El impulso de Betty
Peristera Batziana, la compa?era de Alexis Tsipras, y quien le inocul¨® durante la adolescencia su pasi¨®n por la pol¨ªtica, no ejerce de primera dama griega al uso
Cuando Alexis Tsipras, su compa?ero desde la adolescencia y padre de sus dos hijos, asumi¨® la jefatura del Gobierno griego tras la victoria electoral de Syriza el pasado 25 de enero, Peristera Batziana, Betty, se encontr¨® de un d¨ªa para otro con un visible destacamento policial ante su domicilio, en la calle de la Armon¨ªa de Kipseli, barrio ateniense de clase media con notable presencia de inmigrantes. Llevaba a Pavlos y Orfeas al colegio, y la mujer se dirigi¨® a los polic¨ªas para pedirles que se fueran, porque su despliegue hab¨ªa asustado a sus dos hijos, de cinco y tres a?os. Las 24 horas de vigilancia, mucho m¨¢s discreta, contin¨²an, pero el prop¨®sito de Betty, de 41 a?os, es indicativo de lo poco que ha cedido a la servidumbre del poder en su vida privada y familiar.
Intentar seguir viviendo con la discreci¨®n de la que han hecho gala siempre ¡ªen las ant¨ªpodas del medi¨¢tico Yanis Varoufakis y su esposa, la artista Danai Stratu, ambos muy gauche caviar¡ª resulta casi imposible con todas las miradas dirigidas hacia el l¨ªder de Syriza. Pero Peristera (Paloma, en griego), a la que todos llaman Betty, no est¨¢ dispuesta a dar facilidades. Lejos de asumir las obligaciones habituales de una primera dama, sigue desde?ando los focos, que solo han podido captarla en contadas ocasiones desde la llegada de Tsipras al poder.
Una de ellas fue el pasado abril en Mosc¨², donde cedi¨® a la tentaci¨®n de hacerse un autorretrato en la plaza Roja durante el ¨²nico viaje oficial en que acompa?¨® al primer ministro. No extra?a por otro lado que escogiera la capital rusa de entre todos los destinos posibles: a los 13 a?os ya militaba en una asociaci¨®n de estudiantes cercana al Partido Comunista de Grecia (KKE, en sus siglas griegas), prosovi¨¦tico confeso.
Otra de sus apariciones p¨²blicas como primera dama fue ese mismo mes en una iglesia del barrio de Plaka, el meollo tur¨ªstico de Atenas, donde asisti¨® con Tsipras a la liturgia del Epitafio (equivalente al S¨¢bado de Gloria cat¨®lico). Vestida de negro, sobria y moderna, sin joyas ni maquillaje, Betty Batziana sosten¨ªa una vela durante la celebraci¨®n pascual con escasa convicci¨®n, pero consciente de que su presencia junto a Tsipras, en un pa¨ªs donde la Iglesia sigue teniendo especial preponderancia, era un tributo obligado a ese poder temporal que las urnas les han conferido.
Tsipras: "No me atrevo a llevarle la contraria, es mucho m¨¢s de izquierdas que yo"
Sobre esa pirueta contradictoria que para muchos represent¨® pasar del rotundo no del refer¨¦ndum del 5 de julio ¡ªcon el 61% de los votos¡ª al encaje, una semana despu¨¦s, de un acuerdo con los socios que amplifica la austeridad, y a¨²n peor que el rechazado en la consulta, corre la leyenda de que Betty Batziana hab¨ªa amenazado a su marido Alexis Tsipras con dejarle si "ced¨ªa a las exigencias de los prestamistas", como supuestamente confi¨® el primer ministro griego al presidente franc¨¦s Fran?ois Hollande el pasado mes de junio, y han propalado varios medios de comunicaci¨®n.
"No me atrevo a decepcionarla. Ella es mucho m¨¢s de izquierdas que yo", argument¨® entonces Tsipras a Hollande, seg¨²n reflej¨® la revista Paris Match ¡ªy alg¨²n que otro concili¨¢bulo tuitero¡ª, as¨ª que del hecho de que sigan juntos se deduce que la amenaza no pas¨® de ser un jugoso cotilleo virtual (o bien que la se?ora Tsipras ha encajado discretamente la claudicaci¨®n).
De la tarde del refer¨¦ndum data otra de sus pocas apariciones p¨²blicas, acompa?ando en el veh¨ªculo oficial a su pareja hasta la sede del Gobierno. De austero negro, con un vestido veraniego sin mangas, un colgante discret¨ªsimo alrededor del cuello y el pelo suelto con apariencia de no haber pasado por peluquer¨ªa alguna, Betty Batziana acudi¨® a M¨¦garo Maximou (la Moncloa ateniense) para apoyar a su pareja en un d¨ªa crucial para el pa¨ªs, y para el propio Tsipras.
En Grecia, su asistencia a la liturgia ortodoxa no resulta contradictoria con el hecho de que ambos se declaren ateos, que la pareja no haya contra¨ªdo matrimonio religioso ¡ªsolo se ha beneficiado de la ley de uniones civiles de 2009¡ª o que sus v¨¢stagos no hayan sido bautizados (al contrario, el peque?o, Orfeas, lleva el sobrenombre de Ernesto en un revolucionario homenaje al Che).
Su uni¨®n, pues, solo ha sido santificada por la izquierda. Alexis y Betty se conocieron en 1987 en el colegio cuando ten¨ªan 13 a?os. Es ella la que tira de ¨¦l hacia la pol¨ªtica, proponi¨¦ndole integrarse en la asociaci¨®n comunista. En 1990, con 16 a?os, secundan una dura revuelta estudiantil que durante tres meses hizo tambalearse al Gobierno y que incluso se cobr¨® un muerto en Patras (la tercera ciudad del pa¨ªs, donde Betty acabar¨ªa estudiando Ingenier¨ªa); ambos participaron entonces, entre otras acciones, en la ocupaci¨®n de un colegio. Del inmovilista KKE fueron evolucionando de la mano hacia la coalici¨®n Synaspism¨®s, primero, y finalmente hasta Syriza.
Mientras ¨¦l se decantaba decididamente por la pol¨ªtica, Betty culminaba sus estudios llevando la lucha hasta el extremo de denunciar al director de su tesis tras ser acusada por este de plagio. Tras cinco a?os de pleito, la justicia dio la raz¨®n a la compa?era de Tsipras, que tuvo como abogada a otra de las mujeres del primer ministro, la brava Zo¨ª Konstandopulu, actual presidenta del Parlamento y una de las voces m¨¢s cr¨ªticas sobre el giro dado por el Gobierno tras el refer¨¦ndum del pasado 5 de julio, al aceptar un draconiano acuerdo con los socios europeos.
A diferencia de a?os anteriores, cuando frecuentaban de vez en cuando la impresionante casa del matrimonio Varoufakis en la isla de ?gina, la familia Tsipras disfrut¨® la semana pasada de un par de d¨ªas de descanso en un islote contiguo a Corf¨² que solo cobra vida en verano, como otros tantos de la mir¨ªada de islas griegas. El resto de las vacaciones est¨¢n marcadas por las obligaciones, incluidas numerosas citas oficiales del primer ministro en Atenas, su viaje a Egipto para asistir el pasado jueves a la inauguraci¨®n de la ampliaci¨®n del canal de Suez o, en fin, la ardua negociaci¨®n del tercer rescate (86.000 millones de euros a tres a?os), que las autoridades de Atenas esperan haber concluido antes del 20 de agosto.
Son tantas las obligaciones, y tan poco el tiempo ¡ªque adem¨¢s corre en contra del Gobierno griego¡ª, que Tsipras se parece al conejo de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, siempre arrastrado por el reloj. Sin una sola declaraci¨®n de Betty Tsipras desde su llegada al poder, e incluso antes, la ¨²nica de las mujeres de Tsipras que ha manifestado su preocupaci¨®n sobre la mala vida del muchacho ¡ªas¨ª le llama la calle en Grecia, to paid¨ª¡ª ha sido su madre, Aristi Tsipras, a la que el semanario Parapolitika arranc¨® a traici¨®n, a la puerta de su casa, unas pocas declaraciones a mediados de julio: ¡°No me come nada. No ve casi a sus hijos y casi no duerme. Baja del avi¨®n y se va corriendo al Parlamento. Todo el peso del pa¨ªs recae sobre sus hombros¡±. Sobre sus hombros y, seguro, un poco tambi¨¦n sobre los de Betty Batziana, Betty la roja.
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