Evoluci¨®n humana: empezar de cero
Dos paleont¨®logos punteros animan a reescribir la historia de nuestra llegada al mundo
?Es un Homo? ?Es un australopiteco? Empecemos otra vez de cero. En la ¨¦poca de transici¨®n entre g¨¦neros (hace m¨¢s de dos millones de a?os), la mayor¨ªa de las especies emergentes muestran rasgos de ambos. Dos grandes paleont¨®logos (Jeffrey Schwartz e Ian Tattersall) proponen reclasificarlo todo desde cero, para as¨ª revelar ¡°la lujuriante diversidad de nuestros ancestros¡±. Solo por ese adjetivo ya merecer¨ªa la pena atenderles.
El gran cuadro de la evoluci¨®n humana est¨¢ bien establecido a grandes rasgos. Hace seis millones de a?os, los chimpanc¨¦s y nosotros ¨¦ramos la misma cosa, pero poco despu¨¦s nos separamos en dos ramas. Nuestra rama empez¨® por evolucionar hacia los australopitecos, con un volumen craneal similar a los chimpanc¨¦s (medio litro, redondeando). Hace m¨¢s de dos millones de a?os (la cifra exacta es uno de los temas que est¨¢n en discusi¨®n) evolucion¨® nuestro g¨¦nero, Homo, que duplic¨® la caja hasta un litro. El litro y medio de nuestra especie, el Homo sapiens, solo lleg¨® hace 200.000 a?os, y despu¨¦s empez¨® lo que llamamos historia.
Pero los detalles han resultado farragosos y complicados. Lo que los naturalistas antiguos habr¨ªan esperado como una parsimoniosa y gradual transici¨®n del australopit (abreviatura de moda en el sector) al homo ha cristalizado en un atasco de especies con nombres diversos (Homo ergaster, Homo habilis, Homo erectus, Paranthropus aethiopicus, neandertales y preneandertales, por citar solo a los m¨¢s pronunciables) y morfolog¨ªas realmente muy variadas, con lo que parecen mezclas de rasgos ancestrales y augurios del futuro.
Hace seis millones de a?os, los chimpanc¨¦s y nosotros ¨¦ramos la misma cosa. El 'Homo sapiens' solo lleg¨® hace 200.000 a?os, y despu¨¦s empez¨® lo que llamamos historia
Schwartz y Tattersall piensan que los paleont¨®logos del XIX y el XX han pintado ¨Co han acabado pintando sin querer¡ª un cuadro de la evoluci¨®n humana confuso y poco sustentado en las evidencias. Lo publican en Science. La teor¨ªa que hab¨ªan mamado era la de una progreso lineal y continuo hacia la mente humana, y han intentado meter en ella con calzador todo el zoo de formas y estructuras que han ido desenterrando de tierras africanas. Schwartz y Tattersall, sin embargo, creen que toda esa diversidad ¡°lujuriante¡± es la realidad. Una realidad que no se ajusta exactamente a la teor¨ªa.
¡°Todo animal es una mezcla de rasgos ancestrales y modernos¡±, dice Tattersall a EL PA?S, ¡°porque cada uno retiene rasgos de una serie de ancestros, del m¨¢s antiguo al m¨¢s moderno; nosotros tenemos dientes, pero tambi¨¦n los tienen los peces; tenemos cinco dedos, pero tambi¨¦n los cocodrilos; tenemos siete v¨¦rtebras en el cuello, pero tambi¨¦n las ratas y las jirafas. Lo que es importante para definir el g¨¦nero Homo son los rasgos que solo comparten unas pocas especies, incluida la nuestra. Y hasta ahora, esto no se ha hecho¡±.
¡°Metiendo continuamente con calzador espec¨ªmenes en el g¨¦nero Homo, definir el g¨¦nero se vuelve imposible¡±, prosigue Tattersall. ¡°El resultado son propuestas contradictorias, y recomendamos a los paleont¨®logos que se olviden de la nomenclatura taxon¨®mica y empiecen desde cero, esp¨¦cimen por esp¨¦cimen, para ver c¨®mo se agrupan bas¨¢ndose en sus rasgos compartidos ¨²nicos¡±.
El hobbit demuestra que realmente no conocemos el cuadro completo de la evoluci¨®n humana, ni siquiera de la m¨¢s reciente"
Preguntado por la hibridaci¨®n, el otro autor, Jeffrey Schwartz, explica a EL PA?S: ¡°Si todos los animales son una mezcla de unos rasgos antiguos y otros cada vez m¨¢s recientes, lo mismo se puede aplicar a los genes. De modo que el mero hecho de determinar genes compartidos no implica una relaci¨®n m¨¢s estrecha, ni una mezcla por hibridaci¨®n. Pero lo que tambi¨¦n es importante para entender los genes es si est¨¢n activos o no. Por ejemplo, los humanos y los chimpanc¨¦s compartimos el gen del lenguaje, FOXP2, pero solo est¨¢ activo en los humanos¡±. El problema con esto es que, aun cuando en los f¨®siles podamos determinar la presencia de un gen ¨Csecuenciando el ADN antiguo¡ª, no podemos saber si estaba activo.
Sobre el hobbit, el c¨¦lebre f¨®sil humano de la isla de Flores en Indonesia, Schwartz se?ala: ¡°El hobbit demuestra que realmente no conocemos el cuadro completo de la evoluci¨®n humana, ni siquiera de la m¨¢s reciente. El registro f¨®sil humano muestra mucha m¨¢s diversidad de la que la mayor¨ªa de los paleoantrop¨®logos reconocen. Pero, si la diversidad caracteriza el registro f¨®sil de otros animales, ?por qu¨¦ no de los humanos?¡±.
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