neol¨ªticos y humanos actuales de varias nacionalidades. ¡°Nunca se hab¨ªa hecho un estudio as¨ª¡±, resalta Palmqvist, y lo m¨¢s interesante, dice, es que tanto los humanos como el resto de especies analizadas mantienen siempre ¡°la misma velocidad de variaci¨®n¡± en la morfolog¨ªa, aunque los patrones sean diferentes, con lo que toda esta historia encaja evolutivamente. Otro punto interesante: el rostro humano ha perdido variabilidad con los a?os. En tiempos de los primeros miembros del g¨¦nero Homo, las caras eran mucho m¨¢s diferentes entre s¨ª. ¡°En comparaci¨®n, un se?or del desierto del Kalahari y un noruego son mucho m¨¢s parecidos¡±, concluye Palmqvist.
El rostro humano tambi¨¦n es ¨²nico por su inmadurez
La pregunta del mill¨®n es por qu¨¦, de repente, los patrones f¨ªsicos comenzaron a cambiar para dar lugar a un cerebro mayor y una cara m¨¢s peque?a. Se debe en parte a que los Homo ¡°se estaban adaptando a un entorno y a una situaci¨®n totalmente nueva¡±, apunta Juan Antonio P¨¦rez Claros, autor principal del trabajo. Entre esos cambios estuvo el giro hacia una dieta carn¨ªvora, esencial para sustentar un cerebro que necesitaba el 22% de toda la energ¨ªa del cuerpo (el de un chimpanc¨¦ requiere el 8%). ¡°Sacrificar el coraz¨®n, el h¨ªgado u otros ¨®rganos fundamentales hubiera sido un atentado fisiol¨®gico¡±, explica Palmqvist. Al final fue el sistema digestivo y posiblemente la cara y los dientes los que se hicieron de menor tama?o para ajustar, apunta el paleont¨®logo.
El rostro humano tambi¨¦n es ¨²nico por su inmadurez. Comparados con otros primates, los sapiens tienen un periodo de desarrollo durante la ni?ez y adolescencia muy largo y, sin embargo, llegan a la edad adulta manteniendo rasgos juveniles. ¡°Por eso, un cr¨¢neo de un hombre y un chimpanc¨¦ son visiblemente diferentes, pero el de un ni?o y un chimpanc¨¦ beb¨¦ son mucho m¨¢s similares, e incluso el de un hombre adulto se parece m¨¢s al del chimpanc¨¦ beb¨¦¡±, apunta Palmqvist.
?Y c¨®mo ser¨ªa nuestra cara si no se hubiera producido ese ¡°cambio radical"? ¡°Nos hubi¨¦ramos quedado en la zona de adaptaci¨®n de los australopitecos y nunca hubi¨¦ramos despegado, tendr¨ªamos caras m¨¢s grandes y probablemente nunca se hubiera desarrollado un cerebro tan grande como el nuestro¡±, explica P¨¦rez.
El rostro humano ha perdido variabilidad con los a?os
Mar¨ªa Martin¨®n-Torres, una investigadora del equipo de Atapuerca que no ha participado en este estudio, resalta su val¨ªa. ¡°Me parece un estudio interesante porque cubre una muestra muy completa de primates, poblaciones humanas actuales y hom¨ªnidos extintos¡±. ¡°Como los autores apuntan, en el caso particular del g¨¦nero Homo existe una variabilidad mayor dentro de cada especie y entre ellas que no siempre sigue el mismo patr¨®n que los dem¨¢s grupos¡±. Gran parte de esa variabilidad se debe a los cuatro cr¨¢neos de Dmanisi, todos en teor¨ªa de la misma poblaci¨®n , pero tan diferentes en sus rasgos que su variaci¨®n se sale de los par¨¢metros habituales de los Homo sapiens, lo que reabre el debate sobre si son o no la misma especie.
En un trabajo anterior, el equipo de Martin¨®n-Torres ya apunt¨® que, hace m¨¢s de un mill¨®n de a?os, el hombre de Atapuerca ya ten¨ªa ese rostro afilado que anunciaba la cara sapiens, pero no tanto la neandertal. ¡°Este estudio ser¨ªa coincidente con nuestra valoraci¨®n del antecessor donde estimamos un aumento importante de la capacidad craneal respecto a hom¨ªnidos anteriores junto con el desarrollo de una cara gr¨¢cil y moderna¡±, resalta. ¡°Pero hay algo m¨¢s que simplemente el tama?o, pues en el caso del antecessor no solo se parece a la cara moderna en cuanto al tama?o sino tambi¨¦n en la forma¡±. ¡°De hecho, la cara de antecessor se parece a la de sapiens, pero no a la de los neandertales¡±, concluye.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.