J?germeister: Historias para perder la memoria
Este licor tiene un sortilegio chungo que te desinhibe y te hace perder la memoria de lo que ha sucedido inexplicablemente
La ¨²ltima vez que me exced¨ª con el J?germeister promet¨ª muy solemnemente no volver a probarlo nunca m¨¢s. Y de esto pueden dar fe m¨¢s de uno y m¨¢s de dos colegas, que me han tenido que escuchar la misma sandez una y otra vez. Porque s¨ª, est¨¢ demostrado, el J?germeister tiene un sortilegio chungo que te desinhibe y te hace perder la memoria de lo que ha sucedido inexplicablemente. Yo creo que lo fabrican en una marmita, a fuego lento, en la frialdad tenebrosa de un aquelarre, a pelo. Y su receta es en parte secreta, ?ser¨¢ por eso que sus efectos son tan impredecibles? ?Y si todo es un mito y el problema lo tenemos cuando ya llevamos unos cuantos de m¨¢s en el cuerpo?
A todos nos han contado en una ocasi¨®n las chorradas que hacen los dem¨¢s cuando se pasan con las espirituosas; m¨¢s que nada porque no queda bien que uno lo cuente de s¨ª mismo, por dignidad y tal. La ¨²ltima tertulia de caf¨¦ de artistas que tuvimos, sucedi¨® en un bar de Bilbao cuyo nombre no recuerdo, y en la que nos sorprendi¨® una improvisada fiesta J?germeister. Cuatro o cinco chicos y chicas repartiendo J?ger en tubitos de ensayo de boca en boca. En apenas una hora y media, seguramente bajo los efectos del sortilegio m¨¢gico del J?ger, todo el mundo empieza a subirse a las mesas a bailar. Al ofrecimiento del chupito gratis a quien se quite la camiseta, la ropa empez¨® a volar por los aires como si se tratase de los p¨¢jaros de Hitchcock buscando ma¨ªz. Chicos con pegatinas de la bebida en los pezones, chicas repartiendo pegatinas, chicas en pezones, una locura. Bacanal en toda regla con plus de que al d¨ªa siguiente, mis colegas s¨®lo se acordaban de la mitad. Inexplicablemente.
Como el tema me interesaba, empec¨¦ a indagar y es incre¨ªble la cantidad de cosas raras que le pasa a la gente bebiendo esta deliciosa p¨®cima. Una chica a la que fui a entrevistar, entre ca?a y ca?a, me confes¨® que nunca tuvo la certeza de si lo que le pas¨® con el conductor de un b¨²ho en Madrid fue real o no. Historia simple, chica que va de J?ger hasta el cerebelo que se queda dormida en el b¨²ho y aparece en la ¨²ltima parada. Despierta, o la despiertan, y all¨ª aparece un conductor guapete que se ofrece a llevarla en plan Miss Daisy hasta su calle. Al parecer, el conductor se meti¨® con el bus por las estrechas calles de Carabanchel hasta dejar a la damisela en su portal (hay que ser el doble que hace las escenas peligrosas del batm¨®vil para entrar por ah¨ª en autob¨²s). Si hubo sexo o no, ella no lo recuerda. Si fue dentro o fuera del autob¨²s, tampoco lo recuerda. Podr¨ªa haber vuelto a casa surcando los aires montada en un pterod¨¢ctilo color burdeos que tampoco se acordar¨ªa. Inexplicablemente.
Y es que el transporte p¨²blico y el alcohol, unidos, son un potos¨ª de historias truculentas. La m¨¢s bestial le sucedi¨® a otros dos temerarios que no se les ocurri¨® otra cosa que mezclar gin tonic con chupitos de J?germeister y mamajuana. Cada chupito que inger¨ªan era un nuevo Enola Gay soltando un petardazo en sus cerebros. Al parecer, pudieron contar la historia a los dos d¨ªas reconstruyendo testimonios en los bares y mensajes de whatsapp. Me contaron que se plantaron en un antro de Chueca, el barrio gay de Madrid, y comenzaron a creerse top models de las de los 90, surcando una pasarela imaginaria en mitad del garito en el que terminaron, desfilando ante la at¨®nita mirada de los all¨ª presentes, hasta que la pista se perdi¨® a las 5 de la ma?ana, cuando se despidieron. El final fue muy curioso, uno de ellos, al abrir el ojo por el sol apareci¨® en el Ikea de Alcorc¨®n sin saber c¨®mo hab¨ªa llegado all¨ª, mientras que el otro, que parece ser que cogi¨® un tren, se dirigi¨® a Mercamadrid y amaneci¨® sin m¨®vil en la estaci¨®n de Guadalajara, al mediod¨ªa. No recordaban apenas la mitad de las cosas. Ni rastro de lentejuelas ni tacones. Inexplicablemente.
Del mismo modo que no recuerdan unos militares que aseguran haber dado tumbos por su academia militar a las tantas de la ma?ana simulando una guerra, bajo los mismos efectos. Oficinistas que acaban travisti¨¦ndose en las oficinas en las comidas de empresa bajo la at¨®nita mirada de sus compa?eros, tambi¨¦n travestidos. Profesores que comen juntos y acaban jugando al corro de la patata en el bar de debajo del colegio. Y es que el J?ger desinhibe y te sumerge en una nube de placer y diversi¨®n, te despeja la nariz, agudiza los sentidos y te hace cometer peque?as locuras sanas siempre que lo bebas con moderaci¨®n. ?Receta secreta o exceso en el consumo? Si los romanos lo hubieran inventado hace dos milenios, estoy m¨¢s que convencido que no existir¨ªan ni las guerras ni las pol¨ªticas de recortes.
O quiz¨¢s, no nos acordar¨ªamos.
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